6.30.2010
6.27.2010
ROSTROS: fotos de Iván Garcés
María Cecilia Sánchez, made in Colombia, es Lorna, quien se ve unida al viaje de Blanquito por circunstancias bastante peculiares.
Carlos Valencia, el icónico Ángel en Ratas..., es Fabricio, el profesional del volante.
En esta foto aparecen Javier Pico (Brian), Hugo Tello (Cuervo), Morófilo Cedeño (Wilson) y el conocido Henry Layana (Don Luis). La escena se rodó en las playas de El Matal.
Ella es Nelly Quevedo y, también, la señora Yenni, mamá de Blanquito.
Ahora estamos rodando en Gkill...
6.21.2010
Al vuelo
6.09.2010
Rodando
Mientras empaco mi maleta pienso en que hubo un momento en que las lágrimas salían de mis ojos sin que yo pudiese hacer nada para evitarlo. Eran ya varios años colaborando con el guión y yo no sabía para dónde iba la película ni mucho menos por qué iba donde sea que estuviese yendo. La historia y los personajes tenían problemas, sí, por supuesto, pero el gran problema, como siempre, era yo. Creo que ahora entiendo o empiezo a entender qué fue lo que me pasó y espero haberlo superado, o bien poder usarlo a mi favor. Lo cierto es que me encuentro doblando camisetas, revisando los bolsillos de las bermudas, buscando un bloqueador de sol, protegiendo el frasco de shampoo de mandarina que me traje de un hotel y seleccionando los libros y los DVD (más de lo necesario, obvio) que me acompañaran durante un mes de rodaje. Mañana a esta hora estaré en el Matal, un pueblo de pescadores al norte de Manabí, el mismo pueblo donde hace años fui a buscar la crónica que se volvió guión y en cuestión de horas empezará a volverse película.
Casi que no me lo creo y tal vez no termine de hacerlo hasta que el señor director diga el primer acción. Sé que los actores y el equipo de producción ya están allí, instalados, trabajando, pero siento que aún estamos levantando presupuesto y cuadrando agendas. En eso, y seguramente en muchas cosas más, el cine es bastante traicionero. Cuando se viene del papel, ya sea de la ficción o el periodismo, uno está acostumbrado a manejarlo todo con tiempos por fortuna apretados. Lo digo porque las revistas tienen que cerrar una edición cada mes y las editoriales, a menos que seas un completo desconocido o un autor consagrado, no pueden esperarte toda la vida. Entonces, uno escribe con la espeluznante certeza de que más tarde que temprano verá publicado eso que escribe o, más bien, quiso escribir alguna vez. Luego vienen la tortura y el consuelo de saber que nadie te lee. Sin embargo, no puedes escapar de ti mismo. Tú sí que te lees, y te odias. Pero sabes que el próximo mes tendrás que entregar algo más y tendrás la oportunidad de redimirte con una venganza. El cine, en cambio, prolonga la agonía como hacen los experimentados verdugos. Primero escribes y eres feliz pensando que tienes entre manos una gran película. Pero olvidas que el cine es una experiencia plural (los libros se leen en privado, las película se ven, por lo general, en la compañía de otros), que el guión no es tuyo sino de todos, que los coproductores y el fotógrafo y los actores tienen opiniones igual de o más válidas que la tuya. En ese momento hay un giro y quedas de cabeza. Y te sientes solo. Y te mereces aquella soledad por sordo y engreído. Además, empieza el trabajo sucio: armar carpetas para los posibles auspiciantes y sentarse a esperar sabiendo que el fin de la espera depende del dinero de una empresa o un fondo concursable que, a su vez, depende del humor y del criterio de gente que cree que por no conocerte puede conocer tu historia y ser objetiva al respecto. Pasan los días, los meses, los años, y la película pierde algo de brillo y se cubre, lentamente, de polvo burocrático. Esta producción, por ejemplo, debía haber sucedido hace más de un año, y ya ven. Pero yo, que mal que mal he sido un tipo con suerte, he logrado no sé cómo ni a cuenta de qué rodearme de la gente indicada. Todas las generosas manos que han pasado por este guión, empezando por las de un director que ha escrito mucho más que yo, no han hecho sino mejorarlo. Tal vez no esté listo porque de escribir se puede escribir para siempre, pero así como la única forma de abandonar un borrador es publicarlo, hay que rodar una película para dejar de pensar en ella y tomarla por la cintura y clavarle un beso de una buena vez.
Por medio de la presente anuncio que estaré desconectado durante unos días. En cuanto me sea posible, les daré detalles exclusivos del rodaje, cuyo blog no autorizado será este. Por lo pronto, suelto algunos nombres. Título tentativo: Pescador. Director: Sebastián Cordero. Productora: Lisandra Rivera. Director de Fotografía: Daniel Andrade. Protagonistas: Andrés Crespo y María Cecilia Sánchez.
Richard Price, que mucho sabe de este asunto, dice que escribir películas es como lanzarse para vicepresidente. Yo añadiría que cuando se trata de la primera vez es como despertar en medio del bosque y tratar de encontrar el camino de vuelta a casa. Ese camino empieza hoy.