5.14.2012

Marcela Noriega y Pedro Máximo en Quito


Este miércoles 16 de mayo, a las 18h00 en Mr. Books de Mall El Jardín, se presenta "Pedro Máximo y el círculo de tiza", la primera -y esperada- novela de la gran Marcela Noriega. Una de las escritoras más interesantes de mi generación, a la que le envidio muchas cosas, viene desde su natal (¿o será fatal?) Guayaquil a responder por su libro en un conversatorio que, espero, se prolongue lo suficiente para abarcar la vida entera de un personaje que anda levantando tiza, y polvo, por donde va. 

Mientras tanto, les dejo la reseña del poeta Fernando Cazón Vera, publicada en diario Expreso. 


Tres personajes del trópico y el designio de la soledad

Una novela singular no solo por su tratamiento temático sino también por la virtuosidad narrativa de la autora, que va definiendo, con un lenguaje poético y a la vez visceral, el destino de sus personajes entre los símbolos implacables del trópico, en esta ciudad que José de la Cuadra calificara como "la capital montubia".

Y es que este libro de Marcela Noriega, con antecedentes de periodista de investigación, con el título de 'Pedro Máximo y el círculo de tiza', nos lleva en la suma de capítulos ágiles y no muy extensos, a establecer una suerte de herencia maldita que transmite el protagonista a sus más íntimos familiares, su mujer y su hija, con una soledad que las lleva a vivir entre las antípodas de la violencia real y la búsqueda de la ternura.

Es la historia de un hombre, Pedro Máximo, que va recorriendo su vida, cumpliendo un implacable "fatum", desde sus orígenes trágicos hasta su final virtualmente previsto. Y todo ello dentro del entorno cálido del trópico en donde suceden las más fervientes pasiones, así como los crímenes más aterradores.

Esta es, en suma, la historia de un personaje que no puede escapar, aunque a veces lo intente, de un sino implacable y además imborrable (tal si fuera un estigma) de haber sido vendido, cuando niño, como esclavo por su propia madre.

Esa soledad y ese sino van a ser, también, contagiados a sus seres más cercanos, a dos mujeres que se quedan entrampadas en una forma de vida de la que no pueden evadirse.

Ni la lealtad a toda prueba de la mujer, Elisa, ni la búsqueda de un placer reprimido, en la hija, Piedad, pueden salvarlas de lo que Pedro Máximo les ha legado, ya en vida o ya, como un fantasma implacable, después de su también dolorosa muerte.

En la contraportada del libro se anota que "de este infierno onírico en el que se ahogan los personajes, brota la locura ensoñadora de sus vidas". Para agregar que "la risa de las ardientes mujeres que oímos, los colores infinitos que vemos sin estar descritos, los olores ricos o nauseabundos, que olemos y sentimos, propios de la ciudad más populosa del país, Guayaquil, despliegan el manto que cobija esta historia viva y ensoñadora".

'Pedro Máximo y el círculo de tiza' fue escrita, editada e impresa en España. Luego de ganar una beca en 2011 para ir a una residencia de escritores en Castilla-La Mancha, donde la autora estuvo seis meses.

De esta manera, Marcela Noriega se integra con toda legitimidad al gran patrimonio narrativo nacional que tiene su punto de partida en los "Cinco como un puño" del famoso "Grupo de Guayaquil", que pusieron la pauta fundamental en la historia literaria moderna del Ecuador, al rescatar sin trampas a ese trópico donde el realismo, sin dejar de ser social, no puede renunciar a sus valores mágicos.
  

1 comentario:

José Luis Navarro dijo...

Creo que la crítica-reseña que el poeta Fernando Cazón hace del libro de Marcela Noriega, 'Pedro Máximo y el círculo de tiza' es la más autentica de cuantas he leído. Yo, que anduve con éste hermoso, poético y duro libro cuando aún eran folios, senti y siento que gracias a él conozco Guayaquil; que sé, como si anduviera por allí y no a miles de kilómetros, de sus olores y colores, de su clima sofocante, de su gente no menos humecta y ardiente y, en especial, de ese enhebro de lo mágico con lo real que aún guardan los trópicos. Basta con buscarlo entre los bananos, como hizo Marcela.