Un hombre tiene algo en su cabeza. Tal vez no es un hombre. O sea, tiene la edad necesaria para ser, formalmente, un hombre, pero eso, como sabemos, dice poco o nada o casi nada. Este hombre tiene algo en su cabeza. Tiene, es cierto, su cerebro, y eso está dentro de su cabeza. Ahora toca ir más allá, hundirse en ese algo que no solo hace mover su cerebro sino que, muy a menudo, lo ocupa por completo, lo embarga, lo inunda, lo ocupa como las estrellas llenan el universo. Este hombre sabe perfectamente qué es ese algo que ocupa su cabeza pero no se la va a decir a nadie, menos a nosotros. Nosotros somos, hay que recordarlo, completos desconocidos, perfectos extraños. Nosotros no somos nadie.
Este hombre tiene problemas para dormir. No tiene insomnio. El insomnio se relaciona con la noche, con la oscuridad, con la falta de luz, con no poder dormir mientras el resto de hombres descansan plácidamente, acaso al lado de mujeres que se los merecen o se los ganaron o, simplemente, se los aguantan. Este hombre no tiene insomnio. Este hombre simplemente no puede dormir. Quisiera dormir de mañana, de tarde, de noche, a cualquier hora. Este hombre lo que quiere es dormir sin que importen los usos horarios o las casualidades geográficas que son, al final del fía, las culpables de todo. Este hombre piensa, piensa y piensa. Piensa en algo en concreto.
Sus amigos creen que se trata de una mujer o de una cuestión laboral o de una decisión que acaba de tomar y tal vez no sea la correcta. Sus amigos se lo preguntan. No se lo preguntan de entrada. Primero lo saludan. Segundo le ofrecen un trago. Tercero le dedican una canción de las miles almacenadas en un iPod. Cuarto hablan de cualquier cosa. Quinto: se lo preguntan. Entonces el hombre se ve obligado a ensayar una respuesta y, como todos lo hemos hecho alguna vez, dice que no pasa nada. No me pasa nada, todo bien. En ese momento lo que el hombre realmente está haciendo es evadir la pregunta. El hombre no quiere mentir, siente que su vida está llena de engaños, que muchas de las cosas que ha hecho son engaños, y no quiere convertirse en uno de ellos, en un engaño. Este hombre prefiere no mentir aunque no esté en calidad de decir la verdad.
El hombre bebe. El hombre habla. El hombre baila y por un momento todos los que lo rodean creen que está siendo genuinamente feliz. La gente piensa mucho en la felicidad, más de lo que deberían y quizás más de lo que quisieran. La gente no sabe lo que quiere. Con suerte, la gente sabe lo que no quiere y mueve sus fichas en pos de evitar el impacto, el gran impacto que los desintegrará, que los volverá polvo. Este hombre no se cuenta dentro de esa camada. Nuestro amigo sabe exactamente qué es lo que le duele, lo que lo disminuye, lo que lo reduce a un pedazo de carne que de tanto darse contra las paredes termina tomando forma… una forma que por supuesto no es suya, pero que es forma igual. Este hombre va por la vida guardando un secreto pues sabe que la verdad es mortal mientras que las mentiras son pasajeras.
Este hombre se sienta a mi lado y me muero de ganas de preguntarle qué chucha le pasa. No lo haré. Prefiero servirle un trago y brindar por cualquier cosa. Él me dice que brindemos porque acabamos de conocernos. Yo acepto su propuesta y brindo en su nombre y él brinda en el mío y baja el vaso de un solo toque. Un solo toque por rockero, me dice. Sé que todo esto es mentira. No conozco a este hombre ni él me conocerá jamás.
3.06.2009
Lo que no se va.
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2 comentarios:
Me gustó un montón
Me parece que conozco al hombre que tiene algo en la cabeza
Anónimo,
gracias x tu comentario. me parece q todos lo conocemos... o lo haremos algún día.
saludos.
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