5.14.2010

Martínez Zúñiga


El libro se llama El enemigo necesario, el autor es Marco Martínez Zúñiga (Guayaquil, 1979) y los trazos free style de la portada son fiel testimonio de lo que encontrarán en sus páginas. Lo tengo en las manos y eso es lo que parece, un libro, pero la verdad es que lo siento más cercano a la plástica que a la literatura. Lo de Martínez Zúñiga es una instalación, un lugar creado donde antes no había nada, un sitio (un túnel, tal vez, aunque también podría ser un puente o el fondo de un pozo sin fondo) al que uno entra para sentir algo. No se sabe dónde empieza y, mucho menos, dónde termina. Y tampoco es que eso, que le preocupa a tantas novelas y a tantos autores y a tantos críticos en estado crítico, en este caso importe gran cosa.

Veamos. Creo que hay dos amigos y una chica que es la novia de uno y la amante de otro. Sí, eso está claro, en estas páginas hay un triángulo amoroso que termina como terminan todos los de su especie: mal o muy mal o catastróficamente mal. Luego hay una lista interminable de bandas de death metal y grindcore y algo más que no sé qué es pero seguro suena duro, sangriento y a toda velocidad. A ratos, sientes que estás leyendo un blog enciclopédico sobre la escena under local. En medio hay un narrador llamado Santos Feijó (incluso se da el lujo de firmar al final) que, consciente de lo que esta novela puede hacerle a un lector, se permite capítulos donde explica, en corto, lo que sucede en la trama principal. ¿Hace falta esta explicación?, lo más probable es que no, o por lo menos no debería, pero es muy divertida y te hace sentir en confianza, entre panas, digamos. Luego la novela-no-novela sigue un camino que parece trazado por el azar y tal vez lo sea, pero se salva, se salva por esa voz tan real con la que se cuenta lo que no se cuenta y porque huele, casi que apesta, a verdad.

Hace rato que no leía algo tan asumida y orgullosamente guayaco (vale aclarar que El enemigo… no está orgulloso del Malecón 2000 ni de la regeneración urbana, nada que ver, acá los próceres viven en lo más alto del cerro y despachan drogas como Correa despacha ministros) Curioso. A veces parece que ningún escritor guayaquileño quisiera ser un escritor guayaquileño. Por lo general se encuentran historias que suceden en lugares neutros como el sinfín pálido de un set de TV. Pero bueno, cada uno puede escribir de lo que sea y situarlo donde se le venga en gana. Sin embargo fue esa localidad de moral metalera, ese acercamiento al espejo que devuelve lo que no queremos ver, la que me acercó a la casa de Santos Feijó y, claro, a la novela-no-novela de Martínez Zúñiga. Acá hay algo, algo real y medio crudo en lo que, tomando ciertas precauciones, se puede confiar. Cuando te encuentras en un libro (esto no quiere decir que encuentres a alguien como tú sino que sientas al mundo reflejado en una frase), cuando puedes decir de ley, loco, así es la huevada, sabes que estás frente a un tipo que lejos de ser el académico chanta, por siempre escudado en el bla-blá ilustrado, habla desde sus cicatrices y por ende, aunque se equivoca, no miente.

El enemigo necesario ganó el Medardo Ángel Silva en 2007, esto no lo convierte en un libro perfecto (se le ven las costuras y mil veces eso a que se le vean las fórmulas) pero sí en un ganador. Un libro que va ganando gente de a poco, que encuentra amigos casi de manera casual, como cuando vas a una fiesta que pensaste infumable y terminas fumando en el balcón y contándole la historia de tu vida a un perfecto desconocido.

Como pasaría en la novela-no-novela de Martínez Zúñiga, para leerla hay que contactarse directamente con el autor, que para nuestros efectos vendría a ser el pusher. Interesados favor llamar a los teléfonos 04-256 6064 y 080 76 88 47 o escribir a: marcomartinez1979@hotmail.com


En la calle todos me conocen y saben que soy uno de ellos. Lo digo sin orgullo, para nada. Pero es la verdad. Son gente, igual que yo. Conozco sus pecados porque son los míos.

