10.30.2010

La úlcera de José Donoso


La edición de bolsillo de El obsceno pájaro de la noche (Punto de Lectura, 2006), el clásico del escritor-chileno-del-boom José Donoso, viene con una especie de making of al final escrito por el mismo autor. El texto se llama Claves de un delirio: los trazos de la memoria en la gestación de El obsceno pájaro de la noche, es largo, generoso, contundente y se siente casi demasiado sincero. En su comentario en off, Donoso cuenta la historia de su muy pero muy particular úlcera, que se activa cada vez que se propone escribir una novela y que en el caso de El obsceno… casi acaba con su vida.


Al parecer Donoso empezó, como muchos, a bosquejar su novela escribiendo ideas sueltas, apuntes, sensaciones, capítulos enteros que no se conectaban entre sí, que vivían peleando bajo un mismo techo que se estaba quedando corto: y en eso se le fueron diez años. ¿Cómo se hace para vivir con una novela adentro durante diez años? Fácil, se sangra por dentro. En uno de estos ataques, sucedido en Estados Unidos, a Donoso le aplicaron morfina sin saber que era alérgico a ella. “Tuve un increíble acceso de locura, con alucinaciones, paranoia y, sobre todo, un terror más ancho que la vida”. Durante quince días, el escritor estuvo internado en una clínica, atrapado en un violento delirio esquizofrénico. Sentado frente a la cama del paciente estaba un profesor de lógica que Donoso había conocido unos pocos días antes, y que definió el episodio de salud como “una perfecta reconstrucción paralógica del universo”. “La política, el sexo, los prejuicios raciales enterrados, todos esos elementos adquirieron en esas alucinaciones otra vida… más grande”, cuenta José Donoso. Lo cierto es que una vez superada la crisis, el escritor no encontró otro remedio que quemar la novela en la que estaba trabajando con la esperanza de exorcizar así todos sus demonios. Por suerte, su esposa lo detuvo y le dijo que la única forma de escapar de la novela era, precisamente, terminarla, publicarla, deshacerse de ella por la vía legal y entregársela al mundo para que dejara de comerle las tripas. En ese momento, en un acceso de lucidez o en un acto de amor, Donoso volvió a intentarlo, se encerró con las cientos de páginas que ya había escrito y al cabo de ocho meses terminó lo que no había podido terminar a lo largo de una década entera.




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10.25.2010

Doble o nada: Los Pescados en el Rocktobeerfest


Seguimos en Kill City. Este miércoles 27 vamos a tocar en el Bierjaus (C.C. Comercial Las Terrazas, Samborondón), otra de nuestras casas acá en el Guayas. Gracias a toda la gente que fue y nos apoyó el sábado pasado en la inauguración del Santana Rock Bar. Lo de esa noche fue una celebración descontrolada, el comienzo de algo que podría ser grande, hubo mucho más feeling que rigor y la cosa se vivió a punta de ñeque, con el corazón por encima de los cables, cual CBGB criollo. Durante aquella faena el escenario se llenó de gente (al cartel original se sumaron Luis Rueda y El Jefe Vergara), el concierto se convirtió en un pequeño festival y tocamos poco pero escuchamos mucho. Ahora vamos con todo, para arriba, con un setlist que incluye temas de todos los discos y un par de cosas que no están en ellos, algo de El año del Pescado, algo de No somos siameses y algo, un adelanto, de Por la boca muere el Pez, el nuevo álbum que ya está en el horno. Vengan a servirse el aperitivo.

La foto es de Bruno Carranza, baterista de Víbora Julieta.

10.21.2010

Los Pescados en la casa de Santana


Este sábado 23 de octubre, desde las 21h00, estaremos en la inauguración de una nueva casa para el rock en Kill City. Santana Rock Bar (Rocafuerte y Padre Aguirre, donde solía estar el Heineken) abre sus puertas con un concierto, como corresponde. El cartel, que podría crecer sobre la marcha, tiene ahora tres bandas de cajón: Los Pescados, Demencia Extrema y Víbora Julieta. La movida guayaca sigue creciendo, vamos ahí.

