1.24.2017

Verhoeven: como si fuera la primera vez (born again version)


El cineasta holandés Paul Verhoeven llegó a los Estados Unidos a mediados de la década de 1980. Quizá viajó nervioso, ansioso, excitado por lo que estaba a punto de pasarle o por lo que nunca le pasaría (esto último, lo que nunca pasa, suele preocuparnos; fíjense nomás cómo suena: lo que nunca pasa). Quizá no tanto. Verhoeven había dirigido ya varias películas en su país y aunque hubiese estado recién aprendiendo a caminar, su voz y su mirada ya vivían reunidas en el mundo que llevaba adentro. Porque cuando llegó a América, Verhoeven ya tenía mundo, y lo que hizo fue derramarlo.   

Hace dos semanas, en el hotel Beverly Hilton de Beverly Hills, California, durante la entrega de los Globos de Oro, una película francesa llamada Elle ganó en dos categorías bastante peleadas: mejor actriz en un drama y mejor película extranjera. El triunfo de Isabelle Huppert, la protagonista de Elle y a veces también la película misma porque ambos seres llegan a ser indivisibles, más que una sorpresa, fue una recompensa y un ajuste de cuentas: ella se lo venía ganando desde La profesora de piano o tal vez desde mucho antes. Y eso de “mejor película…” se sintió, más que cualquier otra cosa, como la coronación injustamente postergada de un veterano de varias guerras, Paul Verhoeven, que este año cumplirá los 80.  

La primera película que dirigió Verhoeven en Hollywood fue Flesh+Blood, una leyenda medieval estrenada en 1985 que pasó desapercibida –ahora dan ganas de verla– pero lo condujo a la siguiente, RoboCop (1987), una obra mayor, una cinta afinada y lúcida y consistente que se levanta sobre el paso de los años con todo el peso de la ley y cuya trama cobra mayor significado en cada nuevo detalle del presente. RoboCop, vista desde aquí, parece el punto de inflexión en la carrera de Verhoeven, la tesis de un discurso que aborda nuestra esencia y comprende el sexo y la violencia y la ciencia ficción y la autoridad y el poder con argumentos que se van ensanchando en otras películas, como Total Recall (1990), Bajos instintos (1992) o –la oficialmente de culto– Starship Troopers (1997), y que ahora se redondea o vuelve a comenzar o sigue girando por primera vez.

Elle parte con una escena en la que Michèle Leblanc (Huppert), el personaje principal, es violada por un extraño vestido enteramente de negro, como si fuera un concentrado de pura maldad. Asumimos que la película será la restauración de la vida después del asalto al cuerpo, pero no. Michèle Leblanc no se queja, no llora, no acude a la policía, no reserva una cita con un psiquiatra, no pide ayuda, apenas y se lo cuenta a sus amigos más cercanos como quien dice ayer me doblé el tobillo, pero todo bien. La cinta, entonces, se decide por mostrar los trozos que componen la vida diaria de su protagonista: ejecutiva en una empresa que diseña videojuegos (no sé si esto esté en la novela en que se basó el guión, pero es un gran guiño y saludo a ciertas criaturas del mundo Verhoeven) y en la que, dicho sea de paso, hay más de un hombre inconforme con la idea de trabajar al mando de una mujer; la clase de amiga que tuvo algo con el esposo de su mejor amiga; el tipo de persona perfectamente capaz de vivir sola pero que no quiere estar sola todo el tiempo; la hija de un padre que en su momento fue condenado por una serie de asesinatos y lleva en su ADN un complejo torrente de personalidades múltiples; una mujer que parece estar en paz con lo que le sucede al principio de la película pero que al final se encargará de hacer justicia.        

