7.31.2008

157,375,724 personas no pueden estar equivocadas.

Hablando de blogs y bloggers, entre bloody maries y canciones del primer Tom Waits, me entero de que el blog más visitado en el mundo se llama PostSecret. Me cuentan de lo que se trata y es tan bacán que no lo puedo creer. Muchos de ustedes seguro lo conocen desde hace tiempo, es más, tal vez han participado en él y, obvio, no se lo han dicho a nadie.

El concepto, en general, es sencillo: existe una dirección a la que mandas una postal contando un secreto que nunca, jamás, por nada del mundo, primero muerto, contarías con nombre y apellido. Todos los envíos son anónimos. Un tipo llamado Frank Warren (43 años, radicado en Germantown, USA), quien se inventó la fórmula como proyecto de arte, las lee, las clasifica, las ordena y cada domingo postea veinte (aprox) de ellas en su blog. Esto viene pasando desde hace unos tres años y son más de cien millones de personas las que, hasta la fecha, han visitado la página. Pero más que eso, me impresiona que, según Warren, recibe entre 100 y 200 secretos por día y el gran acumulado va ya por los 200 mil. Increíble. Si tienes algo que no te deja vivir, que te corta la respiración, que te hace despertar sudando a la mitad de la noche, que vuelve a ti cada tanto como un boomerang en pos de tu cabeza, ya sabes qué hacer.



Frank Warren nunca se imaginó que esta cosa crecería día a día a lo bola de nieve. Su plan, dice, era montar el experimento para una exposición y ya, stop, nos vemos. Pero las postales siguieron llegando, la gente se siguió confesando con este tipo que no es un redentor, ni un psicólogo, ni un verdugo ni un amigo propiamente dicho. Es sólo una persona dispuesta a escuchar, siempre y cuando lo que escuche sea verdad o sepa a verdad y se exprese de forma creativa. Uno podría pensar que Warren tiene el blog de los huevos de oro. Nada que ver. No acepta ni un centavo por publicidad. Tiene un day job como todo el mundo. El único dinero que le genera PostSecret viene de la venta de libros recopilatorios, como greatest hits que él mismo ensambla con el afán de contar una historia. Los libros, evidentemente, son best sellers (van por el cuarto volumen, quisiera tenerlos todos es ya). El dinero recaudado se reparte entre el bueno de Warren y la fundación Hope, una de esas hot lines gringas donde uno llama si está coqueteando con el suicidio. Uno de esos trabajos en los que pensamos poco o muy de vez en cuando, y vaya que salvan vidas. Warren trabajó en esa fundación, contestó llamadas y persuadió a la gente para que cerrara el gas o soltara la gillette o descargara el arma. Nada de esto es gratuito. Nada de esto fue un error.

El tema se presta para interminables reflexiones. Yo me quedo con una. En la era de los downloads, cuando ya nada viene o va sino que se sube o se baja, se carga o se descarga, surge este muro de los lamentos virtual, trágico, divertido, a veces incómodo por lo duro de las confesiones y, otras veces, tan cómodo como dormir en la cama de uno con ese boxer que debimos haber votado siglos atrás. Ahora que chequeo PostSecret todos los días, que como todo buen intento de narrador me he vuelto adicto a los secretos ajenos, capto que los que pasamos por ahí, más aun los que arman la postal y envían sus secretos, estamos descargando, perdiendo peso para poder, ojalá, ir por la vida más ligeros. PostSecret no es el perdón ni mucho menos la salvación, pero casi, es el primer paso, ese momento en el que uno tiene que sacar del cuerpo, por partes, eso que lo atormenta.

Acá unos de mis PostSecrets favoritos hasta la fecha.



Le dije a mi esposa que todavía es sexy. La verdad es que, me da un poco de miedo como se ve ahora. Me siento tan culpable por su cáncer... cuando tenemos sexo tengo que cerrar mis ojos. (en la calculadora dice: sin senos)



Amo a mi esposo porque, de todos los hombres con los que he estado, es el único que no ha herido mi cuerpo con violencia.



Cuando me despierto, mi pelo se ve como el de Bob Dylan. Me encanta y desearía tener las agallas para usarlo así en público.



Yo pienso que tus estrías son bellas.



Digo... si puedo recordar todos sus nombres, entonces no soy una zorra.



El modo aleatorio es lo único espontáneo en mi vida.



Tengo un diario escondido. Para que mis hijos lo encuentren. Detalla mi romance. Y las razones para tenerlo.



Cuando tenía 11, mi hermano me hizo cabrear. Lo tumbé en el césped de nuestro patio trasero y oriné en su boca. Nunca me he disculpado... ya van 26 años. Quiero decirle que lo siento, pero nunca encuentro un buen momento para mencionarlo.


Para el resto, vayan a la fuente.

http://www.postsecret.blogspot.com




7.28.2008

El factor Batman


Desde el estreno de El caballero de la noche, siento que vivo en un mundo mejor. Este feeling no me viene directamente de la película, aunque sin ella no existiría, sino más bien de la reacción del público. Que una cinta tan dura, cruda, psicótica, melodramática y exacta como esta, rompa records de taquilla alrededor del mundo me parece, por decir lo menos, un rayo de luz al final del túnel.

La vi exactamente a las 00h00 del jueves pasado, es decir, cerrando la noche del miércoles. Hice casi tres horas de cola y estuve sentando en el piso y estuve apretujado por las ansias y tuve miedo de permitirme ir al baño y que todos entraran antes que yo y me dejaran sin butaca. Mis expectativas rozaban la estratósfera. Años atrás, cuando vi Batman Begins, quedé francamente perturbado, esa película me movió el piso de tal forma que jamás he podido volver a caminar en horizontal. Yo, que soy un defensor irreductible del Batman-Michael-Keaton de Tim Burton, así como feroz enemigo de los remedos vulgares y escandalosos que el director Joel Schumacher hizo del hombre murciélago, no tengo empachos en afirmar que El caballero de la noche es, hasta la fecha, la mejor entrega que sobre el vigilante de Ciudad Gótica se ha parido.



No vamos a entrar en cavilaciones ni análisis de la cinta porque las encontrarán mucho mejores en otros lugares. Me interesa, tanto y a veces más que la película en sí, el síndrome vida post-caballero de la noche. Todo el mundo habla de ella como si el cine hubiese vuelto a nacer. Los críticos internacionales, tucos, independientes y hasta conservadores, están de acuerdo en que este nuevo Batman no tiene nada que ver con un comic book, sino con un drama policial de la raza del Heat de Michael Mann. La gente no puede creer lo bueno que es el Guasón de Heath Ledger y desde ya apuestan por un Oscar póstumo. Y en nada se equivocan. Este Joker, lo escribí en una reseña para El Diario de Manabí, es de la talla de Norman Bates (de la Psicosis de Alfrted Hitchcock), del Dr. Hannibal Lecter (de El silencio de los inocentes) y del demente Anton Chigurh interpretado por Javier Bardem en No es país para viejos. Este Joker asusta de verdad, te da pánico, es un tipo totalmente fuera de control que podría poner al mundo en llamas en cuestión de segundos y, lo peor que es también lo mejor, tiene un argumento sólido, muy sólido: el caos es la única salvación posible. Pero eso ya lo saben o lo sabrán pronto, cuando la vean, porque no pueden permitirse una existencia exenta de El Caballero de la noche.

Esta película es un triunfo de todos. De pronto vuelvo a confiar en el gran público que, lejos de escandalizarse o ignorar este secreto del mal, lo abraza y lo celebra y reflexiona al respecto con una lucidez arrolladora. Últimamente, cada vez que entro en una habitación donde se han reunido un grupo de personas, siento que la energía ha cambiado, la gente está feliz e impresionada y, lo más importante, se siente en buenas manos. Batman, qué duda cabe, tiene problemas, serios problemas mentales, pero los usa para el bien o para lo que él cree es el bien y, al final del día, cumple, aunque con el transcurso de las horas se pierdan vidas. Nosotros, que también tenemos problemas mentales pero no nos atrevemos a ventilarlos por las noches bajo el amparo de una máscara y una capa, hemos sido bendecidos con el héroe que necesitamos, no el que nos merecemos. A quien sí merecíamos, hace rato, es a un villano como este nuevo Guasón, que actúa sin misericordia.

7.25.2008

Chateando con Fuguet.