10.18.2010

Tu piel me hace llorar


El tráiler de The Social Network, la película de David Fincher sobre los creadores de Facebook, es aterrador y hace pensar que nada bueno puede venir cuando se quiere tener amigos a la fuerza, porque sí, porque sumando son un millón de amigos y nadie que tenga un millón de amigos puede estar tan solo como para buscarlos en Internet. Pero lo mejor, lo que me estremeció hasta la médula y me hizo llegar a casa a verlo una y otra vez, fue la canción de fondo, esa versión de Creep que me parece perfecta e imposible aún después de haberla escuchado en un loop infinito.

Al contrario de lo que pensaba, de lo que imaginé y creí un hecho histórico, la versión que se usa para promocionar (¿promocionar?, capaz no sea la palabra correcta, digamos que esta versión sirve de advertencia: algo fuerte viene en camino) la peli no es obra de Trent Reznor & Atticus Ross (este último un productor inglés, colaborador de NIN), autores de la banda sonora, sino de Scala & Kolacny Brothers, un coro de chicas formado en Bélgica que transforma sus canciones favoritas en sus canciones, punto. No es raro que esta pieza magistral venga de Europa, donde más o menos tienen claro quiénes son y entienden que hacer un cover no es vender la identidad sino reafirmarla y hasta potenciarla. Un coro latinoamericano, excluyendo quizás a Chile, Argentina y Brasil, jamás hubiese tenido el descaro de cantar en inglés, mucho menos algo que no sea considero “clásico” aunque, como lo demuestra esta versión, clásico es todo lo que te marca y te acompaña desde cierto punto hacia delante.

No sé cuántos momentos Creep tuve durante la adolescencia ni cuántos de esos momentos se necesitan para dejarla y hacer eso que llaman crecer. Sé que los tuve, que dolieron, que fueron en su mayoría culpa mía, que solo yo los recuerdo, que no he logrado dejarlos ir del todo, que vuelvo a ellos porque extraño el confort de estar triste por algo, por alguien, que llegaron hasta al fondo cuando apenas y podía defender mi superficie. Esta versión me ha devuelto esos momentos o lo que queda de ellos, pero para bien: recuerdo la angustia, ese peso que se soporta cuando se está solo en el cuarto y esa soledad y ese cuarto parecen la eternidad y el mundo. Esta versión me pone down, pero también me hace mirar hacia arriba, pensar que de no ser por todo eso no existiría todo esto.

La versión original de Radiohead nunca me dio tan duro o por lo menos nunca me obsesionó. ¿Qué pasa con esta? Creo que es el hecho de escuchar tantas voces unidas en un solo esfuerzo cuando la canción, si habla de algo, es de la soledad: el factor coro, en este caso, te hace parte de. El piano empieza suave, desde abajo, y va ganando intensidad sólo en ciertos golpes. Las voces entran como un rumor, voces pálidas como fantasmas que van haciéndose carne como los recuerdos que arrastran, sobre todo en la segunda estrofa, en ese I want you to notice when I’m not around que se pasa de la raya y cae en la desesperación, en la súplica, en lo que se derrama cuando se dice en voz alta la procesión que se lleva por dentro.



10.14.2010

Cordero, el making of


Esta noche, a las 19h00 en el Teatro Sucre, se estrena la nueva película de Sebastián Cordero: Rabia. La cinta inaugura una edición más del Festival Iberoamericano de Cine “0 latitud” Para estar a la altura de la ocasión, la revista Mundo Diners me pidió que entrevistara a Sebastián y escribiera una especie de perfil biográfico. El resultado es lo que los artistas plásticos llaman “técnica mixta”, un texto híbrido, un mix de cosas y emociones que me tiene muy contento.

Aquí va. Las fotos son de Coco Laso.