Es ahí, precisamente en ese ajusticiamiento, donde aparece intacta la moral Verhoeven. En RoboCop, por ejemplo, el oficial Alex J. Murphy recuerda que después de todo es más persona que máquina, que tiene voluntad propia, que puede decidir, distinguir el bien del mal, y así se libera de los programas que conducen sus pensamientos, se venga de quienes casi lo asesinan y termina combatiendo a la misma corporación-fascista en cuyos laboratorios fue creado; en Total Recall, Hauser (Schwarzenegger y su eterno acento de migrante recién llegado) opta por interrumpir un plan –otra vez– fascista para lotizar y vender el planeta Marte como si fuera propiedad privada; en Bajos instintos, donde quizá aparezcan los personajes más retirados de la realidad que haya manejado Verhoeven, el anti-héroe-macho-decadente-violento-pero-frágil lucha por enderezar su propia naturaleza y en lo inútil de su esfuerzo se encuentran los principios de la nobleza.  

Poniendo las cosas en orden o mejor dicho inventando un orden para las cosas, Elle ocupa su lugar entre las películas de Paul Verhoeven para repetir lo que sus otras cintas ya habían dicho: no puedes atacarme, pisarme, agredirme, humillarme, joderme, usarme y andar por ahí como si nada, no puedes, yo no te voy a dejar.    

(El Comercio)

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1.09.2017

Diálogo II


¿Viste la peli? Sí, de ley. ¿Y? Y nada, mala, muy mala. Pésima, huevón, pésima, no hay guión, no hay historia, no hay personajes, como que el huevas ese estaba filmado con las patas. Qué te diré, broder, lo mejor que tiene es el final, o sea, lo más bacán que pasa en esa película es que se acaba. Me da rabia, huevón, te juro, uno sacándose la puta tratando de hacer cosas decentes y luego aparecen estas huevadas que nos hacen quedar mal a todos. ¿A todos?, estás loco, esa película no me representa. Igual, se nota que la hicieron sin corazón. ¿Cómo?

Eso, que no le pusieron ñeque. No sé, no creo, los rodajes igual son un sacadero de puta, esa huevada de levantarse a las tres de la mañana para filmar el puto amanecer es horrible,  o sea, para mí madrugar ya es ponerle corazón, y bastante. Eso es ser profesional, nada más, sería el colmo que contrates a alguien para tu peli y el careverga no quiera madrugar. Qué pereza madrugar por la peli de otro.  Qué pereza madrugar para hacer esa mierda, loco, el man no le puso corazón, te digo. Estás loco, capaz el man filmó con el corazón en la mano, pero no le salió, para hacer las huevadas que uno quiere hacer el corazón no es suficiente, no alcanza. Ni corazón, ni feeling, ni huevos, ¡nada!  

No sé, a ver, digamos que vas a un concierto y escuchas a una banda de peladitos que tocan como el culo pero que le dan es con todo, que la sudan y rockean aunque no sepan poner un acorde toquen como la gaver, eso es algo de lo que puedes darte cuenta ahí mismo y la plena que si los manes tocan con el wacho hasta los perdonas y terminas aplaudiendo, pero una película es distinta, creo, de repente este man hizo lo que pudo, lo mejor que pudo, lo dio todo, y nada, falló, la cagó, capaz alguien tenía que decirle que no estrene, pero ya pues, ¿tú dejarías de estrenar tu peli porque un pana te dice que vas a hacer el ridículo? 

Nada que ver, yo he hecho el ridículo mil veces, te juro, mil veces, y de ley que la voy a seguir cagando un chance más, no se trata de eso, pero loco, te juro, te prometo que hasta cuando he valido verga he hecho las cosas con el corazón, me lo he tomado súper en serio siempre, porque esto es lo que uno ama, ¿no?, ¿vos te acuerdas cuando estábamos en la universidad y decíamos que queríamos hacer cine?, ya pues, huevón, eso mismo queríamos hacer: cine, por eso me cabrea encontrarme con estas notas, que se pasen por la raja algo que para uno es tan importante, me cabrea, te juro.

