No me considero un músico. Ni siquiera uno. Nunca estudié música. Soy el baterista de una banda de rock manabita llamada Los Pescados. Y punto. Suficiente. Más que suficiente, diría yo. Bastante tengo con eso, tanto, que a veces siento que no doy la talla, que no le alcanzo a eso que me alcanza tanto y tanto, que me rodea por completo. Pero no estamos aquí para tener miedo. Estamos aquí para seguir. Un, dos, tres, cuatro. Toca, loco, toca.
Acabo de salir de lo que algunos llaman encierro creativo. Fueron prácticamente dos semanas en una hermosa y cómoda casa en Pomasqui, al norte de Quito. No se trata del fin del mundo ni mucho menos, pero se sintió lejos, aparte, bien. Llevamos instrumentos, equipos de grabación, víveres y algo (no mucho ni demasiado) de licor. La rutina era la siguiente: desayuno (con cocinada y lavada de platos incluidas) a las 09h00, ensayo de 10h00 a 14h00, almuerzo (incluye los mismos anexos que el desayuno y tal vez una siesta) de 14h00 a 16h00, y ensayo final de 16h00 a 19h00, a 20h00 y hasta 21h00. Hubo días en que ensayamos hasta las quince, más claro. Obviamente, estos horarios fueron sometidos a cambios de humor y de clima. Pero hubo disciplina en la medida de lo posible. Lo mismo sucedió con el descontrol.
No había agua caliente. No le puedes pedir a un costeño que se bañe con agua fría en la sierra, simplemente no puedes. No can do. La solución fue calentar agua en dos ollas y, como en la playa, echársela encima calculando que cada golpe fuera eliminando lo mismo shampoo que jabón que lagañas que pereza. Listo. Vamos de nuevo, con distorsión, from the top.
Por las noches, al calor del gin and tonic y una guitarra acústica, componer. Escribir. Cantar. Tomar. Borrar. Escribir. Cantar. Hablar. Tomar. Reír antes de dormir, como corresponde. Cero drogas.
No hay internet, televisión ni teléfono. Hay pájaros. Hay mosquitos. Hay tres perras marca cocker que ya no tienen dientes y están urgidas de cariño. Ayudamos en lo que pudemos. Pero la verdad es que aquello nunca será lo que llaman amor. Aunque sonamos duro, estamos unplugged. Yo me acomodo al encierro de una. Supongo que estoy acostumbrado. Born Into This. Escribir no es, precisamente, una actividad social. Hay que estar solo, solo y feliz mientras los otros conversan, bailan y tiran en algún lugar de la noche.
Yo me sentí seguro entre la soledad escogida y el aislamiento recomendado para empresas como esta. Extrañé, sí. Extrañé personas y sensaciones. Te extrañé. Pero cada segundo valió la pena. Una canción más en un mundo que tal vez no necesite más canciones. Qué importa, yo sí que las necesito, me gustan. Al otro pescado la cosa no le resultó tan sencilla. Su cable a tierra es más transitado que el mío. Salimos un fin de semana y nos portamos como marineros que tocan tierra firme tras días y noches en alta mar. Desmadre, que le llaman. Llegamos tarde a una tocada. La gente se cabreó. La salvamos con actitud, con dos huevos o, en rigor, con cuatro. Play fucking loud. Y canta la verdad.
Me duele todo el cuerpo. Flashback: es la misma sensación que tenía cuando nos tomaban examen de educación física en el colegio. El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. Ni tanto. El rock te mantiene joven, fresco, hambriento, con ganas de más.
El encierro fue la libertad.
Acabo de salir de lo que algunos llaman encierro creativo. Fueron prácticamente dos semanas en una hermosa y cómoda casa en Pomasqui, al norte de Quito. No se trata del fin del mundo ni mucho menos, pero se sintió lejos, aparte, bien. Llevamos instrumentos, equipos de grabación, víveres y algo (no mucho ni demasiado) de licor. La rutina era la siguiente: desayuno (con cocinada y lavada de platos incluidas) a las 09h00, ensayo de 10h00 a 14h00, almuerzo (incluye los mismos anexos que el desayuno y tal vez una siesta) de 14h00 a 16h00, y ensayo final de 16h00 a 19h00, a 20h00 y hasta 21h00. Hubo días en que ensayamos hasta las quince, más claro. Obviamente, estos horarios fueron sometidos a cambios de humor y de clima. Pero hubo disciplina en la medida de lo posible. Lo mismo sucedió con el descontrol.