A medida que pasa el tiempo, me convenzo de que la gente que uno admira, sean escritores, músicos o cineastas, se va convirtiendo en nuestro círculo íntimo de amistades y, con suerte, también en nuestra familia, así sea lejana y no nos veamos nunca. Cuando leo, escucho o veo algo que me gusta, sé que me gusta porque me hace compañía, porque me hace sentir menos solo y porque me demuestra que no soy el único que anda en estas. Cuando estoy escribiendo, tocando o (casi nunca) filmando, espero, sobre todo, además de pasarla bien y decir algo, acompañar. Creo que acompañar es clave, que si haces algo en lo que los otros puedan confiar, ganaste.

Me pasa con muchas cosas. Me pasa, por ejemplo, con las historias del escritor chileno Alberto Fuguet, un tipo al que conocí casi por accidente, mientras rodaban los créditos de la película peruana Tinta Roja, basada en su novela homónima. Leí la novela respectiva y luego Las películas de mi vida y ambas me gustaron mucho. Años después, en un festival de cine independiente en Buenos Aires, lo entrevisté y todo cambió, para bien, para mejor. En cuestión de segundos, lo que se suponía era una conversación literaria “seria” pasó al clásico y bendito intercambio de info-emociones entre nerds. Películas, libros, discos. No me quedó la menor duda, Fuguet era uno de los míos, un man que estaba de mi lado, peleando por su libertad contra los mismos enemigos.


Ayer, en la feria del libro de Lima, Fuguet presentó tres libros: Apuntes autistas, la novela gráfica Road Story y Una vida crítica. De estos tres, sólo Apuntes autistas es enteramente suyo. Road Story es una adaptación de un cuento que apareció en su libro Cortos, y Una vida crítica es una recopilación de críticas de cine de otro chileno, Héctor Soto. Fuguet no vendrá al Ecuador, por lo menos no en un futuro inmediato, pero eso no significa que esté lejos.

Como sé que en este país hay más fans de Fuguet de lo que nos quieren hacer creer, presento a continuación una segunda entrevista que le hice al escritor chileno. No es nueva ni mucho menos, estas cosas son, a la larga, atemporales. En rigor, es de cuando unos cuantos (demasiado pocos) ejemplares de Cortos se pasearon por librerías quiteñas y, creo-espero, también guayaquileñas. Por esos días, Road Story-la novela gráfica y Apuntes autistas estaban en el horno, a punto de salir en Chile.


Nos conectamos por Messenger. El material en bruto es demasiado como para mostrarlo tal cual. Acá va una versión que edité tomando en cuenta el propósito de la visita de Fuguet al Perú. Se mencionan también Se Arrienda, su primer largometraje, y Perdido, una película en la que estaba trabajando y que aun no se produce.

Algún día escribiré más y con mayor profesionalismo sobre Fuguet, éste es, digamos, un abreboca. Sírvanse, por favor.




Juan Fernando dice:
¿Por qué no se filmaron los cortos sobre un tipo que se llama Santiago y vive en Santiago? (en Cortos hay un cuento llamado Santiago que, en teoría, empezó siendo un par de apuntes para una serie de cortometrajes)

AF dice:
Quizás fue una mala idea comercial, nunca conseguí apoyo. La idea era que fueran antes de las pelis, como trailers. Pero nada, ya es casi imposible conseguir dinero para un largo... fue bonito mientras duro, digamos.

Juan Fernando dice:
¿Tienes ganas de hacerlo?, ¿adaptarías el cuento de vuelta a un guión?

AF dice:
No creo pero nunca se sabe. Mi idea es TRATAR de no adaptarme a mí, al menos no un cuento hecho y derecho porque al final siempre el material literario tendrá que ver con el fílmico y viceversa, vienen del mismo sitio, supongo. Ahora está la idea de adaptar un libro mío

Juan Fernando dice:
¿Mala onda? (su primera novela)

AF dice:
Sí. Sé que la adaptaré pero aun no sé si seré el director.

Juan Fernando dice:
¿Te sentirías cómodo con otro director filmando la peli?

AF dice:
Tendría que.

Juan Fernando dice:
Digo, por eso de que tú cachas mejor que nadie el feeling de la novela.

AF dice:
Todo a su tiempo, por ahora, me preocuparé de adaptarla. Pero al final lo que más importa de una película es el feeling. La atmósfera es mucho más importante que la trama. Todos ven Mala Onda como algo MTV. Yo la veo más Donnie Darko, sin los viajes en el tiempo, claro.

Juan Fernando dice:
Entre MTV y Donnie hay un trecho largo.

AF dice:
I hope, no veo esa película como un MTV-American Pie- teenage movie. Pero nos estamos adelantando, ahora mi mente está en Perdido.

Juan Fernando dice:
Esa es otra adaptación.

AF dice:
Yo creo que a la larga, lo que importa, en cine o en literatura, son los personajes.

Juan Fernando dice:
El Santiago del cuento Santiago, se me pareció al Gastón (personaje principal) de Se arrienda.

AF dice:
Sí, son como parientes, sin duda, como primos. Todos son personajes de mi planeta, primos literarios que comparten el mismo ADN. Además, todos los tipos que he escrito y filmado tienen, creo, la misma edad. Gastón y Agustín, el personaje principal de Perdido, son primos quizás más lejanos, quizás no se hablarían, eso prueba que son aun más cercanos. La gente parecida tiende a repelerse. Mi intención, creo, ha sido crear un grupo de primos, y ahí está todo el gang.

Juan Fernando dice:
¿Vienen desde Sobredosis?, ¿cuántos son?

AF dice:
Creo q todos parten en Mala Onda. Sobredosis es como un error, un trailer antes que empiece la verdadera película.

Juan Fernando dice:
¿No te gusta?

AF dice:
No es tanto un asunto de gustar o no gustar, como que no fue planeado, es como un hijo que sale por error. Una cosa es publicar, otra es escribir.

Juan Fernando dice:
Otra cosa es filmar.

AF dice:
Escribir cuento o novela o filmar, es al final parecido, y todo bien. Escribir un guion es más divertido porque es como jugar pin-pong.

Juan Fernando dice:
Leí en una entrevista que habías dicho que escribir era como for pussys, que filmar es the real thing.

AF dice:
Ja-ja-ja. Dije eso. Algo de eso hay. Aunque a veces uno quiere dejar de ser valiente y esconderse. Sin duda que dirigir es un trabajo de líder, público, colectivo y que te pone a prueba. No puedes esperar a estar inspirado.

Juan Fernando dice:
Claro, eres el front man de la banda.

AF dice:
Al escribir también, creo, pero es distinto.

Juan Fernando dice:
¿No te da pánico andar con un equipo numeroso a tus espaldas mientras escribiendo eres one man band?

AF dice:
Cero pánico, lo contrario, he sentido más pánico escribiendo a solas, sabiendo que allá afuera hay un montón de gente que va encontrar asqueroso lo que vas a publicar.

Juan Fernando dice:
También lo que filmaste y editaste, ¿no?

AF dice:
Pero da lo mismo, porque es de todos, no es solo de uno, por mucho que, en el fondo, igual es de uno, quizás aun más, sobre todo cuando tu personaje se viste con tu ropa.

Juan Fernando dice:
¿Hay mucho de ti en los personajes principales?

AF dice:
Supongo que sí, digamos que hay más que menos.

Juan Fernando dice:
¿A lo Woody Allen o Charlie Kauffman?

AF dice:
Ojala fuera ambos, pero sin duda me siento más cercano a Allen, creo que si uno analiza las pelis de CK, veras que todos son primos. No creo tener un alter-ego. Un alter-ego a la larga no es tan cercano. En cambio, distintas facetas de uno pueden ir sumándose, uno también va cambiando.

Juan Fernando dice:
En tu catálogo hay mucha onda "padre-hijo", como que es uno de tus temas, como en las pelis de Wes Anderson.

AF dice:
Sí, claro, pero no creo que sólo sea uno de "mis" temas sino también es uno de los temas de los que me leen, un tema extremadamente masculino.

Juan Fernando dice:
¿Te llevas bien con tu viejo?

AF dice:
Sí, ahora me llevo muy bien con mi papá, hasta fue uno de los productores de Se arrienda, pero no por eso dejo de acordarme de cómo era “antes”. Fitzgerald dijo que un escritor cierra sus temas a los veinticinco. Ahora debo volver al guión de Perdido, y sé que es como ingresar en una habitación sin luz.

Juan Fernando dice:
Cheers.

AF dice:
¿Por qué tanto inglés? Luego la crítica dice que nadie sabe inglés en América Latina, la gente sabe más de lo que cree.

