3.25.2021

TVyNovelas




Necesito al mundo/ Para darme vuelta 

Más consigues / Más querrás 

Tiempo al tiempo de volver 

A celebrar / Sin culpas 

- Soda Stereo - 


Estás acostado, leyendo, escuchando música clásica y preguntándote dónde está tu retentiva porque no puedes recordar más de Beethoven que lo que aprendiste en La naranja mecánica ni más de Mozart que lo que recuerdas por Amadeus ni mucho más de Rachmaninoff que lo que te enseñó el gran Geoffrey Rush en Shine y puedes tararear ciertas cosas de Chopin o Tchaikovsky pero sólo si ya están sonando y cada noche, antes de abrir el libro de turno, tienes que buscar en Google algo así como Los mejores compositores rusos de música clásica y volver a prometer solemnemente recordar apellidos como Mussorgsky, Prokofiev o Borodin. Entonces te llega un mensaje (de texto) al celular y es de tu hermana y dice que por tu culpa su marido está perdido en Cobra Kai y que Johnny Lawrence es como Marimar o peor, y aunque no la has visto en mucho tiempo la imagen de Thalía se materializa sin problemas y piensas que sí, que Cobra Kai es una telenovela y que sí, también, Johnny Lawrence es como Thalía en Marimar, pero más bacán o simplemente bacán porque Marimar no era bacán. 

Estás en un evento cultural, distanciamiento social mediante, hablando de algo que escribiste el año pasado sobre Star Wars, repitiendo eso de si no soy un delincuente común o un delincuente de cuello blanco o un delincuente con mascarillas y guantes y bolsas para cadáveres en una avioneta que se cayó, acaso, porque no la piloteaban ni Luke ni Han Solo y porque su misión no era noble ni mucho menos rebelde, es por dos razones fundamentales: 1) Nunca me han faltado ni un plato de comida ni un libro. 2) Una vez vi una película que articuló mi engranaje moral. Y alguien te pregunta qué piensas de The Mandalorian y por qué, o cómo, en tu opinión, fue que el creador y guionista Jon Favreau logró rescatar ese feeling que compartimos los verdaderos fanáticos de la saga. Y dices que llamarnos a nosotros mismos verdaderos fanáticos es dejar a un montón de gente afuera de la galaxia, marginada, y que no puedes responder porque no has visto The Mandalorian porque no tienes Disney Plus y de paso comentas con la audiencia cuál es el futuro que nos espera ¿Tendremos que contratar Netflix y Hulu y Disney Plus y HBO GO y Amazon Prime y Apple TV y YouTube Premium para no perdernos de nada cuando no hay vida que alcance para verlo todo? 

Estás en un chat de Facebook (sigues siendo el troglodita que no usa WhatsApp) defendiendo a la gloriosa Cobra Kai mientras tus amigos dicen, o repiten, que es una telenovela y que es un poco ridículo ver a esos viejos (que están más flacos y mejor peinados y vestidos que nosotros pero, obvio, se pintan el pelo y tienen patas de gallo) peleando karate cuando recuerdas que los padres de uno de esos amigos, hace más de treinta años, le organizaron una fiesta de cumpleaños en la que todos nos vestimos de karatekas porque amábamos no el karate sino Karate Kid y pensábamos que la vida era así o debía ser así u ojalá fuera así la vida real. ¿La viste o no la viste?, preguntas. Me vi la tercera temporada en un fin de semana, te responden. Y dices a los hechos me remito y pasas a discutir, más bien, una cuestión de fondo. Cuando Cobra Kai era una producción original de YouTube, creada por tres fanáticos que consideran a Karate Kid tan canónica y fundacional y capitular como Star Wars, tenía un espíritu indie-pop y algo de cine-B o televisión diurna que resultaba inapelable y al mismo tiempo demostraba que se puede escribir una historia llena de fibra y humor y acción y romance y un par de consejos prácticos para la adultez sabiendo de antemano que madurar es sólo una opción; pero ahora, que es A Sony Pictures Television Studios Production y está en Netflix, tienes una sensación parecida a esta: tu banda favorita firma con un sello multinacional y su nuevo disco no es malo pero tampoco es tan bueno como los anteriores y es evidente que buscan una audiencia más amplia y que nunca serán los nuevos Beatles o Bob Dylan porque un artista tiene que sorprenderse a sí mismo y no impresionar a los demás. Pero, hey, si todo el mundo fuera Los Beatles o Dylan ambas criaturas serían indistinguibles del resto de la naturaleza. Mi punto es: no hay por qué pedirle a Cobra Kai que sea The Wire o Mad Men, hay que pedirle que sea la mejor Cobra Kai que pueda ser y te consta que viste la tercera temporada básicamente de una sentada y gracias Dios por Elisabeth Shue. 

