Vamos a tocar el Himno Nacional, tienen que ponerse de pie.
- Frank Sinatra -
La place Claude-François, en el Distrito XVI de París, al costado derecho del Sena, le debe su nombre a una estrella pop que tenía 39 años cuando, mientras tomaba un baño de tina, notó que la lámpara que lo alumbraba parpadeaba. Se puso de pie, sus pantorrillas todavía en el agua enjabonada, levantó el brazo para ajustar la bombilla con la mano, recibió una descarga eléctrica y murió. Esto ocurrió el 11 de marzo de 1978.
Al día siguiente, en la otra orilla del mundo, el New York Times publicó una pequeña nota, apenas once líneas repartidas en tres párrafos, que termina así: componía la mayoría de sus canciones, y también interpretaba muchos hits americanos. El periódico, que a finales del pasado septiembre reveló una investigación según la cual Donald Trump pagó en impuestos nada más que 1.500 dólares durante sus primeros veinticuatro meses en la Casa Blanca, y debe, en préstamos que se vencerán en los siguientes cuatro años, un aproximado de 300 millones de dólares, se olvidó de decir que es en América, lo que ellos llaman América, donde más se ha escuchado una de las melodías de Claude François, mejor conocido como Cloclo.
Paul Anka, nacido en Ottawa, capital de Canadá, ciudad que limita con la franco-parlante Quebec, solía vacacionar con su familia en el sur de Francia, y fue ahí donde escuchó por primera vez, en 1968, la canción Comme d’habitude (Como de costumbre), hasta ahora, y en gran parte gracias al mismo Anka, el tema más popular de Cloclo; aunque el canadiense hable de el más bien con distante indiferencia: era el hit mediocre de un cantante francés, la historia de un matrimonio aburrido, y era muy gráfica; la escuché y supe que podía ser mejor. Según Paul Anka, la conversación en la que se hizo con los derechos de la canción duró media hora, o menos.
La letra de Comme d’habitude se traduce así:
Yo me levanto y te empujo
Tú no te levantas, como de costumbre
Pongo la sábana sobre ti
Tengo miedo de que sientas frío, como de costumbre
Mi mano acaricia tu pelo casi a mi pesar
Pero tú me das la espalda, como de costumbre
Después, me visto rápido
Y salgo del cuarto, como de costumbre
Tomo el café totalmente solo
Y ya estoy atrasado, como de costumbre
Me voy de la casa sin hacer ruido, como de costumbre
Afuera todo está gris, como de costumbre
Tengo frío, levanto el cuello de mi camisa
Como de costumbre
Voy a jugar a simular todo el día
Como de costumbre, voy a sonreír
Como de costumbre, hasta me voy a reír
Como de costumbre, trataré de vivir
Después, el día pasará
Yo, yo volveré, como de costumbre
Tú habrás salido, y no habrás vuelto aún
Como de costumbre, me iré a acostar solo
En esa cama grande y fría, como de costumbre
Y esconderé mis lágrimas
Pero, como de costumbre
Incluso en la noche, voy a jugar a simular
Como de costumbre, tú regresarás
Sí, como de costumbre, yo te esperaré
Como de costumbre, me vas a sonreír
Sí, como de costumbre
Como de costumbre, te vas a desvestir
Sí, como de costumbre, te vas a acostar
Como de costumbre, nos besaremos
Como de costumbre, ambos fingiremos
Sí, como de costumbre, haremos el amor
Como de costumbre, los dos fingiremos
La escucho por enésima vez para transcribir la letra, y no me parece nada mediocre: la música, una balada pop con arreglos de cuerdas y vientos dignos de la Filarmónica de Londres o de la OTI de José José, tiene un poder y un empuje asombrosos, y eleva la melodía por encima de las nubes; la apasionada y desesperada y enloquecida interpretación de Cloclo grita todo eso que no se dicen las parejas que, bajo el mismo techo y bajo la misma pandemia, llevan meses enteros sin dirigirse la palabra.
Claude François se hizo popular en 1962, cuando empezó, sí, es cierto, a traducir al francés éxitos anglo como Made to Love, de los Everly Brothers, acertadamente doblada como Belle, Belle, Belle, para luego pasar a las grandes ligas del rock and roll con temas de Los Beatles: sus versiones de I Want to Hold Your Hand (Laisse moi tenir ta main) y From Me to You (Des bises de moi pour toi) son tan ingenuas y encantadoras como a go-gó, perfectas para, digamos, ese Batman con panza que en las carnes de Adam West vencía a sus archienemigos bailando twist en los 60s.
