4.08.2019

Mopri (In Memoriam)



El cuarto de mi primo David era bacanísimo, como otro mundo, el mundo en el que yo quería vivir. Tenía un televisor Sony pantalla gigante, un equipo de sonido Toshiba con dos parlantotes más grandes que yo y un ecualizador lleno de luces, un Nintendo y unos juegos que nadie más tenía y que yo ni sabía que existían, un futbolín con jugadores azules y amarillos a los que les habíamos puesto números en la espalda y a los que hacíamos jugar un montón de partidos en cada campeonato que nos pegábamos, un aire acondicionado que congelaba, pero así, congelaba, y un aro de básquet de los Chicago Bulls en la puerta.

David era hijo único y lo tenía todo y su cuarto estaba forrado con posters en todas las paredes. Posters de Mötley Crüe, de Poison, de Guns N’ Roses, de Skid Row, de Bon Jovi, de Tesla y hasta de bandas como Slaughter o Scorpions que hablando la plena no nos gustaban tanto pero igual se veían bacanes. O sea, los manes se veían como nosotros queríamos vernos algún día, más claro. El papá de David, mi tío Mario, era piloto de Ecuatoriana, viajaba hartísimo a Miami y cada vez que regresaba le traía revistas Circus y Rolling Stone y Hot Parade. Y también discos. Discos en gajo.  

David me llamaba para que lo ayudara a sacar los posters de las revistas, a veces con tijeras y a veces con el estilete que usaba en las clases de dibujo técnico. El man parecía un doctor cuando cogía esas revistas, hacía todo despacito, y de ahí pegábamos los posters en las paredes con cinta scotch. Una vez arranqué a la fuerza uno de Tommy Lee y se rompió y mi primo casi me caga, nunca lo había visto cabreado, nunca tanto como esa vez, pero igual me lo regaló. David siempre me regalaba par posters para mi cuarto porque sabía que a mis viejos no les gustaba que me gastara la plata en esas huevadas. David era horrendo dato.

Mi tío Mario y mi tía Vivi, la mamá de David, se divorciaron cuando yo todavía estaba en la escuela y me parecía rarísimo, yo no conocía a nadie que se hubiera divorciado o que fuera hijo de padres divorciados. David era el único, pero yo nunca le preguntaba nada porque a mí no me hubiera gustado que me pregunten. Mi tío Mario vivía en Guayaquil, en Urdesa, y a veces David se iba para allá a pasar los fines de semana y me invitaba y pasábamos increíble. Íbamos a vagar al Policentro, nos metíamos al cine a ver cualquier película que estuvieran dando, y después mi tío nos llevaba a comer Burger King.

Pero lo más bacán de estar en la casa de mi tío Mario era encerrarnos en el cuarto de David. No era igual al de Portoviejo, no tenía las mismas cosas, era más pequeño, como estrecho, pero tenía televisión por cable y pasábamos toda la noche, hasta que amanecía, viendo MTV y grabando videos en VHS. A Portoviejo todavía no había llegado el cable así que teníamos que aprovechar y aunque mi tío Mario nos jodía por pasar ahí encerrados medio como la gaver nunca nos castigaba ni nada. Yo llevaba casetes en blanco y los llenaba con videos y algunos de esos los vendía en Portoviejo porque nadie más tenía esa música.



David tenía tres años más que yo, pero como que nunca me di cuenta. O sea, no parecía un man mayor. Lo único raro era que no le gustaba salir de caleta. Yo me podía pasar toda la tarde en la cancha o andando en bicicleta por la ciudadela o tumbando jobos y mangos de los árboles del patio de mi casa, pero él nunca quería, su huevada era escuchar música. Hacía como que tocaba la guitarra con una raqueta de tenis, cantaba mirando a la pared pero como si estuviera en un estadio lleno de gente, me tenía armada una batería con tarros de galletas y siempre me decía buena tocada, gordito, buena tocada.

Había bandas que mi primo tenía en disco y en casete, y yo lo jodía por eso, le decía angurriento, crúzate ese material, regálame los repetidos, pero el man me explicaba que los casetes los podía escuchar en su walkman y en el carro de mi tía Vivi, pero los discos no, y él sólo escuchaba originales. Entonces me grababa la música que yo quería en mis casetes y yo se la pasaba a los panas. Nos pasábamos días armando casetes, David era como un DJ profesional, pensaba mil veces qué canción poner antes que otra, y yo escribía la lista en el cartoncito ese con el que venían, primero el nombre de la canción y después el de la banda. Todo en orden y hasta con los minutos que duraba cada canción. Éramos unos duros. 



