6.17.2013

Hay esperanza


Al formarme entendí que había hecho esa fila durante años. El jueves pasado, a las diez de la noche, estaba en la cola de un cine en Cumbayá esperando el pre-estreno de El hombre de acero. No éramos tantos como habría imaginado ni había gente disfrazada: lo más vistoso era un tipo que se había amarrado una toalla de Superman al cuello y la usaba como capa, a quien todos mirábamos con respeto.

Sentados en el piso, alrededor del canguil y el té helado que no llegarían a la sala, surgió la discusión que hombres de distintas edades, razas y religiones han tenido desde que el mundo es mundo, ¿Batman o Superman? Desde El caballero de la noche –que sigue siendo la mejor película de superhéroes de todos los tiempos– y a pesar de El caballero de la noche asciende, el murciélago de Ciudad Gótica lleva amplia ventaja. Una vez más escuché ese viejo y manoseado argumento, “Superman puede volar, es invencible, ¿cuál es el chiste?” Lo dijo un amigo al que le respondí, en un reflejo de fidelidad animal, “si te cabrea que Superman pueda volar quizás esta no es la película para ti”. Los fanáticos de Superman vamos a eso, a verlo volar, a verlo levantar autos con las manos, a verlo lanzar rayos de los ojos, a verlo estrellarse contra los edificios, a verlo rechazar balas con el pecho. Vamos a verlo hacer cosas que ningún hombre podrá hacer jamás.   

La proyección empezó bastante pasada la media noche y esa espera, accidentada y agónica, aumentó el vértigo. Para cuidarme de cualquier sorpresa antes de tiempo, había leído poco sobre la cinta: todo el mundo estaba de acuerdo en que es una gran película de ciencia ficción y una gran película de acción. Ambas cosas son ciertas, nunca antes –en el cine– habíamos tenido tanto contacto con Krypton, un planeta que, como el nuestro, se acabó por abusar de sus recursos y al cual viajamos en una misión de exploración. Y nunca antes habíamos visto a Superman brindar un espectáculo semejante. El director Zack Snyder nos ha hecho un regalo que compensa en algo –no en todo– nuestros años de espera y testaruda fe. Todo eso por lo cual Superman es súper, la velocidad, la fuerza, la falta de respeto a la gravedad y a los límites de la razón, se desborda por la pantalla como si el único propósito de la cinta, su único propósito, insisto, fuera recordarnos que estamos ante el hombre más poderoso de la historia.  

Al final, como le dice Superman a Luisa Lane, el símbolo significa esperanza. El hombre de acero no te deja ciego del asombro ni con ganas de arrancarte los ojos de la furia. Te deja con esperanza de lo que puede venir ahora que la leyenda ha vuelto a nacer y el futuro parece, otra vez, algo nuevo.

Y un último detalle: en esta película, Superman fue capaz de matar a uno de sus enemigos torciéndole el cuello, lo que significa que sería capaz de cualquier cosa. Ojo.

(El Diario) 

2 comentarios:

Sémola dijo...

Creo que mi cerebro alcanzó a no leer los fragmentos que hablan de la película.
Batman es mejor, por mucho, Superman nació invencible, por lo tanto su único mérito fue nacer.Batman se las pela, a la antigua.
Saludos!

Juan Fernando Andrade dijo...

Sémola,

Superman puede hacer cosas que Batman jamás podrá y viceversa, el punto, justamente, es que no hay por qué escoger a uno, aunque al final del día eso sea inevitable.

saludes