Yo tenía diez años cuando salió Nevermind, en 1991. Lo primero que vi, como muchos, creo, fue el video de Smells Like Teen Spirit en MTV. Me partió la cabeza, justo en medio de los ojos. No entendía nada de la letra. No importaba. Yo veía a ese tipo con jeans y Converse y pensaba ese man es como yo. Y no, no era como yo, ni de lejos. Era mejor, mucho mejor. Pero igual, de alguna forma, me sentía identificado, representado. Sentía que había un lugar para mí en el mundo.
Estaba en Nueva York, vivía con mis tíos, un primo que era un bebé y mi hermano mayor. Todo muy lindo, muy cute, y no alcanzaba a entender que el Nevermind me estaba diciendo que la vida de verdad era un poco más dura que eso. El segundo single fue Come As You Are y aunque en comparación a su predecesora era algo lenta, me pegó por el video. Ver al revolver flotando en el agua y a Kurt Cobain flotando en el aire, prendido de un candelabro tipo araña, me marcó. Entonces no cachaba muy bien eso de And I swear that I don’t have a gun y, ahora que sé lo que significa, me gustaría no saberlo. Kurt sí tenía un arma, no era broma. Luego vino In Bloom (uno de los mejores solos de Kurt), que tenía dos videos, uno en blanco y negro donde la banda salía como un trío de nerds y otro que era pura maldad, los tres con vestido de mujer destrozando un set interplanetario. Pocos años después, entre los doce y los trece, yo quería hacer eso, destrozar. No me entraba en la cabeza tener que ir a un colegio a aprender cosas que no me interesaban en lo absoluto. No lo hice. No tuve el valor. Madrugué y académicamente hablando la pasé muy mal. Me salvaron los panas, los amores platónicos, los tragos y tener mi propia banda de rock, que empezó tocando Rape Me, de Nirvana. La estocada final, mi paso definitivo a la adicción, fue Lithium. Esa rola me dio la lección: el que está mal es el mundo, no yo. I’m so happy, ‘cause today I’ve found my friends, there in my head… I’m so lonely, but that’s ok… I’m so horny, but that’s ok, my will is good.
Todos los años tengo mi época Nirvana. Me explico: oigo Nirvana todo el año, pero siempre hay unos días más intensos, casi exclusivos para la banda. Dura un mes o más. Durante esos días escucho Nirvana todo el tiempo, en la casa, en el carro, en el trabajo, en el iPod. Es como recargar baterías, como volver a eso que, en un principio, fue la razón por la cual uno hace lo que hace y no lo que los otros querían que haga. Supongo que mi idolatría adolescente, mi enfermedad, me hace un asesino. Fui uno de los que creyó en Cobain como el Lennon que le tocaba por derecho propio, por tener la edad correcta en el momento correcto. Yo también lo maté. Lo sigo haciendo. Tengo un muñeco (un action figure, que le dicen) de Kurt Unplugged, con el suéter de abuela, la guitarra para derecho al revés, micrófono de brazo y atril. Lo estoy viendo ahora mismo, mientras escribo. Así como mi abuela cree en el Hermanito Gregorio, yo creo en Kurt, creo que me protege y me putea por seguir jodiéndole la vida.
De no haber sido por el Nevermind, yo estaría haciendo cualquier cosa por dinero. Me hubiese convertido en un adulto que pasa ocho horas al día enfrascado en la miseria a cambio de un cheque que no le alcanza para nada. Me hubiese conformado con lo mínimo. La solides de Dave Grohl, la melodía implacable de Chris Novoselic y las sagradas letras de Kurt Cobain me mantienen de pie, en la pelea. Hay que pararse tieso. Quiero seguir así.
Estaba en Nueva York, vivía con mis tíos, un primo que era un bebé y mi hermano mayor. Todo muy lindo, muy cute, y no alcanzaba a entender que el Nevermind me estaba diciendo que la vida de verdad era un poco más dura que eso. El segundo single fue Come As You Are y aunque en comparación a su predecesora era algo lenta, me pegó por el video. Ver al revolver flotando en el agua y a Kurt Cobain flotando en el aire, prendido de un candelabro tipo araña, me marcó. Entonces no cachaba muy bien eso de And I swear that I don’t have a gun y, ahora que sé lo que significa, me gustaría no saberlo. Kurt sí tenía un arma, no era broma. Luego vino In Bloom (uno de los mejores solos de Kurt), que tenía dos videos, uno en blanco y negro donde la banda salía como un trío de nerds y otro que era pura maldad, los tres con vestido de mujer destrozando un set interplanetario. Pocos años después, entre los doce y los trece, yo quería hacer eso, destrozar. No me entraba en la cabeza tener que ir a un colegio a aprender cosas que no me interesaban en lo absoluto. No lo hice. No tuve el valor. Madrugué y académicamente hablando la pasé muy mal. Me salvaron los panas, los amores platónicos, los tragos y tener mi propia banda de rock, que empezó tocando Rape Me, de Nirvana. La estocada final, mi paso definitivo a la adicción, fue Lithium. Esa rola me dio la lección: el que está mal es el mundo, no yo. I’m so happy, ‘cause today I’ve found my friends, there in my head… I’m so lonely, but that’s ok… I’m so horny, but that’s ok, my will is good.
Todos los años tengo mi época Nirvana. Me explico: oigo Nirvana todo el año, pero siempre hay unos días más intensos, casi exclusivos para la banda. Dura un mes o más. Durante esos días escucho Nirvana todo el tiempo, en la casa, en el carro, en el trabajo, en el iPod. Es como recargar baterías, como volver a eso que, en un principio, fue la razón por la cual uno hace lo que hace y no lo que los otros querían que haga. Supongo que mi idolatría adolescente, mi enfermedad, me hace un asesino. Fui uno de los que creyó en Cobain como el Lennon que le tocaba por derecho propio, por tener la edad correcta en el momento correcto. Yo también lo maté. Lo sigo haciendo. Tengo un muñeco (un action figure, que le dicen) de Kurt Unplugged, con el suéter de abuela, la guitarra para derecho al revés, micrófono de brazo y atril. Lo estoy viendo ahora mismo, mientras escribo. Así como mi abuela cree en el Hermanito Gregorio, yo creo en Kurt, creo que me protege y me putea por seguir jodiéndole la vida.
De no haber sido por el Nevermind, yo estaría haciendo cualquier cosa por dinero. Me hubiese convertido en un adulto que pasa ocho horas al día enfrascado en la miseria a cambio de un cheque que no le alcanza para nada. Me hubiese conformado con lo mínimo. La solides de Dave Grohl, la melodía implacable de Chris Novoselic y las sagradas letras de Kurt Cobain me mantienen de pie, en la pelea. Hay que pararse tieso. Quiero seguir así.
5 comentarios:
Me cago en la p*** gloria... me emocionó mucho leer alguien de mi generación hablando como sentíamos la adolescencia.
Y aunque no todos tuvimos la suerte (o los huevos) de escapar de los horarios esclavos, el repetir los rituales de escucha de lo que nos sacudió y definió, me devuelve al dulce ensueño de aquella época.
Salud Cobain,
Salud Pescado
amen!
Tiriel y Marley,
queda claro que KC hizo un gran trabajo.
saludes
Que linda la foto con el gato¡¡ ...nunca la había visto, es más, ni siquiera sabía que le gustaban los gatos.
"Es mejor apagarse que consumirse lentamente..."
coincidentalmente este fin de semana me quedé con Kurt Cobains Journals.
El grunge murió con la misma bala...
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