Juan Fernando dice:
A veces me joden porque mis crónicas tienen términos en inglés.

AF dice:
Fuck’ em. El futuro es hibrido. Tijuana is the future. No eres el único, la gente cree que tú eres la excepción, digamos. Yo digo ojo, quizás no es la masa pero para nada es la excepción, es una minoría no tan minoría y no tan silenciosa. La minoría es la puta elite.

Juan Fernando dice:
¿Te siguen jodiendo por "agringado"?

AF dice:
Cada vez me joden menos, sólo gente mayor o europeizada. Cortos se entiende muy bien en USA, por ejemplo, y ahora en España y Argentina, países que eran, antes, mucho más "castizos". Dato freak, están haciendo una novela gráfica de Road Story, uno de los cuentos de Cortos.

Juan Fernando dice:
Tell me more, ¿en inglés o en español?

AF dice:
En castellano, acá, es la adaptación de los pobres. En rigor, lo que importa son los dibujos, pedí que fuera lo más visual posible, ojalá casi no hubiera textos míos. Eso sí que fue raro, mande fotos de actores y todo. La mina es una actriz que me parece estupenda, creo que ya no triunfó pero me encanta, hindú, sale en 40 days and 40 nights, Shannyn Sossamon. Y él es un Matt Dillon-John Cusack.

Juan Fernando dice:
¿Y el nuevo libro de qué va? Apuntes autistas.

AF dice:
Es una suerte de libro de escritor. Algunos son remixes de textos, cosas que me gustan. Fue un poco como ordenar la biblioteca interna. Está dividido en viajar, mirar, narrar y leer.

Juan Fernando dice:
¿Lo editaste mucho?

AF dice:
Mucho, volví a escribir todo, diría. Fue un libro que se hizo en aviones y hoteles, es como publicar un Moleskine. Aunque no exactamente. En un libro, me lanzo cuando tengo más o menos claro de qué va, cuando tengo la voz, en rigor, todo es la voz. Pero esa voz puede ser coral, una novela coral es, en el fondo, un libro de cuentos.

Juan Fernando dice:
¿Y una peli son muchos cortos?

AF dice:
Buena, puede ser. Sin duda 4 o 5 escenas importantes, ojala bien unidas, y la unión es el personaje principal.

Juan Fernando dice:
¿Cine o literatura?

AF dice:
Ambas cosas, para qué elegir. Hasta que no me coloquen una pistola en la sien, las dos cosas, o una: narrar. De eso se trata. Narrar. Vivir para contar. Me gustaría escribir una comedia.

7.21.2008

Gran estreno en YouTube


Hace unos pocos meses, el director-escritor de cine Iván Mora Manzano subió dos de sus cortos al YouTube, para que todo el mundo pueda verlos de forma totalmente gratuita (aunque el Internet, sea casero o cyber café, cuesta). Un acontecimiento digno de celebrarse por todo lo alto. Por si no lo conocen, Iván es sin duda uno de los realizadores más interesantes de la movida cinematográfica nacional. Mucha gente, al ver sus cortos, concluye en la frase típica y por eso mismo justificada: no parece que fuera de aquí. Y en algo tienen razón. Los cortos de Iván no parecen ecuatorianos, ni sudamericanos, ni siquiera parecen terrícolas.

Iván apenas rebasa los treinta, nació en Guayaquil, estudió cine en la Universidad San Francisco de Quito y está preparando su primer largometraje (el proyecto ha ganado ya premios del Concejo Nacional de Cine y el programa Ibermedia). Iván es mi amigo, mi pana, mi broder, y no es por eso que hoy escribo esto que escribo. Profesionalmente hablando, Iván y yo nos vemos a la distancia, entre nosotros todo el espacio que separa a dos antípodas. A mí me gustan el realismo sucio y la cultura pop, me gustan las películas y los libros que pasan en apartamentos, restaurantes, carros, esas historias donde la gente logra superar sus problemas y, mal que mal, sigue viviendo. No lo niego, me gustan los finales felices. Iván, en cambio, no deja títere con cabeza y se lleva por delante todo lo que encuentra, personas, animales, cosas, reglas, esquemas, el orden cósmico y hasta el destino de la humanidad. Iván se las trae, y no le tiene miedo a los terrenos inexplorados de la razón.

En Silencio Nuclear (2002), el personaje principal es un sobreviviente de la Tercera Guerra Mundial, acaso el único ser humano sobre la faz de la tierra. Vive en la cima de una montaña áspera, rodeado de muy poco verde. Al principio, un prólogo nos advierte: el holocausto fue tan devastador, que además de personas y ciudades, se destruyeron también la lógica y la percepción. Con esa introducción, uno queda preparado para lo que sea y, sin embargo, terminado el corto uno sabe que no hay forma de estar listo para algo así.

En Vida del ahorcado
(2004), basado en un fragmento de la novela homónima de Pablo Palacio, nos encontramos con un grupo de estudiantes que, ante la violenta educación aplicada por su maestro, decide responder con un suicidio en cadena. Este es un maestro que lanza letras por la boca cada vez que da una lección, letras filosas que hacen sangrar los oídos de los estudiantes. Un corto de época, si cabe el término, porque aunque el vestuario y la escenografía den para pensar en los comienzos del siglo XX, el tratamiento de la historia es futurista, posmoderno, tan adelantado a su tiempo como el mismo Palacio.

Estos cortos son, estoy absolutamente seguro, nada más que la punta del Iceberg. Iván Mora Manzano se viene con todo, va tocar hacerse a un lado y saltar cuando los vagones pasen a toda velocidad, a ver si podemos colarnos. Pilas, que Iván no va tener reparos si de atropellarnos se trata. Vengan, entren, vean. Técnicamente impecables y narrativamente jugados.

Cuando conocí a Iván, a finales del siglo XX, me pareció un tipo extraño y buena onda que estaba planeando algo de lo que nadie debía enterarse. Creo que lo sigue planeando y pondrá su plan en marcha de un momento a otro. Pronto llegará el día y la revelación brillará ante nuestros ojos y el resplandor será tan poderoso que los que no puedan mirar de frente tendrán que quedarse ciegos.




7.18.2008

Todos somos Dylan


Meses atrás, que en rigor son años, cuando se anunció que Todd Haynes había terminado una película sobre Bob Dylan, cundió el pánico. Nadie puede hacer una película en tono de ficción sobre Dylan porque la vida de Dylab es, en sí misma, una obra de ficción. Dylan es un invento de todos nosotros, de los que lo seguimos como si fuese Dios y de quienes hablan de él sin conocerlo y, sin saberlo, le dan con cada palabra un gramo de cuerpo al mito, a la leyenda, a la verdad. Sí, a la verdad, porque lo que se dice sobre Dylan es tan mentira que tiene que ser verdad.

El gran escritor británico Nick Hornby (si no han leído High Fidelity, traducido al español como Alta Fidelidad y disponible en librerías ecuatorianas, se están perdiendo del existencialismo rock pop), en su libro Songbook (traducido como 31 canciones), escribió un ensayo maravilloso sobre la canción Can You Please Crawl Out Your Window?, de Bob Dylan. En el texto, Hornby dice que no es fan de Dylan, pero que tiene casi todos sus discos porque en cada uno de ellos hay un tema esencial, no en la carrera de Dylan sino esencial en la historia del mundo. No podría estar más de acuerdo. Cuando la gente me pregunta qué disco de Dylan hay que tener, yo respondo, orgulloso, que en cada disco de Dylan hay una de las mejores canciones de Dylan.

No existe tal cosa como Bob Dylan. O sea, existe, pero no es uno sólo, es padre, hijo, espíritu santo, virgen, pastor y rebaño. Es el chico flaco que llegó a Nueva York a comienzos de los sesentas, guitarra en mano, a conquistar el mundo o morir en el intento. Es el profeta del folk que luchaba por los desposeídos, Bono antes de que existiera Bono. Es el rockero agresivo, gritón, chillón y escandaloso que callaba los abucheos del público subiéndole el volumen a los amplificadores y diciéndole a su banda Play fucking loud (my frase favorita de Dylan) Es la súper estrella que tocó fondo y buscó la redención en Cristo, a pesar de ser judío, y hasta le dedicó un disco. Es el tipo que a punta de ego destruyó su matrimonio y perdió a Sara, el gran amor de su vida, la mamá de Jacob Dylan-cantante de The Wallflowers, y trizó su corazón con un disco dedicado a la separación que es, hasta hoy, el mejor disco sobre rompimientos amorosos no del rock sino de la música en general. Es el tipo que para olvidarse del sufrimiento se inventó una cosa que se llama never ending tour y que consiste en tocar en todas partes todos los años hasta que la muerte lo reclame. Es el tipo que se estrelló en su moto y se recluyó durante años en el fondo del bosque sin que nadie o casi nadie supiera de él. Es el que hace relativamente poco lanzó un álbum llamado Modern Times y logró, de nuevo, hacer el mejor disco de rock entre los discos de rock de su generación, una generación que, dicho sea de paso, estaba colmada de bandas indie que crecieron, en el mejor de los casos, escuchando a Bob Dylan.



