9.29.2008

Fuguet Fest. Y una primicia rockera.



A veces, la vida te premia. Poco importa si esos premios llegan tarde, muy tarde, o si de plano no te los mereces. Lo cierto es que llegan, a veces, y hay que disfrutarlos. Empieza el festival de cine iberoamericano Cero Latitud, made in Ecuador, un festival que ha pecado muchas veces, trayendo más películas de lo necesario y presentando lo impresentable, pero que le ha apostado al Ecuador, algo nada fácil, algo que se agradece. Los festivales de cine, ya lo sabemos, son tramposos y suelen calificar las películas desde los parámetros equivocados, pero también son un chance, una oportunidad de ver, ver y ver, que es, al final, lo que importa.



Este año, el presidente del jurado será Alberto Fuguet, escritor y cineasta chileno de quien ya he hablado en este blog. Fuguet, lo he dicho en repetidas ocasiones, es uno de mis escritores favoritos porque, según yo, él y yo vivimos en el mismo mundo, o sea, cuando leo sus historias, siento que conozco a los personajes, que tengo amigos así y que soy un poco así, como la gente que puebla el planeta Fuguet. Así que no podría estar más contento. Además, los amigos del Cero Latitud me han pedido que le de una mano a Fuguet este domingo 12 en una lección de cine. Será en el Ocho y Medio de la Floresta, a las 10h00 am. Lo sé. Un horario terrible, por domingo y por feriado, aun no entiendo bien porqué los organizadores del festival decidieron ese día y esa hora, pero así es. Para los que estén aquí (Quito), y anden interesados en el cine, es una gran oportunidad. He conversado con Fuguet y quedamos en que la lección será más o menos así: proyección de sus cortos, video clips dirigidos por él y escenas de sus películas. Luego, diálogo, ojalá mucho, con el público, la discusión será “Cómo se hace el cine de guerrilla”, es decir, cómo se hace cine con poca plata, después de todo, Fuguet hizo su último corto con una cámara de fotos marca Lumix. Por el lado literario, vía Santillana, o sea Alfaguara, Fuguet estará presentado sus libros más recientes, “Apuntes Autistas” y la novela gráfica “Road Story”, el jueves 16, a las 19h00, en la librería Librimundi de la Juan León Mera. También voy yo, ahí sí, a presentarlo “formalmente” y hablar de sus libros. Raro. Como que esos escritores a los que uno lee, re lee, subraya, celebra y cita, no son de verdad, son como seres lejanos que viven muy aparte, que mantienen su distancia, y así están bien. Ahora, con estos encuentros cercanos programados para los próximos días, siento que la vida real si puede superar a la ficción.



Este domingo, a las 10h00, en el Ocho y Medio, lección de cine con Alberto Fuguet. Nos vemos allí.

Si quieren el itinerario de las “actividades académicas” de Fuguet, acá está el Link enviado por Cero Latitud.

http://eventosacademicoscerolatitud.blogspot.com/2008/09/proyeccin-foro-con-alberto-fuguet.html

Ahora sí, la primicia rockera. Después de meses y meses de arreglos en post producción, ve la luz “Reina”, el primer video clip propiamente dicho de una banda de rock manabita llamada Los Pescados. El director del video es el gran Iván Mora Manzano, y el director de foto, el gran Simón Brauer. El video se rodó enteramente en el estudio fotográfico de Neurona Digital, el nombre institucional de los fotógrafos Simón Brauer y Lorena Cordero, ubicado en pleno centro de Quito. Es, según su director, un video cubista enfocado en potenciar el performance de la banda.

Lo hicimos durante un sábado eterno y desgastante, en el que tocamos (como se toca en los videos) “Reina” no sé cuántas veces, hasta quedar agotados, sudados y medio ebrios. Hacer un video clip es mucho más difícil de lo que parece, y eso que éste fue todo en un a sola locación, pero la carga se aligera cuando trabajas con amigos, y así lo hicimos, with a little help from my friends. Así que agradezco públicamente, además de los ya mencionados Iván, Simón y Lorena, a Carlos Andrés Vera, que nos prestó la cámara, a Marisol “Sunshie” de Otero, que nos maquilló para que no saliéramos con las caras grasientas, a María Elisa Vásquez, que hizo el catering y es una chef manabita sin parangón, a María Fernanda Restrepo, que fue asistente de cámara, y a todos los que esa tarde pasaron por ahí a darnos ánimo.

Acá está, finalmente. Enjoy.



Los que se van y los que se quedan.


Difícil esto de ver cómo se van los grandes. El sábado le tocó a Paul Newman, por suerte le tocó tranquilo, en su casa, rodeado de su familia, en paz. De inmediato uno piensa en las películas, en los ratos que compartió y seguirá compartiendo con Newman. Pienso sobre todo en Butch Cassidy and the Sundance Kid, The Color of Money y Road to Perdition, tres cintas que me gustaron mucho y a las que a menudo vuelvo, buscando referencias, tratando de asimilar las atmósferas, el feeling, queriendo copiar sin copiar. Newman escogió bien sus papeles, todos o casi todos dejan ver a una estrella que no se perdió en el estrellato, que brilló por las razones correctas.



