Si Andrea Camilleri se detuviera un
momento para mirar hacia atrás y viera todo lo que ha hecho, todo lo que ha
caminado y escrito, todos los misterios que ha resuelto, quizá no podría
creerlo. Sus primeras novelas se publicaron a finales de los 70’s y no
corrieron con ninguna fortuna, tanto así que el escritor italiano esperó más de
una década antes de volver a intentarlo ¿Cuántas veces habrá pensado que jamás
volvería a escribir? Cuando volvió a las canchas, ya en los 90’s, lo hizo con
un nuevo personaje bajo el brazo: el comisario de policía Salvo Montalbano,
quien por lo pronto ha protagonizado más de veinte novelas escritas por
Camilleri. O sea que el peligroso oficio de Montalbano ha sido la también
peligrosa carrera literaria de su creador: se sabe que en las novelas policiales
debe haber por lo menos un cadáver aún tibio y que ese cuerpo bien podría ser
el del autor. Pero Andrea Camilleri ha sobrevivido, tiene más de noventa años y
la prensa italiana se refiere a él de esta manera: Camilleri es hoy el escritor más popular de Italia y uno de los más
leídos de Europa.
Y aquí, en un momento en el que hasta
podría retirarse con la gloria todavía en las manos y ocupar tranquilamente su
espacio en la historia, Camilleri enfrenta al más grande y maravilloso de todos
los misterios. Su último libro traducido al español se llama Mujeres (el título original, Donne, parece Fellini o Bertolucci) y es
una especie de antología en la que Camilleri va recordando una a una las
mujeres más importantes de su vida; las que le mostraron el camino, las que le
cambiaron los planes, las que lo hicieron entender las formas de la belleza. El
libro está dividido en 39 capítulos cortos, todos, claro, llevan un nombre de
mujer en el encabezado: Ramona, Quilit, Helena, Ilaria, y así. 39 nombres
propios, 39 caras y 39 narices y 39 pares de labios y 39 pares de rodillas. 39
mujeres inolvidables pueden sonar como algo exagerado hasta para un hombre de
la edad del escritor, pero Camilleri no sólo se refiere a las mujeres que
conoció en carne y hueso, incluye también a las actrices que descubrió viendo
películas en el cine o leyendo: esas mujeres que para nosotros son tan reales
como cualquier otra.
El autor lo explica en una nota final en
la que dice esto: Este libro es un
catálogo parcial de mujeres que han existido realmente a lo largo de la
Historia o que han sido creadas por la literatura, así como de algunas a las
que he conocido y de otras de las que me han hablado. Todas, por un motivo u
otro, han quedado grabadas en mi memoria.
Así las cosas, Camilleri se enamora de
Antígona, a quien el rey Creonte ordena sepultar viva en una cueva por haber
desobedecido una orden, y quien, en otro levantamiento desobediente, se ahorca
para no darles el gusto; Hemón, hijo del rey y enamorado de Antígona, también
se suicida con la esperanza de encontrar a su amada en otro mundo; y por último
Eurídice, madre de Hemón y esposa de Creonte, acaba con su vida porque no puede
soportar el dolor que le produce la muerte de su hijo enamorado. El rey Creonte
se queda solo y el verdadero infierno es la soledad. Camilleri se enamora de la
rebeldía de Antígona
Camilleri se enamora de la leyenda de
Bianca, amante del rey Federico, en el siglo XII. Dicen que Bianca era tan
bella y Federico tan celoso que la encerró en una torre donde permanecía
prisionera y permanentemente vigilada. El único que podía verla era el rey, que
cada tanto iba a abusar del cuerpo la que había esclavizado. Bianca le dio a
Federico tres hijos. Después del último alumbramiento, ordenó a los guardias
que llevaran el niño al rey junto con otro bulto envueltos en un manto
ensangrentado: se había cortado los senos luego de dar a luz y quería que el
rey Federico los viera. Camilleri se enamora del coraje de Bianca.
Camilleri nació en Porto Empedocle, un
pueblo en la costa del estrecho de Sicilia donde había una sola sala de cine.
Allí, en 1942, vio la película Carmela, donde
ocurrió algo que nunca antes había ocurrido en Italia: la actriz Dori Duranti,
una mujer preciosa y cuyo nombre llenaba todos los cines de Italia, aparecía en
una escena con los pechos al aire. Camilleri recuerda que la trama era más bien
tonta, pero que en algún momento el personaje de Duranti, que vive recluida en
una isla, pierde la razón y cae en el delirio y que esa escena, esa Duranti
dulce, melancólica y loca, le sacó lágrimas y provocó una de las decisiones más
importantes de su vida: me voy a ir de este pueblo, pensó, si me quedo me
volveré tan loco como ella. Y, en efecto, Andrea Camilleri se marchó para
siempre y años después, en Roma, comenzó una prolífica carrera como guionista y
director de teatro y televisión.
Camilleri se enamora de Beatriz, la novia
de Filipo, uno de sus mejores amigos. Como a Filipo no le gusta bailar, es
Camillieri quien baila con Beatriz en las fiestas. Pero no solo hablan,
conversan, se van conociendo un poco más con cada canción. Camilleri pierde la
cabeza por ella pero no se atreve a decirle nada. Una noche, en una fiesta,
Beatriz se acercó a Camilleri y le pidió, como de costumbre, que la sacara a
bailar. Mientras bailaban, ella le contó un secreto: me caso con Filipo. Al día siguiente, el mismo grupo de amigos
estaba en la playa, tomando sol y bañándose en el mar. De pronto, Beatriz dijo
que tenía ganas de comer erizos. Filipo se negó a acompañarla porque aquello
significaba caminar una hora de ida y otra de regreso. Andrea Camilleri se
ofreció como voluntario. Caminaron hasta perder de vista a sus amigos y, en
palabras del propio autor: Durante dos
horas hicimos el amor furiosa e ininterrumpidamente sin intercambiar ni una
palabra, olvidándonos de los erizos, del tiempo y del mundo. Ni siquiera al
volver abrimos la boca. No nos rozamos ni las manos. Esa noche bailó sólo con
Filipo, y conmigo volvió a ser la amiga que había sido siempre. Y puesto que
entonces no le pregunté por qué, tampoco voy a preguntármelo hoy, a setenta
años de distancia.
En la nota que mencioné antes, el autor
acaba diciendo esto: Lo cierto es que nunca
había pensado en publicar un libro tan íntimo sobre la figura de la mujer,
aunque también es cierto que nunca había pensando que en Italia, en el año
2013, sería necesario aprobar una ley contra el feminicidio.
Leídas estas palabras, uno entiende que Camilleri
defiende con su vida el derecho que tiene de adorar para siempre a las mujeres.
Y no es que haga falta leerlo para entender los motivos de su adoración, para
eso basta con fijarse en una mujer, casi que en cualquier mujer, pero este
libro contagia y si uno se pone a pensar pues sí, podría contar y capaz hasta
entender su propia vida a través de las mujeres que nos han pasado.
¿Qué será de ti?, nos preguntamos en
silencio, pero honestamente no queremos ni necesitamos saberlo. Queremos que
ella visite nuestros recuerdos y aparezca cada día más hermosa, como siempre.
(El Comercio)
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