Esto lo sabemos quienes, cuando se trata de Dylan, somos apasionados nerds, pero sólo Todd Haynes pudo ponerlo en práctica.

En I’m Not There (el nombre viene de una canción que Dylan grabó en los setentas, junto a The Band, y que estuvo guardada en el cajón décadas enteras), hay seis Dylan. El cantante folk (Christian Bale). La estrella de rock adicta a las pastillas (la mejor Cate Blanchett hasta la fecha). El actor ego maniático que acaba con su matrimonio (Heath Ledger). El niño que vaga por el país con su guitarra, su máquina para matar fascistas (Marcus Carl Franklin, toda una promesa del cine) El héroe místico que vive en soledad (un Richard Gere que es Billy The Kid y también Bob Dylan cuando salió en la película Patt Garret & Billy The Kid, del maestro Sam Peckinpah). Y el poeta contra cultural perseguido (un Ben Whishaw que sale como Arthur Rimbaud, de quien Dylan es/fue/¿será? fan).

Todd Haynes ha hecho una película sobre Dylan como Dylan haría una canción sobre Dylan. Todd Haynes lo logró, no hay nada que hacer. I’m Not There ha cambiado, tal vez sin proponérselo, la forma de pensar el cine, ha cambiado la médula de la estructura narrativa audiovisual. Como Dylan cambió la forma de concebir la música, esta película ha cambiado la forma de concebir el cine, es decir que Dylan ha cambiado la historia del cine. Haynes pensó en la persona, en las personas dentro de la persona y en las personas que ven a esa persona y se inventan el tipo de persona que necesitan para seguir siendo personas. Como quien menos sabe de Dylan es el mismo Dylan, Todd Haynes se lo inventó basándose en cosas que pasaron, que dicen que pasaron, que pudieron haber pasado o que debieron haber pasado. ¡Dios!, qué difícil escribir esto. Digamos que, como buen adicto a Dylan, Todd Haynes construyó el Dylan que hace que él, Haynes, se sienta bien sobre sí mismo. Lo hizo con tacto, con telepatía, y consiguió que todos nos sintamos bien representados por esa vida repartida en seis rostros, esa misma vida que hace a la nuestra un camino digno de recorrer.



Acá paro. Si no, voy a escribir para siempre. Mejor que hablen los que en serio saben.

Les pongo links a un artículo que el gran escritor argentino Rodrigo Fresán, dylanólogo profesional, escribió al respecto de la película para el diario Página/12.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-4628-2008-05-28.html

Y la reseña del gran Peter Travis, crítico de cine para la Rolling Stone gringa.

http://www.rollingstone.com/reviews/movie/16155328/review/17335194/im_not_there

Y como no hay rockero que se precie de tal que no haya querido ser Bob Dylan, les pongo tracks de la banda sonora. Covers geniales y la mismísima I’m Not There.










7.13.2008

Yo quiero mi Slow Live.


Son los últimos minutos de este domingo frío que he tratado de estirar más de la cuenta. Estoy empezando a sentir el famoso Monday’s Blue, es decir, esa tristeza adjunta al comienzo de cada semana. Tal vez sea cosa de la edad. En las postrimerías de los veinte, todavía, como cuando era un niño, les tengo mala onda a los lunes, me cargan, me caen mal. No estoy triste. De pronto la semana pasada fue muy intensa y quién sabe si ésta que se viene se portará a la altura. De alguna forma cada domingo es un velorio, el entierro del tiempo que ya se fue y nos dejó acá, botados.

Todos los domingos, pienso en el tiempo que me falta, en los libros no leídos, en las películas no vistas, en las canciones no escuchadas, en todo eso que le da sentido a la vida y de lo que uno, a veces, con frecuencia, se olvida. Qué pecado. Pienso en que el simple hecho de tener que hacer cosas es un defecto de esta existencia material nuestra. Qué bueno sería poder decidir y decir no, hoy no me levanto, hoy me despierto tarde y desayuno en la cama viendo pelis y luego me baño y de ahí me pongo a leer y por la noche escribo y termino el día con una copa. A qué lugar perverso del universo hemos venido a parar, donde las cosas más simples son las más complicadas, donde con tal de no vaciar la cuenta de ahorro dejamos que el tiempo se escurra como en la delgada cintura de un reloj de arena. ¿Se dan cuenta?, de esto se trata el Monday’s Blue. Por suerte, aunque vuelva, es una sensación que se va.

Hace poco terminé de leer Drown (que se tradujo al español bajo el título “Negocios”), el libro de cuentos de un dominicano radicado en Estados Unidos, que no ha escrito sino dos libros, y según Time es el mejor escritor norteamericano vivo y acaba de ganar el premio Pulitzer de ficción con su novela The Brief and Wondrous Life of Oscar Wao (traducida como “La maravillosa vida breve de Oscar Wao”). El hombre se llama Junot Díaz y no sé lo suficiente como para estar de acuerdo con la revista Time, pero de escribir, sí que escribe, muy bien, de qué forma, como los grandes.

Leyendo cosas sobre Díaz, me encuentro con una pequeña entrevista que le dio a diario El País, de España, donde habla sobre el movimiento “Slow Live” (que podría ser Vida Lenta o Vive Despacio o simplemente Aguanta un chance, broder) y descubro una causa a la que pienso entregarme como los fieles se entregan a la búsqueda de la vida eterna. “Slow Live” no significa otra cosa que vivir mejor, embragando, mirando por la ventana, con más tiempo para leer, por ejemplo. La “Slow Live”, como la entiendo, significa darse tiempo para uno y compartir ese tiempo con los demás (cuando estás a full, tienes que pensar en este tipo de cosas), aprovechar esta vida breve en vez de complicarla matándose con otros para llenar una cuenta bancaria. Díaz se ha ganado la simpatía de todos porque además de escribir como escribe, es un nerd, un geek, un enfermito que sabe cosas cool y baila y goza y fuma hierba. O sea, es un artista de verdad. No simplemente un buen escritor, que sería lo fácil.



Jnot Díaz en El País:



Siempre he creído que un artista es quien pone el arte, más que en su trabajo, en su vida, en llevarse bien con sus amigos, con sus mujeres, con sus hombres, con su familia, el que se da tiempo para viajar, para irse de juerga, para criar a sus hijos y enamorar a su pareja todos los días de su vida, el que, básicamente, le cae bien a otra gente. Lo más difícil para un ser humano, creo, es llegar a ser una persona agradable, por eso estamos como estamos. La obra maestra de un artista de verdad es una vida plena. Ni más, ni menos.

Acá cosas que subrayé del Drown:

I was the one who was always in trouble with my dad. It was like my God-given duty to piss him off, to do everything the way he hated.

We drove the rest of the way to the Bronx in silence. We only stopped once, so I could brush my teeth. Mami had brought along my toothbrush and a tube of toothpaste and while every car known to man sped by us she stood outside with me so I wouldn’t feel alone.


She once tried to jam a pen in my thigh, but that was the night I punched her chest black-and-blue so I don’t think it counts.

When I’m fifty this is how I’ll remember my friends: tired and yellow and drunk.

I still love you, she said and I was embarrassed for the two of us, the way I’m embarrassed at those afternoon talk shows where broken couples and unhappy families let their hearts hang out.

Tell her that you love her hair, that you love her skin, her lips, because, in truth, you love them more than you love your own. She’ll say, I like Spanish guys, and even though you’ve never been to Spain, say, I like you. You’ll sound smooth.

He knew the rule: Strange is the woman who goes strange places with a complete stranger.

In the end, he never visited us. If Mami heard from her friends that he was in the city, with his other wife, she never told us about it. His absence was a seamless thing to me. And if a strange man approached me during my play and stared down at me and my brother, perhaps asking our names, I don’t remember it now.