No voy a explayarme en el tema Newman porque otros ya lo han hecho y lo han hecho bien, con cariño, profesionalismo y conocimiento de causa. Los diarios nacionales, como de costumbre, se han dedicado a publicar reseñas de su vida, mencionar sus premios, sus matrimonios, su afición por los autos de carrera, su época de fumador empedernido y su lado filántropo. Me da lástima que en el Ecuador gran parte de la prensa siga siendo eso: cápsulas de información disfrazadas de notas periodísticas. Como que ninguno de los redactores de los principales periódicos del país, conocía de verdad a Newman. Esto no significa que hay que ser biógrafo autorizado para escribir media página, pero de pronto sería bueno encargarle el tema a una persona que por lo menos haya visto una o dos cintas y se haya emocionado con ellas. Esto pasa mucho, tal vez demasiado. La gente me dice que los periódicos no están para eso, que ellos informan y ya, que no se pueden poner a escribir poesía cuando tienen que cerrar una edición diaria. No creo. Es cierto que en una revista o en un blog uno puede expresarse más cómodamente y, en ciertos casos, con mayor libertad, pero aquello no quiere decir que los diarios tengan simplemente que cumplir. Me ha tocado presenciar y ser víctima de entrevistas en las que el entrevistador (desde estudiantes de facultades de periodismo hasta periodistas en ejercicio) sabe poco o nada del entrevistado. Entonces siento que estamos en malas manos, que los periódicos son autos conducidos por gente que apenas conoce las bases, que no podría librarnos de una emergencia con una asombrosa maniobra.



Hace años, un buen amigo que ya tiene hartas horas de vuelo me dijo “lo único que no quiero perder, es la capacidad de sorprenderme a mí mismo” Cierto, muy cierto, extremadamente cierto. Si cada día descubres que eres capaz de algo que pensabas no imposible, pero sí lejano y difícil, ya tienes una vida que vale la pena vivir (desde alcanzar la perfección en Guitar Hero hasta llevarte bien con tus viejos). Tal vez Newman siempre lo supo, y por eso escogió las películas que escogió. Pudo ser el galán de ojos azules que encanta a las mujeres y nunca pierde, pero no, se metió en problemas y varias veces hizo del tipo desubicado que no encuentra su esquina en esta sociedad. Y claro, todos nos andamos buscando. Mal que mal, si uno de veras quiere tener una existencia que le pertenezca, tiene que inventársela. Puedo concebir que alguien se pase tres días despierto, metiendo, probando, descubriendo, de pronto perdiendo el tiempo. Lo que no puedo concebir es que el tiempo se escurra en colas para pagar la luz, el cable o el teléfono. Newman se fue, nosotros nos quedamos y tenemos que hacer el relevo. Como ningún molde nos calza, toca armar uno a la medida, custom made. Esa es la lucha, creo.

9.26.2008

Adentro.


Estoy en Galápagos. Exactamente en Santa Cruz. Bueno, ni tanto, el hotel está alejado del pueblo como tal, una isla dentro de la isla, digamos. Viaje de trabajo, pero viaje al fin y al cabo. Salir siempre es bueno, a veces es mejor y hasta mucho mejor que entrar. Acá la gente dice afuera para referirse al continente. Por ejemplo: si alguien tiene una casa en su ciudad natal (en Galápagos nadie es de Galápagos), dice “tengo mi casa afuera, allá en mi tierra, aquí adentro sólo alquilo un cuarto” Adentro. Afuera. Afuera no te cuido, sólo adentro. Ayer tocaron los Jaguares en Quito, me hubiese gustado estar. Pero no pude porque estaba aquí adentro y Quito es allá, afuera, lejos. En los cuartos del hotel no hay televisión. No sé nada del Ecuador continental. Se siente bien. Ni siquiera me interesa preguntar. Me gusta no saber, sobre todo ahora, tan cerca de este domingo definitivo y definitorio. Ayer durante la cena empezaron las bromas. ¿Qué tal si al volver Correa está preso y León Febres Cordero sentado en Carondelet? Pero no, no he estado aquí adentro lo suficiente como para eso.




Aquí adentro la gente dice que el síndrome de la isla te agarra tarde o temprano. Te desesperas, te pones como loco, te sientes encerrado y lo único que quieres es salir corriendo, serías capaz de nadar hasta tierra firme. Las islas no son tierra firme, se están hundiendo y se están acercando al continente. Pasarán años, quizás millones de años, pero eventualmente Galápagos estará debajo del Ecuador y ya no existirá la región insular. Por lo pronto, disfruto el aislamiento. Aunque me queden pocas horas en las islas, me siento a salvo. Desconectar es casi tan importante como conectar. Uno tiene que poder darse el lujo de decir “y a mí qué me importa” y largarse, física, mental y hasta espiritualmente. El miércoles por la noche estuve en el centro, downtown, y pasé por la “fiesta” de fin de campaña del partido de gobierno. Todo muy gracioso y ridículo, medio Macondo medio show cómico onda Vivos. El alcalde hablaba de las virtudes de la nueva constitución, y cada vez que pronunciaba las palabras “partidocracia” o “pelucones”, un grupo que no pasaba de diez, todos uniformados con la verde-azul, aplaudían y gritaban emocionados. Parecía una broma, lo juro, el resto de gente, poca, menos de lo que me esperaba, estaba sentada en las veredas o en los comedores populares aledaños, me dio la impresión de que simplemente no tenían nada mejor que hacer. Si les preguntas, casi todos dicen que decidirán el voto allí, en el momento, con el papel de frente. Parecería que no les importa mucho porque, después de todo, están aquí adentro.