Estás en una casa donde todos han visto las dos temporadas de The Mandalorian pero están dispuestos a mostrarte por lo menos los primeros tres o cuatro capítulos porque tienes que verla y a los niños les encanta y este es un hogar decente donde tienen Disney Plus. Y desde el minuto uno puedes responder la pregunta que no respondiste en el evento cultural. Jon Favreau, Dios lo cuide y proteja, apostó por la estética de cine-B que cautivó a quienes vimos la trilogía original en los 80s (nos enamoró lo que parecía mentira, no lo que parecía verdad) y por la moral AAA que nos terminó de criar o al menos señaló por primera vez a esas personas que ahora somos. Las criaturas de la galaxia parecen juguetes baratos, las naves espaciales tienen esa onda de chatarra-cool que tanto se agradece y envidia, los uniformes imperiales son retro: todo tal cual lo dejó George Lucas en 1983 sólo para darnos a partir de 1999 una nueva trilogía compuesta por precuelas que se veían y se sentían como juegos de video: dicho esto, vi el Episodio I siete veces y en el cine y después de El Imperio contraataca es donde más claramente se exhiben las virtudes de un sable láser. El mismo Lucas, que tras volver a la franquicia con más cuestionamientos que aciertos decidió retirarse del cine porque igual a nadie le gusta lo que hago, fue víctima de una especie de afectiva y respetuosa cancelación. Es decir, nadie lo odia, pero todos preferiríamos que se mantenga lo más lejos posible de su propia creación porque, claro, ya no es de él sino nuestra y esto me hace pensar en la cantidad de artistas que se volvieron esclavos de su propia obra o de su propio éxito; artistas, como Lucas, que engrandecieron el mundo y mejoraron nuestra experiencia de vida pero a los que no les permitimos experimentar ni crecer y ya que estamos en estas cuán poco hubiesen carburado Andy Warhol o su ahijado Jean-Michel Basquiat de haber tenido tras ellos y sobre ellos y frente a ellos fanáticos como los que parió George Lucas masturbándose. 

Estás sentado a una mesa, comiendo y bebiendo bajo el aliento fresco del aire acondicionado porque los mosquitos, afuera, nos tragan, y dos amigas están de acuerdo en esto: Johnny Lawrence es más atractivo que el bueno y sensible y trabajador Daniel LaRusso. Más rico, digamos, y no hablamos de dinero. ¿Vas al motel con Johnny pero te casas con Daniel? Una dice de ley y la otra dice (golpes en la mesa mediante) no, yo al otro lo arreglo, lo enderezo, lo baño, lo visto, lo peino; y preguntas ¿por qué quieres estar con alguien a quien tienes que cambiar?, ¿no dejaría de gustarte cuando lo cambies por lo que quieres que sea? Y te dan una explicación científica que puedes resumir más o menos así: Johnny Lawrence tiene una especie de atractivo animal y cavernícola y desatendido que tu amiga traduce como una posibilidad de sexo puro y sobre todo duro pero emocionante, violencia erótica, esa onda; además, parece capaz de cambiar una llanta en plena cordillera (en curva, cuesta arriba, con niebla); además, parece capaz de protegerte; además, es rubio y tiene ojos azules: ya es un puto en la cama, digamos, lo que hace falta es que sea un caballero en la mesa y le caiga bien a tu mamá. Tu otra amiga, en cambio, dice que LaRusso tiene todo en su lugar y no se refiere a su estómago o a sus nalgas sino a su vida: tiene una vida emocional estructurada, un negocio estable y en franco crecimiento, una envidiable confianza en sí mismo y aunque en 1984, cuando lo conocimos, pretendía ser un tipo duro de Nueva Jersey pues los años lo han convertido en un perfecto caballero californiano. Y piensas que tu hermana se ha casado con un Johnny en vías de ser un LaRusso y que tú podrías ser amigo de cualquiera de los dos pero definitivamente Johnny, aunque estancado en los 80s, escucha mejor música y gracias Cobra Kai por poner en rotación los hits de Mötley Crüe, Poison, Whitesnake, Journey, Scorpions y abrir en la Historia un espacio para Twisted Sister y establecerlos como héroes de la clase trabajadora. Concluyendo: Johnny quizás sea un mejor amante, un mejor palo, pero LaRusso estará ahí al día siguiente y no te sorprendas si te lleva el desayuno a la cama y dicho esto que cada quien se mate por su propia mano o por su propia boca; tú te quedas con Elisabeth Shue que podría lo mismo tomar cerveza en una vereda que probar la silla erótica en un motel o acompañarte al matrimonio de un amigo (segundas nupcias, obvio) o peinar a tu sobrina para la presentación de ballet que tiene este sábado por Zoom o, simple y llanamente, mantenerte. 

