1.04.2016

De cuando valía la pena televisar la revolución


Best of Enemies es el spin-off que esperábamos todos los fans de Gore Vidal: The United States of Amnesia, no la secuela de esa gran biopic documental sino una desviación concentrada exclusivamente en las batallas televisivas que Gore Vidal mantuvo con su antagonista político de toda la vida, el republicano-ultra-derecha, conservador, moderno, cristiano e intelectual William F. Buckley, fundador y editor en jefe durante varios años de The National Review, la revista que, por ejemplo, impulsó la campaña de Nixon e inspiró a Ronald Reagan a rodar desde las colinas de Hollywood hasta las asépticas avenidas de Washington DC.

En 1968, NBC y CBS eran las cadenas de televisión más vistas e influyentes de los Estados Unidos y cubrían las convenciones demócratas y republicanas casi ininterrumpidamente: aplicando el mismo método omnipresente que no muchos años después perfeccionaría CNN. Ahora bien, en 1968 las tropas norteamericanas seguían en Vietnam y en las calles de Chicago, San Francisco y Nueva York los jóvenes que protestaban contra la guerra marchaban sosteniendo la bandera del Viet Cong; la piel del país más poderoso del mundo estaba irritada, alguien tenía que rascarla y la cadena ABC, hasta entonces estancada en un modesto tercer lugar entre las pasiones televisivas, encontró dos rivales hechos el uno para el otro.

Me hubiese gustado ser político, pero desgraciadamente nací escritor, dijo Gore Vidal alguna vez. William F. Buckley, que dicho sea de paso escribió diez –diez– novelas de espías (una de ellas, Stained Glass, recibió el National Book Award en 1980) nunca dijo que quería ser artista ni nada semejante (aunque también pintaba y tocaba el clavicordio), pero, como Vidal o, mejor dicho, junto a Vidal, elevó el debate político a un sitio tan lúcido, virtuoso y elegante que ahora resulta difícil incluso de imaginar. Mario Vargas Llosa, otro intelectual que intentó sin éxito poner en práctica su discurso político, suele decir que los escritores no deben despreciar la política porque es así como la política se vuelve despreciable. Falso o, cuando menos, romántico. La política, lo dijo Bolaño sobre la escritura, es un ejercicio patético sobre todo por quienes lo ejercen, un oficio poblado de canallas y tontos. Ahí está Álvaro Noboa, digno de un Peter Capusotto derretido en ácidos; Guillermo Lasso, con la flexibilidad de HAL 9000 pero con el foco rojo apagado, muerto; Dalo Bucaram, la secuela tragicómica y desenfocada de una película que nadie quiere volver a ver; Rafael Correa, el peor de todos, el héroe que vivió lo suficiente para convertirse en villano. Ahí está Maduro. Y Putin. Y Martinelli. Y escriba aquí el nombre del presidente de su país. Por eso, porque lo único medianamente racional que ha dicho Donald Trump es que Kanye West sería un buen vicepresidente, Gore Vidal llegó a la terrible pero innegable conclusión de que sus debates con William F. Buckley nunca valieron la pena, porque nadie los escuchó realmente, nadie los entendió, eran duelos hasta la muerte, pero uno contra uno. Eran detonaciones del pensamiento ilustrado, azotes intelectuales de los que supuraba la ironía, golpes bajos, quizás, pero nunca tontos. Los diez debates transmitidos por ABC en 1968 no son política, son literatura, y, ahora, cine.  

Best of Enemies es una cinta armada con the best of, eso que siempre está coming soon, lo mejor, lo que estrenaremos próximamente, las escenas que nunca vas a olvidar porque las viste antes de que empezara la película o, como en este caso, mucho después de que hubiese terminado. Hay una entrevista en la que el editor de Gore Vidal cuenta que el escritor veía sus peleas con William F. Buckley en VHS, que las proyectaba en su casa de la rivera italiana, por las noches, como Norma Desmond en Sunset Boulevard: en busca del tiempo perdido. Hay una entrevista en la que la secretaria personal de William F. Buckley asegura que él tampoco lo olvidó. Gore Vidal representaba todo eso que William F. Buckley pensaba que estaba mal con el mundo, y viceversa, como si uno hubiese sido la razón de ser del otro. Así, Best of Enemies se desdobla también como una teoría de conspiración homoerótica entre dos amigos unidos por el odio más profundo.   

Leí Myra Breckinridge (acaso la novela más polémica –en todos los sentidos– de Gore Vidal), intenta alegorías heurísticas pero falla, sólo complace a los homosexuales sádicos y sólo desafía a los taxonomistas de la perversión. He pensado mucho en ello, pero no hay nada más que decir sobre Myra, escribió William F. Buckley en un largo ensayo testimonial sobre su encuentro del tercer tipo con Gore Vidal, publicado en el número de agosto de 1969 de la revista Squire. Un mes después, Gore Vidal le contestó en la misma publicación. El miércoles 28 de agosto [de 1968], a las nueve y media de la noche, frente a diez millones de personas, la pequeña puerta en la frente de William F. Buckley se abrió de repente y un pájaro loco aleteó frenéticamente, un pájaro que yo siempre supe que estaba allí, pero que quería que todos vieran de cerca… Descansa en el infierno, WFB.

Ese 28 de agosto de 1968, al aire, en vivo, de una manera mordaz pero absolutamente frontal, Gore Vidal acusó a William F. Buckley de crypto-nazi y éste lo acusó de maricón y amenazó con romperle la cara. Fue el último debate y quedó claro que Gore Vidal había ganado, se había inclinado sobre su rival y lo había empujado hasta las llamas de su propia furia. El fuego lo consumió todo. La literatura se volvió política.

2 comentarios:

Kros dijo...

Gracias por seguir publicando en tu blogger. No nos.hemos visto algún tiempo pero te deseo lo
Mejor este 2016 y siempre
Kross

Juan Fernando Andrade dijo...

gracias a ti, bro
por seguir pasando por aquí
feliz 2016!