4.27.2009

Un ángel en guardia


El Telégrafo me invitó a comentar un libro para una pequeña sección llamada “El clásico” que aparece los sábados. Como su nombre lo indica, el libro tiene que tener sus años y me imagino que también su prestigio. En teoría, cualquier cosa que supere los veinticinco años de vida se convierte automáticamente en un clásico, así que me guié por eso y la elección me tomó como medio segundo, o menos: The Catcher in the Rye (a.k.a. El guardián entre el centeno).


Debo confesar que llegué tarde. Acá, en Quito, y entiendo que también en Guayaquil y en el resto de ciudades medianamente civilizadas del mundo, el Catcher es material pedagógico, un libro que te obligan a leer en los colegios de clase media alta. En Portoviejo no pasa lo mismo. A mí me obligaron a leer cosas que desprecio con el alma o que pasaron totalmente desapercibidas por debajo de mi radar. Algunas de esas cosas, seguro, eran decentes, buenas, brillantes, pero no me lo supieron decir y no enganché con nada. El caso es que leí Catcher tarde, puede que haya sido durante mi último año de universidad o después, lo que lo hace aún peor. Amigos quiteños que lo leyeron en secundaria me han dicho que cuando uno crece el libro deja de importar tanto, o sea, que está bien y es necesario en cierta etapa, pero que no tiene mucho que ver con la vida real. No creo. No les creo. Lo que creo es que no puede haber vida real sin el Catcher. No estoy bromeando.


Holden Caulfield es una mezcla de rebeldía y sensibilidad. Tiene que ver, por ejemplo, con James Dean y con todo lo que Dean representó y sigue representando. De hecho, ambos debutaron el mismo año. En 1951 apareció oficialmente la primera novela de J. D. Salinger y apareció también, por primera vez en la pantalla chica, el joven Dean. Desde entonces, HC ha sido como el primo mayor de todos los que decidieron pelearla a su manera. Lennon, Cobain y hasta el colombiano Andrés Caicedo tienen algo de HC en su ADN.

Hay libros que llegan, que te llegan de una y aterrizan en tu sistema para instalar una base. Ahora leo Catcher una vez al año y ni me he vuelto loco (es una manera de ponerlo) ni tengo ganas de matar a alguien. Es más, me siento bien. Es mucho más, ahora que he vuelto a leerlo me siento increíble, de lo mejor, a full. Catcher me da fuerzas, me recarga las baterías y me recuerda que no todo está perdido. En este mundo lleno de farsantes dispuestos a venderse y a cambiar de moral las veces que sea necesario, donde la gente se muere por ser cool, por tener onda aunque no sea la propia, por ser parte de la movida así no sepan los movimientos, por estar conectados las veinticuatro horas del día para estar en todas y no perderse ni una cambiada de llanta, es bueno saber que, pase lo que pase y mal y que mal, Catcher se sigue leyendo y sigue sumando votos aliados.



Acá va lo que escribí para El Telégrafo, se publicó el sábado pasado (25/04/09). Pude haber escrito harto más, obvio, pero los periódicos tienen sus medidas y cuando uno acepta colaborar está aceptando los límites del formato. Releyendo, cacho que no me porté muy analítico ni muy formal que digamos. Me pudo el feeling, más claro. Pero estos lujos hay que dárselos porque son justamente los que hacen la vida más llevadera. Hay que divertirse, hablar bien de los amigos y de la gente que uno quiere, si no, para qué se mete uno en estos líos.


El rock antes del rock. El punk mucho antes del punk. El grunge muchísimo antes del grunge. El guardián entre el centeno, de alguna o varias formas, inventó la adolescencia y, lo más importante, le puso actitud. Antes de Holden Caulfield, el personaje principal de la novela, no había nada o casi nada. La juventud era como la sala de espera en un aeropuerto internacional, un sitio donde se quemaban largas horas antes de abordar, con responsabilidad y cordura, la adultez. Para Holden la vida adulta es lo que viene después de la cima: el largo camino hacia abajo.