Estás viendo el primer capítulo de la segunda temporada de The Mandalorian en tu computadora y en Pelisplus porque aún te niegas a tener tarjeta de crédito y sin tarjeta de crédito no puedes acceder al mes gratis de Disney Plus (y no, no te regalan una tarjeta de crédito por trabajar en una revista que se llama como una tarjeta de crédito). Ya le dijiste a tus amigos que si Cobra Kai es Quinceañera entonces The Mandalorian es Carrusel, que The Mandalorian es MUY Disney hasta para Disney (pasó lo mismo con Solo), pero, repito, estás en el primer capítulo de la segunda temporada y ya sabes que la verás hasta el final incluso cuando te toque atravesar ciertos episodios en español y que al final estarás de acuerdo con eso que tanto y tantos te habían dicho: ese final, wow, habíamos esperado décadas enteras por ese preciso momento, por esa secuencia, por esa sensación, por esa plegaria atendida, y, como dicen, las cosas buenas le llegan a la gente que espera y como canta/llora el ya infumable Thom Yorke (Radiohead es lo que escuchan en público quienes escuchan Coldplay en privado, ¿no?) el amor verdadero sabe esperar o true love waits. Y qué gran Mandalorian habría sido Clint Eastwood y seguro, siendo el recio varón que es, habría hablado menos, lo que conservaría algo del misterio que se perdió cuando descubrimos que los caza recompensas intergalácticos hablan hasta por los codos y que es eso lo que los divorcia del mito que alguna vez representaron. The Mandalorian, que pudo bien haber sido un spaghetti western tipo Sergio Leone, termina funcionando como Súper Comando o Hulk (versión Bill Bixby & Lou Ferrigno), es decir como una serie en la que cada episodio depende de una nueva aventura, de un nuevo misterio que resolver, de un nuevo villano del cual escapar o al que vencer, y no de un argumento sostenido en el arco dramático. Pero tu sobrina, la menor, te pregunta qué es esa cosa tan linda y adorable y como verde y tú le dices Baby Yoda y ella te pregunta si esa cosa tan linda y adorable y como verde existe y tú le dices que sí y ella dice Yo quiero uno, pero cuando sea grande. Y quiere decir que quiere un Baby Yoda como mi hermana la quería a ella y ahora andas pensando cuánto costará un muñeco de esos porque los ejecutivos de Disney pagaron 4.050 millones de dólares por la franquicia Star Wars y lo lógico es que quieran recuperar su inversión y generar además un margen de ganancia para su empresa, el verdadero Imperio. 

Estás buscando, de nuevo, otra vez, música clásica rusa porque recuerdas los hits de Mötley Crüe y de Poison pero no los de Mussorgsky, Prokofiev o Borodin. Tienes un libro de Chéjov esperándote y te preguntas qué pasó en la Unión Soviética a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cómo fue ese país capaz de producir tanta belleza para luego ser gobernado primero por Lenin y luego por Stalin. 



I have spoken. 

Fear does not exist in this dojo. 

This is the way.


@pescadoandrade


3.10.2021

M1



May the good Lord shine a light on you 
Make every song your favorite tune 
-Jagger Richards-

Anoche, en YouTube, vi un programa de farándula de la televisión española. Antes estaba leyendo un reportaje de la BBC sobre la entrevista que le hizo Oprah a los jóvenes expatriados de Sussex. Las posibilidades dramáticas de un chisme, tanto como su esperanza de vida, recae de manera desproporcionada sobre quien lo cuenta, comenta y discute. Por eso pensé que un talk-show de señoras españolas tendría una apreciación responsable del asunto. Eso, y el anhelo de trascender.

No fue así. Siento que me informé pero no que me entretuve; es decir que me habría dado lo mismo leer un par de tuits. Reconozco, eso sí, con humildad y gratitud, que aquello que hoy causa congoja en Buckingham no me es extraño. Luego busqué algo que, como se dice, tenía visto: The Rolling Stones, Rock Royalty. Se me hace que eso de Rock Royalty es una franquicia, una marca registrada; un sello de calidad y eficacia tipo E! True Hollywood Story o VH1: Behind the music, siendo este último mi engreído. Diría Calamaro: si es rápido y es gratis, entonces, why not? Y lo digo también yo porque estaba esperando o llamando al sueño y sabía que en caso de cerrar los ojos no me perdería de gran cosa. 

The Rolling Stones, Rock Royalty está bastante bien para un neófito, incluso para el que se los está empezando a tomar en serio: no cuenta realmente nada nuevo, pero se detiene en los puntos de inflexión y eso demuestra oficio y olfato. A saber: el nacimiento de Jagger Richards en una estación de trenes; Brian Jones y Charlie Watts tocando en la misma banda; el genio hasta entonces abandonado de Bill Wyman; querer tocar sólo blues pero tener que tocar también números pop y ok, toquemos lo que quieran pero como queramos; la psicodelia patentada de Brian Jones como matriz; la muerte de Brian Jones, injusta como todas las muertes; la segunda venida de Los Stones. 