Sebastián Cordero
Una historia basada en hechos de la vida real

Por Juan Fernando Andrade


Martes, 3 de agosto, 2010. Sebastián Cordero y yo estamos sentados en el piso alfombrado del cuarto de su hijo, cada uno tiene un gin tonic en la mano. Nos conocimos en 1999 pero nos hicimos amigos siete años después, cuando empezamos a trabajar juntos en uno de sus proyectos. Entre los dos está mi grabadora y el foco rojo apunta hacia él. Curioso, como periodista uno tiene la obligación de preguntar las cosas que no se atreve a preguntar como amigo.

- Empecemos por el principio. ¿Qué recuerdas de tu infancia?
- Nací en el 72, soy el menor de cuatro hermanos, recuerdo haber sido muy pegado a ellos, sobre todo a mi hermano Juan Esteban. Teníamos mucho en común. Me interesaba mucho todo lo que hacía. Coleccionaba mariposas, estaba muy metido en la entomología, toda esa onda de matarlas sin que se les dañen las alas. Cuando se iba de paseo de fin de curso al oriente, volvía con una cantidad de bichos impresionante, a mí me parecía fascinante todo eso. Y todo lo que me contaba de la música, era alguien lleno de anécdotas, como una enciclopedia viviente. Me gustaba mucho sentarme a escucharle.

- Tu hermano músico.
- En algún momento todos tocamos piano. Mi mamá tenía esta obsesión con la música y nos empujó en esa dirección. Mis papás grababan casetes para enviarle a un tío que vivía en Estados Unidos. No éramos nada malos, de hecho gané menciones en algunos concursos. Pero todos, menos Juan Esteban, fuimos abandonando la música de a poco. Yo toqué piano de los cuatro años hasta como los trece, también toqué violín, guitarra y saxofón. La música era un elemento en la casa.

En su casa se almorzaba y se comía con música clásica de fondo. Esteban, su padre, tenía una colección de vinilos que organizaba y escuchaba en orden alfabético, de esta forma, pensaba, llegaría el día en que lo hubiese escuchado todo.

- Mi papá era muy neurótico en ciertas cosas, tenía esta onda obsesiva de no perderse de nada. De niños viajábamos mucho. La primera vez que fuimos a París mi papá tenía el libro “París en cuatro días”, que era un clásico. En esos cuatro días veías todo, to-do. Yo luego viví seis años allí y todos los monumentos los conocí probablemente durante esos cuatro días del primer viaje con la familia.

Mónica Espinosa, su madre, me cuenta que las vacaciones de verano se organizaban en torno a los grandes festivales de música clásica en Europa. “Siempre pensé que mis hijos debían saber que en el mundo hay otra gente que hace lo mismo que ellos y tal vez mejor. Desde pequeños estuvieron expuestos a la excelencia.” Mónica creció en una familia dedicada a la agricultura, en su casa nunca hubo libros ni discos, pero ella estudió danza clásica y tomó lecciones de francés desde pequeña. Era cuestión de tiempo, mejor estar preparada.

Salzburgo, Austria, 1976. Los Cordero Espinosa atraviesan el Atlántico para ver a la violinista alemana Anne-Sophie Mutter al mando de Herbert von Karajam, director de la Orquesta Sinfónica de Berlín. Demasiado tarde, no hay entradas. Esteban toma la mano de su hijo mayor y trata de consolarse mostrándole el teatro. Un acomodador se les acerca y les pide gentilmente que se retiren. Esteban lo mira a los ojos, le habla en voz baja, le dice este niño es pianista, hemos venido desde otro continente, por favor. El acomodador pone su mano sobre el hombro del chico, sonríe y le dice ven conmigo. Anne-Sophie Mutter interpreta el tercer movimiento del concierto para violín de Beethoven, Juan Esteban la ve de la mano del acomodador, quien además le invita chocolates.

