Al formarme entendí que había hecho esa
fila durante años. El jueves pasado, a las diez de la noche, estaba en la cola
de un cine en Cumbayá esperando el pre-estreno de El hombre de acero. No éramos tantos como habría imaginado ni había
gente disfrazada: lo más vistoso era un tipo que se había amarrado una toalla
de Superman al cuello y la usaba como capa, a quien todos mirábamos con respeto.
Sentados en el piso, alrededor del
canguil y el té helado que no llegarían a la sala, surgió la discusión que
hombres de distintas edades, razas y religiones han tenido desde que el mundo
es mundo, ¿Batman o Superman? Desde El
caballero de la noche –que sigue siendo la mejor película de superhéroes de
todos los tiempos– y a pesar de El
caballero de la noche asciende, el murciélago de Ciudad Gótica lleva amplia
ventaja. Una vez más escuché ese viejo y manoseado argumento, “Superman puede
volar, es invencible, ¿cuál es el chiste?” Lo dijo un amigo al que le respondí,
en un reflejo de fidelidad animal, “si te cabrea que Superman pueda volar
quizás esta no es la película para ti”. Los fanáticos de Superman vamos a eso,
a verlo volar, a verlo levantar autos con las manos, a verlo lanzar rayos de
los ojos, a verlo estrellarse contra los edificios, a verlo rechazar balas con
el pecho. Vamos a verlo hacer cosas que ningún hombre podrá hacer jamás.
La proyección empezó bastante pasada la
media noche y esa espera, accidentada y agónica, aumentó el vértigo. Para
cuidarme de cualquier sorpresa antes de tiempo, había leído poco sobre la
cinta: todo el mundo estaba de acuerdo en que es una gran película de ciencia
ficción y una gran película de acción. Ambas cosas son ciertas, nunca antes –en
el cine– habíamos tenido tanto contacto con Krypton, un planeta que, como el
nuestro, se acabó por abusar de sus recursos y al cual viajamos en una misión de
exploración. Y nunca antes habíamos visto a Superman brindar un espectáculo semejante.
El director Zack Snyder nos ha hecho un regalo que compensa en algo –no en
todo– nuestros años de espera y testaruda fe. Todo eso por lo cual Superman es
súper, la velocidad, la fuerza, la falta de respeto a la gravedad y a los
límites de la razón, se desborda por la pantalla como si el único propósito de
la cinta, su único propósito, insisto,
fuera recordarnos que estamos ante el hombre más poderoso de la historia.
Al final, como le dice Superman a Luisa
Lane, el símbolo significa esperanza. El
hombre de acero no te deja ciego del asombro ni con ganas de arrancarte los
ojos de la furia. Te deja con esperanza de lo que puede venir ahora que la
leyenda ha vuelto a nacer y el futuro parece, otra vez, algo nuevo.
Y un último detalle: en esta película, Superman
fue capaz de matar a uno de sus enemigos torciéndole el cuello, lo que
significa que sería capaz de cualquier cosa. Ojo.
(El Diario)
2 comentarios:
Creo que mi cerebro alcanzó a no leer los fragmentos que hablan de la película.
Batman es mejor, por mucho, Superman nació invencible, por lo tanto su único mérito fue nacer.Batman se las pela, a la antigua.
Saludos!
Sémola,
Superman puede hacer cosas que Batman jamás podrá y viceversa, el punto, justamente, es que no hay por qué escoger a uno, aunque al final del día eso sea inevitable.
saludes
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