En el segundo piso de la galería de arte
Albright-Knox, en Buffalo, al norte de Nueva York, se proyectan cinco
cortometrajes de manera simultánea en cinco televisores de pantalla plana. Cada
pieza corre entre los treinta segundos o dos minutos de duración. Todas terminan
con el mismo mensaje escrito en letras blancas sobre fondo negro: date un regalo, perdónate a ti misma. Las
protagonistas, que hablan directo a la cámara o cuya voz suena fuera de cuadro,
son siempre mujeres. Una de ellas dice: nunca
me imaginé que terminaría viendo a un psiquiatra, al contrario, pensé que la
siquiatra sería yo.
Los cortometrajes forman en su conjunto
una instalación llamada El presente, creada
por la artista finlandesa Eija-Liisa Ahtila en el 2001. Ahtila nació en 1959 y
dedicó los primeros años de su carrera a la pintura y la fotografía. Luego, a
comienzos de los 90’s, estudió cine en Londres y en Los Ángeles. Sus planes
eran abandonar las artes plásticas y dedicarse por completo al mundo audiovisual
pero, en sus propias palabras, se quedó atrapada entre ambos medios. Por eso su
trabajo se muestra en salas de cine, pero entre los avances de futuros estrenos;
en la televisión, pero entre los espacios publicitarios; y en museos de arte
moderno.
Digamos que un día cualquiera, quizás pasadas
las ocho de la noche, un noticiero da paso a los cortes comerciales. Así, el
público conoce el último y más eficaz método para adelgazar disponible en el
mercado y también una pasta de dientes que ofrece 24 horas de aliento fresco
tras cada cepillada. Después, sin previo viso, aparece en pantalla una mujer
adulta atravesando un puente a gatas, su nombre es Inés, y esto es lo que está
pensando: De repente, en casa, sentí un
amor poderoso por todo el mundo, como si fuera un nuevo Jesús y pudiera caminar
entre la gente sonriendo y con las manos abiertas. Nunca he pertenecido a la
iglesia. Me di cuenta de que tenía que ir al hospital. No puedo con esto y mis
hijos corren peligro, no estoy a salvo dentro de mí.
En ruedas de prensa o encuentros con el
público, la gente suele preguntarle a la artista si ha padecido alguna
enfermedad mental. ¿Acaso hay alguien medianamente racional que esté libre de
sus pensamientos? Es cierto que gran parte de su trabajo se inclina hacia lo
experimental, pero no tendría el alcance –porque te alcanza, te toca– que tiene
si el espectador no sintiera esos aterradores espasmos de realidad que producen
las piezas de Ahtila. En ¿Dónde es donde?,
un poeta le dice a un sacerdote: el
perdón eterno nos convierte en analfabetos. En La anunciación, más bien un performance que trae a este siglo el
supuesto encuentro entre la Virgen María y el Ángel Gabriel, con personajes
volando de por medio, suena la estrofa de una canción country del tejano Townes
Van Sandt: si no tuviera un lugar dónde
caer, ¿podría contar contigo para que me acuestes? Y es así como
aterrizamos.
Entre sus cortometrajes hay uno
especialmente perturbador y cercano, se llama Servicios Fúnebres y cuenta la historia de una pareja joven que visita
a una terapista matrimonial para lidiar con su separación. El concepto de la
ruptura sentimental como fragmentación de la existencia, como la liquidación de
una época y como el final de una vida está presente en todos los elementos de
la obra: el título se refiere al luto inevitable de los enamoramientos; las
escenas se presentan en pantalla dividida, de un lado ocurren las acciones y del otro lo que Ahtila considera las emociones de los personajes; la
honestidad de los diálogos incomoda, Hemos
usado todas las armas posibles para hacernos daño, física y mentalmente,
dice ella, Siempre estoy haciendo cosas
porque otra gente me lo pide, dice él, No
importa si estás en casa, igual me siento sola… Quiero algo que necesite,
quiero tener esa posibilidad otra vez, dice ella. Al final, la pareja y sus
amigos mueren congelados en un lago de Helsinki. ¿Qué dedos nos desnudarán aquí?
Eija-Liisa Ahtila dice que creció viendo
películas de Bergman en la televisión, que entre sus cineastas favoritos están Robert
Altman, Rainer Werner Fassbinder y John Cassavetes, que le gusta Buñuel pero
que Godard es el director al que tienes que conocer si te interesa experimentar
con la narrativa cinematográfica. Pero también dice esto: Realmente se trata de las palabras, los poemas y los diálogos. El texto
siempre ha sido muy importante para mi, es la primera urgencia. Y nombra a escritores
como Paul Bowles, Ian McEwan, Patrick McGrath, Don DeLillo y Virginia Woolf
entre sus autores de cabecera. A primera vista, parecería ser una mujer que
tiene muy claro lo que está haciendo y diciendo, pero su reflexión
autobiográfica después de más de veinte años de carrera es el asombro. Según
Ahtila, el tiempo y el trabajo sólo le han servido para encontrar cosas que no
entiende.
El árbol es un abeto que se mueve con el
viento en un bosque escandinavo. Fue filmado de forma natural, es decir, de
manera horizontal, pero se presenta dividido en seis pantallas verticales que
cubren toda una pared del museo. Es, sin duda, un milagro de la naturaleza:
mujer y planeta conectando en un nivel superior. La obra se llama Horizontal y dura seis minutos. La banda
sonora son los pájaros que sobrevuelan el bosque y el viento que se dobla entre
las ramas y entre las hojas de esas ramas. Es tan simple. Es tan inocente. Es
tan genial. En esta pieza, la artista se pregunta, ¿qué es lo que vemos en realidad? Afuera pasan las horas del otoño
y a los árboles se les cae la piel, se ponen rojos, anaranjados y amarillos. Pero
el abeto horizontal es el único que existe.
(El Comercio)
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