En Annie Hall, esa joya que Woody Allen estrenó en 1977, Diane Keaton le dice al mejor neoyorquino que Manhattan le gusta tanto porque es una isla, como él, que también es una isla. ¿Somos todos una isla?, ¿somos juntos un archipiélago? No sé, pero creo, firmemente, que dentro de cada uno de nosotros existe una isla y que en gran parte, vivir se trata de poblar esa isla. Hay que hacerlo con mucho cuidado. Las especies introducidas pueden exterminar la vida existente.

9.23.2008

Mishima según Schrader.


Paul Schrader (1946) se hizo un nombre colaborando con Martin Scorsese, cuando Scorsese estaba recién convirtiéndose en Scorsese. Schrader escribió los guiones de Taxi Driver (1976), Raging Bull (1980) y The Last Temptation of Christ (1988). Eran otros tiempos, días distintos, horas de combate, y la industria se permitía hacer películas con más fines que reventar la taquilla. Tal vez por eso, porque sus protagonistas entendían perfectamente que se trataba de un momento que terminaría más temprano que tarde, Francis Ford Coppola y George Lucas unieron fuerzas, a través de sus compañías American Zoetrope y Lucasfilm, para financiar una película escrita y dirigida por Paul Schrader, una de las películas más bellas y arriesgadas de la historia del cine norteamericano: Mishima, una vida en cuatro capítulos.



La cinta se estrenó en 1985, directamente en Cannes, compitiendo por la Palma de Oro. La prensa internacional la llenó de elogios. El crítico Roger Ebert cuenta que tras la premier, él y Schrader se encontraron en un restaurante japonés, donde también estaban Coppola y Lucas. Aunque se habían reunido para celebrar el buen recibimiento de la cinta, Schrader sabía que en su tierra el panorama cambiaría, se nublaría, y le dijo a Ebert “creo que he hecho mi última película” Coppola y Lucas invirtieron diez millones de dólares en la producción y convencieron a la Warner Bros de que la distribuyera. Era 1985, Lucas ya había hecho las tres primeras Guerras de las Galaxias, Coppola ya había pasado a la eternidad gracias al Padrino I y II, seguro los de la WB pensaron que cualquier cosa que les gustara a ellos le gustaría a todo el mundo. Se equivocaron. Mishima no llegó ni al medio millón de dólares en Estados Unidos, pero vaya que movió el piso de todos los que la vieron, y de qué forma.



Los cuatro capítulos escogidos por Schrader fueron: una dramatización del 25 de noviembre de 1970, cuando Mishima acabó con su vida abriéndose el estómago con una espada, en el despacho de un general del ejército japonés (el ritual se llama seppuku y termina con el principal involucrado decapitado); y tres espléndidas puestas en escena extraídas de las novelas El templo del pabellón dorado, La casa de Kyoko y Caballos desbocados. Además, aquí y allá, entran flashbacks donde conocemos al Mishima niño, adolescente y adulto, el Mishima bisexual que le dedicó tanto tiempo al cuidado de su cuerpo como al de su mente, el Mishima que creó un ejército privado para devolver el honor a los soldados japoneses, que se fue a los 45 dejando 35 novelas, 25 obras de teatro, 200 cuentos cortos y 8 volúmenes de ensayos. Creo que jamás había visto una película de tan jugada estructura narrativa. Paul Schrader, que conoce y ama la obra de Mishima, decidió contar la vida de un creador a través de sus creaciones, tratando de entender qué pasaba por la cabeza del escritor durante esos procesos, qué sucesos personales lo llevaron a escribir lo que escribió, porqué esas novelas y no otras. De pronto, esa es la única o la mejor forma de armar la biografía de los creadores: dándole vida a sus creaciones. No sé. No puedo estar seguro. Lo cierto es que Paul Schrader, como Hernán Cortés cuando supo que sus hombres querían volver de México a España, quemó las naves y se quedó allá, en el mundo que estaba explorando y que, de alguna manera, conocía de memoria. Schrader, qué duda cabe, había vivido en las páginas de Mishima durante años y, cuando llegó la hora de ponerlas en la pantalla, le dio al mundo del cine una lección muy Mishima: es la vida la que tiene que ser una obra de arte, y no al revés. Si Mishima hubiese sido, en efecto, la última película de Schrader, hecha justo cuando él pudo haber usado sus poderes para el mal, Schrader sería el cineasta perfecto, el héroe, el mártir, la razón para estrellarte contra el mundo y salir volando en mil pedazos.

9.18.2008

Los Pescados en el Quito Fest.

La gente se sorprende cuando le cuento que vamos a abrir el día del rock (este sábado 20 de septiembre) en el Quito Fest 08, de pronto el festival musical más importante del año. Me llegan mails y mensajes de texto, de amigos y conocidos, todos con felicitaciones, como si nos hubieran dado un premio, como si de pronto todo esto del rock manabita fuera algo serio o algo que puede tomarse en serio. La verdad es que sí, cómo no, nos gustó que nos inviten y vamos con todo, a tratar de romperla. Pero no deja de asombrarme la reacción de los seres queridos y cercanos, que se sienten parte de todo esto.



