Tal vez empezó mucho antes y en otro lugar, pero para Los Pescados todo empezó una noche en un bar subterráneo llamado La Fábrica. Llevábamos unos pocos meses componiendo y más allá de un par de tocadas en el minúsculo Café Arte de Guápulo, nuestro escenario se reducía al cuarto de un departamento que da a la Seis de Diciembre, en Quito.
Tocar en Guápulo, para una banda absolutamente desconocida y más escandalosa que otra cosa, estaba más que bien. Hubo momentos, no conciertos enteros pero sí momentos, en que nos acercamos remotamente a la música en el Camino de Orellana. Para un aspirante a rockero vivir en Quito tiene una ventaja clave: mal que mal, existe un gran público hambriento e insaciable que busca bandas nacionales como los conquistadores buscaban oro. Sabíamos que si conseguíamos mover algo de gente en Quito habríamos logrado, en general, algo. También sabíamos que tarde o temprano nos tocaría dar la cara en nuestra casa. Además, fuera del distrito Guápulo, ése era el único lugar donde nos dejarían tocar.
La primera vez que mostramos las escamas en La Fábrica la gente no entendía muy bien lo que estaba pasando ni por qué estaba pasando eso que no entendían. Después de todo, como la mayoría de ciudades-pequeñas-pueblos-grandes del Ecuador, Portoviejo siempre ha estado sometido al régimen absolutista, fascista y sangriento de los covers, y nosotros volvíamos al lugar que nos vio nacer con un repertorio inédito y no muy cuajado que digamos. ¡Ah!, también tocábamos una versión de Bastards Of Young de The Replacements que aún extraño pero que tan solo unos pocos entusiastas supieron vacilar. En fin, el tema es que esa noche fue complicada, difícil, extraviada y, ante todo, emblemática. Sin saberlo, fuimos la primera banda de nuestra onda que se mandó un concierto entero con su propio material. Esa noche, según dicen, pasaron cosas. No puedo hablar por el resto, pero por lo menos a nosotros nos pasó mucho de lo que nos pasaría después.
De no ser por La Fábrica, y de esto estoy seguro, jamás habríamos logrado terminar El Año del Pescado, nuestro primer disco (2007). Supongo que al principio éramos un atractivo freak show o un acto de caridad, sea como fuere, la gente iba a los conciertos y hasta llenaba el lugar. Fue entonces, durante esos shows, cuando nos dimos cuenta de que Los Pescados podían conectar con alguien más que ellos mismos. Allí supimos que Todo el día, Quiero Dormir, Todos te miran, Virus y Descompuesto no eran nuestras canciones sino de la gente que las escuchaba a solas y hacía momentos con ellas. Allí tuvimos nuestra primera, pequeña y aguerrida tropa de aliados. Sin esas tempranas tocadas en La Fábrica, en las que gente pegada al techo sacaba sus pulmones por la garganta, quizás no seguiríamos aquí. La Fábrica, la onda de La Fábrica, la resistencia de los “sábados alternativos” de La Fábrica y, sobre todo, el personal que va y mueve a La Fábrica, nos dio cancha y sentido.
Con el tiempo, La Fábrica se convirtió en la embajada del rock en Portoviejo. Por allí pasaron y espero sigan pasando gente de la calaña de Ultratumba, Los Niñosaurios, Los Brigante, Biorn Borg, Los Nietos, La Rocola Bacalao, Sudakaya, Macoñeiros, Cadáver Exquisito, Micrófono Sordo y Luis Rueda. O sea la raza.
Este sábado 24 de julio La Fábrica Pub cumple 5 años. Como fieles obreros que somos, estaremos ahí haciendo nuestro trabajo junto a los colegas de La Rola (que ya sacó disco y con gran nombre: La verdad del plato la sabe la cuchara) y Lagartija Electrónica (The Cents, para los amigos, que ya están grabando y preparándose para poner sus armas sobre la mesa). Curioso, hace cinco años tocar música propia en Portoviejo era la peor idea que se le podía ocurrir a los rockeros locales. Ahora son las reglas de la casa. Como dicen en Manabí: o me cumples o te jodes.