Para terminar, esta corta entrevista, dividida en dos segmentos de tres minutos cada uno, en la que Díaz habla sobre Oscar Wao. Voy a inaugurar mi “Slow Life” leyendo esta novela que promete mucho, lo promete todo.




7.10.2008

Bajo el sol


El miércoles nueve de julio, en Guayaquil, exactamente en la Plaza Central del Palacio de Cristal, a las 17h00, se presentó el libro Historias bajo el sol, una antología Ecuador meets Perú de narrativa contemporánea. Hasta donde entiendo, el libro fue idea del consulado de Perú en Ecuador y, en un principio, debía ser trinacional e incluir cuentistas colombianos. Me hubiera gustado que así sea, the more the merrier, como dice Zodiac, el asesino en serie, en la película que lleva su nombre y de alguna forma se hizo en su honor. En todo caso, la intención es lo que cuenta y proyectos como este ayudan a que escritores jóvenes o jóvenes adultos de varios países se conecten.

La mala noticia es que el libro no tendrá vida comercial, es decir, no se pondrá a la venta para el público en general. La gente que asistió al evento, en el marco de la Expolibro 2008, recibió un ejemplar gratuito, pero de ahí supongo que habrá que ser diplomático y estar en una cena aniñada para conseguir uno. El caso es que la edición no tiene fines de lucro y me imagino que no deben ser un millón de ejemplares los impresos. En todo caso, el libro está afuera, existe.

Acá la lista de escritores ecuatorianos figurantes y los títulos de sus cuentos:

Usted y un muerto………………………………………........... Carolina Andrade


Hipocondría a gotas………………………………………....... Andrés Emilio León


La exhibicionista, las señoras y los calzones en el guardarropas de Dylan Thomas..........Ángela Arboleda


El secuestro de la periodista del New York Times……............Fernando Itúrburu


Tarde/Calle………………………………………………….........Eduardo Varas


El hombre que palpitaba con dos corazones……......Augusto Rodríguez


Las emisarias………………………………………......Leonardo Valencia


Flamius Rex………………………………………….....Solange Rodríguez


Un postulado....................................................................María Leonor Baquerizo


Aventuras de un grupo de becarios en una universidad norteamericana…Miguel Antonio Chávez


El lugar de los hechos………………………………......Juan Fernando Andrade


Cerco de guerra………………………………………....Hans Behr Martínez

Faltan nombres, cómo no, no hay tal cosa como una “antología completa”, aquello es imposible y quien se lo proponga se está mintiendo a sí mismo. Me hubiera gustado que estén, por ejemplo, los quiteños Jorge Izquierdo y José Hidalgo, y el guayaquileño Juan Carlos Cucalón, y José Elías Urdánigo, de Santo Domingo, entre otros. Pero ya lo dijeron los Stones: you can’t always get what you want.

Mi cuento apreció por primera vez en noviembre del año pasado, como parte de una antología virtual de la página http://www.literaturtas.com/, de Barcelona-España. El cuento tuvo su público y sus buenos, digamos, reviews. A mi me gusta, me piace. Quise hacer un cuento sobre la maldad pura, sobre ese momento en el que todo lo que importa es hacer daño, hacerle daño a esa persona que uno ama o cree que ama o amó alguna vez. No creo haberlo conseguido, pero creo que me acerqué.

Acá va.





El lugar de los hechos


Por Juan Fernando Andrade


Fallé. Le prometí a Lucía que vendría entero. Esa era la condición. Yo iba a llegar entero y ella iba a escuchar lo que yo venía a decirle. Ella iba a volver. Yo iba a convencerla de que vuelva. Quiero más. Me quiero perder. Me quiero ir al lado oscuro y quedarme en el black out hasta próximo aviso. Ella no iba a verme así porque yo no iba a estar así como estoy, para atrás, mal. Yo iba a llegar seco. Yo iba.

Para empezar, no debí haberla citado en el Mini Market de una Repsol. Me levanto, voy hasta el congelador, directo al grano. Avanzo hasta la caja, pago, doy vuelta a la tapa, veo el humo frío trepando desde el cuello de la botella, recibo los veinte centavos de cambio, los guardo en el bolsillo, calculo que puedo tomarme otras cuatro cervezas y cuando regreso a donde estaba sentado, descubro al tipo sospechoso ocupando mi lugar.

Paso de largo. El tipo sospechoso me mira. Su barba irregular, su verruga color sangre en la mejilla izquierda, sus ojos horizontales, su chompa de Los Angeles Raiders, sus uñas largas y mugrientas. Todo él me sigue hasta que me siento en la mesa de junto, dándole la espalda. Lucía va a decir que cómo voy a luchar por ella si ni siquiera puedo luchar por una mesa. Que se vaya a la mierda y que la lleve ése man que no ha cumplido los treinta y maneja su propia empresa.

Bebo. Cierro los ojos. Bebo con los ojos cerrados y siento como voy perdiendo señal, audio y video. Sé que mañana será peor y no estoy seguro de si mañana tendré el dinero necesario para calmar el temblor. Mañana es un problema del que me ocuparé mañana, como corresponde. Por ahora tengo cosas más importantes en qué pensar. Abro los ojos y el tipo sospechoso está sentado frente a mí. No me cabe la menor duda: es un criminal o está a punto de convertirse en uno.

No se asuste. ¿Qué quiere? Quiero hacerle un favor. Silencio. Esa mujer que está con usted es mala. Me pongo de pie, me llevo la botella a la boca y vuelvo a mi mesa original. El tipo sospechoso hace lo propio y un segundo después está, de nuevo, en mis narices. Estaba oyendo todo, todito lo que le dijo, ella no cree que usted pueda dejar el trago y por eso se va con el otro gil. Sonrío. No es problema suyo. Mi mujer es igualita, me botó de caleta y no me deja ver a mi pelado. Lo siento mucho, pero qué quiere que haga. Déjeme darle un buen susto, ¿ya? Ya la asusté bastante, al que habría que asustar es al otro gil. Usted y yo sabemos que el otro no tiene la culpa, a la final las que deciden son ellas. Vuelvo a sonreír, el tipo sospechoso es gracioso después de todo. ¿Qué dice? Silencio ¿Un susto? Nada más, se lo juro. Le digo veamos y el tipo sospechoso me extiende la mano. Se la estrecho, su palma es rugosa, vieja, tiesa. El tipo sospechoso me muestra una sonrisa a la que le faltan tres dientes.

Se pone de pie y mira alrededor. Mira al mesero trapear el piso, a la chica de la caja contar billetes y a Lucía salir del baño acomodándose la falda. El tipo sospechoso saca un revolver del bolsillo de la chompa y lo apunta directo a ella.

Se me quedan todos quietos o le meto un tiro. Lucía se pone stop. El tipo sospechoso camina directo a ella. El mesero suelta el trapeador, se acerca a la chica de la caja y la abraza. La chica de la caja no suelta los billetes ni trata de esconderlos. El tipo sospechoso toma a Lucía por el brazo, con fuerza, con rabia, le pone el fierro en la sien. Lucía se rasca ambos muslos con ambas manos. Conozco ese gesto, está a punto de quebrarse. Quiero echarme otro trago pero elijo no delatarme y pongo cara de terror y me aguanto las ganas de mear y cuando me acuerdo del baño siento el sabor del vómito trepando por mis tuberías. Inhalo. Exhalo. De vuelta en el mundo el tipo sospechoso le dice a la chica de la caja que le entregue los billetes a Lucía. El cuadro se congela. Deme la plata o la mato. El tipo sospechoso no grita, habla lento y claro, como dando un discurso. La chica de la caja le acerca los billetes a Lucía y ella los aprieta.

El tipo sospechoso obliga a Lucía a ponerle los billetes en el bolsillo del pantalón. Ella obedece. Luego le pide que se quite la falda. Aquí suceden los sollozos de Lucía. ¿No me escuchaste?, que te quites la falda. La voz del tipo sospechoso es prácticamente un susurro. Lucía se queda quieta, y muda, sus lágrimas se le caen de la cara y revientan en el piso. ¿O quieres que te la quite yo?

Salud. Hace cinco minutos quería desaparecer, morirme, pero tú, hermano, me has salvado, has hecho justicia y has hecho dinero, lo has hecho bien, mi pequeño salta montes.

O te quitas la falda o te la quito yo. Lucía tiene los brazos pegados al cuerpo y las piernas juntas, juntas como nunca antes. Lucía levanta la cabeza para mirarme y en sus ojos veo que está cayendo y que no tiene de dónde agarrarse.