La verdad es que somos una banda chica, no porque seamos un dúo, sino porque tocamos poco, casi de vez en cuando, y no arrastramos miles de fanáticos a nuestras espaldas ni vendemos miles de copias de nuestro disco. Siempre supimos que hacer rock en el Ecuador era difícil, una cuestión de trabajo, algo que empieza como una diversión y de a poco se va transformando en una responsabilidad. A veces, uno piensa que ya no puede seguir tocando por cervezas, comiendo y durmiendo mal, sonando más o menos, con lo que hay. Entonces se te ocurre ser “profesional” y te mueves para eso, ensayas más, tratas de escribir mejor, intentas que lo que haces no esconda sus referentes pero tampoco los calque, en fin, tratas de hacer lo mejor. Pero claro, la vida se te cruza y te impide echarte de cabeza en la música. Este es un tema del que podría escribir durante semanas, sin parar, vomitando y vomitando. Así que mejor continúo con el tema que hoy nos ocupa. En Buenos Aires, dicen que una banda de rock se vuelve grande cuando toca en el estadio Obras, con capacidad para 5.000 personas, donde entre otros han tocado y grabado Almendra (la primera banda de Spinetta), Riff (una de las bandas de Pappo), Los Piojos, El Otro Yo y Calamaro. Al Quito Fest. van mucho más de 5.000 personas, obvio que no van a vernos a nosotros, pero igual, el chance está ahí.



Raro. Hace un par de años, faltando lo que falta para subir a un escenario como el del Quito Fest., hubiese estado nervioso, hasta con insomnio. Ahora me parece normal, rico, una raya más al tigre. Y me alegra compartir cartel con bandas amigas. El orden del día es: 12h00 Los Pescados. 12h45 Arkabuz . 13h30 Los Nietos. 14h15 Alicia se tiró x el parabrisas. 15h10 Cienfue (Panamá) 16h15 Can Can. 17h25 Zoé (México). 18h45 Plastilina Mosh (México). Creo que será un buen día que fácilmente puede evolucionar a un gran día.



Estando prácticamente a las puertas del 09, un año que presenta retos, pruebas, pasos grandes, saltos diría yo, empiezas con los planes. Con respecto a Los Pescados, puedo contar que ya estamos componiendo los temas del siguiente disco, que se llamará TODOS SOMOS PESCADOS. Surgen preguntas, como qué pasará con ese disco, ¿se venderá?, qué hacer con la distribución, con los medios, cómo volvernos noticia. Estas preguntas vienen del lado ejecutivo del proyecto, y bacán, alguien tiene que pensar en eso. Por nuestra parte, estamos concentrados en hacer el disco como si fuera el último, eso es lo que importa, la música, el resto puede venir o no venir y, a la larga, importará poco. Con Los Pescados me pasan muchas cosas, pero sobre todo me pasa que escucho el disco y digo bacán, esos somos nosotros. Lo que no me pasa con las páginas impresas, a las cuales me resulta difícil mirar a los ojos. Otro tema para escribir de largo, será en otra ocasión. Ahora todo es rock manabita, este sábado, en el Quito Fest., TODOS SOMOS PESCADOS.

9.15.2008

Hasta la próxima, Richard, y gracias.


Me llega la noticia de la muerte de Richard Wright, tecladista y miembro fundador de Pink Floyd. No me pongo a llorar. Lo que hago es recordar mis momentos Floyd, momentos que no hubiesen pasado sin Wright, o tal vez sí, pero no hubiesen sido iguales, ni cerca. Creo que mi primer momento Floyd sucedió a mediados de los noventa. Por esos días compartía cuarto con mi hermano mayor (sólo los que han pasado por trauma semejante saben de lo que hablo) y yo estaba feliz, muy feliz, el man andaba de intercambio en Inglaterra y tenía toda la habitación para mí. Sus discos habían quedado ahí, al alcance de la mano, expuestos. No los tocaba porque según yo eran las armas del enemigo, de la opresión. Además, recién empezaba a tocar batería en una banda y estaba completamente metido en la onda noventera, Nirvana, Pearl Jam, Stone Temple Pilots, The Smashing Pumpkins y demás joyas de la familia. Entonces, escuchar Floyd se me hacía aburrido, una pérdida de tiempo, cosa de viejos. Pero una noche, no sé bien porqué, tal vez en busca de una experiencia “adulta”, escuché el Dark Side Of The Moon tal cual mi hermano me lo había recomendado: echado en el piso, las luces apagadas, todo de una, sin moverme. Y algo pasó. Igual que cuando escuché el The Wall, metido en una tina llena de agua, solo, a oscuras. De pronto sentía que yo vivía en otro sitio, no en Portoviejo, y había viajado hasta allí montado en Pink Floyd. Poco tiempo después llegó el Ummagumma, esa clase de cómo se toca en vivo y, también, ese momento en el que uno asume que es dañado o que quiere ser, más que nada en esta vida, dañado, y meter todo. Esta, evidentemente, es la apreciación adolescente de Floyd, pero qué bien se sentía.