No había agua caliente. No le puedes pedir a un costeño que se bañe con agua fría en la sierra, simplemente no puedes. No can do. La solución fue calentar agua en dos ollas y, como en la playa, echársela encima calculando que cada golpe fuera eliminando lo mismo shampoo que jabón que lagañas que pereza. Listo. Vamos de nuevo, con distorsión, from the top.
Por las noches, al calor del gin and tonic y una guitarra acústica, componer. Escribir. Cantar. Tomar. Borrar. Escribir. Cantar. Hablar. Tomar. Reír antes de dormir, como corresponde. Cero drogas.
No hay internet, televisión ni teléfono. Hay pájaros. Hay mosquitos. Hay tres perras marca cocker que ya no tienen dientes y están urgidas de cariño. Ayudamos en lo que pudemos. Pero la verdad es que aquello nunca será lo que llaman amor. Aunque sonamos duro, estamos unplugged. Yo me acomodo al encierro de una. Supongo que estoy acostumbrado. Born Into This. Escribir no es, precisamente, una actividad social. Hay que estar solo, solo y feliz mientras los otros conversan, bailan y tiran en algún lugar de la noche.
Yo me sentí seguro entre la soledad escogida y el aislamiento recomendado para empresas como esta. Extrañé, sí. Extrañé personas y sensaciones. Te extrañé. Pero cada segundo valió la pena. Una canción más en un mundo que tal vez no necesite más canciones. Qué importa, yo sí que las necesito, me gustan. Al otro pescado la cosa no le resultó tan sencilla. Su cable a tierra es más transitado que el mío. Salimos un fin de semana y nos portamos como marineros que tocan tierra firme tras días y noches en alta mar. Desmadre, que le llaman. Llegamos tarde a una tocada. La gente se cabreó. La salvamos con actitud, con dos huevos o, en rigor, con cuatro. Play fucking loud. Y canta la verdad.
Me duele todo el cuerpo. Flashback: es la misma sensación que tenía cuando nos tomaban examen de educación física en el colegio. El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. Ni tanto. El rock te mantiene joven, fresco, hambriento, con ganas de más.
El encierro fue la libertad.
6 comentarios:
Muy, muy bonito.
O como diría Luca Proda: el tiempo pasa y nos vamos poniendo tecno...
Saludos,
D.
Aguante Pescado, al final todos salimos recompensados, gracias por el encierro broder, como fanpescado se le agradece un mundo y esperando ese material que debe estar mejor que nunca...chuch@ parezco pelada emocionada...jajaja. Exitos.
Esos retiros musicales son la mejor experiencia que existe. Alguna tuve tuve un pseudo-retiro con una banda en la que lamentablemente el 50% de nosotros dejaba algo que desear en cuanto a habilidad, y el 100% estaba confundido en cuanto a cuales eran nuestros goles o metas. Pero el juntarse con 3, 4, 5 personas, solo por la musica, con una amistad que si bien puede fuera de ese momento ser debil, pero que mientras se estan haciendo tronar los instrumentos es de hierro, es inolvidable. Durante algunos minutos, 3, 4, 5, 20 dependiendo que musica se toque, hay una hermandadf absoluta porque todos se convierten en uno. Y si ese uno es alguien a quien te gustaria conocer y ver todos los dias.... estas liberando tu propio ser.
Muy agradable texto.
es indescriptible la sensación de estar con panas (de igual modo no
-músicos que tocan) y de repente parar y decir: wow esos fuimos nosotros, y seguir y reventarla, rock nada más. Pega a muerte. Es como una terapia.
Dalila, Xavier, T y Autómata,
lo dijo Calamaro: la vida es dura, pero el rock and roll también es duro. así q nadie c ahueva!
el nuevo material d Los Pescados aparecerá, si todo sale bien, a mediados de año. lo presentaremos en vivo en varias ciudades. ya nos veremos las caras.
hasta eso... sigan moviéndose. no c duerman. no paren.
saludes!!
quiero oir esas sesiones! los encierros creativos son lo maximo, que envidia panas!
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