3.26.2013

La gran venganza


El cine de terror quizás pueda salvarse o por lo menos empezar de nuevo y volver a cero después de La cabaña del terror. Esta cinta está hecha por amantes apasionados, por cinéfilos cansados de ver a tanto zombi haciendo el ridículo, a tanto monstruo sin propósito, a tanto vampiro faltándole el respeto a sus ancestros. Esta gente se cansó de que su género favorito fuese la burla de los demás y decidió matarlo en la pantalla y de paso enterrar a toda la humanidad.

Tenemos al típico grupo de jóvenes en el típico paseo de fin de semana a la típica cabaña que, claro, luce terrorífica. Hasta ahí todo podría ser una versión de Scooby-Doo para adultos, con sexo, alcohol, marihuana y, gracias al cielo, sin perro. Pero debajo de la cabaña hay una especie de cuarto de mando con botones, perillas y pantallas, donde un grupo de encorbatados tipo NASA monitorea a los protagonistas mientras ellos escogen cómo morir. Minutos después aparecen los zombis –la apuesta del grupo de mantenimiento, genial–  y aparece también la verdadera historia: mientras los chicos se empapan de tripas y sangre negra, los burócratas celebran con cerveza y tequila el cumplimiento de un ritual milenario que permite a los seres humanos seguir existiendo. El mismo ritual de repetición predecible que practican los cineastas que no aman el cine.   

Sí, exacto, la peor película de terror  de la historia, todos los clichés, todo el ruidoso aparataje y la falta de lógica que le han quitado cualquier rastro de dignidad al género. Y eso es lo mejor. La cabaña… se convierte en la hoguera de las vanidades y en ella arden todos los que han engañado al pueblo cinéfilo, los que banalizaron el exorcismo, los que parieron personajes solo para humillarlos, los que lucraron y se rieron de nosotros cada vez que entrábamos a ver otra película de terror. Llega un momento en que los chicos sobrevivientes descubren una grieta en el sistema, se filtran y destapan la fauna que lleva años paseándose por la cartelera. Una a una van desfilando las criaturas que han sido explotadas por la industria de la llenura y el empacho. El mensaje es claro: estamos hartos de serpientes gigantes, robots asesinos y niños malditos. Jódanse todos.

Al final del día no hay mundo que salvar y nos quedan las palabras de un personaje entrañable, el de los chistes y las observaciones agudas, el que dicho sea de paso demuestra que sí, Shaggy, el dueño de Scooby-Doo, era un marihuanero perdido como sospechábamos: quizás es hora de un cambio. Eso, la hierba prendida y la mano furiosa de un dios gigante.  

(El Diario)

1 comentario:

Francesco Sinibaldi dijo...

Simply that sun.

The largest
sound revives
in the memory
like a gentle
delight in the
heart of a
dream.

Francesco Sinibaldi