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Durante un verano caluroso, Don Draper, desquiciado
entre los desquiciados de la Avenida Madison de Nueva York, executivo de
cuentas y director creativo de una agencia de publicidad, escribió en su diario
el que sería el mejor slogan de su carrera, aunque nunca lo usara en una
campaña más que aquella, siempre fallida, por tratar de entender quién era
realmente: When a man walks into a room,
he brings his whole life with him (cuando un hombre entra en una habitación,
lleva toda su vida con él).
Al principio de 100% Fresh, su nuevo especial cómico en Netflix, el primero en quizás
demasiado tiempo, Adam Sandler aparece caminando por un pequeño escenario y empieza
a cantar acompañado por un tecladista. Pero lo que vemos no es a un nuevo Sandler
sino a un Sandler total, con toda su vida puesta encima, dispuesto a revisitar
su autobiografía porque al final lo que uno hace cuando crea es, sobre todo,
inventarse una vida para sí mismo. No es el mejor de los comediantes, ni el más
fino ni el más acertado, ni el más incendiario ni el más agudo (quizás el más
tierno y comprensivo), pero sí, al menos para mí, uno de los más queridos, ese
tipo de gente que me resulta cercana aunque nunca, en rigor, hayamos estado ni
remotamente cerca. Él está allá, en la pantalla, y yo acá, viéndolo, como
siempre: nuestra relación es platónica y por eso indestructible.
Adam Sandler, The Sandman, dejó de frecuentar este tipo de shows cuando se
convirtió en una estrella de cine, hace veinte años, con el estreno de la entrañable
y detrás-de-la-música The Wedding Singer,
a la que siguieron, espalda contra espalda, dos obras mayores e igual de
contundentes, Big Daddy y Little Nicky, dejando en claro que nuestro
héroe podía llenar la pantalla y engrandecer cualquier historia por más pequeña
o simple y sencilla que pareciera (menos Little
Nicky, cuya trama, después de todo, nos muestra al hijo del diablo ganándose
en la tierra su derecho a gobernar el infierno). Un poco después vino Punch-Drunk Love, perla entre las perlas
del director Paul Thomas Anderson en la que, para muchos, Sandler entrega su
único papel decente: estos muchos, ahogados en su propio refinamiento idiota,
deben haber evadido la posibilidad de verlo en maravillas como Click (si la hubiera escrito y dirigido,
digamos, Charlie Kaufman, habría estado en Cannes) o You Don’t Mess with the Zohan, que son lo mismo surrealistas que inauditas.
(Para que esto no se convierta en un
listado de películas tipo IMDb, sólo
algo más y entre paréntesis. Entre los papeles “serios” de Sandler, que tampoco
es que los necesite con urgencia pues sabe perfectamente que a veces lo que se
necesita es basura de calidad, yo también contaría Funny People, que es a su manera una película de Paul Thomas
Anderson pero en clave de Judd Apatow y, hasta ahora, la gran o más importante
película sobre el Stand-Up comedy; y The Meyerowitz Stories, de Noah Baumbach,
que no sólo lo junta con Ben Stiller, con quien debería haber colaborado hace
años de años, sino que lo muestra en una de las posiciones en las que mejor se
defiende y funciona: el hombre que tiene edad suficiente para ser un adulto
pero ningún interés en ello. Pienso en una frase sacada de un cuento de Alberto
Fuguet: prefiero envejecer que crecer. Hasta aquí la parte nerd y cinéfila,
ahora volvamos al tema que hoy nos ocupa)
100%
Fresh no es un monólogo
cómico, es, más bien, una especie de concierto en el que Sandler, guitarra en
mano en varios de los momentos clave, va soltando canciones (demasiadas, es
cierto) que son a su vez pequeñas historias con melodía, chistes musicales, si
se quiere, y que se prenden de lo cotidiano hasta explotarlo a la máxima
potencia y convertirlo en la esencia ya
totalmente manipulada del show. Por ejemplo: una canción sobre el millón de
cosas que debes llevar a un viaje, empezando por tus llaves, tu teléfono y tu billetera; una
canción (mi favorita) sobre el Bar Mitzvah de un niño judío, con todas las
revelaciones del ritual, desde los regalos de amigos y parientes hasta el
vómito en el clóset después de la primera borrachera de su vida; una canción
(la más sentida y con un solo de guitarra memorable) sobre su amigo Chris Farley,
el cómico que se fue antes de tiempo y con quien compartió tablas en Saturday Night Live (donde, dicho sea de
paso, Sandler arrancó su carrera como escritor a los 23 años), que no se guarda
ningún detalle sobre los excesos de Farley ni tampoco esconde la nostalgia que
Sandler siente por su ausencia; una canción (la más romántica y el gran final) sobre
cómo ha sido compartir los caminos de la vida junto a su esposa, un remix del
clásico Grow Old With You de The Wedding Singer, que tal vez explica
como ninguna otra lo que uno debe estar dispuesto a hacer por el amor de su
vida si es que pretende la eternidad, y que The
Sandman voltea y termina dedicando al público. Somos nosotros los que te
agradecemos, nos has hecho todo más fácil o cuando menos nos has distraído
entre bache y bache.
El contrato que Adam Sandler firmó con
Netflix fue por un total de ocho películas exclusivas para distribuirse en la
plataforma, de las que ya se han estrenado cuatro, siendo la más afortunada,
hasta el lanzamiento de 100% Fresh, The Ridiculous 6, un western ridículo como
su nombre pero que aprovecha a su favor todos los clichés del género: la
crítica la odió y algunos nativo-americanos que trabajaron como extras en el
rodaje protestaron, luego, por la forma en la que habían sido retratados (valga
aquí otro dato de trivia, Adam Sandler debe ser el único actor en la historia
que ha hecho dos papeles en una de las peores cintas de todos los tiempos, Jack and Jill, y para eso se necesita
valor). Quizás ocho películas seguidas para una misma casa no puedan terminar
en otra cosa que la sobredosis, pero se sabe que el modelo de negocios de
Netflix es acaparar el mercado, producir en masa y esperar que de entre toda
esa cascada de producciones caigan, aquí y allá, un par de joyas que vayan
calzando en las coronas de sus espectadores, como ha venido pasando en los
últimos años. Yo sólo espero que una de esas joyas venga de Sandler, aunque con
100% Fresh me doy por servido, si esa
es la única verdadera joya de su periodo virtual sepan que será suficiente para
iluminar a las otras.
En el diario que llevó mientras
encontraba su novela luminosa, el
uruguayo Mario Levrero escribió: Cuando
uno es joven e inexperiente, busca en los libros argumentos llamativos, lo
mismo que en las películas. Con el paso del tiempo, uno va descubriendo que el
argumento no tiene mayor importancia; el estilo, la forma de narrar, es todo.
Yo diría que esa forma de narrar es
el personaje, y aquí tenemos a Adam Sandler en su mejor papel.
(El Comercio)
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