El mesero dice ya tiene la plata, no le haga nada, por favor. Lo dice como rogando, cero dignidad. El tipo sospechoso le pide que se acerque. El mesero sale de detrás de la caja, da cinco pasos cortos y se detiene. El tipo sospechoso le dice no tengas miedo, ven. El mesero marcha como un soldado de plomo hasta quedar a diez centímetros de la verruga color sangre. El tipo sospechoso lo golpea en la frente con la culata de la pistola. Eso tiene que doler. El mesero cae al suelo. Lucía y la chica de la caja gritan al mismo tiempo, como si lo hubiesen ensayado. El tipo sospechoso mira el cuerpo retorciéndose en el piso y dice nadie te pidió que hablaras.

La chica de la caja empieza a llorar. Lucía no se mueve. El mesero, en el piso, está sangrando, poco, nada grave. El tipo sospechoso lleva su mano a la cintura de Lucía y la posa sobre el cinturón. Te juro que va a ser mejor si lo haces tú.

Los dedos de Lucía actúan torpes sobre la hebilla. Tal vez lo esté haciendo a propósito, tal vez esté quemando tiempo, tal vez tenga un plan.

La falda cae al suelo y se arruga acorralando los tobillos de Lucía. El calzón negro, diminuto, es un espectáculo aparte. Seguro tenía pensado pasar una noche caliente con ese que “si lo conocieras de ley no dirías esas cosas, te caería bien” DIOS, CÓMO PUEDES DECIRME QUE EL HIJO DE PUTA SERÍA MI PANA SI NO TE LA ESTUVIESE CLAVANDO.

Se acabó. Por mí, que la mate.

El tipo sospechoso se arrodilla, baja el calzón hasta las rodillas y hunde su nariz en el clítoris que solía pertenecerme, justo entre el comienzo de los muslos, donde me gustaba dormir. El tipo sospechoso huele, absorbe moviendo la punta de su nariz como una rata hambrienta, escarba, rebusca, revuelve, goza, recuerda a su mujer y a la venganza que le debe a su mujer. Lucía encorva la espalda, abre la boca, un espeso y burbujeante chorro de baba cae desde su labio inferior hasta la cabeza del tipo sospechoso.

Ahí tienes, Lucía. Por decirme que coleccionar LP’s no es un trabajo. Por decirme que los grandes no se ponen Converse en los matrimonios. Por decirme que Tom Waits canta horrible. Por decirme que Bob Dylan es aburrido. Por decirme no te puedes gastar mil dólares en una guitarra vieja. Por sugerirme que mejor pague la primera cuota para comprar un carro. Por demorarte diez horas en el baño antes de ir a trabajar para que “mi amigo Gerardo” te vea luminosa. Por preguntarme si me gusta más la blusa celeste o la blusa azul. Por contarme que a “mi amigo Gerardo” le dieron el primer premio en una bienal de arquitectura en Oslo. Por aclararme que “mi amigo Gerardo” es el único arquitecto ecuatoriano que ha construido en Tokio. Y por dejar las toallas en el piso del baño.

El tipo sospechoso sale de su coma, desciende, y se para en dos patas. Le dice a Lucía que por favor se suba la falda. Ella se agacha, se sube la falda y ajusta la hebilla el cinturón. Aprieta hasta donde puede.

Me acerco al congelador y agarro un six pack, la esperanza repartida en seis ampollas. El tipo sospechoso camina hacia mí, se detiene y me dice gracias. Todo en orden. Le ofrezco una cerveza que no acepta. Estoy tratando de dejarlo. Suerte. A usted también. Yo apuro un trago. El tipo sospechoso agarra una barra de chocolate y abandona el lugar de los hechos. Afuera, guarda pistola en el interior de la chaqueta, rompe la envoltura del chocolate con los dientes, se lo mete entero a la boca y se retira tranquilo, más ligero de lo que llegó. Adentro, la chica de la caja se acerca al mesero, le sostiene la cabeza, le pregunta ¿estás bien? y le dice necesitas una ambulancia. El mesero dice que no hace falta, que le traiga una funda de hielo y ya.


Lucía se acerca a un anaquel. Lucía me lanza frascos de aceitunas. Lucía tiene mala puntería, fatal. Las aceitunas ruedan sobre las baldosas recién trapeadas, verdes, negras, aceitunas con pepas y aceitunas rellenas con cubos de pimiento. Lucía quiere matarme, creo que nunca había sentido algo tan fuerte por mí. Lucía y yo somos uno. Te deseo suerte, Lucía, y dolor, que la pases mal, que te rompas, que no te alcance el alma para tanto arrepentimiento. Lucía dice que va a llamar a la policía. Lucía es una mujer hermosa y una perra desalmada haciendo guardia en las puertas del infierno. Lucía, mi amor.

7.07.2008

Confesiones de un pescador de coca.


En enero del 2007 viajé a Manabí para investigar uno de los muchos casos de droga flotando en las aguas del Pacífico. Mi afán no tenía nada que ver con lo policial, lo mío era saber qué había pasado con la gente, buscar recuerdos. Regresé a Quito con una crónica que se publicó en el número 55 de la revista SoHo (abril-mayo 2007). Esa crónica me ha dado mucho y siento que le debo harto, en gajo, como decimos en Portoviejo.

Le crucé un borrador a Sebastián Cordero, gran director de cine y mejor amigo, y él vio una película donde yo sólo había visto una historia que tenía que contarse. Empezamos a trabajar el guión a un ritmo irracional, criminal, suicida. Creo que a lo largo de cuatro o cinco meses existieron igual o mayor número de borradores. Una placentera pesadilla que casi acaba conmigo. Me tocó adaptarme y aun ando buscando eso que se perdió en la traducción. En octubre del mismo 2007, el guión, titulado simplemente “Pescador”, ganó uno de los premios del CNC (Concejo Nacional de Cine) en la categoría producción, y será película, una película de Sebastián Cordero, lo que me hace sentir bastante tranquilo. Todavía no hay fecha definida para el rodaje. Tal vez sea a fines de este 08 o a comienzos del 09. No tengo prisa, creo que hemos avanzado bastante y vamos por buen camino.

Ayer me enteré, por teléfono, de que “Confesiones de un pescador de coca”, la crónica, ganó el tercer premio en el Jorge Mantilla Ortega, concurso de periodismo organizado por diario El Comercio. Un tercer lugar que me honra montón sabiendo que el primer premio calló en manos de Esteban Michelena (por tercer año consecutivo… ¡aguante Miche!) y el segundo en las de Huilo Ruales, ambos escritores-cronistas que admiro full, que me han enseñado cosas sin proponérselo, a los que seguramente he plagiado más de una vez.

Me sorprende lo lejos que ha llegado este pescador con sus propios medios, dejándose leer. No sé si la crónica vuelva a imprimirse, de pronto en un greatest hits, personal o institucional, ya veremos. En todo caso, ya no me pertenece, ya tiene vida propia, y eso, para mí, es bastante. Pasó de la playa a la revista, de la revista al guión y si todo sale bien irá a la pantalla con esa misma viada.

Acá va la versión director’s cut. Enjoy.





CONFESIONES DE UN PESCADOR DE COCA

Por Juan Fernando Andrade


PRESUNTOS NARCOS DISPARAN A MARINOS

El domingo 12 de febrero de 2006, El Diario de Portoviejo publicó la noticia de un enfrentamiento entre autoridades navales manabitas y los anónimos ocupantes de una lancha. “El Capitán de Puerto, Pablo Toscón, indicó que se logró apresar a Isidro Rentaría Valenzuela (42), oriundo de Buenaventura, Colombia. El detenido presenta una herida de bala en los genitales y aparentemente fue abandonado por cuatro sujetos más que al verlo herido decidieron dejarlo… Personal de la Marina se encontraba a bordo de la corbeta Loja de patrullaje cuando el helicóptero interceptó a unas 15 millas de Cabo Pasado una lancha rápida con cinco sujetos a bordo… Los sujetos al verse descubiertos, comenzaron a lanzar al mar paquetes, lo que evitó determinar su contenido ya que no los recuperaron… Toscón, señaló que los sospechosos al verse descubiertos recibieron a los uniformados a bala por lo que se tuvo que repeler el ataque. Los sujetos al llegar a tierra se perdieron entre la maleza y escaparon, pero personal de la marina y policía antinarcóticos los siguen buscando”

PESCADORES HALLAN UN SACO LLENO DE DROGA EN ALTA MAR

Nota publicada en El Diario el jueves 23 de febrero de 2006: “Un grupo de pescadores que realizaba su faena diaria halló, la tarde del martes anterior, un saco lleno con más de veinte barras de cocaína; descubrimiento que alarmó a la población y que obligó la intervención de la Policía Antinarcóticos. El descubrimiento ocurrió cerca de las 15h00, en las costas de la parroquia San Andrés de Canoa, en el cantón San Vicente.”