Me encanta. Hay pensamientos que no se sabe a quién pertenecen.

Todos tenemos prioridades y entre las mías no está el mantener su amistad si eso significa sacrificar la oportunidad de satisfacerme. Además, ella misma lo propuso. Esteban, todavía no he conseguido el dinero. ¿No se te ocurre otra forma de cobrarme? Eso nadie lo dice sin una segunda intención. Y las dobles intenciones siempre incluyen sexo. Siempre.

Claro que hay un montón de bandas ecuatorianas de death metal y grindcore que me vuelan la cabeza… Pero igual: me quedo con el death de los gringos. Supongo que yo también soy un novelero de mierda.

Es ley seca y tengo todo el día bebiendo. Y soplando… La porción de cerro desde donde me narro tiene dos accesos posibles. Por ambas escaleras la gente sube a comprar teques o mugas. El almacén está abierto las 24 horas. Estamos en ley seca y acá todos están botando la casa por la ventana. Literalmente. Los pushers del cerro coleccionan la más heterogénea gama de basura de la galaxia. Les llevan de todo. Muebles apolillados, ropa agujereada, tecnología desactualizada. Nada, no pasa nada… Abajo, Guayaquil –el país entero- está de elecciones y aquí Walter vende doscientas hayacas por minuto. Y la gente se fuma doscientas hayacas por minuto.

Pese a lo que les dije en el capítulo 16, la verdad es que a ratos me cansa escribir sobre lacras, cachos y gente resentida. Pero para hablar decentemente sin ser cursi hay que tener talento, y me parece que por ese lado estoy jodido.

La diferencia es que ella no finge, su rencor es sincero. Y para mí, el que ella no me ame ya es una forma de violencia.

Yo siento lo mismo y no concibo cómo podemos tocarnos o dirigirnos la palabra con todo lo que sabemos el uno del otro.

El reto para ellos ahora no es únicamente llegar a grabar los nuevos temas, sino demostrar cuál es la necesidad de editar, en estos tiempos tan saturados de producciones musicales, un disco más. Cuando veo a Marco sentado fielmente a mi lado, llenándose los pulmones de crack, me doy cuenta de que lo lograrán.

El señor habla a través de tu boca, sanas a los enfermos con solo pensar en ellos. Hijueputa. Lo único que has hecho es cambiar de dependencia. Antes te escondías detrás de una pipa y ahora lo haces detrás de un tal Jesús. Sabes que en medio mes estarás rogando por una hayaca. Vas a tropezar en el primer bache que encuentres y entonces te vas a fumar hasta la camisa que llevas puesta.
- No hay peor ciego que el que no quiere ver, Esteban.
- Ni peor triquero que el que vive arrepentido de fumar.

Y Esteban llegará hasta Juan porque así debe ser, aunque se haya escondido debajo de las piedras, aunque tenga que prenderlo fuego al hospital entero.

Con razón cada vez menos gente quiere hablar conmigo.

4 comentarios:

Autómata dijo...

Man!, ayer vi tu libro en el Supermaxi, frente a las carnes, del hpta, en esta semana lo compro y te cuento que tal algún rato por la cajita de mensajes...

A mi me encantó el libro de Martinez Zúñiga, de cierto modo ese libro crece y de repente lo empiezas a ver desde dentro, y siempre lo dije; historias de triqueros guayacos debería convertirse en un género...

Juan Fernando Andrade dijo...

Automan,

sí, ya está en los supermaxis del país (cuyo repertorio no es nada despreciable)y me alegra mucho xq así llega a más gente y a mejor precio.

"Las historias de triqueros guayacos deberían convertirse en un género", d ley, frase para el bronce, loco. aguante MZ.

saludes

Cristina Negrete dijo...

Lo mejor es cómo cuenta las historias, hace que el lector viva el momento tan real como la vida misma.
Te felicito Marco es un orgullo ser tu amiga y más aún tener este libro de obsequio del propio Marco Martínez Zuñiga. Bendiciones amigo.

Unknown dijo...

marcos un saludos desde quito