9.05.2011

Duro de matar


El año pasado ocurrió un suceso que debe recordarse todos los años, la editorial Mar Abierto, de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, publicó 17 puñaladas no son nada, la antología personal del escritor mantense Pedro Gil, para muchos, el único, el verdadero, el auténtico poeta maldito, aunque eso en realidad no importe nada.

Lo que importa es que este box set incluye cuatro libros de poesía completos, además de versos y relatos escogidos – the best of – de otros cuatro libros, todos escritos entre 1989 y 2010. Lo que importa es que las líneas de Pedro Gil tienen filo y pueden cortar, cortarte, si no te agarran bien parado. Un tipo que aprovecha un poema para preguntarle a su madre si lo hizo con ganas, si disfrutó del sexo que lo trajo al mundo, merece nuestro respeto.

Pedro Gil se lo tomó todo y amaneció en la calle, pero no es Bukowski. Pedro Gil se lo metió todo pero no vive en una escena de Trainspotting. Pedro Gil se las pegó, se las pegó de verdad, pegó y le pegaron y esos golpes lo hicieron la máquina de ingenio y sensibilidad que es, el que puede escribir estoy considerado como uno de los mejores atletas del ocio, el que puede escribir las Damas de la Sociedad Difunta han sido más inquietas que las gallinas, el que se despide diciendo: he recibido bravos hurras y aplausos/por sudar y escribir El Poema/gracias, muchas gracias/amigos parias/amigos con carros/muy amables amigos académicos/aquí tengo mi talento/El Poema/el que salí a buscar/desde la entrepierna de mi madre/¿qué hago con él? ¿se los doy? ¿lo quieren?/¿me lo como? ¿qué hago?

Las 17 puñaladas vienen del mar, del pescado que espera en el mercado de Tarqui con la boca abierta y la mirada perdida, de los labios consumidos del matón ocasional que solo quiere seguir fumando. Pedro Gil escucha salsa y rockea como el que más, cuando quiere, cuando decide escribir, la parte, la rompe. Soy demasiado poeta para morir, dice uno de sus mejores inventos. Duro de matar, en todo caso. Quédate de este lado, poeta, que los muertos no escriben y allá abajo no hace calor, hace frío, está helado.

(El Comercio, 04/09/11)


Juanito Peinilla

Tenías que acostúmbrate a la vulgaridad de los chicos bien

Tenías que entender que un blue jean y una grabadora no vienen mal

Aunque la casa está cayéndose llena de cucarachas


Tenías que saber hace rato que las escenas de amor con Casandra

Fracasaron porque preferías oír a Rubén Blades

Sentir que la muerte es blanca en el callejón de los ángeles

Entre asesinos y asesinados


Tenías que poner cara de palo al negativismo de mamá

“cansada de esperar hijos borrachos”


Todo este rollo conmueve

Como la tarde en que me avisaron

Que mi hermano había caído por ladrón

Y papá no tenía plata


Nada que ver si la madrugada

Sorprende cerebros rescatables/dedos amarillos

En busca de un paquete de evasiones


Hay que ser sinceros:

La miseria, ¿es culpa de los miserables?


Tenías que pasar a limpio el borrador de tu sinsentido

Tenías que subir de categoría en la domesticidad

Morboseando dinero

Arranchando cadenas de arrepentimiento

Ultrajando discotecas


Tenías que saber que nuestra alegría es desechable

Como las cervezas enlatadas

Tenías que marcar el paso del desaliño

Tenías que traer las últimas noticias

Pero “la vida te da sorpresas/sorpresa te da la vida”


Las Damas de la Sociedad Difunta

Han sido más inquietas que las gallinas

En casa todo lo sabíamos

Menos eso

(la civilización tiene sus cosas)


Tenías que limpiarte esas alcohólicas legañas

Pero “tú estás peor/no estás en nada”.


Del libro delirium tremens (poesía), 1993.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay pocos poetas, Pedro Gil es uno
elías