El tiempo pasa y así no lo quieras, cambia las cosas y también te cambia, si te paras tieso no cambia tu esencia, cambia sólo la carcasa, no el chip. En mi caso, con respecto a Floyd, creo que el cambio fue para bien. Hoy por hoy los escucho mucho menos que antes, a decir verdad, no los escucho casi nunca, no me hacen falta, pero los respeto un montón y cuando los vi reunirse para el Live 8 lloré como un niño. Ahí estaba Richard Wright, saludable, el pelo todo blanco pero de corte rockero, respetable. Había tensión en el escenario, y la gente pensaba que el problema era Water Vs. Gilmour. No. La gran pelea fue, es y será, Waters Vs. Wright. En 1979, Waters dijo que era capaz de quemar The Wall si Wright no abandonaba el estudio. Richard se puso la camiseta, jugo por el equipo, y se fue sin armar escándalos o ponerse a insultar a Waters en la prensa. Durante los conciertos de 1980 y 1981, Wright tocó con la banda, pero no en la banda, era un asalariado, un extra. Wright fue un caballero y eso se respeta, eso vale. Ahora que ha muerto, y amigos cercanos me dicen que están tocados, casi me dan ganas de estar más triste. Igual creo que es mejor recordarlo así, como ahora, con alegría, como a un tipo que no fue tu mejor amigo pero te hizo un favor, un gran favor. Fue por el Dark Side Of The Moon, en el que Wright tuvo mucho que ver, más de lo que se sabe o se piensa, que empecé a pensar en mi hermano mayor como un tipo que, de pronto, si uno le daba la oportunidad, el chance, podía ser de verdad, incluso agradable. No prenderé velas ni escucharé Floyd en silencio. Los artistas, los creadores, qué duda cabe, no mueren, es al revés, viven cada vez que uno se acerca a ellos y a sus obras. Lo siento mucho por sus seres queridos y cercanos, que compartían una convivencia y ya no lo verán desayunar en pijama y pantuflas, o sentado al piano en el medio de la noche, tocando lo que podría o no ser una canción.


9.12.2008

Copete con Los Tres.

Todo empezó por casualidad, diría que fue prácticamente un accidente. Estaba en la oficina, hablando con un colega periodista-rockero, contándole emocionado que loco, vienen Los Tres, sí, Los Tres de Chile, tocan la próxima semana, al aire libre, gratis. En eso aparece la Jefa, que cruzaba el pasillo rumbo a su oficina y nos escuchó y me dijo: esos Tres de Chile llamaron a ver si los queríamos entrevistar, pero no tengo idea de quienes son, entonces dije que no. Un viento helado corrió por mi cuerpo. ¿Tai hablando en serio hueón? O sea que pudimos haber entrevistado a Los Tres y nos negamos. ¿Estamos todos locos? Y bueno, no fue un pecado de maldad sino de una ignorancia harto perdonable, tomando en cuenta la distancia generacional. Había que hacer algo y pronto, ya. Llamé a la productora que nos había contactado, lo primero que me preguntó fue ¿usted sí sabe quiénes son Los Tres?. Yo crecí con Los Tres, soy fan, respondí. Ah, perfecto.



Pasaron unos días, muy pocos. El miércoles pasado me llamaron por la mañana y me dijeron ya sabemos cuándo es su entrevista, es hoy. ¡Hoy! OK, seguro, no hay problema, ahí estaré, gracias, chao. Al instante llamé a Eduardo “Syd Barros” Varas (acaso el blogger más disciplinado de este país y un perito en la materia Los Tres). Hey, Barros, la entrevista es hoy, primero vamos a la rueda de prensa y luego al hotel donde se están quedando. La rueda de prensa estuvo mucho mejor de lo que esperaba. Nunca había estado en una de esas y me temía lo peor, el típico periodista de cultura de un diario nacional, que no tiene ni la más remota idea de quiénes son esos a los que se supone debe preguntarles cosas, y termina escribiendo siempre lo obvio, onda “La banda de rock chilena Los Tres, visita por primera vez nuestro país, sus integrantes se mostraron muy contentos de estar en Ecuador y prometieron un concierto inolvidable” No sé, eso es por lo general lo que uno lee o ve en tele con el rótulo de rueda de prensa. Este caso fue distinto, varios de los periodistas convocados eran fans, sabían por dónde iba la cosa y en su mayoría las preguntas fueron respetuosas e inteligentes. Las respuestas, por su lado, fueron lo mismo serias e irónicas. Faltando horas nada más para otro 11 de septiembre, Álvaro Henríquez habló de Chile y de la memoria, de lo importante que es no perder la memoria y de que, sin importar cuánto tiempo pase, Chile estará siempre marcado por ese día. También dijo que de repente Los Tres se habían convertido en una banda de culto, como si uno de ellos hubiera muerto y por eso ahora todo el mundo los quería escuchar, como unos Pixies latinoamericanos. No se si sea tan así, pero algo de eso ahí. Los Tres, hoy por hoy, son más grandes que nunca, incluso más que cuando sacaron su estupendo MTV Unplugged.



