Canción 5.1 : El chico encuentra a su padre y le pide que regrese.
El chico tiene diecisiete años. Parece mayor. Es alto, de hecho, es la persona más alta que conoce y en el colegio sus compañeros se burlan de él por eso. Pero ya no está en el colegio. Ha pasado las últimas dos semanas viajando en buses y en camiones y en cualquier cosa a la que ha podido subirse.
Partió de Quito y ahora está en Playa Cristal, cerca de Santa Marta, en el caribe colombiano. Mientras venía en la lancha que lo trajo desde el Parque Nacional Tayrona, pensó que él también podría vivir aquí, que si quisiera esconderse, probablemente habría escogido este lugar o uno parecido.
El chico camina por la playa, entra a un restaurante donde ofrecen pescado frito y arroz con coco. Pregunta por Ulises y le parece curioso que todo el mundo lo conozca pero que nadie le diga Ulises sino El Ecuatoriano. Sí, es ecuatoriano, es un buzo ecuatoriano, dice el chico. Le dan direcciones y lo guían hasta una pequeña cabaña cuyo letrero dice: Expediciones Submarinas Penélope.
No hay nadie y el chico se sienta en un tronco a esperar. Compra un coco, se toma el agua casi de un solo trago y pide que se lo partan para comerse la carne. Luego abre su mochila y saca la foto de Ulises que lleva consigo. Est á ajada y en las esquinas tiene manchas de algo que podría ser café. La imprimió antes de salir de su casa y cree que la ha visto más de un millón de veces desde entonces. Sabe que la ha visto todas las mañanas, al despertarse, y todas las noches antes de irse a dormir. Sabe que cada vez que ha podido la ha sacado de la mochila a la hora del almuerzo y ha comido mirando los ojos de Ulises.
En la foto, Ulises sale junto a una criatura muy rara que el chico no se atreve a llamar pez, inmensa y de un solo ojo. El artículo que está debajo cuenta cómo Ulises estuvo a punto de morir durante una de sus expediciones: salió con un grupo de turistas holandeses, la criatura se cruzó en su camino y él la enfrentó mientras el resto volvía a la superficie. Sin quererlo realmente, el chico se ha aprendido esas líneas al pie de la letra, y es lo que ha dicho cuando, en el camino, alguien le ha preguntando, ¿qué hace tu papá en Colombia?
Detrás de la foto, el chico escribió una lista de cosas que quiere decirle a su padre. La mayoría son preguntas más bien generales, ¿por qué te fuiste?, ¿por qué no volviste a escribir?, ¿por qué nunca me has llamado? Al final de la lista, escrita con mayúsculas y encerrada en una especie de marco grueso, hay una frase que dice: VOLVER Y SALVAR A MI MAMÁ.
Se acerca el medio día y el sol lo cocina. El chico se arrima a la pared de la cabaña, bajo la sombra, y de a poco se deja caer hasta quedar acostado en el suelo, la cabeza sobre la mochila, los ojos cerrados. Dos horas después, un hombre lo despierta llamándolo por su nombre. Telmo, le dice. Telmo. El chico se lleva la mano a la cara, se restriega los ojos y ve a Ulises, su padre.
Aún cuando están sentados, Telmo es más alto que Ulises. Se vieron, se abrazaron en silencio. El chico pensaba que no lo iba a reconocer, pero fue al revés, lo reconoció en seguida, como si durante todo este tiempo, durante los diez años que Ulises lleva fuera del Ecuador, lo hubiese visto crecer a la distancia.
Ahora están dentro de la cabaña. Ulises le pregunta si tiene hambre, si todavía tiene sueño; si prefiere descansar, le dice, puede llevarlo a su casa, allí puede dormir un poco más, pueden hablar por la noche. No, quiero hablar ahora. Ulises se reconoce en la voluntad de su hijo. ¿De qué quieres hablar? Telmo toma una decisión. De muchas cosas, he pasado diez años pensando en las cosas de las que quiero hablar contigo, pero hay una que es más importante que todas. Ulises puede adivinarlo pero prefiere no hacerlo. Se hace un silencio. Mi mamá, dice finalmente el chico, mi mamá tiene problemas, más problemas de los que ella cree. Ulises recuerda cada rincón del rostro de Penélope como si aún se despertara a su lado. ¿Qué le pasa? Mi mamá estuvo sola como cinco años, dice Telmo, esperándote, la gente le decía que estabas muerto, pero ella seguía esperando, hasta que se cansó. ¿Se volvió a casar? Telmo responde moviendo la cabeza. O sea, no se casó, pero vive con un tipo. ¿Con qui én? Telmo se da cuenta, sólo hablar del tema en voz alta lo pone mal, lo descompone. Se llama Primitivo, ¿puedes creer?, ¡Primitivo!, y es un man muy turro, era el mejor cliente del restaurante… Ulises puede ver a Penélope preparando comida costeña, el pelo recogido en el gorro de baño que usaba (que usa todavía) en la cocina… iba todos los días a comer, llevaba gente, consumía mucho y se iba cuando ya estábamos cerrando, pero un día ya no se fue m ás. Ulises piensa en la cama que él mismo construyó para Penélope. Tienes que volver, dice Telmo, tienes que venir conmigo, el man este ya no trabaja, se pasa todo el día en el restaurante, lleva a sus amigos, les invita todo, nos estamos quedando en la ruina.
Ulises se levanta y se acerca a la ventana. Mira las mesas del bar La Sirena, en la playa, donde trabaja alguien que es lo más parecido al amor que le ha pasado últimamente. ¿Cómo me encontraste? Telmo se para a su lado. No fui yo, fue Antonia, mi novia. ¿Tu novia? Sí, y la verdad no te encontró a ti sino a ese pez raro que casi te mata. El cíclope, susurra Ulises, todavía no saben cómo se llama. Sí, ese, Antonia quiere ser bióloga marina y se enteró de la noticia en Internet, cuando me enseñó la foto, no sé, sólo supe que eras tú. Ulises mira a su hijo y sonríe. ¿Tienes una foto de Antonia? Telmo saca su billetera y le muestra una foto tamaño carnet. Es linda, dice su padre, tiene los ojos grandes como una lechuza.
Ulises vuelve a sentarse y se queda en silencio. Si quieres, después puedes volver a perderte, le dice Telmo, pero ahorita tienes que venir conmigo y ayudarme a salvar a mi mamá, ella te necesita, yo te necesito… te necesitamos ¿No quieres saber por qué me fui, por qué nunca más supieron de mi? Telmo recoge su mochila y se la echa en la espalda. Me puedes contar tu odisea en el camino, dice el chico. La odisea es la que nos espera, dice su padre.
2 comentarios:
Muy buen cuento... siempre es bueno andar revisando tu blog...
gracias!
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