11.02.2012

El camello II



La melodía de esta canción es tan… cómo decirlo, ¿amigable?, que teníamos que dañarla de alguna manera. Cuando ocurren cosas como esa pensamos en el principio con el que Kurt Cobain componía muchas de las canciones de Nirvana, algo así como juntar las melodías de Los Beatles con la maldad de Black Sabbath. Y ya que teníamos una canción que casi y podría tocarse en el lobby de un hotel mientras familias cristianas disfrutan de un buffet mediterráneo, decididnos ponerle una letra suicida.

La primera estrofa es, evidentemente, una confesión de primera mano: llevamos años tocando y estamos sordos y maltrechos pero lo seguimos haciendo. Ahora bien, lo hacemos porque de alguna manera tocar nos mantiene con pulso, pero también nos genera frustraciones, nos hace daño. Hemos visto bandas desaparecer porque la música independiente en el Ecuador es insostenible, o gente que lleva más de diez años “en el negocio” y aún tiene que vender un carro o hipotecar su casa cada vez que quiere grabar un disco. Este tipo de traumas te comen el cerebro, te causan insomnio y una persona que no puede dormir no puede hacer mucho más tampoco.

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