VI
Días antes de enviar el
disco a imprenta, ya con el master en las manos o mejor dicho en el disco duro,
les mandé un mail a Nelson y a Toño sugiriéndoles que sacáramos esta canción de
la lista final, les dije que para mí no estaba al nivel de las demás y que lanzar
un álbum con nueve temas en vez de diez no era el fin del mundo ni mucho menos.
Toño me dijo que el tema estaba en su top tres y Nelson me dijo no hables
huevadas o eso fue lo que en verdad quiso decirme. El asunto es que fracasé
miserablemente.
Hasta ahora, esta canción me
pesa (cada vez menos, es cierto). Recuerdo que cuando nos enviaron la primera
prueba del disco, masterizado a la carrera en Nueva York, lo metí de una al
iPod y salí a pedalear para escucharlo completo, cumpliendo con lo que llaman
el test drive. Y me encantó. Pero este tema me dejó a medias, hay algo ahí que
para mí todavía no cuaja del todo y creo saber por qué. Esta canción es nuestro
pequeño Frankenstein, fue armada con retazos de otros cuerpos vivos que jamás
pudieron valerse por sí mismos y eso, intuyo, me obliga a desconfiar. Lo que me
gusta, lo que creo nos salió bien o no tan mal, es que logramos una canción
circular, un tema cuya estructura funciona cuando a la vuelta de casi cuatro
minutos vuelve a su punto de partida y completa los 360 grados:
intro-estrofa-coro-variación-coro-estrofa-intro.
El camino hacia la entrada completa es por aquí.
VII
Lo recuerdo como si fuera
ayer. Estábamos en Guayaquil ensayando en un cuarto del barrio Los Ceibos. Por
esos días Nelson peleó con una novia después de años de relación y no podía
hablar de otra cosa. Yo dormía en su casa y tenía que aguantarlo, como pana y,
obvio, como Pescado. Se había convertido en un ser monotemático y anémico, que
trataba de hacer chistes aquí y allá para amortiguar el bajón. Una tarde
conectó la guitarra, se puso frente al micrófono y empezó a cantar esta canción
de la nada, como si la hubiese tenido guardada, reservada para ese momento.
Musicalmente hablando, no
hay mucho más que decir. Yo hice lo que siempre hago, tocar para la rola, para
poder escucharla mejor y seguir su camino y sus avisos de curva. Lo primero que
se me vino a la cabeza fue un beat
country, onda Jhonny Cash pero sobre todo onda Perrosky, esa pequeña gran banda
chilena a la que tanto hemos coveriado
y plagiado descaradamente. Así resolvimos la primera estrofa y el resto es lo
que yo llamo, citando a los Sex Pistols, “la gran estafa del rock and roll”. Buscamos
todas las variaciones posibles para una misma melodía y las aplicamos una tras
otra de la manera más divertida en que pudimos.
En rigor podríamos decir que
la canción es loud-quiet-loud y
emparentarla un poco con la filosofía y el método Pixies para salvar la
categoría, pero la verdad está más cerca de un tema que serviría de maravilla
para abrir o cerrar un espectáculo del buen Tom Jones en Las Vegas (sólo él
podría hacerle justicia a un final tan lamparoso).
Si todo esto les suena como una broma es porque se trataba de eso, hacer una
canción-cágate-de-risa-un-chane con poderes terapéuticos o, si lo prefieren,
una sanación bailable. La tocamos en vivo muy poco después de componerla y causó
el efecto Sal de Andrews: lista al instante para actuar al instante.
El camino hacia la entrada completa es por aquí.
4 comentarios:
Broder Pescado, donde encuentro el disco en Guayaquil ???
bro
ponte en contacto con Cristian o Pablo Ramírez, los manes lo venden x allá.
zumo.pablo@gmail.com
zumo.cristian@gmail.com
Hermano donde lo encuentro el disco en Cuenca? Saludos
Como un sabio sabor.
La candidez
de los sueños
aparece silente
como el llanto
del sol cuando
viene la noche:
siento el ardor
donde vive
el pasado.
Francesco Sinibaldi
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