Hay canciones que detienen el tiempo. Canciones
que te paralizan. Canciones que marcan el comienzo del resto de tu vida. Hay
canciones que son como un arma que te apunta directo al pecho o una bala que se
hunde en medio de tus ojos y no te permiten hacer otra cosa que sostener con
tus brazos arriba el aliento del último suspiro. Canciones que te sacan el alma
del cuerpo. Canciones que cuando terminan te hacen saber que ya nada será
igual. Canciones que pueden corregir el pasado. Hay canciones que son el
cosmos.
La primera vez que escuché I Am the Cosmos de Chris Bell fue
también la primera vez que vi el documental Big Star : Nothing Can Hurt Me. Lo supe enseguida: esa canción sería lo que más
recordaría de la película. Pude ver los desde entonces cientos de momentos en
los que la he escuchado sólo para sentirme acompañado.
La historia de Big Star es la ya clásica
variación del cuento de hadas del rock and roll. Una banda desubicada en el
tiempo, iluminada por la crítica pero a la sombra del público; tres discos casi
perfectos que son ahora piezas de culto; Alex Chilton, un cantante anti-estrella que mantiene
una carrera under como solista y se
convierte en un ícono de la música independiente más limítrofe; Chris Bell, un
guitarrista frágil y perdido que estrella su auto deportivo contra un poste y termina sepultado por una luz en la carretera.
Chris Bell abandonó Big Star en 1972, el
mismo año en que la banda lanzó #1 Record,
su álbum debut, cuyas canciones son en su mayoría composiciones de Bell &
Chilton. Después de un tiempo, cuando había quedado claro que el guitarrista
sufría de depresión clínica, se establecieron al menos dos de los motivos que
causaron el huida y la especie de desaparición posterior de Chris Bell: no pudo
soportar que su disco no se escuchara más allá de un circuito snob de rock writers, ni tampoco que esos escritores
dedicaran toda su atención a Chilton.
I
Am the Cosmos se editó
como sencillo en 1978 acompañada de la gran You
and Your Sister (que dicho sea de paso tiene a Chilton en las voces), es
decir, seis años después de que Chris Bell dejara la banda. ¿Qué pasó durante
ese tiempo? Lo que se sabe es más bien poco y triste. En teoría, Bell pasó una
temporada en Londres tratando de venderle su material inédito a distintas disqueras y no recibió otra cosa que
rechazos. Luego, mantuvo una especie de retiro creativo en las pálidas montañas
del Canton du Valais, en Suiza. Y por esos días sucedieron cosas extrañísimas. Chris
Bell experimentaba con drogas y les decía a sus amigos que las tomaba para saciar
sus urgencias sexuales, además, tuvo un peligroso acercamiento a la religión
cristiana que acabaría siendo el motivo de varias de sus canciones. Finalmente,
terminó trabajando como mesero en un restaurante familiar llamado Danver’s, en Germantown,
una pequeña ciudad del estado de Tennessee, donde los fans de Big Star iban en
peregrinación a buscarlo.
La relación de Chris Bell con la religión,
su búsqueda espiritual o lo que muy probablemente no haya sido más que otra forma
de llenar el vacío original con que llegamos a este mundo, produjo una de las canciones
más hermosas que haya escuchado jamás. El primer verso dice Todas las noches me digo a mí mismo “yo soy
el cosmos, yo soy el viento”, pero eso no te hará volver. El segundo verso
dice Justo cuando empezaba a sentirme
mejor, me llamas por teléfono, no quiero estar solo nunca más. Chris Bell
se asume como el cuerpo de la eternidad y se entiende como un planeta autónomo
fuera de órbita, pero, al mismo tiempo, de la manera más humilde y romántica, deja
caer esas pretensiones místicas y egocéntricas ante la posibilidad del amor. Mis sentimientos pasan todo el tiempo, son
algo que no pude esconder, pero no me puedo confiar porque no sé lo que está
pasando en el interior, dice en la segunda estrofa. Y las guitarras se
extienden en una melodía infinita. Y la voz se estira superando sus propios límites
y en ella se sienten el dolor y la ternura del arrepentimiento. Y la canción
vuelve a sonar y a cubrirlo todo.
Hacia el final hay una frase que se
repite como si fuese lo único que en verdad importara. Quisiera verte de nuevo, Quisiera verte de nuevo, Quisiera verte de
nuevo. Chris Bell murió meses después de que esta canción intentara
devolverlo a la vida, tenía 27 años y estaba ensayando con una nueva banda.
Quizás estaba regresando porque había entendido que no sirve de nada ser uno
mismo si no lo somos todos juntos.
Ahora es parte del cosmos.
Somos el cosmos.
1 comentario:
& j pesci & the merry wives of wisdom & snowhite & dick dick boss
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