Ahora bien, no fue nada de esto en lo que pensó Paul Anka cuando decidió conservar la melodía de Comme d’habitude pero reescribir la letra. A finales de 1968, Frank Sinatra estaba en Miami filmando la cinta Lady in Cement con una mojada y furiosa Raquel Welch. El 68’ fue un año clave para el rock. El Álbum Blanco de Los Beatles había ensanchado y diversificado su música hasta lo imposible, Jimi Hendrix y Pink Floyd crecían con la venta de sus respectivos discos debut, y en Europa se formaban Black Sabbath y Led Zeppelin. Así las cosas, cuenta el propio Anka, Sinatra se sentía perdido en un mundo que lo había adorado tanto y ahora lo desconocía y lo castigaba con sonidos distorsionados, con un ruido eléctrico que él trató de escuchar de la mano de su joven esposa, Mia Farrow. Sinatra odiaba a Elvis Presley y cuando escuchaba a los cuatro de Liverpool sólo podía preguntar una cosa, “¿Qué es esta mierda?” Curioso que años después grabara Something, el último tema que George Harrison cedió a Los Beatles, y se refiriera a ella como “Una de las mejores canciones de amor que se han escrito en los últimos cincuenta o cien años, y nunca dice te amo.”
Todavía en Miami, Anka visitó a Sinatra y el cantante más grande que ha pisado esta tierra le dijo “Voy a renunciar y me voy a largar de aquí”, refiriéndose no al rodaje de la película sino a la industria de la música. Afortunadamente, Paul Anka le creyó. Después de la visita, volvió a su hotel y entre la una y las cinco de la mañana, preocupado y afiebrado por el desvanecimiento de de su ídolo, despachó la letra de My Way en una máquina de escribir eléctrica y con una sola consigna en la cabeza: ¿Qué diría Frank? Dos meses después, tras haberla grabado en una sola toma en un estudio de Los Ángeles, Sinatra llamó al compositor canadiense y le dijo “Paulie, lo lograste, ésta es LA canción.” Y no se equivocó. My Way, que llegó a las radios y a las tiendas con las primeras luces de 1969, sería de ahí en adelante, más que cualquier otra, la cédula personal e intransferible de Francis Albert Sinatra. De hecho, RCA, la disquera de Anka, le reclamó por habérsela entregado, pero él dijo, “Hey, soy lo suficientemente joven para escribirla, pero no lo suficientemente viejo para cantarla. Esa canción es de él.” Paul Anka tenía veintisiete años, la edad que los rockeros decentes escogen para morir; Sinatra tenía cincuenta y tres.
(Corte a: 16 de julio de 1994. Los tenores Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti la cantan con un marcado acento extranjero. Sinatra, de setentaiocho años, los ve desde su asiento en primera fila y no puede creer lo que está viendo ni, mucho menos, lo que está escuchando. Al final, los tenores levantan cada uno su mano izquierda y lo señalan con respeto y humildad y eso que llaman amor. Sinatra se pone de pie, aplaude, les lanza un beso, vuelve a aplaudir. Pero son los tenores los que terminan aplaudiéndolo a él, que morirá cuatro años más tarde).
La letra de My Way, conocida en español como A mi manera y bautizada por su mejor intérprete como El Himno Nacional, es incontenible y hasta dan ganas, muchas ganas, de vivir con la única meta de ganarse el derecho a cantarla justo antes de que, irónicamente, se prendan las luces y quien la cante desaparezca entre ovaciones; minutos o segundos antes de que quienes la escuchan dejen de aplaudir y recojan sus cosas y regresen a sus casas para ya no vernos nunca más. En español la cantan desde Julio Iglesias hasta Vicente Fernández (en una versión ranchera cuya música supera, por mucho, a su letra), pero fue la argentina María Marta Serra Lima quien se apropió realmente del tema, al punto de presentarla como la canción más importante de su carrera, el éxito “con el cual la gente en todo el mundo me identifica.”