Aguanta, no te pongas intenso, si yo voy a ver una de tus exposiciones y me vale verga, ya pues, estoy en mi derecho, ¿o no?, capaz tú te sacaste la puta haciendo tu huevada, pero a mí igual me puede parecer horrible. Ya, sí, bacán, pero no puedes decir que no puse el corazón en lo que estaba haciendo. Claro que puedo, si no te conociera, si no supiera que te sacas la puta camellando: todos pensamos que estamos haciendo una huevada increíble pero aquí seguimos, valiendo verga. No jodas, te estoy hablando en serio. Yo también. Lo peor es que el man es bacán, huevón, te juro, yo he hablado con el man y es un bacán. Peor, cuando el trabajo de un pana te decepciona no sabes qué pensar de ti mismo.

No puedes ser tan ciego, ni con tu propio trabajo. Claro que puedes, además, no se trata de ti, sino de la gente que ve la huevada, si tú estás contento, satisfecho con lo que hiciste, debería ser suficiente. Pero nunca lo es. Nunca lo es porque seguimos queriendo que nos quieran y si no nos quieren pensamos que los que están mal son los otros. ¿Haces las cosas para que te quieran?, no me vengas con esa huevada ahorita, por favor. Hago las cosas que quiero hacer y una de esas cosas que quiero hacer es lograr que me quieran.

(SoHo)

1.02.2017

Réquiem


La gente reacciona. Varias mujeres dicen que La Princesa Leia fue su primer ídolo, el primer personaje que las inspiró y las llenó de fuerza para atreverse a ser diferentes y abrirse camino en un planeta acaparado por hombres. Y varios hombres dicen que esa misma princesa fue su primer amor, algo así como el descubrimiento de que al final sólo hay algo por lo que en verdad vale la pena luchar y arriesgar la vida: una mujer.

Se siente un vacío, como si se hubiese ido alguien realmente cercano. Supongo que así fue. Quizás no conocimos mucho o muy de cerca a la actriz Carrie Fisher, pero ahora que vemos el espacio que ha dejado sentimos el peso neto de su presencia: esa mirada que siempre estuvo ahí, cuidándonos, y de pronto deja de vernos. Lo trágico de la muerte, dicen, es quedarse atrás, tratar de seguir con la vida cuando ya no hay ganas de continuar: su madre, la legendaria Debbie Reynolds, que siempre la había protegido o querido proteger, murió tan solo un día después.  

No fue una gran actriz. O tal vez sí. Nunca lo sabremos porque nunca tuvo oportunidad de mostrarse mucho más allá del personaje que la convirtió en lo que fue pero no le permitió ser nada más. Donde sí se dejó ver, donde habló fuerte y claro y con voz propia fue en sus libros. Postcards from the Edge (Postales desde el filo), su primera novela, es o debería ser uno de los mejores debuts literarios en la historia y está entre lo más íntimo, arriesgado y esencial que se haya escrito sobre las familias de Hollywood. Y Wishful Drinking (Mi vida en esta galaxia), una especie de monólogo-cómico-autobiográfico, exhibe su lado más vulnerable y encantador: una princesa que entra y sale de una torre donde pasa media vida bebiendo alcohol, tragando sorbos de Coca Cola helada y tomando pastillas.

Queda claro que no pudo desprenderse de las cosas que la ayudaron a vivir y limpiarse del todo. Pasa: uno se mete cosas que luego no se puede sacar. Pero, además, ¿puede haber algo más bello que una princesa borracha y drogada?, ¿puede haber algo más triste que una princesa borracha y drogada?, no creo. Me consuela saber que hizo las cosas a su manera y que si acaso no pudo escapar de su destino pues tampoco huyó de él. Protagonizó una vida real que parece una película y nos dejó creer el resto.   

Ha muerto La Princesa.
El espacio es infinito y eterno, ella también lo será.
Larga vida a La Princesa.
En el espacio nadie puede oír tus gritos, pero tu voz está colgada en nuestro pecho como una medalla que nos alumbra el rostro con su resplandor.
Salud, Princesa.
Estamos a tus órdenes.     

(El Diario Manabita)