Best
of Enemies es el spin-off
que esperábamos todos los fans de Gore
Vidal: The United States of Amnesia, no la secuela de esa gran biopic
documental sino una desviación concentrada exclusivamente en las batallas
televisivas que Gore Vidal mantuvo con su antagonista político de toda la vida,
el republicano-ultra-derecha, conservador, moderno, cristiano e intelectual William
F. Buckley, fundador y editor en jefe durante varios años de The National Review, la revista que, por
ejemplo, impulsó la campaña de Nixon e inspiró a Ronald Reagan a rodar desde las
colinas de Hollywood hasta las asépticas avenidas de Washington DC.
En 1968, NBC y CBS eran las cadenas de
televisión más vistas e influyentes de los Estados Unidos y cubrían las
convenciones demócratas y republicanas casi ininterrumpidamente: aplicando el
mismo método omnipresente que no muchos años después perfeccionaría CNN. Ahora
bien, en 1968 las tropas norteamericanas seguían en Vietnam y en las calles de
Chicago, San Francisco y Nueva York los jóvenes que protestaban contra la
guerra marchaban sosteniendo la bandera del Viet Cong; la piel del país más
poderoso del mundo estaba irritada, alguien tenía que rascarla y la cadena ABC,
hasta entonces estancada en un modesto tercer lugar entre las pasiones
televisivas, encontró dos rivales hechos el uno para el otro.
Me
hubiese gustado ser político, pero desgraciadamente nací escritor, dijo Gore Vidal alguna vez. William F.
Buckley, que dicho sea de paso escribió diez –diez– novelas de espías (una de ellas, Stained Glass, recibió el National Book Award en 1980) nunca dijo
que quería ser artista ni nada semejante (aunque también pintaba y tocaba el clavicordio),
pero, como Vidal o, mejor dicho, junto a Vidal, elevó el debate político a un
sitio tan lúcido, virtuoso y elegante que ahora resulta difícil incluso de
imaginar. Mario Vargas Llosa, otro intelectual que intentó sin éxito poner en
práctica su discurso político, suele decir que los escritores no deben despreciar
la política porque es así como la política se vuelve despreciable. Falso o,
cuando menos, romántico. La política, lo dijo Bolaño sobre la escritura, es un
ejercicio patético sobre todo por quienes lo ejercen, un oficio poblado de
canallas y tontos. Ahí está Álvaro Noboa, digno de un Peter Capusotto derretido
en ácidos; Guillermo Lasso, con la flexibilidad de HAL 9000 pero con el foco
rojo apagado, muerto; Dalo Bucaram, la secuela tragicómica y desenfocada de una
película que nadie quiere volver a ver; Rafael Correa, el peor de todos, el
héroe que vivió lo suficiente para convertirse en villano. Ahí está Maduro. Y
Putin. Y Martinelli. Y escriba aquí el nombre del presidente de su país. Por
eso, porque lo único medianamente racional que ha dicho Donald Trump es que
Kanye West sería un buen vicepresidente, Gore Vidal llegó a la terrible pero innegable
conclusión de que sus debates con William F. Buckley nunca valieron la pena,
porque nadie los escuchó realmente, nadie los entendió, eran duelos hasta la
muerte, pero uno contra uno. Eran detonaciones del pensamiento ilustrado, azotes
intelectuales de los que supuraba la ironía, golpes bajos, quizás, pero nunca
tontos. Los diez debates transmitidos por ABC en 1968 no son política, son
literatura, y, ahora, cine.
Best
of Enemies es una cinta armada
con the best of, eso que siempre está coming soon, lo mejor, lo que
estrenaremos próximamente, las escenas que nunca vas a olvidar porque las viste
antes de que empezara la película o, como en este caso, mucho después de que hubiese
terminado. Hay una entrevista en la que el editor de Gore Vidal cuenta que el escritor
veía sus peleas con William F. Buckley en VHS, que las proyectaba en su casa de
la rivera italiana, por las noches, como Norma Desmond en Sunset Boulevard: en
busca del tiempo perdido. Hay una entrevista en la que la secretaria personal
de William F. Buckley asegura que él tampoco lo olvidó. Gore Vidal representaba
todo eso que William F. Buckley pensaba que estaba mal con el mundo, y viceversa,
como si uno hubiese sido la razón de ser del otro. Así, Best of Enemies se desdobla también como una teoría de conspiración
homoerótica entre dos amigos unidos por el odio más profundo.
Leí
Myra Breckinridge (acaso
la novela más polémica –en todos los sentidos– de Gore Vidal), intenta alegorías heurísticas pero falla, sólo complace a los homosexuales
sádicos y sólo desafía a los taxonomistas de la perversión. He pensado mucho en ello, pero no hay nada
más que decir sobre Myra, escribió William F. Buckley en un largo ensayo testimonial
sobre su encuentro del tercer tipo con Gore Vidal, publicado en el número de
agosto de 1969 de la revista Squire. Un
mes después, Gore Vidal le contestó en la misma publicación. El miércoles 28 de agosto [de 1968], a las nueve y media de la noche, frente a diez
millones de personas, la pequeña puerta en la frente de William F. Buckley se
abrió de repente y un pájaro loco aleteó frenéticamente, un pájaro que yo
siempre supe que estaba allí, pero que quería que todos vieran de cerca…
Descansa en el infierno, WFB.
Ese 28 de agosto de 1968, al aire, en
vivo, de una manera mordaz pero absolutamente frontal, Gore Vidal acusó a William
F. Buckley de crypto-nazi y éste lo acusó de maricón y amenazó con romperle la
cara. Fue el último debate y quedó claro que Gore Vidal había ganado, se había
inclinado sobre su rival y lo había empujado hasta las llamas de su propia furia.
El fuego lo consumió todo. La literatura se volvió política.
2 comentarios:
Gracias por seguir publicando en tu blogger. No nos.hemos visto algún tiempo pero te deseo lo
Mejor este 2016 y siempre
Kross
gracias a ti, bro
por seguir pasando por aquí
feliz 2016!
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