Es un libro pequeño, corto, que te da duro y en la cara, como corresponde. Llegas al final tendido en la lona, KO, con una sonrisa que te atraviesa el rostro entero. Entiendes que no estás solo, que no eres el único que se siente raro, aparte, fuera de foco y de sitio. Aunque no hay forma de saber si ganaremos, podemos pelear, y eso es bastante. Tal vez esa lucha sea todo lo que necesitemos, tal vez. Holden es un chico sensible, un adolescente que adolece y no por eso deja de tener su estilo ni de hacer las cosas a su manera. Lo acaban de echar del colegio, un colegio aniñado. No es la primera vez. Para encontrar soluciones hay que buscar problemas. Y a los ojos del mundo éste es un chico problema al que hay que enderezar o, de plano, erradicar como si de una epidemia se tratase. La gente no puede comprender que un joven de buena familia, teniéndolo todo, vaya por ahí desconectado, solo, sin el más mínimo interés por convertirse en una persona decente y productiva. Todo lo que Holden quiere es la verdad, el resto no le interesa demasiado. Holden Caulfield no es cool, es mejor que eso, es genuino, real. Está lleno de prejuicios y es irónico cada vez que puede, pero tiene el corazón entero y eso es más de lo que puedo decir de mucha gente.



Anyway, I keep picturing all these little kids playing some game in this big field of rye and all. Thousands of little kids, and nobody’s around – nobody big, I mean – except me. And I’m standing on the edge of some crazy cliff. What I have to do, I have to catch everybody if the start to go over the cliff. I mean if they’re running and they don’t look where they’re going I have to come out from somewhere and catch them. That’s all I’d do all day. I’d just be the catcher in the rye and all. I know it’s crazy, but that’s the only thing I’d really like to be. I know it’s crazy.

What I’d do, I figured, I’d go down to the Holland Tunnel and bum a ride, and then I’d bum another one, and another one, and another one, and in a few days I’d be somewhere out West where it was very pretty and sunny and where nobody’d know me and I’d get a job. I figured I could get a job at a filling station somewhere, putting gas and oil in peoples’s cars. I didn’t care what kind of job it was, though. Just so people didn’t know me and I didn’t know anybody. I thought what I’d do was, I’d pretend I was one of those deaf-mutes. That way I wouldn’t have to have any goddam stupid useless conversations with anybody. If anybody wanted to tell me something, they’d have to write it on piece of paper and shove it over to me. They’d get bored as hell doing that after a while, and then I’d be through with having conversations for the rest of my life. Everybody’d think I was just a poor deaf-mute bastard and they’d leave me alone. They’d let me put gas and oil in their stupid cars, and they’d pay me a salary and all for it, and I’d build me a little cabin somewhere with the dough I made and live there for the rest of my life. I’d build it right near the woods, but not right in them, because I’d wanted to be sunny as hell all the time. I’d cook all my own food, and later on, if I wanted to get married or something, I’d meet this beautiful girl that was also a deaf-mute and we’d get married. She’d come and live in my cabin with me, and if she wanted to say anything to me, she’d have to write on a goddam piece of paper, like everybody else. If we had any children, we’d hide them somewhere. We could buy them a lot of books ant teach them how to read and write by ourselves.

It’s funny. Don’t ever tell anybody anything. If you do, you start missing everybody.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

no he leido el libro que comentas... pero debo hacerlo de seguro. es vital eso de no sentirse solo, de encontrar gente que está tan fuera del traste como uno... siempre fui incomprendido, desde la adolecencia, en realidad desde la niñez... nunca acabo ni acabé de encajar en ningún lugar al que haya pertenecido, si es que pertrenecí a alguno...

d.

Juan Fernando Andrade dijo...

d

ahí donde tu estás hemos estado todos. es duro y, francamente, no creo q uno acabe de encajar jamás. lo importante no es encajar. lo q d verdad importa en hacerse espacio entre la multitud para poder respirar.

saludes

Anónimo dijo...

gracias por la respuesta.
d.

Anónimo dijo...

Yo leí el libro para la carrera de profesora de ingles y me encantó. Me sentí identificada y acompañada en cierta manera...cuando estas medio aislado/a pensas que te pasa a vos nada mas pero no es asi.

Hoy navegando me enteré que ayer murió el autor del libro, después de vivir 50 años alejado de todo el mundo..,lamentablemente no he podido dar con ninguna de las historias cortas que escribió Salinger pero son altamente recomendables..
Saludos

Rita (desde Argentina)