- ¿Te acuerdas de tu papá?
- Lo conocí muy poco, murió cuando yo tenía nueve años. Lo veía como este señor muy grande que me intimidaba, de hecho me daba mucho miedo. Nunca tuve una amistad, nunca me reí con él, le tenía un respeto malsano. A veces él entraba a la casa y yo me callaba, no sé por qué.

- ¿Qué hacía tu papá?
- Era abogado, pero nunca ejerció, decía que para ser un buen empresario tienes que ser abogado. Como empresario se dedicó a la importación de autos, era el gerente de la compañía Automotores y Anexos. La verdad es que quería ser escritor.

Esteban y Mónica decidieron mudar su familia de Quito a París, darse la oportunidad de una vida diferente y, sobre todo, dársela a sus hijos. Sería perfecto, Mónica formaría parte de un mundo para el que se había preparado toda su vida, Esteban tendría el año sabático que necesitaba para escribir su novela en paz, para dedicarle a su familia el tiempo que le habían robado los negocios, y los chicos tendrían lo mejor de la cultura a la vuelta de la esquina. Si uno de ellos hubiese querido ser contador, tendría que haberlo hecho a escondidas de sus padres.

París, Francia, 1981. En vísperas de su aniversario de bodas, Esteban no piensa salir a celebrar. Abre una botella de champaña y se queda en casa con su esposa y sus hijos. Han pasado solo tres meses desde su llegada y en un par de horas tiene que salir de vuelta a Quito en viaje de negocios, cualquier festejo quedará para su regreso. Mónica quiere llevarlo al aeropuerto pero él insiste en tomar un taxi. Sebastián y Juan Esteban lo acompañan a la calle. Después de guardar su equipaje en el maletero, Esteban se inclina hacia su hijo mayor y le dice ahora tú eres el hombre de la casa. No tiene palabras para Sebastián, sólo una mirada. El taxi se aleja. Los hermanos se despiden moviendo las manos. Esteban regresa a verlos.

Dos días después, Mónica recibe una llamada del Ecuador. Le dicen que vuelva lo antes posible, con sus hijos, Esteban tuvo un accidente. Le dicen está delicado pero no le va a pasar nada. Mónica siente esa punzada en el corazón.

Esteban regresa de un almuerzo en casa de su mejor amigo en el Valle de los Chillos, al norte de Quito. El cambio de hora, los tragos, la noche. Se queda dormido sujetando el volante. El entierro es el 26 de octubre, ese mismo día, Esteban y Mónica cumplen dieciocho años de casados.

- ¿Quién tomó la decisión de volver a París?
- Antes de volver para el entierro, mi mamá nos sentó a todos en el comedor y nos preguntó si queríamos vivir otra vida en París o regresar a Quito. Finalmente nos quedamos mucho más de lo que pensaba quedarse mi papá. Yo le veo como un momento bacán, liberador, decir vamos allá, a la aventura, a ver qué pasa. Mi mamá tuvo una valentía gigante, lanzarse con cuatro hijos, sola.

- ¿Te gustó vivir en Francia?
- En Francia comencé a ir al cine. La primera película que fuimos a ver fue Cazadores del Arca Perdida, me la repetí tres o cuatro veces. Era escapismo total y de repente era wow, este es un mundo que me encanta. Con mis hermanos empezamos a ir al cine muchísimo. Era un momento en el que yo estaba especialmente vulnerable y me llegó esto de una manera muy fuerte. Aparte de las películas íbamos a dos o tres conciertos de música clásica a la semana, con mi mamá, era una forma de estar juntos.

- A ver, ¿decidiste que querías ser director de cine a los nueve años?

- Pues… sí, creo que sí.

Viviana, su hermana mayor, me cuenta que el primer sueño en la vida de Sebastián, a los cuatro años de edad, era ser Papa, ni sacerdote ni obispo sino Papa. Sebastián no lo recuerda, pero desde aquel anuncio su padre sintió por él una profunda admiración, en nada relacionada con la iglesia. Para Esteban, ser Papa significaba llegar hasta donde su pudiera llegar. El chico estaría bien.

