En este siglo la gente envejece más
despacio. Una persona de, digamos, sesenta o setenta años, apenas comienza la
que podría ser la época más célebre y productiva de su vida. En el cine pasa
mucho; basta con ver cómo están llegando a sus años dorados directores como
Martin Scorsese (71), Woody Allen (78) o Clint Eastwood (83), filmando cada vez
más rápido y en ciertas ocasiones también con mayor intensidad que antes. Envejecer
dignamente frente a la cámara es más complicado –aunque Allen y Eastwood lo siguen
intentando–, pero se puede, hay que ver al elenco de RED y aprender.
Como en la primera parte, ésta, más que
una película, es una excusa para ver a grandes actores permitiéndose lujos en
apariencia superficiales que sus carreras, por lo general, no les permiten. Ok,
Bruce Willis sigue siendo Bruce Willis y para colmo carga con un discurso G.I.
Joe que lo obliga a hacer siempre lo correcto, pero la secuencia de acción en
la que enfrenta solo a un grupo de operaciones especiales que lo tiene
acorralado en una bodega de archivos es, cuando menos, una lección de
inteligencia y frialdad ante la estridente y torpe juventud. Luego están los
gestos maniáticos y los sombreros chistosos que cubren la calva de John
Malkovich, haciendo de su personaje una caricatura que parece dedicar su tiempo
libre a cazar a Bugs Bunny y tomar LSD para no pasar demasiado tiempo
desprendido de su propia realidad; Malkovich, que es también un narrador
interno al servicio del espectador distraído, es la vejez que imaginamos para
Murdock, el demente de Súper Comando. Y lo mejor, ¿puede una mujer de 68 años lucir
sexy en ropa de camuflaje mientras dispara a quemarropa con un arma en cada
mano?, sí que puede; esa mujer se llama Helen Mirren y su elegancia –verdadera
arma mortal– la ha convertido en una femme
fatale que brilla mientras otras la envidian desde la jubilación.
RED 2 tiene además magníficos puntos de
apoyo, la encantadora Mary-Louise Parker, cuyo aire doméstico en busca de
peligro llena la película de humor; el surcoreano Byung-hun Lee y sus rutinas
de refinado Jackie Chang (la pelea en que desmantela a la policía rusa armado
con la puerta de un refrigerador es asombrosa); y Anthony Hopkins, quien con
este papel de científico loco y perverso, aparentemente perdido en la
senilidad, redime algunos de sus pecados más recientes.
Estos retirados y
extremadamente peligrosos personajes luchan contra el terrorismo y las armas
nucleares, pero sobre todo luchan contra el paso del tiempo y, aunque no pueden
detenerlo, vaya que pueden hacerlo divertido.
(El Diario)
(El Diario)