Hace un tiempo que no veía una película
como esta, que me llenara por completo, que me dejara tan perplejo como
contento y satisfecho, que me desafiara hasta el punto de no creer lo que
estaba viendo: a veces pasa, hay cintas que nos superan o nos arrastran o mejor
dicho nos tumban y nos conquistan con tanta fuerza que rendirse ante ellas es
un placer. Phantom Thread es, podría
decirse, una película total, de esas que se derraman desde la pantalla y se
riegan sobre la sala y ahogan al público porque se lo tragan en un largo bocado.
También podría decirse que es la historia
de Reynolds Woodcock, interpretado por Daniel Day-Lewis, que como acostumbra
hace un trabajo asombroso y sorprendente en todos los sentidos (es el motor de
la película, el corazón de la historia, y late siempre a mil, hasta en sus momentos
más moderados), un diseñador de modas en los 1950’s que más bien es un artista
que sólo puede funcionar dentro de los límites de su propio arte: es la
historia de su obsesión por su trabajo y de cuán lejos (a qué extremos) puede
llegar una mente centrada en sí misma.
Pero Reynolds no está solo, están también
Alma (la hermosa y rebelde Vicky Krieps), su también enfermiza musa, y Cyril
(la sólida Lesley Manville), su hermana, y juntos forman una trilogía que se
balancea durante toda la cinta sobre sus ángulos más afilados. Porque esta es
también una historia sobre relaciones, una historia de amor donde no queda
claro cuándo empieza el amante y cuando empieza el amado, o hasta dónde puede
llegar el amor antes de convertirse en rutina, en tedio, incluso en odio o en las
peores formas del odio.
¿Puede un enamorado salvarse del mundo?,
¿puede esconderse detrás o encima de ese sentimiento y flotar para siempre?,
¿puede hacer que todo lo demás, aquello que lo rodea, desaparezca por completo?
Reynolds Woodcock puede hacer estas cosas, pero no necesariamente porque esté
enamorado de Alma sino porque está enamorado de quien es y de lo que hace hasta
el punto de despreciar a los demás: su personalidad es tan fuerte que el resto
de la gente parece desintegrarse cuando él está presente.
Cuando vi Phantom Thread me dieron ganas de volver a ver todas las películas
de Paul Thomas Anderson, su director, sólo para poder seguir el camino que lo
ha llevado hasta aquí, a hacer algo como esto, a fundir así la música y la luz
y todos los elementos que componen cada cuadro de la cinta. Y supongo que ese
es el mayor halago que puedo hacerle: si una cinta despierta en ti el deseo de
revisitar la carrera de un cineasta es porque ha causado efectos profundos y
duraderos.
(El Diario Manabita)
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