- ¿Y qué pasó cuando tus hermanos te dijeron que iban a hacer una película?
- Para mí fue un poco un shock. Lo venía planeando desde el colegio, aplicando a universidades para estudiar cine, y de repente mis hermanos me salen con la noticia de que iban a hacer una película. Sentía como que, ¿de dónde?, ¿por qué? Me invitaron a participar, de hecho yo iba a actuar en esa película…

Quito, Ecuador, 1991. Viviana y Juan Esteban escriben el guión de Sensaciones: siete músicos jóvenes se retiran a una hacienda en la mitad del páramo y hacen un disco que revela el sonido de los Andes, en su búsqueda interior, experimentan con drogas y uno de ellos encuentra la última sensación en la muerte. Dos de esos personajes serán interpretados por Juan Esteban y Viviana. Avalon, su mascota, también está entre el reparto. El plan es que Sebastián forme parte de la producción como actor y codirector. Manuel, hermano menor de Zacarías (Juan Esteban), está basado en él, ambos nacieron en la misma fecha, son géminis y pasaron por el piano y el violín antes del saxo. El menor de los Cordero sube al tren con sus hermanos, pero el rodaje se atrasa y cuando debe elegir entre irse o quedarse no lo piensa dos veces y parte a Los Ángeles, ha sido aceptado en el programa de escritura de guión de la prestigiosa USC (Universidad del Sur de California).

- …Mi hermano me decía “de gana te gastas la plata estudiando, la universidad gringa te va a cobrar un montón de plata, por qué no te quedas aquí y haces una película, al final lo que cuenta en la vida son las películas que has hecho, no el diploma que después ni vas a poder encontrar” Irme fue la mejor decisión que pude tomar, pero una de mis grandes frustraciones es que Juan Esteban murió cuando yo estaba en mi tercer año de universidad y nunca llegó a ver nada interesante hecho por mí. Es heavy pensar que él murió a los veintiséis y para mí siempre será mayor. Ahorita he vivido mucho más de lo que él posiblemente vivió en toda su vida y siento que él ha vivido más que yo…

Quito, Ecuador, 1993. Juan Esteban escucha los temas de Jorge Villamizar, alias “Coqui”, quien luego formará parte del popular grupo Bacilos, y se compromete a componer los arreglos. Para lograr sentirlos, propone escucharlos junto a la cascada del río Pita, en el Valle de los Chillos. Son las tres de la tarde de un domingo y Avalon, la mascota de Sensaciones, forma parte del paseo. Al llegar, el labrador se lanza al agua persiguiendo su imagen, Juan Esteban entra al río para rescatarlo, el agua le llega a los talones, parece seguro. Las suelas de sus zapatos se deslizan sobre las piedras mojadas como si el río lo estuviese reclamando, no lo puede creer, alcanza a reírse mientras la corriente lo arrastra hacia la cascada, esta es la última sensación.

- … Lo mismo pasa con mi papá, murió cuando tenía 43 años, yo ya voy por 38, en 5 tendré la misma edad que él cuando murió y me raya eso, el tema de cumplir ciertas metas en cierto tiempo y a cierta edad. Para mí, después de los 43 hay como un hueco negro en mi vida, como que si me muero al día siguiente ya cumplí, es muy raro. El tema de la mortalidad, de tener un límite y del valor que le da la muerte a la vida es algo que, a pesar de que no lo he explorado abiertamente en mi trabajo, está muy presente.

- Claro que lo has explorado, súper abiertamente. Pescador (su cuarto largometraje, el guión que escribimos juntos) es la única película de Sebastián Cordero donde no se muere nadie.
- Sí, en ese sentido es la que más vida tiene.

- Voy a confesarte algo. Cuando empezamos a trabajar juntos, no entendía qué tenías en común con tus películas. Eres un tipo que vive bien, que sale de vacaciones y conoce casi que todo el mundo, pero tus temas son oscuros, eso, la verdad, me parecía un poco chanta.