Y dos discos clave. 

1) El no tan fracasado como se piensa Their Satanic Majesties Request. Digan lo que quieran, pero sin ese disco Los Stones no se hubieran exorcizado nunca de Los Beatles ni existiría She’s A Rainbow. El mismo título lo dice: el antojo de su majestad satánica. ¿Se referían a Los Beatles? Quizás vendieron su alma al diablo para ser Los Stones y no los Beatles o el diablo les concedió el deseo de ser Los Stones con la condición de que nunca serían Los Beatles. 

2) Exile on Main St., el álbum (doble, vale recordarlo) en el que Los Stones descubrieron el camino que los alejaría para siempre de Los Beatles y para esto no hizo falta más que la fe del caminante. 

Cuando terminó el documental dije: mañana escucho a los muchachos. 

Hoy salí a pedalear antes de las once de la mañana y antes de avanzar en loop por La Carolina puse el Rolled Gold Plus, que me parece no sólo una sinopsis clara sino también una antología entretenida. Escuché casi todo el disco uno, hasta Out Of Time, creo, y me quedé picado, picadísimo. Llegué a casa y pensé seguir escuchando el disco pero me llamó L y me dijo que ya era hora de hacer eso que teníamos que hacer. 

Hay gente que dice ya no tengo ranuras. Yo digo tengo ranuras, sí, obvio que tengo ranuras, sólo que no me sirven para todo. Hoy me pasó: quería seguir escuchando a Los Stones, quería que L escuche a Los Stones, quería contarle la historia que me volvieron a contar anoche porque sé que es una buena historia; pero ya no tengo discos de Los Stones, los amo y los acostumbro pero la última vez que pagué por música de Los Stones fue cuando los vi en vivo, hace rato, así que la ranura de la radio del carro no servía para escuchar eso que yo necesitaba. Bajé entonces con las llaves del carro y con mi iPod y con un parlante (Bose, azul como el de todo el mundo, al parecer) para ponerlo justo frente al freno de mano. 
Un gesto poético si se quiere. 

Fui a ver a L, hicimos lo que había que hacer, fumamos un poco o fumamos lo suficiente o no más de eso, en todo caso. Hablamos mucho porque siempre tenemos tema y siempre o casi siempre que nos vemos fumamos un poco o un poco más. Esperamos un rato sentados en el auto y yo empecé a hablar de Los Stones y mientras hablaba de Los Stones pensé que nada sería mejor que terminar este monólogo escuchando a Los Stones salvo hacer que L escuche Exile on Main St. por primera vez y en este preciso momento. 

Cuando me pidió que deje de hablar y ponga el puto disco, nos dimos cuenta de que estábamos junto a una UPC. (Pausa para efecto) Qué lindo fue decirle esto a alguien que nunca antes lo había escuchado: 

Como dijo Keith Richards: 
Siendo claros, yo nunca he tenido problemas con las drogas; solamente con los policías.

L cree que cualquier persona que quiera hacer música debe estudiar música. Yo creo que cualquiera puede jugar con un instrumento y dedicarle su vida al inmenso esfuerzo de no aburrirse nunca. Ahora bien, ambos estamos de acuerdo en esto: las escuelas (de rock), los conservatorios y las facultades de música deben existir porque pueden inspirar a mucha gente. También creo, yo, que la música se parece más a una ciencia exacta que a un arte: hay variables y ecuaciones y resultados absolutos, positivos y negativos. 

Pero empezamos a escuchara ese disco y después de haberle dicho a L que lo que tienen Los Stones es swing y que Rip This Joint es algo que deberías aprender del rock no como forma de interpretar la música sino como forma de interpretar la vida, más o menos a la altura de Sweet Black Angel, le dije eso de que la música es una ciencia pero cuando escucho a Los Stones es como, no sé, como ver un árbol, ¿me entiendes? Los Stones son como un árbol. 

L volvió a su casa a teletrabajar y yo a la mía y en el garaje, mientras parqueaba, pensaba que de pronto no estaría mal trabajar un poco y también pensé, sin signos de interrogación, por qué no escribo esto. 

No quería interrumpir Exile por ningún motivo, así que salí del auto y caminé al ascensor y llegué al apartamento con el iPod prendido y el parlante sonando. Sonó Shine A Light. Sigue siendo buena, nunca ha dejado de serlo. Buena. Mortal. Una justa despedida y declaración de amor por sobre todas las cosas y por sobre toda la música del señor Jagger Richards al señor Brian Jones, que no lo acompañará más. 



@pescadoandrade