Tocar en Guápulo, para una banda absolutamente desconocida y más escandalosa que otra cosa, estaba más que bien. Hubo momentos, no conciertos enteros pero sí momentos, en que nos acercamos remotamente a la música en el Camino de Orellana. Para un aspirante a rockero vivir en Quito tiene una ventaja clave: mal que mal, existe un gran público hambriento e insaciable que busca bandas nacionales como los conquistadores buscaban oro. Sabíamos que si conseguíamos mover algo de gente en Quito habríamos logrado, en general, algo. También sabíamos que tarde o temprano nos tocaría dar la cara en nuestra casa. Además, fuera del distrito Guápulo, ése era el único lugar donde nos dejarían tocar.
La primera vez que mostramos las escamas en La Fábrica la gente no entendía muy bien lo que estaba pasando ni por qué estaba pasando eso que no entendían. Después de todo, como la mayoría de ciudades-pequeñas-pueblos-grandes del Ecuador, Portoviejo siempre ha estado sometido al régimen absolutista, fascista y sangriento de los covers, y nosotros volvíamos al lugar que nos vio nacer con un repertorio inédito y no muy cuajado que digamos. ¡Ah!, también tocábamos una versión de Bastards Of Young de The Replacements que aún extraño pero que tan solo unos pocos entusiastas supieron vacilar. En fin, el tema es que esa noche fue complicada, difícil, extraviada y, ante todo, emblemática. Sin saberlo, fuimos la primera banda de nuestra onda que se mandó un concierto entero con su propio material. Esa noche, según dicen, pasaron cosas. No puedo hablar por el resto, pero por lo menos a nosotros nos pasó mucho de lo que nos pasaría después.
De no ser por La Fábrica, y de esto estoy seguro, jamás habríamos logrado terminar El Año del Pescado, nuestro primer disco (2007). Supongo que al principio éramos un atractivo freak show o un acto de caridad, sea como fuere, la gente iba a los conciertos y hasta llenaba el lugar. Fue entonces, durante esos shows, cuando nos dimos cuenta de que Los Pescados podían conectar con alguien más que ellos mismos. Allí supimos que Todo el día, Quiero Dormir, Todos te miran, Virus y Descompuesto no eran nuestras canciones sino de la gente que las escuchaba a solas y hacía momentos con ellas. Allí tuvimos nuestra primera, pequeña y aguerrida tropa de aliados. Sin esas tempranas tocadas en La Fábrica, en las que gente pegada al techo sacaba sus pulmones por la garganta, quizás no seguiríamos aquí. La Fábrica, la onda de La Fábrica, la resistencia de los “sábados alternativos” de La Fábrica y, sobre todo, el personal que va y mueve a La Fábrica, nos dio cancha y sentido.
Con el tiempo, La Fábrica se convirtió en la embajada del rock en Portoviejo. Por allí pasaron y espero sigan pasando gente de la calaña de Ultratumba, Los Niñosaurios, Los Brigante, Biorn Borg, Los Nietos, La Rocola Bacalao, Sudakaya, Macoñeiros, Cadáver Exquisito, Micrófono Sordo y Luis Rueda. O sea la raza.
Este sábado 24 de julio La Fábrica Pub cumple 5 años. Como fieles obreros que somos, estaremos ahí haciendo nuestro trabajo junto a los colegas de La Rola (que ya sacó disco y con gran nombre: La verdad del plato la sabe la cuchara) y Lagartija Electrónica (The Cents, para los amigos, que ya están grabando y preparándose para poner sus armas sobre la mesa). Curioso, hace cinco años tocar música propia en Portoviejo era la peor idea que se le podía ocurrir a los rockeros locales. Ahora son las reglas de la casa. Como dicen en Manabí: o me cumples o te jodes.
2 comentarios:
Muy buen resumen de lo que significa la fabrica en el espectro rockero de Portoviejo Rock City!!!!!!1
D,
gracias x tu comentario. ese lugar ha sido la casa d los q no teníamos casa. sí, la fábrica significa.
saludes
Publicar un comentario