Un día pasó una huevada más tuca que cualquier otra que nos hubiera pasado antes. Yo había estado toda la tarde fuera de caleta, andando en bicicleta con los panas de la ciudadela. Me acuerdo que nos fuimos hasta la Avenida del Ejército, lejísimo, y dimos vueltas por el Parque del Niño hasta que los manes de ahí nos miraron mal. Cuando llegué a mi casa, como a las seis de la tarde o capaz a las siete porque ya estaba medio oscuro, me lo encontré a David acostado en la vereda, frente a la puerta, como muerto. Tenía un discman en el pecho, los audífonos en las orejas, y la música sonaba a todo volumen. 

Mi primo estaba como perdido en el espacio, como loco estaba el man. Dejé mi bicicleta en el suelo y me le acerqué. David tenía los ojos abiertos pero no me miraba. Era una cosa rara, miraba a través de mí, como si yo fuera un fantasma o un espíritu transparente o una de esas huevadas que uno ve flotando en las películas de terror. Le pregunté qué te pasa, pero no me respondió. Le volví a preguntar, oe, ¿qué te pasa?, y nada. Así que me le senté al lado y me quedé ahí porque me parecía que había que cuidarlo, que le podían robar el discman. Después de un ratote me pasó los audífonos y escuché lo que él había estado escuchando.

Ese día mi tío Mario le había traído a David el discman y un disco nuevo, el Nevermind. Me acuerdo que me quedé colgado viendo la portada, ese niño nadando en la piscina detrás de un billete de un dólar. No sabía qué hacer, me parecía maldita, pero también me hacía cagar de la risa. En Portoviejo todavía no había cable, pero ya cazábamos que a la media noche, después del himno nacional, Ecuavisa ponía la señal de MTV Latino y desde que escuchamos Nirvana nos quedábamos despiertos hasta que pusieran sus videos. Tomábamos Coca Cola y hablábamos por teléfono, cada uno en su casa, para estar pilas. No importaba si al otro día había clases. El que se dormía, perdía.


Nada fue igual después de Nevermind. Una tarde David me pidió que fuera a su casa a sacar todos los posters de las paredes. Al principio, como el gran cojudo que soy, no entendí muy bien qué le pasaba, pero lo acolité de todas maneras porque era mi primo y pensaba robarme cualquier cosa que el man fuera a botar. Sacamos los posters y los guardamos en cajas de zapatos y los más grandes los enrollamos y los metimos en un clóset, fue como un entierro. David tenía otros posters, unos nuevos, todos de Kurt Cobain y Nirvana, y forramos el cuarto con esos y recién ahí entendí por dónde iba la jugada. Mi primo me ofreció algunos posters viejos, pero yo ya no los quería, qué iba a querer a esos muertos.

Era inverno y hacía un calor recontra que hijupeuta, pero nos poníamos camisas manga larga de franela, a cuadros, como en Seattle, y andábamos era con pantalón largo, jeans con huecos en las rodillas, esa nota. Pasábamos todo el día encerrados en el cuarto de David escuchando Nirvana y a veces teníamos que apagar el aire porque mi tía decía que se gastaba mucha luz y que mi tío, que era el que pagaba, se ponía bravo. David se trepaba en el escritorio donde hacía los deberes y se lanzaba desde allí a la cama y se revolcaba como Kurt Cobain. Todo el día. Todos los días.



Yo no me di cuenta porque era pelado, pero de ley que mi primo como que se traumó. Los panas del man salían a dar vueltas en la Avenida, en carro, con peladas, pero David siempre estaba encerrado en caleta, escuchando música, grabando casetes, escuchando las mismas putas canciones. Escuchaba música hasta en la mesa, cuando mi tía nos servía la comida, era un pobre hijueputa. Tenía un cuaderno donde había escrito todas las letras de Nirvana, en inglés y en español. Un día me invitó a dormir y me hizo leerlas todas y escuchar todas las putas canciones como mil veces y después quería conversar pero yo le dije estás loco, primo, y me quedé ruco. Nunca más me invitó a dormir, ni cuando pasaron un concierto de los manes en MTV, por un año nuevo, creo.   