UN HOMBRE DE EL MATAL

Al norte de la provincia de Manabí, aproximadamente a un kilómetro de distancia del cantón Jama, se levanta un pueblo pesquero llamado el El Matal. Allí el agua es turquesa y parecen haber más lanchas de pesca que personas. Las calles son de tierra y pocas casas tienen paredes de cemento. En su mayoría, las viviendas de El Matal son de madera y caña. No empiezan al margen del suelo sino unos metros más arriba. El aire de por medio evita problemas en las épocas de lluvia. Fue en este pueblo donde pescadores encontraron los sacos repletos de clorhidrato de cocaína que, según la versión oficial, no fueron recuperados.

El Hombre de El Matal que ha aceptado hablar conmigo ha pasado ya la mitad de los veinte pero no llega a los treinta. Estuvo pescando todo el día. Acaba de darse un baño para sacarse la sal de los poros. Son casi las seis de la tarde y él sale de casa de su padre en bermuda, sin camiseta y sobándose el cuerpo con las manos para desaparecer la pasta blancuzca que el jabón ha dejado sobre su piel.

¿Tú eres el periodista que me andaba buscando, el que me quiere hacer la entrevista?

Sí.

Ya. Podemos conversar un rato, pero nada de nombres, la cuestión es delicada, tú sabes.

No te preocupes. ¿Te molesta si grabo la conversación?

Un chance. Mejor no, la verdad es que no me gustan esas pendejadas. Ahí vas anotando.

Ok.

¿Qué quieres saber?

¿Cuándo empezó todo?

El año pasado, antes de carnaval, en una época de crisis en la que todo el pueblo andaba chiro. Como no había llovido, no había pesca.

Cuando agarraron al colombiano.

Sí. Los narcos venían huyéndole a la fragata en una lancha rápida con cuatro motores Yamaha de 200 caballos de fuerza. Imagínate, eran 800 caballos, con eso puedes ir a unas 300 millas por hora. Le hicieron la vuelta a la fragata y al helicóptero, pero a la avioneta naval no pudieron huirle, y desde ahí les dispararon. Entonces empezaron a botar la droga al mar para perder peso, pero ni así. Se estrellaron en Punta Venado, la que sigue de Punta Ballena (el extremo sur de El Matal). Y ahí dejaron botado al pana que manejaba la lancha.

El periódico dice que los interceptaron desde un helicóptero.

Mentira. Ya te digo, al helicóptero lo esquivaron, pero con la avioneta no pudieron.

¿Nadie vio a los otros cuatro?

Los manes le ofrecieron plata a los que viven por ahí para que los escondieran. Dicen que andaban con un maletín con full billetes. Pero la gente se paniqueó, por los policías.

No los ayudaron, no aceptaron la plata.

No, nadie. La gente se quedó fría hasta que llegaron los militares y se llevaron al que estaba herido. Al día siguiente regresaron.

¿Quiénes?

Los militares pues. Vinieron a pedir que les fletaran una lancha para ir a recoger los motores de los narcos. Un compañero, pescador de la cooperativa de aquí de El Matal, les hizo el servicio gratis. Hicieron un viaje y se trajeron tres motores. Después hicieron otro, pero ya era tarde y el mar estaba bravo, marejudo. La lancha se dio un tumbo, dos tumbos y se viró. Allí murió un muchacho que se había puesto de piloto. El muchacho se llamaba Miguel Bailón.

¿Lo puedo mencionar?

Que salga en tu revista con nombre y apellido, Miguel Bailón. La Armada quedó en reconocer a la viuda, que estaba embarazada, y en reconocer los daños a la embarcación del compañero Maqui Cevallos y hasta la fecha no les han reconocido nada, y ya vamos para el año. El Capitán del puerto de Manta, apellido Toscón, no les ha cumplido.

¿El muchacho se ahogó?

Para mí que lo mataron. Era un chico prácticamente nacido en el mar. Los doctores que hicieron la autopsia le encontraron heridas en las muñecas y detrás de las orejas, un ahogado no es así. Tal vez vio algo que no tenía que ver y por eso tuvieron que eliminarlo. Ese es nuestro criterio.

¿Cómo lo encontraron?

Los familiares lo buscaron toda la noche y apareció con la cabeza a flote bien de mañanita. Esa es otra, todo muerto que se ahoga a las veinticuatro horas es que flota, y da la sorpresa que a él lo encontraron rapidito con la cabeza a flor de agua. Eso da qué decir. Y otra cosa, de ahí para adelante los pescadores detectan, a cuarenta brazas de profundidad (una braza equivale a 1,6718 metros) más o menos, unas como tortugas que aboyaba. Se acercaron y eran los paquetes de droga que flotaban.

¿Flotaron enseguida?

No, después de unos diez o quince días, pero eso es lo que los policías andaban buscando, no sé si para quemar o para vender.

Y los recogieron, me refiero los paquetes.

Unos se asustaron y los dejaron ahí. Otros sí se los llevaron, los escondieron y ahí fue donde comenzó el negocio.

¿Con quién?

Con los dueños de la droga pues, que venían a re-comprar su propio producto, ¿no ves que ellos sabían dónde se había estrellado la lancha?

¿De dónde eran?

Los duros, colombianos, pero esos casi nunca venían, al pueblo llegaron uno o dos, máximo, los que llegaban a preguntar si alguien había encontrado algo eran esmeraldeños en carrazos, con billetes de cien dólares y armados hasta los dientes. Ellos venían a ofrecer plata por los sacos. Entonces, cuando se dieron cuenta de que el negocio estaba bueno, los otros pescadores, con el pretexto de salir a trabajar, iban a pescar droga. Pero no todos encontraron, eso era una lotería.

¿En cuánto la vendían?

Al principio casi que la regalaban, como la gente no sabía qué era eso ni cuánto costaba, vendían el saco entero en cinco mil, o en diez mil, a lo mucho.

¿Cuántos ladrillos había en cada saco?

Veinte. Y cada saco pesaba unas setenta libras.

¿Vendían los veinte ladrillos en cinco mil dólares?

Fíjate, que lindos cojudos, ¿no? Ya después la cosa mejoró, y llegaron a pagar hasta catorce mil por cada saco. Para la gente esa fue una bendición que les cayó del cielo en tiempos de crisis económica. Algunos la supieron aprovechar, se curaron las enfermedades, mejoraron sus viviendas y sus implementos de pesca. También hubo los que derrocharon ese billete en sus vicios.

¿Y cuánto encontraron?

En total, una tonelada, más o menos, tampoco es que fue mucho.

Suena a mucho.

Ni creas, en ocho días se llevaron todo. Fue tan rápido que muchos salieron pateados.

¿Cómo?

Te digo. Por ejemplo, la gente que sale a pescar no es la dueña de las lanchas, así que lo que encontraban se lo daban a los patrones. Ellos sí vendían, se hacían treinta, cuarenta mil de una sola, y a los pescadores les daban mil o quinientos. Algunos se pusieron las pilas, se hicieron los pendejos que no habían encontrado nada y las vendieron por su lado. Pero a otros, por no reportarle al jefe y dejar la nota escondida, con una marca en el mar, se las robaron, y al final se quedaron sin nada, ¿si me entiendes?

Sí. O sea que los patrones terminaron con más dinero que los que salían a pescar la coca.

Exacto. Pero así es, qué vamos a hacer. Incluso hubo gente que se hizo plata sólo diciendo que había encontrado, los “falsa alarma”.

¿Quiénes?

Te explico un caso. Uno de los pescadores, uno bien borracho, andaba fiándole cajas de cerveza a la gente. Les decía que tenía como quince mil dólares en la casa y que se iba a ir del pueblo, pero que no podía hacer bomba.

¿Y?

Y no tenía ni un grano de arroz. Estaba quebrado, a cada santo le debía una vela. Nunca encontró nada, ni se fue del pueblo. Por ahí anda, y le debe plata a todo el mundo. El man se pasó tomando un mes entero de gratiche. Yo me puse una cabaña en la playa y el desgraciado me fió cinco cajas de cerveza que todavía me debe.

