…cada hora trae su propio
afán.
– Rafael Restrepo Santos –
Las mujeres terminan en la cama y los
hombres terminan cuando se lo cuentan a sus amigos. Pasa en la mayoría de los
casos y en las mejores familias. Besar y contar. Kiss and tell, como el género que eleva los chismes a la potencia
de la literatura. Sudor, la nueva
novela del escritor chileno Alberto Fuguet, no es exactamente eso, pero así se
siente: como si la única forma de asumir y escapar de ciertos recuerdos, de
ciertas cosas y de cierta gente, fuera abrir la boca y vaciar el corazón. Vaciarse.
Todo
es personal y todo lo que es personal merece una historia, dice Alfredo Garzón, la voz en off que
empuja el libro durante más de 600 páginas. Alf,
como le dicen sus amigos, trabaja como editor de no ficción en la sucursal santiaguina del sello Alfaguara. Esa es,
digamos, su identidad secreta. Cuando no está revisando manuscritos o
convenciendo a sus autores de escribir lo que él quiere leer –y, obvio, lo que
quiere vivir– está en Grindr, mirando
perfiles, dando likes, abriéndose
para unos y bloqueando a otros.
A veces, Alf usa el sexo como una válvula de escape, contacta a hombres que
están a pocos metros de distancia y tiene encuentros casuales que, en el mejor
de los casos, cubren de intensidad sus momentos más solitarios. Tirar para
sentir. Tirar para dejar de sentir. Es comprensible: su interior está poseído
por la presencia de su último novio, pero es él, Alf, el que a ratos parece un alma flotando encima de su propio
cuerpo. El que cagó y se vino abajo fui
yo. Todo por dentro, discreto, calmado. Como un buen editor.
Sudor
tiene la atmósfera sólida
del pasado inmediato. Casi todo sucede entre el 28 y el 31 de octubre del 2013,
durante la FILSA, la Feria Internacional del Libro de Santiago, días
faranduleros de los que Alf quisiera
escapar pero, como se sabe, es imposible escapar de aquello que te encuentra. Los
invitados de honor son el escritor colombiano-mexicano Rafael Restrepo Carvajal,
vieja gloria del Boom Latinoamericano (íntimo
de Marcelo Chiriboga, por supuesto), y Rafael Restrepo Santos, Rafita, su hijo, un poeta joven y hemofílico
de evidente estructura millennial.
Los Restrepo están de gira por el cono
sur presentando El aura de las cosas,
un libro-objeto de pasta dura y gran formato –tipo TASCHEN– que contiene fotos
del hijo (retratos en blanco y negro de celebridades de varias generaciones, desde
Lola Beltrán hasta James Franco) y textos del padre. Y sí, cualquier parecido
con la realidad es absolutamente intencional (googlear Retratos en el tiempo). Los Restrepo son la versión-para-la-ficción
de Carlos Fuentes y su hijo Carlos Fuentes Lemus, que se dedicó a pintar,
escribir, filmar y tomar fotos antes de morir a los 25 años de edad.
Curioso. Después de Sudor, que también es la venganza hilarante de un autor que sabe ajustar
cuentas como los mejores, cagándose de risa, y que al final gana aunque su
personaje en un momento lo pierda todo, uno se queda con ganas de volver a los
libros de Fuentes o de tomarlo en serio por primera vez y de saber algo más
sobre su hijo. La novela gatilla preguntas que se reproducen como links, ¿le
habrá dolido mucho que le dieran el Nobel a Vargas Llosa?, ¿escribía lo que
sentía necesario o escribía lo necesario para triunfar?, ¿alguna vez pensó que su
vida de escritor le había costado la vida de sus hijos?, ¿se arrepintió? Creer
que los padres son responsables del destino de sus hijos sería injusto, sobre
todo para los padres de esos hijos, pero a veces, para protegerlos del sol y
del calor y del mundo, los tapizan con su sombra y finalmente los anulan.
Desde mucho antes de su aterrizaje, Rafita ocupa las páginas de Sudor y la vida de Alf como un vortex: hay
gente así, agujeros negros que caminan. Mientras su padre da entrevistas y
almuerza con políticos Rafita procura
el desmadre. Boys just wanna have fun. Quiere
pepas, pases, champagne. Quiere una suite y una van y una fiesta con 24 Hour Party People. Quiere acostarse
con Alf y enamorarse de él y que ese
amor sea inolvidable mientras dure. Quiere prostituirse en las calles de
Santiago sólo para saber qué se siente. Quiere acostarse con chicos pobres,
feos pero guapos, y tomarles fotos desnudos para Anal Magazine del DF. Alf,
en cambio, quiere parar. Amó y sufrió y ahora guarda la distancia y practica la
variedad para no engancharse con nadie. Rafita
es un gancho. Fino, doblado y puntiagudo como un gancho.
Yo
creo que tengo la facha, el look y quizás la ropa para ser un escritor moderno,
pero no creo que tenga el resto. ¿Ellos lo tienen? Alf se pregunta demasiadas cosas para su
propio bien, pero tiene una historia y tiene un personaje, lo suficiente para
no caer en la negligencia de los autores que, como él mismo dice, publican mucho pero escriben poco. Y, al
contrario de lo que piensa, la trama de esos días tiernos y salvajes gira en
torno a él y no a Rafita. Si algo
queda claro es que una persona fragmentada por sus sentimientos no puede volver
a levantarse sino hasta después de una demolición total. El amor nos rompe en
mil pedazos, imposible recogerlos todos.
Mi
padre no es malo, pero se volvió cobarde, que es lo peor que uno puede ser,
¿no?… Quiso hacer una carrera legítima cuando la gracia es destrozarla. Siempre.
Partir de cero. Siempre. Dejar obra pero no obsesionarse con ella. Las palabras son de Rafita pero las escribió Fuguet y con ellas define mejor que nadie lo
que pasa en Sudor: Escribir para
desintoxicarse, recordar para olvidar, contar para poder seguir viviendo. Con
todo. Cero huevadas. Fuguet Unchained.
(El Comercio)
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