David se volvió un enfermito y yo me cagaba de risa y le decía habla, Nirvana. Le pidió a mi tío Mario todos los discos que iban saliendo y cuando le llegaban me llamaba y nos sentábamos a escucharlos y él me explicaba porqué cada uno era mejor que el otro. Son más salvajes, me decía, se nota que al man le cabrea lo comercial, va a destrozar la industria, vas a ver. Y yo me seguía cagando de la risa pero él nada, ponía cara seria, como los grandes. Yo quería hablarle de una pelada que me gustaba, pero él quería escuchar otra vez el Incesticide. Yo quería contarle que ya me había amarrado con la man, que la había besado en la boca, con lengua, pero él ya estaba perdido en el In Utero, que para qué, era la huevada más bacán que habíamos escuchado en la vida. 



El 8 de abril de 1994, me acuerdo clarito porque faltaban diez días para que  yo cumpliera 13 años, pasó otra cosa, peor que cualquiera que nos hubiera pasado antes. Era viernes y estábamos de vacaciones. Ese día me levanté temprano para grabar videos. En mi casa ya había cable pero mi viejo no me dejaba tener televisión en el cuarto entonces tenía que ir a la sala, y ahí me la pasaba, acostado en el sofá, rockeando. Vi la noticia apenas prendí el televisor, que siempre estaba en MTV. Habían encontrado a Kurt Cobain muerto en su mansión, se había volado la cabeza con una escopeta. Así dijeron: se voló la cabeza con una escopeta. Turrísimo, no lo podía creer. Llamé a la casa de David pero nadie contestó.

Lo llamé un millón de veces más, pero nada, y cuando fui a su casa mi tía Vivi me dijo que estaba encerrado en el cuarto y que no quería hablar con nadie. Igual le toqué la puerta del cuarto durísimo, a veces siguiendo el ritmo de las canciones que estaba escuchando, pero nunca me abrió. Me cansé y me fui donde mi pelada, que era un año mayor que yo. Me vio bajoneado y le conté de Kurt, de David, y ella me dijo que tenía una amiga que le podíamos presentar a mi primo y que capaz podíamos salir los cuatro a dar vueltas por la Avenida y a comer en el Big Burger. Me alegré, lo juro. Quizás después de la muerte de Kurt, pensé, David pueda tener una vida normal.

Lo encontraron en la cocina, tirado al lado del fregadero. Se había tomado un frasco entero de Pinoklin y no sé qué otra huevada. Lo llevaron al hospital, mi tía Vivi me dijo que le habían lavado el estómago, y le pusieron un suero. Cuando entré a verlo, parecía que estaba durmiendo. El man estaba pálido, pero yo creía que se iba a despertar porque estaba sonriendo. Sonreía, lo juro, y yo pensaba este man es el auténtico bacán, se va a despertar y nos va a mandar a todos a la mierda. El man estaba sonriendo y yo creía que se iba a despertar. Pero nada. De ahí mis tíos se lo llevaron en un avión-ambulancia a un hospital en Miami. Pero nada. Mi primo nunca se despertó. Era tres años mayor que yo, ya había cumplido los dieciséis.  

Lo enterraron en el Cementerio General, al lado del colegio Rey de Reyes. Eso siempre me ha parecido como la gaver porque a David lo botaron de ese colegio en tercer curso y el man siempre decía que los curas estaban enfermos. Yo lo vengo a visitar todos los años, de noche, cuando sé que mis tíos ya se han barajado de aquí. Mi tío Mario ya no volvió a comprar discos pero mi tía Vivi me dio todos los de David, y el walkman, y el discman. Traigo el discman y me pongo a escuchar Nirvana frente a su tumba. Escucho todos los discos y termino con el Unplugged, que fue el que mi primo nunca llegó a escuchar. Quién sabe, de pronto si veía a Kurt tan feliz como estuvo esa noche el man se salvaba. Quién sabe. David todavía no se despierta, pero yo igual le hablo aunque el man no me diga nada. Pasamos bacán. ¿Sí o no, primo?


@pescadoandrade / @mundodiners 



4 comentarios:

cordoviche dijo...

Sublime escritura como siempre. Lo leí hace años cuando salió la primera version, y lo volví a leer y me volvio a hacer temblar. Lo lei a mi esposa en voz alta que no es rockera, y se puso a llorar. Gracias por darnos estos escritos, y por seguir fiel a tu estilo. Necesitamos gente como tú para salvar lo cool.

Anónimo dijo...

gordoviche estudia de lunes a jueves

Juan Fernando Andrade dijo...

gracias por tus palabras
aquí seguiremos
dando la pelea
saludes!

Marco Lalama dijo...

Tengo el vhs grabado el día que sucedió: https://youtu.be/YSEN79EA7cM