Esta semana, el blog aquí presente cumplió dos años de vida. Ha pasado el tiempo, y también otras cosas, hartas cosas. Tal vez los años blog no sean como los años perro, pero se parecen, pasan rápido, mucho más cuando uno trata de mantener cierto ritmo, cierta disciplina. CB empezó porque yo ofrecí escribirlo y diario El Comercio ofreció financiarlo. Y así fue, hasta hoy. El blog no cierra sus puertas pero se vuelve indie, personal (¿alguna vez fue impersonal?, espero que no), quizás se vuelve más blog, pero no creo, solo cambia de formato, y ni tanto, la verdad. Sospecho que las entradas serán menos frecuentes, pero el feeling será el mismo: compartir con amigos las cosas que nos hacen felices.
Para diario El Comercio sólo tengo palabras de afecto y gratitud, fueron mucho más cumplidos que yo en nuestro trato y nunca, jamás, se metieron con el contenido de las entradas.
Aquí y ahora, termina un capítulo, no sé si el 1 o el 210, y tampoco importa. Solo volteo la página para saber cómo sigue esta historia. Por lo pronto, hay buenas noticias: HD llega a Gkill, una ciudad que me gusta mucho y en la que Miguel, me consta, ha hecho ya varios amigos (ya tiene más panas que yo y Castor debe estar buscando marido nuevo). El próximo miércoles, 3 de marzo, presento la novela en Diva Nicotina (Cerro Santa Ana, Esc. #10), el Café Habano en el que se formó la nueva escena músico-guayaca y que ha sido, varias veces, la casa de Los Pescados en el puerto. A las 20h00 estaré con Francisco Santana, el cronista urbano-rockero, hablando de la novela y también, claro, de la inmortalidad del cangrejo. Santana es una de las personas más honestas y críticas que he conocido en mi vida. Espero estar a la altura.
Diario Expreso, Guayaquil, 20/12/09. ‘Hablas demasiado’: libro sobre el amor y la juventud. Escrito por Alexander García Vizcaíno.
Exaltación de la derrota en un retrato generacional.
Con una prosa pop y desenfadada, como la realidad que reproduce, Juan Fernando Andrade hace una decente incursión en el género de la novela.
El amor es una larga fila, tú tocas el hombro a quien te da la espalda y detrás, alguien está tocando el tuyo. Nadie voltea, no sin reservas, como se desearía. Eso es lo que pasa en la relación Juliana-Miguel-Clara, personajes de la novela “Hablas demasiado”. Pero en la “ópera prima” del autor manabita Juan Fernando Andrade, la búsqueda del amor es la metáfora de otra más profunda. La de una generación de jóvenes a la que cada vez se le hace más difícil encontrar un significado a la vida.
Marihuana, clorhidrato de cocaína, cerveza, vodka y hasta caña manabita. Los jóvenes personajes de “Hablas demasiado”, parecen querer esnifarse el mundo, evadiendo constantemente su realidad.
“En esta vida todos ‘tenemos’ (...) que ‘ser’ alguien, está en el contrato, escrito con las letras chiquitas que nunca leemos y qué están ahí para estafarnos”. Miguel está a pocos días de graduarse de la Universidad, pero su vida es una mentira. Estudió finanzas para llevarle la corriente al padre, que le piensa heredar “el negocio”. Un día, a la salida de clases, se encuentra -recostada sobre su viejo Jeep- a la chica a la que ha deseado toda la carrera y con la que apenas ha cruzado palabra. Pero ella (Clara) está a punto de casarse. Comienza una extraña historia de amor, que Andrade logra hacer verosímil. También comienza un plan para tirar por la borda los años universitarios y los anhelos familiares.
Todo en un clima angustioso, con la prosa desenfadada que parafrasea cierta habla quiteña (abundan palabras como ¿cachas?, de ley y loco) y frases enteras en inglés, el lenguaje de “the beautiful people”, una gente que vive de marcas.
Miguel vive en la capital, pero es de Manabí. Habla en primera persona, desde un presente inmediato, su estilo irónico logra arrancar sonrisas. Pasajes pueden llegar a ser entrañables, incluso conmovedores sin caer en la cursilería.
El protagonista sufrirá la osadía de haber sustituido una mentira con otra. Al final, luego del desenlace temido, después de tantas dudas, frustraciones, borracheras, la novela alcanza un ritmo, un tono y una apacibilidad admirables. Miguel sigue siendo un perdedor, pero recuperó su dignidad; y tal vez, ya no lo sea tanto...