María Martha canta esto:
Estoy mirando atrás, y puedo ver mi vida entera
Y sé que estoy en paz, pues la viví a mi manera
Crecí sin derrochar, logré abrazar el mundo todo
Y más, mil sueños más, viví a mi modo
Dolor, lo conocí, y recibí compensaciones
Seguí sin vacilar, logré vencer las decepciones
Mi plan jamás falló, y me mostró mil y un recodos
Y más, sí, mucho más, viví a mi modo
Esa fui yo, que arremetí
Hasta el azar, quise perseguir
Si me oculté, si me arriesgué
Lo que perdí, no lo lloré
Porque viví, siempre viví, a mi manera
Amé, también sufrí
Y compartí, caminos largos
Perdí, y rescaté, mas no guardé tiempos amargos
Jamás me arrepentí si amando di todos mis sueños
Lloré, y si reí, fue a mi manera
Qué pueden decir, o criticar
Si yo aprendí a renunciar
Si hay que morir y hay que pasar
Nada dejé sin entregar
Porque viví, siempre viví, a mi manera
Leo esto y pienso que quizás, en un decreto de justicia poética y de manera completamente accidental (acaso la verdadera forma de hacer justicia), Paul Anka escribió la letra de My Way también para Claude François.
Cloclo, que se preocupó en cultivar la imagen de un ídolo de juventudes al punto de ocultar, durante cinco años, la existencia de su segundo hijo pues le parecía que dos niños eran demasiados para un artista que apelaba, en gran medida, a las adolescentes que le pedían dinero a sus padres para comprar sus discos, vivió muy a su manera. Tuvo entre sus filas a un grupo de bailarinas llamadas Clodettes; giró todo lo que pudo por Europa y, en 1971, se desplomó sobre un escenario de Marsella a causa del agotamiento; se libró de una bomba puesta y detonada por el Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés), mientras hacía una visita promocional a Inglaterra en 1974; fundó y manejó dos revistas, una dedicada al público juvenil y otra reservada para el público adulto, en esta última también fungió de fotógrafo; y vendió setenta millones de discos antes de, en vísperas de su primera gira por Estados Unidos, morir pegado a un foco de luz. (Para más información, ver Cloclo, del 2012, protagonizada por el gran Jérémie Renier).
Pero nada, nada, como My Way, que en versión de Sinatra y durante un año eminente y mundialmente rockero, 1969, se mantuvo en la lista de las cuarenta canciones más escuchadas en Norteamérica durante setentaicinco semanas seguidas, un récord que nadie ha podido alcanzar hasta el sol de hoy.
Para cantar My Way, insisto, hay que ganársela. Como Elvis, que nunca pudo cantarla como se debe, pero vaya que se la merecía. Como los buenos borrachos, que vuelven a su hogar de madrugada después de haber dejado el alma y el dinero en algún lugar que nunca existió. O como Sid Vicious, que grabó la versión punk con Los Sex Pistols para una secuencia inolvidable de la película The Great Rock N’ Roll Swindle (La gran estafa del Rock N’ Roll), que concluye cuando él suelta el micrófono y toma un arma y asesina al muy emperifollado y muy adulto público presente. Así quería matar yo a todo al mundo, en algún lugar de mi adolescencia, cuando descubrí a Los Pistols. Mi padre, el primero en entregarme esta canción, naturalmente, vía Sinatra, nunca reclamó, me dejó escuchar My Way a mi manera y a todo volumen. Como corresponde.
Y bien, creo que sólo falta un detalle, algo no menor: la traducción al español de la letra de Paul Anka, pues en nuestro idioma nunca se ha cantado con fidelidad. Les diría que me disculpen por el atrevimiento y la torpeza, pero I did it my way. Jódanse.
El final está cerca, y me enfrento al último acto
Amigos, lo diré claramente
Expondré mi caso, pues sólo tengo certezas
He vivido una vida plena, viajé por todas las carreteras
Y más, bastante más, todo lo hice a mi manera
Me arrepentí un par de veces
Pero, la verdad, demasiado pocas como para mencionarlo
Hice lo que tuve que hacer, siempre dándome cuenta, sin excepciones
Planeé cada recorrido, cada cuidadoso paso sobre el camino
Y más, bastante más, todo lo hice a mi manera
Sí, hubo momentos, ustedes seguro lo saben
En los que mordí más de lo que podía masticar
Pero incluso entonces, cuando tuve dudas
Me las comí para escupirlas
Lo enfrenté todo, me mantuve de pie
Y lo hice a mi manera
Amé, reí y lloré
Me dieron lo que merecía, y perdí ciertas cosas
Y ahora, que las lágrimas vienen en camino
Todo me parece asombroso
Pensar que hice todo lo que hice
Y dejen que diga esto sin vergüenza
Yo no siento vergüenza
Porque lo hice a mi manera
¿Para qué sirve un hombre?
¿Qué es lo que tiene?
Si no es él mismo, pues no tiene nada
Tiene que decir las cosas que verdaderamente siente
Y no las de aquel que se arrodilla
La Historia lo muestra, recibí los golpes
Y lo hice a mi manera
@pescadoandrade / @mundodiners
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