5.30.2016

Reuniones


Cinco hombres, todos más o menos relacionados con el mundo audiovisual latinoamericano, están sentados a la mesa de un pequeño cuarto de conferencias en un hotel de Quito. Hay un cineasta veterano y un gestor cultural (ambos extranjeros), dos profesores universitarios (ambos serranos) de los cuales uno, además de la respectiva maestría en comunicación, tiene un doctorado en algo que podría ser, o no, historia de la imagen en movimiento. El quinto hombre, el menor, el que quiere salir corriendo, es un periodista costeño cuyo único cargo –más bien honorario– es el de cinéfilo.

Los hombres han estado deliberando por más de ocho horas sobre qué proyectos deberían recibir fondos concursables (es decir, plata) por parte del gobierno y cuáles no. Los hombres, que leyeron los proyectos antes de compartir sus opiniones y escuchar a las personas que fueron a defenderlos, han llegado a varias conclusiones unánimes y creen que han distribuido los recursos de los que disponen con justicia; creen, sobre todo, que han “premiado” a quienes más desarrolladas tienen sus ideas y, por lo tanto, pueden ponerlas en práctica de forma rápida y eficiente.    

El periodista, que está acostumbrado a trabajar en la intimidad de su hogar o, cuando mucho, a discutir con su editor o con los miembros de algún consejo editorial, está agotado y en lo único en que puede pensar es en llegar a su casa y, en el mejor de los casos, ver una comedia ligera hecha en Hollywood antes de acostarse a dormir y olvidarse para siempre de frases como “la creación de un espacio como este permite el desarrollo de nuevas lecturas sobre temas que la sociedad maneja como realidades unidimensionales”, o “las voces autóctonas alimentadas de manera empírica en la marginalidad complementan la cosmogonía del país”.

El periodista, que no tiene el valor suficiente como para guardar sus cosas de una buena vez, despedirse y largarse sin mirar atrás, se queda observando a sus compañeros, que siguen discutiendo como si la reunión no hubiese terminado. ¿Por qué?, si ya decidieron, si ya redactaron el acta (una tormenta de eufemismos académicos para decir, básicamente, le vamos a dar la plata a este mansito y al otro no), si todos tienen familia y amigos que deben estarlos esperando. ¿Por qué?, si ya es tarde y a esta hora el tráfico es insoportable y para colmo está lloviendo y francamente no podrían decir más de lo que han dicho ni “enmendar errores culturales históricos que delatan la amnesia nacional”. ¿Por qué?, si ya les pagaron.

Entonces el periodista descubre o al menos intuye lo que está pasando. Y piensa: a ver, estos manes fueron a la universidad al menos cuatro años, luego hicieron maestrías durante otros dos años y, finalmente, un doctorado de por lo menos un año más (sin la tesis), esta gente debería estar capacitada para acelerar el pensamiento colectivo, escanear la coyuntura de un vistazo, desmembrar el entorno y decir simplemente “sí” o “no” Estos manes, piensa el periodista, deberían tener el conocimiento suficiente como para ganarle la batalla al tiempo en vez de hacer lo que hacen: dilatar cada segundo hasta que hayan citado todos los libros de ensayos que han leído en su puta vida. ¿No es para eso para lo que fueron a la universidad, para hacernos ganar tiempo? La verdad, concluye el periodista, es que no parecen haber aprendido nada más allá de la vanidosa costumbre de decir todo lo que piensan porque así, en un movimiento triste que exhibe sus peores cualidades, justifican no sólo su presencia en reuniones como esta sino su dudoso lugar en el universo. 

(SoHo)

4 comentarios:

Alexis Zaldumbide dijo...

Creo que te hizo falta un consejo editorial para que no escribas "concejo editorial" pana. Eso no más, a veces el periodista debe estar a la altura de sus tribulaciones

Juan Fernando Andrade dijo...

toda la razón, Alexis
gracias mil

elurdys dijo...

Ese mismo sentimiento lo vivo a diario en mi trabajo, claro siempre hay gente que simplifica el trabajo y deja a un lado sus egos.. y se trabaja con verdadera identidad .. un abrazo... siempre te leo pana

Anónimo dijo...

vamo a mandarle sentarse en la verga, la cultura b ya es la a