Venecia, Italia, 1999. Sebastián Cordero tiene veintiséis años y estrena su ópera prima en el Festival de Cine de Venecia, es la primera vez que una película ecuatoriana llega tan lejos. Ratas, ratones, rateros, es la historia de Ángel y Salvador, dos primos salidos del Ecuador marginal que hacen su vida entre crímenes cada vez peores. Salvador es sensible y tímido. Ángel es el tipo de persona que busca sobrevivir sin que importe mucho quién se quede en el camino. Sin embargo, Salvador tiene sus pecados y Ángel sus redenciones.

- No sé, a veces la mejor forma de contar cosas autobiográficas es a través de personajes lejanos a uno mismo. Yo me identifico muchísimo con Salvador mientras que Ángel es mi peor pesadilla, pero ambos son parte de mí. Me he obsesionado con los personajes que son ambiguos, complejos, que pueden tener buenas intensiones pero igual la cagan o hacen algo bueno por casualidad. Siempre me ha frustrado, al punto de cabrearme, el sentir que algo se proyecta de una forma y no es así. Si todos estamos sufriendo, por qué no hablar de ese sufrimiento, por qué pretender que todo está bien. Un personaje perfecto es mentira, no me lo creo, siempre busco el pero y termino con personajes que están más llenos de defectos que de cualidades, igual pueden ser entrañables.

- ¿Sospechaste el éxito que tendría Ratas…?
- No. Yo hice la mejor película que pude hacer en las condiciones en las que me encontraba. Ratas… se hizo con el modelo del cine norteamericano independiente de los setentas: poner plata propia y pedirle plata a todo el mundo. Tuvo un largo recorrido por festivales internacionales y el rato de exhibirla acá fue una locura, tuvo 135,000 espectadores en cines sólo con cuatro copias, una cifra sin precedentes en el Ecuador.

- Esa película te convirtió en una personaje público. ¿Qué se siente?
- Mi vida fue expuesta, aunque la gente se me ha acercado siempre en buena onda, fue raro. Me decían “estás haciendo algo importante para el país”. Yo no hice la película pensando en el país, más bien es una peli muy crítica. Era la época del “sí se puede” y me ponían de ejemplo con Iván Vallejo (el montañista que conquistó el Everest) y Nicolás Lapentti (tenista, sexto en el mundo en 1999). Al final de ese año me invitaron a ser jurado en el Reina de Quito.

Sebastián Cordero es el tipo de persona que te permite ser invisible. No se lo propone, simplemente pasa. Te sientas a comer pizza con él y debe levantarse una o dos veces a poner el brazo sobre los hombros de un perfecto desconocido y sonreír para el lente de un teléfono celular. En pleno páramo, mientras rueda una escena de Pescador, los curiosos se detienen, bajan de sus autos y caminan entre la neblina para pedirle un autógrafo. En Guayaquil, la administradora de una cevichería pone una botella de vodka sobre la mesa y dice “es un honor tener al maestro con nosotros”, después, obvio, hay una fila de meseros esperando tras ella el turno de posar junto al maestro. Cabrón.

- Hubo mucha expectativa por tu siguiente paso, ¿sentías presión?
- En ese momento me pesaba mucho que todo el mundo estuviera pendiente de mí. Tal vez por eso me demoré un ratote en hacer la siguiente.

Cannes, Francia, 2004. Crónicas, su segunda película, se estrena en la sección oficial Un Certain Regard (una cierta mirada) del festival de Cannes, acaso el más célebre del mundo, es la primera vez que una película ecuatoriana llega tan lejos. Cordero desfila por la alfombra roja acompañado del elenco: John Leguizamo (ejemplo perfecto del hijo de migrantes latinos que triunfa en USA), Leonor Watling (una chica Almodóvar) y Damián Alcázar (uno de los actores mexicanos más premiados de todos los tiempos). Dos de los varios productores de la película son Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, ambos nominados al Oscar. El productor ejecutivo es Jorge Vergara, magnate mexicano, dueño de la marca de suplementos alimenticios Omnilife, quien antes había invertido capital en proyectos de Cuarón (Y tu mamá también) y del Toro (El espinazo del diablo).

