1.20.2022

Modo avión




Todas las canciones que he compuesto 
 se han escrito bajo la influencia de una cosa u otra. 
- Noel Gallagher - 

Qué linda noche para fumarse un porrito. 
- Andrés Calamaro - 


Fumón era una mala palabra y se usaba para el mal, para hacerle y desearle el mal a otras personas. Fumón quería decir drogadicto, pero no significaba enfermo o dependiente o distinto sino delincuente. 
Un fumón era un vago, un desempleado, un irresponsable. Un fumón no se preocupaba ni por su familia ni por sus amigos ni por su pareja. Un fumón faltaba a clases, se escapaba de las fiestas de cumpleaños y decía que iba a la discoteca con su chica pero usaba el dinero de la entrada para comprar drogas y dedicarse a fumar toda la noche. ¿Quién podría culparlo? 
“No te juntes con él, es un fumón”, decían. 
“En ese barrio hay puro fumón”, decían. 
“Cuidado te me haces fumón”, decían. 
Curioso. Nuestros padres no hablaban de una droga en particular. Hablaban de “la droga”. Así, en plural. Como si la marihuana y la heroína fueran lo mismo y como si un pipazo cerca de la punta de la nariz, que te quema la punta de la nariz, tuviera el mismo efecto que un pinchazo en el brazo. Muchos años después, sentado a una mesa donde se come, se bebe, se descogolla y se prende, el padre de un adolescente le dedica unas palabras frente a nosotros, sus amigos, los grandes a los que el muchacho trata de “Tío” o simplemente “Loco”. Dice el padre, “Escúchame bien, el primer chafo te lo pegas conmigo, ¿entendido?” Y nos reímos y la iniciativa nos parece bacán y hasta genuinamente progre y ojalá mi viejo hubiera sido así. 
Luego habla alguien que, de hecho, fumó marihuana por primera vez en compañía de su padre. Está traumada, dice cosas como “Yo quería un padre, no un pana, ¡yo ya tenía panas!” y “Mi papá era muy amigo de mis amigos, dizque para cuidarme, para saber con quién andaba, para que entre nosotros no hayan secretos. ¿Sabes qué?, los secretos son necesarios. Uno necesita secretos, cosas que no se puedan compartir, es lo justo.” Le pregunto si, como los superhéroes, necesitamos una identidad secreta. “No, ya no. O sea, crecimos. Si me dices que el humo te molesta o te hace daño, todo bien, fumo al lado de la ventana. Pero si me dices que la marihuana hace daño capaz y me voy de tu casa.” Nos reímos, prendemos, fumamos. 
A mí me decían que los fumones se volvían locos, que vivían en su propio mundo, que andaban volados. Y yo pensaba: quiero, quiero, quiero. 



Yo despreciaba a los marihuaneros, pero aquello no tenía que ver con la marihuana. 
La droga y el consumidor son dos criaturas distintas y la una no debe pagar por los pecados ni las imprudencias de los otros. 
Sería como culpar a una mujer por su belleza. 
Sería como echarle la culpa al amor. 
Sería una idiotez. 
Si alguien te dice que no puedes quejarte del narcotráfico ni preocuparte por la violencia que genera mientras seas un consumidor, el problema no son las sustancias ni las formas que nos damos para conseguirlas (se puede ir a la farmacia y ya), el problema es el punto de vista o lo cortos de vista y de corazón que podemos llegar a ser cuando no se trata de nuestra forma de vida. 
El mundo de los tuertos, se entiende, es más complejo que el mundo de los ciegos. 
¿Querías abrir los ojos? Pues bien, ahora tienes que mirar.  
Si te metiste a soldado tienes que aprender a marchar, como dicen. 
Ahora bien, los que hablan con sus plantas tampoco están del todo cuerdos. Si alguien te regala marihuana y te dice que es tan buena porque él, su propietario, le dice “buenos días” y “buenas noches” y de vez en cuando se desahoga vaciando jarras de agua y sentimientos sobre las macetas, lo que corresponde es asentir con la cabeza, escucharlo con educación, con respeto, agradecer la generosidad y quizás en otro momento decirle con toda firmeza, con la seriedad de una broma limpia: no hablo con gente que habla con plantas. 
Suena entonces, mientras seguimos en la mesa, un disco. De todas las cosas buenas que le pueden suceder a un marihuanero, que son muchas, escuchar música es una de las mejores. Uno se queja del silencio de Dios hasta que escucha música. 
La música, con o sin hierba, está casi a la altura del sexo. Es más, ¿por qué perder el tiempo haciendo cualquier otra cosa cuando podríamos estar escuchando música y tirando? 
Y, otra pregunta de rigor: si vamos a hacer todo lo que vamos a hacer, ¿por qué no fumamos antes? 
Y algo que al parecer no queda del todo claro entre los usuarios: si fumas, estás bajo la influencia, así de simple. 




Decía que yo despreciaba a los marihuaneros. 
Pero ya no. Ahora capto que despreciaba a los que se colgaban, a los que dejaban de hablar, a los que, como nuestros padres, reaccionaban a la marihuana como si se tratase de heroína. 
Pienso en la gente que, por navidad, me mandó luz. Me convendría más, en todo caso, que pagaran la cuenta del servicio eléctrico, que es otra cosa y no tiene que ver con lo espiritual sino con lo terrenal, con lo que puede y debe resolverse inmediatamente. 
He visto a las mentes más brillantes de mi generación arruinadas por una pose y luego decir gracias por tanto. Qué pereza. Igual les deseo lo mejor. Pero, ¡chau! 
Hoy por hoy le propongo la marihuana a todo el mundo al menos que prefiera abstenerse. Hablando claro se gana más que hablando mucho. 
Yo mismo me considero un novelero, pero no me quejo ni me va tan mal. 
Ciertos personas cuyas opiniones me interesan fuman un poco y se callan, se guardan. Espero de todo corazón que la estén pasando bomba estén donde estén y que algún día me inviten hasta para ver cómo es eso por allá, en qué piensan cuando carburan y liberan sus ideas. 
Otros amigos, que pasaron por aquí mucho antes que yo, me dicen que la marihuana es una etapa, que está bien, pero pasa. Yo pienso en otras etapas: García Márquez y Bob Marley, por ejemplo. (No escucho a Bob Marley a menos que esté sonando en una cevichería, pero leo El amor en los tiempos del cólera una vez al año y ahora, mientras comienzo la Historia de un deicidio, de Vargas Llosa, pienso leer otra vez Cien años de soledad).  
¿Por qué despreciaba entonces yo a los marihuaneros? Por la misma razón por la que un periodista desprecia una fuente: no compartían su conocimiento. 
El egoísmo, está comprobado, corresponde a la cocaína, a las grandes aspiraciones. No le pases la funda a todo el mundo, eso es aquí nomás, pila y mosca.  
Un artista de casi cincuenta años, joven aún, me dice que está probando cómo es el mundo sin marihuana después de toda una vida fumando, después de haber fumado prácticamente todos los días y a todas las horas y en todas las circunstancias posibles desde que cumplió dieciséis. Le deseo suerte y lo acolito porque él no se calla, porque me cuenta cómo es eso por lo que está pasando, porque realmente quiere saber un par de cosas para luego tomar alguna decisión. 
Yo quiero estar high on life, intoxicado de vida.


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