Después de la rueda de prensa, al súper, a comprar una de Jack Daniel’s, la misión era, más que entrevistar a la banda, pasar un buen momento con ellos, como si fuésemos panas de toda la vida, y el viejo Jack puede hacer maravillas. Siempre es difícil y hasta duro conocer a la gente que uno admira, esa distancia entre obra y persona existe y a veces es infranqueable. Estábamos ahí, frente a frente con los tipos que hicieron “La espada y la pared” y “Fome”, discos clave para los que crecimos en los noventas, discos de esos que te dan una mano cuando se la pides. Los detalles de la conversación no los puedo revelar todavía, Barros y yo tenemos que elaborar una memoria a cuatro manos, que será publicada en un futuro no muy lejano, ilustrada con las fotos del gran Ivan Kashinsky. Por ahora, basta con decir que Los Tres son buen dato, frescos, para nada sobrados o distantes o tirados a rock stars. Henríquez, Titae y, ahora lo sé, Parrita, son buena compañía para el copete (como le dicen al trago en Chile). Terminada la entrevista fuimos a la fiesta de inauguración del nuevo Ananké, en la mera Zona, ponían tecno, Titae y Parrita se quedaron en el bar, mezclándose con la gente que más o menos los pescaba. Henríquez, Barros y yo nos sentamos en la cerca de una casa vecina, a tomar vino blanco y hablar de Bret Easton Ellis, de Fuguet, de la vez que conoció a Lou Reed, de cuando le dio la mano a Brian Wilson o se inclinó para darle un beso en la mejilla a Yoko Ono, y ella le dijo Chile, I know about that country because of John. La noche terminó en un sitio pequeñísimo cuyo dueño era una mexicano, tomamos tequila, Álvaro desapareció y cuando volvió, guitarra en mano, supimos que se venía el gran final. Henríquez y otro chileno, un tipo mayor que tocaba el acordeón, que apareció de la nada y coronó la velada, empezaron a tocar. No se puede pedir más. Eran las primeras horas del 11 de septiembre y estábamos ahí, tratando de corear temas del folk chileno, brindando con Los Tres. Si eres paciente y dedicado, jugado, entregado, apasionado... este oficio te premiará tarde o temprano.

La banda toca esta noche en Gkill, en el Heineken Music, y mañana en Quito, cerca de la cruz del Papa, Amazonas y Atahualpa, 20h00. Nos vemos allá.

Continuará...

9.08.2008

Leonard Cohen es el hombre.

Anoche, domingo, unos amigos y yo nos reunimos a ver los MTV Video Music Awards 2008. Lo hicimos, sobre todo, por nostalgia, todos sabemos que MTV ha cambiado para mal. Pero lo hicimos. Porque antes, en la belle époque, era un ritual, una noche especial, donde uno apostaba a quién ganaría y se emocionaba con las presentaciones en vivo. Those days are gone, my friends. Gone baby gone. Y claro, fue una decepción, demasiado rap, hip-hop, pop, demasiada fashion, y nada de rock. Por suerte, previendo el holocausto, por la tarde me instalé a ver I’m your man, el documental sobre Leonard Cohen, y quedé curado.



Como en el Shine a Light de Scorsese, este docu se da entre un concierto, pero en formato tributo, donde varios artistas interpretan los temas de Cohen. Jarvis Cocker, Beth Orton, Nick Cave, los hermanos Rufus y Martha (a quien no había escuchado y canta con un ángel después de rehab) Wainwright, entre otros, hacen como un Greatest Hits en vivo, logrando ponerse a la altura del maestro. Cohen no canta sino hasta al final, con U2 como banda de soporte, en otro sitio, que parece un burdel aniñado. Aunque U2 también ha cambiado para mal con los años, la canción Tower Of Song es un espectáculo.

Los testimonios de Cohen son abundantes, aquello se agradece, harto. El tipo, más que un cantante, es un escritor, un poeta consagrado que escribe por lo menos diez borradores de cada canción antes de atreverse a grabar. Y lo mejor es que ese esfuerzo se entiende pero no se nota. Es decir, como sucede con todo gran escritor, cada palabra parece la consecuencia natural de la anterior, como si todos los versos fueran parte de un gran libro que Cohen nos va entregando por capítulos. Pasa lo mismo con las mujeres que salen de su casa como si apenas se hubieran lavado la cara antes de pisar la calle, y sin embargo son más guapas que cualquiera. La voz es grave y profunda. Cada vez que se pega al micrófono, Cohen recita, declama, se confiesa. No canta, o digamos que simplemente entona, la música es casi una excusa para leer sus poemas frente a un público más masivo que el literario (lo que carga de belleza las versiones interpretadas a lo largo de la peli).



Dice Cohen que intentó usar blue jeans, pero nunca supo cómo hacerlo bien, jamás se sintió cómodo. Su padre estaba en el negocio de la confección de ropa y el pequeño Leonard creció usando trajes de dos piezas y corbata, como aparece en casi todas las tapas de sus discos. Viendo y escuchando a Cohen, me sentí frente a un escritor profesional, de esos que se levantan, se bañan, se visten, desayunan algo ligero y se sientan frente a la compu o frente a una ventana o en la banca de un parque, en las manos una libreta gastada, encienden un cigarrillo y luchan, combaten, se entran a mordidas con el vacío y con el mundo y así salgan magullados, tuertos o mutilados, encuentran el sentido en lo que hacen, en esta búsqueda nuestra que se consume día a día. Esto me parece clave, pelear por lo que uno hace, no por lo que va a lograr, sino porque el camino que se recorre tenga una dirección, un norte. Dice Cohen: me di cuenta de que las cosas son mucho más fáciles cuando no esperas ganar. Dice Cohen: mi reputación de mujeriego era una broma. Me hizo reír amargamente las diez mil noches que pasé solo.



Una de las letras que más me gustan de Leonard Cohen.