Ya. Una cosa, ¿todo el pueblo negociaba con los dueños de la mercancía?

No, había un sistema. Si tú encontrabas algo, digamos unos diez ladrillos, yo te los compraba en diez mil, que te pagaba después, y se lo vendía a los colombianos en quince, ¿me entiendes? Así tú no te arriesgas y yo me gano algo sin tener que salir a buscar la droga al mar.



O sea que tú no pescaste nada.

En el mar, no, yo la pesqué en tierra.


¿Los pagos eran en efectivo?

Siempre, traían los billetes en maletines y nosotros a veces los teníamos que cargar en baldes.

Billetes de cien.

Al principio, después se les dijo que era mucha lámpara. Ponte, uno se iba a Pedernales a pagar con semejante billete y todo el mundo te quedaba viendo feo. Entonces les dijimos que de cincuenta para abajo.

¿Hubo billetes falsificados?

Poco, casi nada. Una vez llegó un man en una camioneta Chevrolet Digma, vidrios negros y todo. Según él, traía un millón de dólares en efectivo para que alguien de aquí del pueblo se los tuviera y los usara para comprar lo que fuera apareciendo. Yo vi la plata, estaba toda en maletines. Pero nadie quiso aceptarle, era mucho peligro. Me imagino que ahí seguro venían un par de billetes falsos.

¿Y tú, qué hiciste con lo que ganaste?

Me lo quemé.

¿Perdón?

Me fui al chongo de Pedernales, me comí a una colombiana riquísima, la man era de Cali. Ya como a la quinta noche le dije que se fuera de viaje conmigo. Y nos fuimos a joder los dos, bacanísimo compa; qué colombiana para ser tan rica la hijueputa esa.

¿Dónde fueron?

A todas las playas de por aquí, después a la sierra y así, paseando, chupando y jodiendo.

¿Te chupaste la plata?

Más o menos, digamos que sí. Ponle que sí.

¿Cuánto?

No me acuerdo, unos diez mil, tal vez más, o menos, la plena que ya no me acuerdo.

Diez mil en trago es mucha plata, es decir, mucho trago.

Parece, pero no es tanto. Además yo andaba hecho el buche fino, puro whisky y del más caro. También compré ropa, para la hembra y para mí… cuando acordé estaba chiro de nuevo.

¿Y la colombiana?

Un día la devolví a Pedernales, ya de ahí no la volví a ver. Luego me fui a Cuenca con una uruguaya bien bonita, allá me gasté lo que me sobraba, tirando bolsa.

Pero entonces, tú eras el negociante, el vínculo entre los pescadores y los compradores.

Ese era yo. Acá venían a preguntar quién tenía droga y a mucha gente le deba miedo hablar, porque ya estaban comenzando las extorsiones.

¿Extorsiones?

A los que habían hecho plata vendiendo los paquetes los amenazaban, les pedían quince mil dólares por cada hijo, o sea, para no matarlos.

¿Gente de El Matal?

No, los supuestos mafiosos o los picados que no encontraron nada. Aquí todo el mundo se conoce y saben que no pueden andar con huevadas. En este pueblo sólo ha habido un ladrón, un man que vino de Guayaquil. Y a ese man lo agarramos, le metimos corriente con dos cables pelados, le quemamos la casa y lo hicimos irse. Como te digo, aquí nadie se anda con huevadas, esto por acá es lindo, tranquilo, todo es barato y hasta gratos; si ayudas a remolcar una lancha a la orilla te regalan pescados, ya con eso comes y trabajas, unos los fríes y otros los vendes. Por eso es que no creo que los que querían extorsionar hayan sido de aquí, la gente de El Matal es gente buena.

¿Lo consiguieron, extorsionaron a alguien?

No que yo sepa, la gente los denunció en Portoviejo y terminaron siendo los de una banda de secuestradores de Manta, de esas que dicen que desmanteló El Justiciero.

Otra cosa, ¿nadie se enganchó en la coca?

No sé, no creo. Sé que dos manes la probaron. El uno dice que tuvo la cara dormida dos días.

¿Y el otro?

Se murió. Esa nota era muy fuerte, esta purita.

Cuéntame de los que “aprovecharon” el billete.

Puros viejos. El suegro de mi hermano vendió cinco sacos en doce mil cada uno, o sea que se metió cuarenta y ocho mil. Con eso se hizo una casa de dos pisos, puro cemento, se compró motores para sus lanchas de pesca, una moto y una camioneta Chevrolet Luv doble cabina del año noventa y cinco.

¿Y cuántas lanchas tiene?

Antes sólo tenía una, ahora tiene como tres. El man se portó pilas, usó el dinero para hacer crecer el negocio, y le va bien.

Y cuánto…

¡Ah!, también se fue a Cartagena, en Colombia, como dos semanas, con la mujer. Yo ni loco me hubiera ido con mi señora, pero bueno, cada uno, cada uno.

¿Estás casado?

No, pero si me voy de viaje a Cartagena ni loco me voy con mi señora.

Entonces hubo gente que compró más lanchas, que invirtió.

Algunos, sí. La cosa es que esas notas igual son caras pues. Ponte, si compras la panga en Manta te cuesta unos tres mil, a eso súmale cinco mil que es lo que cuesta un buen motor y dos mil más en insumos de pesca. Por ahí ya van diez lucas. ¿No te digo?, la plata vuela.

Claro, y a eso súmale las celebraciones.

A los pescadores les gusta compartir, esa es la naturaleza de un pescador. Si un pescador se está tomando un trago se lo brinda a cualquiera, no importa si está vacilando su chata o una botella de whisky fino. Además, hay fiestas en las que tienes que invitar a todo el pueblo.

¿Por ejemplo?

La de San Pedro y San Pablo. Para esa fiesta se elijen padrinos, uno negro y uno blanco. Esos padrinos tienen que hacer sus gabinetes, como si fueran presidentes, igualito, y a esos les toca dar de comer y beber. Imagínate eso con billete, se pasa lindo, la joda se va de largo, de amanecida en amanecida. Es más, me dieron ganas, vacilemos unas enlatadas bien heladas, con este calor, toca.

Dale.

Nueve de la noche. En el pueblo casi no hay luces. El camino que lleva a Jama parece un túnel, un agujero negro que se comunica con una dimensión conocida pero lejana. La noche cae sobre los cuerpos como un telón implacable. El Hombre de El Matal me indica que lo siga hasta una cabaña. En el camino pasamos frente a dos pequeñas tiendas de abarrotes que parecen salas de estar al aire libre. Sobre los mostradores de cada una de estas tiendas descansan televisores con pantallas de treinta pulgadas para arriba. Alrededor de los establecimientos, frente a las pantallas azules, sentados en sillas de plástico, los habitantes de El Matal miran una película que el dueño del local acaba de traer de Santo Domingo. Es una de aventuras hablada en mexicano y con look ochenteno radical: copetes, lentejuelas, deportivos rojos, todos los juguetes. El Hombre de El Matal se toma el tiempo para la explicación de rigor: “ahí tienes una buena inversión, un televisor grande y un aparato DVD, con eso tienes a la gente viendo películas y comprándote cola, cerveza, cualquier cosa, pero ahí están, fijo, y te hacen el gasto”.

En la cabaña, debajo de las palmas secas y debajo del millón de mosquillas que vibran alrededor de una luz fluorescente, hay dos mesas de billar. El dueño del salón se llama Ismael, se está quedando calvo, tiene siete hijos y cinco señoras. Nos pasa las enlatadas sudadas del frío y El Hombre de El Matal echa un trago largo. Mientras su garganta transporta el líquido vital dentro de su cuerpo oscurecido por el sol, sus ojos contemplan la lata con la confianza de los camaradas y en su rostro se esboza una sonrisa sin dientes, una sonrisa de labios cerrados.

En esos tiempos nos bañábamos en cerveza.

Esa es.

En serio, comprábamos cerveza sólo para tirárnosla en la cabeza. Y no era esta, era Budweiser, la americana, ¿si la has probado?

Sí.

Es buena, ¿diga?

Se deja tomar.

Nos bañábamos con cerveza y bañábamos también a las peladas que jodían con nosotros; o si no sólo las tomábamos hasta la mitad, cuando se empezaban a calentar tirábamos las latas a la basura. Eso es lujo, compa.

Ojala caiga otro cargamento pronto.

Dios te oiga. Salud.