8.29.2013

Los años dorados


En este siglo la gente envejece más despacio. Una persona de, digamos, sesenta o setenta años, apenas comienza la que podría ser la época más célebre y productiva de su vida. En el cine pasa mucho; basta con ver cómo están llegando a sus años dorados directores como Martin Scorsese (71), Woody Allen (78) o Clint Eastwood (83), filmando cada vez más rápido y en ciertas ocasiones también con mayor intensidad que antes. Envejecer dignamente frente a la cámara es más complicado –aunque Allen y Eastwood lo siguen intentando–, pero se puede, hay que ver al elenco de RED y aprender.

Como en la primera parte, ésta, más que una película, es una excusa para ver a grandes actores permitiéndose lujos en apariencia superficiales que sus carreras, por lo general, no les permiten. Ok, Bruce Willis sigue siendo Bruce Willis y para colmo carga con un discurso G.I. Joe que lo obliga a hacer siempre lo correcto, pero la secuencia de acción en la que enfrenta solo a un grupo de operaciones especiales que lo tiene acorralado en una bodega de archivos es, cuando menos, una lección de inteligencia y frialdad ante la estridente y torpe juventud. Luego están los gestos maniáticos y los sombreros chistosos que cubren la calva de John Malkovich, haciendo de su personaje una caricatura que parece dedicar su tiempo libre a cazar a Bugs Bunny y tomar LSD para no pasar demasiado tiempo desprendido de su propia realidad; Malkovich, que es también un narrador interno al servicio del espectador distraído, es la vejez que imaginamos para Murdock, el demente de Súper Comando. Y lo mejor, ¿puede una mujer de 68 años lucir sexy en ropa de camuflaje mientras dispara a quemarropa con un arma en cada mano?, sí que puede; esa mujer se llama Helen Mirren y su elegancia –verdadera arma mortal– la ha convertido en una femme fatale que brilla mientras otras la envidian desde la jubilación.  

RED 2 tiene además magníficos puntos de apoyo, la encantadora Mary-Louise Parker, cuyo aire doméstico en busca de peligro llena la película de humor; el surcoreano Byung-hun Lee y sus rutinas de refinado Jackie Chang (la pelea en que desmantela a la policía rusa armado con la puerta de un refrigerador es asombrosa); y Anthony Hopkins, quien con este papel de científico loco y perverso, aparentemente perdido en la senilidad, redime algunos de sus pecados más recientes.

Estos retirados y extremadamente peligrosos personajes luchan contra el terrorismo y las armas nucleares, pero sobre todo luchan contra el paso del tiempo y, aunque no pueden detenerlo, vaya que pueden hacerlo divertido.
 
(El Diario) 

8.12.2013

Dios tiene la culpa


La foto muestra a un bebé con los ojos cerrados y las manos juntas en oración. Debajo aparece la siguiente frase: Señor, no permitas que me inviten a beber hoy. Recuerda que soy débil.

Encontré la foto impresa en algún lugar del Putumayo colombiano, cerca de Pasto, pegada en la fachada de un lugar extrañísimo, una escuela primaria que en el patio trasero tenía una Maloca (sitio donde se hacen rituales de ayahuasca) y también una especie de prisión. De hecho, junto a la foto estaba un cartel anunciando esto: Horarios de visitas a los detenidos. Todos los días de 4:00 a 4:30 pm.

Ahora que conozco la frase y he sido bendecido por ella, sé que me habría bastado tipearla en un buscador para ver las varias aplicaciones que se han hecho en la red. Casi todas las fotos conservan el retrato de el bebé orador o de un bebé orador, pero las hay también con niños, con adolescentes en su primera comunión, con chicas que beben cruzando los brazos como una pareja de recién casados, con gatos religiosos y hay una, increíble, con Homero Simpson arrodillado en la sala de su casa, frente a su sagrado sofá.

No es para menos, la frase es perfecta. La voy a escribir otra vez sólo para darme el gusto: Señor, no permitas que me inviten a beber hoy. Recuerda que soy débil. En esas 13 palabras –que dicho sea de paso son 69 caracteres con espacios, ambos, entonces, números mágicos– el hombre, la mujer, el niño, el joven, la señorita y el gato y quien quiera sumarse, han encontrado por fin una recompensa práctica y atemporal al abandonar por completo toda voluntad y poner su vida en manos de Dios.

Si estás tranquilo en tu casa y un pana te manda un mensaje invitándote unas bielas conversonas; si saliste a la tienda a comprar atún y alguien te cruzó un shot de caña; si estás en una cena y te sirven vino con la comida; si al final de una reunión donde estuviste a punto de perder tu camello tu jefe te sirvió un whisky; si después de un concierto la banda te llevó al after; si esa man que nunca te ha parado bola de pronto te sirve un Zhumir Pink; todo bien, bebe, hazte bolsa. Te dije que era débil, Señor. Pilas mañana.

(El Comercio)  

8.05.2013

Love Poem To No-One in Particular



let me touch you with my words 

for my hands lie limp as empty gloves 
let my words stroke your hair 
slide down your back 
and tickle your belly
for my hands, light and free flying as bricks 
ignore my wishes and stubbornly refuse to carry out my quietest desires 
let my words enter your mind 
bearing torches 
admit them willingly into your being 
so they may caress yo gently 
within 


Mark O'Brien