"Everybody Knows"

Everybody knows that the dice are loaded
Everybody rolls with their fingers crossed
Everybody knows that the war is over
Everybody knows the good guys lost
Everybody knows the fight was fixed
The poor stay poor, the rich get rich
That's how it goes
Everybody knows
Everybody knows that the boat is leaking
Everybody knows that the captain lied
Everybody got this broken feeling
Like their father or their dog just died

Everybody talking to their pockets
Everybody wants a box of chocolates
And a long stem rose
Everybody knows

Everybody knows that you love me baby
Everybody knows that you really do
Everybody knows that you've been faithful
Ah give or take a night or two
Everybody knows you've been discreet
But there were so many people you just had to meet
Without your clothes
And everybody knows

Everybody knows, everybody knows
That's how it goes
Everybody knows

Everybody knows, everybody knows
That's how it goes
Everybody knows

And everybody knows that it's now or never
Everybody knows that it's me or you
And everybody knows that you live forever
Ah when you've done a line or two
Everybody knows the deal is rotten
Old Black Joe's still pickin' cotton
For your ribbons and bows
And everybody knows

And everybody knows that the Plague is coming
Everybody knows that it's moving fast
Everybody knows that the naked man and woman
Are just a shining artifact of the past
Everybody knows the scene is dead
But there's gonna be a meter on your bed
That will disclose
What everybody knows

And everybody knows that you're in trouble
Everybody knows what you've been through
From the bloody cross on top of Calvary
To the beach of Malibu
Everybody knows it's coming apart
Take one last look at this Sacred Heart
Before it blows
And everybody knows

Everybody knows, everybody knows
That's how it goes
Everybody knows

Oh everybody knows, everybody knows
That's how it goes
Everybody knows

Everybody knows

Y el tema, con una traducción más o menos decente.


9.04.2008

Todos por Charly



El 9 de junio pasado, después de un concierto en Mendoza, Charly García desgarró dos habitaciones del Hotel Spa Solaz de los Andes, donde se hospedaban él y su equipo. La prensa dijo que tuvo un ataque de ira, producto del abuso de drogas y alcohol, y que incluso atacó a un miembro de su staff y se hizo daño a sí mismo. Todos lo vimos, atado a una camilla, boca abajo, sin camiseta, sin zapatos, sin lentes, la boca ensangrentada, sedado, como un animal salvaje cazado en plena selva de cemento. Yo lo vi en un canal nacional, en la sección de chismes de un noticiero, y no sé qué me dolió más, ver a un ser querido atrapado en el dolor, o que tratasen el tema como “la última locura de Charly García”, como si Charly fuera un simple drogadicto, sin saber que si Charly se va, el mundo perderá tanto como cuando se fue Mozart. Días después, empezó a circular en YouTube la escena en que los médicos lo dopan y lo amarran, imágenes de un celular que me hacen pensar que no todo debe verse, ni saberse, hay que poner límites. Charly echado en el piso de la habitación, “neutralizado para que no ataque a otras personas”, dice uno de los camilleros, mientras la única estrella de rock de Latinoamérica, con la dicción anestesiada, grita “hijos de puta, Hitlers, hijos de puta, fascistas de mierda”. Cada vez que pienso en ese momento, me apago.



Del hotel, en ambulancia, rodeado de cámaras y policías, lo trasladaron al Sanatorio Güemes, donde Charly pasó internado varios días, hasta que los médicos encargados de su caso le permitieron mudar la terapia a una casa de campo, la quinta de Ramón Bautista “Palito” Ortega, el músico sesentero. Ortega y García son amigos cercanos, íntimos, han grabado temas juntos en el estudio que Palito tiene en su quinta. Por unos días todo fue calma, sol, buenas noticias, se dijo que Charly había pedido una guitarra, que estaba componiendo y hasta grabando demos, sus próximas mejores canciones. Luego, el panorama cambió, que sí, que tenía días de creación y lucidez, pero también días en los que gritaba como loco, en los que se ponía violento, en los que el síndrome de abstinencia lo superaba y era capaz de matar por un trago y una línea. Finalmente, el caos, Charly volvió a perder el control en casa de Ortega y lo volvieron a encerrar, en la clínica neurosiquiátrica (acaso la forma diplomática de decir manicomio) Avril, del barrio Almagro, en Buenos Aires. Está en una habitación que da a la calle, las ventanas tienen barrotes, como en una prisión. Lo visitan ciertos familiares y amigos escogidos y permitidos por la ley, Palito Ortega, Nito Mestre, Pedro Aznar y León Gieco tuvieron que tramitar una autorización judicial para verlo.



La semana pasada, el martes 26 de agosto, sucedió algo maravilloso. Todo empezó en Internet, grupos de fans de García armando algo llamado el “musicazo”, la versión rock del famoso “cacerolazo” con que la Argentina entera reclamaba los delitos de sus políticos. Algo tan simple como esto: cuando den las 21h00, pones una canción de Charly, la que tu quieras, no importa dónde estés, puede ser en tu casa, en tu oficina, en tu auto, donde sea, la cosa es subir el volumen y abrir las ventanas, que el mundo sepa que esta noche TODOS POR CHARLY. La movida fue todo un éxito. Buenos Aires sonó a Charly García y los mas fans llegaron al pie de la habitación, con parlantes y guitarras, cantando “Cuando estés mal, cuando estés solo, cuando ya estés cansado de llorar. No te olvides de mí, porque sé, que te puedo estimular” y “Si estas palabras te pudieran dar fe, si esta armonía te ayudara a creer, yo sería, tan feliz, tan feliz, en el mundo, que moriría arrodillado a tus pies” y “Estamos, juntos, en la prisión”. El mismo Charly, dicen, tocó un par de sus canciones para los otros internos, y corrió la cortina de su ventana para saludar a la raza Say No More. Gente unida, gente luchando, aliados, militantes, cadenas de televisión, TODOS POR CHARLY, para decirle que lo esperamos, que rezamos por él, que sabemos que volverá pronto, con todo, a romperla, como siempre.



Aunque me enteré tarde muy tarde, me uno, me meto de cabeza, y todas las noches, a las 21h00, esté donde esté, así sea en el iPod, pondré algo de Charly hasta que se recupere. Se me hace que deberíamos hacer el musicazo ecuatoriano, una fiesta donde sólo se escuche a García en sus múltiples etapas. La grabamos, la ponemos en YouTube y que el mundo sepa que también en Ecuador, TODOS POR CHARLY.



9.01.2008

Conectados: Scorsese y los Stones


El director Martin Scorsese (Taxi Driver / Raging Bull / Goodfellas y un montón de las películas de nuestra vida) ha dicho varias veces que la música de los Rolling Stones ha sido clave en su carrera. En Mean Streets, su primera película, estrenada en 1973, no sólo usó música de los Stones, sino que se propuso hacer una cinta que se sintiera como una de esas canciones, en la atmósfera, en el feeling, como un cover que inspirado en el rock and roll se pasó al cine. Scorsese, dice, le debe mucho a los Stones, tanto, que ahora les hizo una película que, según él, tenía en la cabeza, plano por plano, desde hace más de treinta años.

Se llama Shine a Light y técnicamente hablando es un documental. Pero sobre todo son los Stones tocando en vivo, haciendo lo que mejor saben hacer, su show, y Scorsese dirigiendo las cámaras desde una cabina, sentado frente a mil monitores, sus cejas pobladas dos arcos tensos sobre sus ojos. Aunque la peli recién se estrena (y ya se consigue en Ecuador), el show es de 2006, cuando los Stones hicieron un concierto de caridad para la fundación de Bill Clinton, en el pequeño pero emblemático y precioso teatro Beacon de Nueva York. Al principio aparece Mick Jagger viendo la maqueta del escenario, preocupado porque todas esas cámaras pueden molestar al público. Según el director, las cosas se hicieron tal cual las exigencias del cantante. Según Jagger, nada de lo que ve fue lo que pidió. Todo es tensión. Jagger lidiando con el catálogo de la banda, tratando de armar un repertorio que complazca y desafíe (debe ser complicado teniendo tanto y tan bueno). Scorsese paseando nervioso por el escenario, encuadrando con las manos. El director de fotografía, Robert Richardosn (Natural Born Killers / Casino / Kill Bill I y II) probando luces, diciendo que si Jagger se para bajo ciertas lámparas por veinte segundos podría estallar en llamas. Mientras tanto, Keith Richards, Charlie Watts y Ronnie Wood, los otros Stones, parecen relajados, como si la cosa no fuera con ellos, juegan billar, fuman cigarrillos, toman algo, esperando el momento de salir. La lista de canciones llega a manos de Scorsese segundos antes de que empiece el show. El resto es magia.



En 1970, Scorsese editó la cinta del primer Woodstock. Ocho años después dirigió “The Last Waltz”, su primer largo rock, un documental sobre el último concierto de los legendarios The Band. Esa película es indispensable, y en estilo muy parecida a Shine a Light: un poco de backstage, un par de entrevistas antiguas, uno que otro testimonio actual, cositas pequeñas, precisas, y la música por encima de todo, la música como espacio único. Esperé meses y meses para ver a los Stones y Scorsese juntos, al enterarme que la cosa iba más por el lado concierto que documental propiamente dicho, no lo niego, se me rompió un poco el corazón, después de todo, en 2005 Scorsese lanzó No Direction Home, esa joya de cuatro horas de duración sobre Bob Dylan. Esperaba algo similar y lo que encontré fue un concierto magistral, tratado con altura, con estilo, con elegancia y con conocimiento de causa. Sólo para que tengan una idea, sepan que entre los operadores de cámara están, entre otros grandes, los directores de fotografía John Toll (The Thin Red Line / Almost Famous / Gone Baby Gone) y Robert Elswit (Good Night, and Good Luck / Syriana / There Will Be Blood). O sea, gente que ha ganado el Oscar a mejor cinematografía siguiendo al culo de Jagger.



Tal vez sea porque lo vi ayer antes de dormir, después de una semana larga, eterna, de mucho trabajo, mucho abuso y poco sueño, pero aun lo tengo en la compu y, cuando no lo estoy viendo, lo estoy escuchando (lo mejor es Connection, un tema viejo y poco rodado que canta Richards). Cada cuadro una pintura. Cada momento un evento. Se nota que Scrosese es fan de verdad, de esos que sienten cariño genuino. Se nota que el tipo quería hacer esto desde hace rato y no se permitiría nada menos que lo mejor. Al final todo es una lección de cine, de música y de arte: sin sabes dónde, cómo y cuándo mirar, puedes contar la historia de la banda más grande del rock and roll sin que los chicos tengan que responder preguntas.