De alguna manera, Crónicas es la película más exitosa y menos popular de Cordero. Por un lado, le abrió las puertas del exterior, lo conectó. Por otro, tuvo menos de la mitad de espectadores que Ratas… Incluir un reparto internacional le sumó credenciales y le restó identidad. Aunque pase en Babahoyo y esté impecablemente realizada, es difícil saber de dónde es o para dónde va. Isabel Dávalos, su ex esposa, trabajó en la producción de Crónicas y tiene muy claros los factores que, según ella, provocaron el “fracaso” comercial de la película. “Primero, le cedimos todos los derechos a Jorge Vergara para que el Sebastián pudiera hacer su película a lo grande. Segundo, cuando entraron los actores internacionales perdió mucho de su esencia original. Tercero, al momento del estreno, el Sebastián y yo nos estábamos separando, no teníamos ni la química ni el ánimo para sacarla adelante, cuando te divorcias, los primeros meses son los peores. Cuarto, en México se estrenó un año después de Cannes, cuando ya había sido absolutamente pirateada. Quinto, en Estados Unidos fue promocionada como una película para migrantes. Esa película fue una inversión a la carrera del Sebastián, y en eso funcionó muy bien.”

- Mirando para atrás, ¿crees que tener actores internacionales le ayudó a la película?
- La película es sobre un equipo de televisión que llega a Babahoyo tras la pista de un asesino en serie que viola niños pequeños. Que el equipo fuera de Miami me parecía lógico, creo que la película ganó con el reparto internacional, siento que funciona bien. Yo sé que en el Ecuador la percepción es que Crónicas fracasó porque tuvo menos espectadores que Ratas…, pero a mí me abrió muchísimas puertas.

- Te pesa ser un cineasta más de crítica que de público.
- Quien te diga que no le importa si el público va a ver su película te está mintiendo, eso no es real. Eso es fácil de decir hasta que el público sí va a ver la película.

- ¿Eres la persona que quieres ser?
- Tengo una onda constante de sentir que lo que estoy haciendo no es suficiente, ¿suficiente para quién?, no sé. Miro para atrás, y no tengo ese rollo. Mirando para atrás, el tiempo desperdiciado es el que más me gusta. Los días en los que teniendo cosas que hacer me he hecho la pera y me he puesto a ver una película encerrado en mi casa, eso es una maravilla, pero para llegar a eso, me azoto, me atormento mucho. Lo que me encanta de un rodaje es que todo se pone en paréntesis y tengo una reafirmación de que lo más importante en mi vida en ese momento es filmar, cualquier otra cosa puede pasar a un segundo lugar en las prioridades, eso me alivia profundamente. El estrés gigantesco de un rodaje es menos estresante que la vida diaria, en la que no sé si debería estar haciendo más. En un rodaje sé que debo cumplir con ciertas obligaciones. Es terrible, debería estresarme más pero más bien me tranquiliza, es una estructura que va hacia delante.

- Creo que estás cerca de la persona que quieres ser, por lo menos más de lo que piensas.
- Lo que quería de niño, de adolescente, cuando pensaba en dedicarme al cine, era poder dedicarme solo a eso, que esa sea mi actividad, y poder hacerlo de largo. Ya van cuatro largos y espero que vengan muchos más. Habrá películas a las que les vaya mejor que a otras, que harán más dinero que otras, que tengan mejores críticas que otras. Mientras pueda seguir contando historias, todo bien. El poder seguir haciendo cine ya es que me vaya bien.

Miércoles, 4 de agosto, 2010. Hemos hablado toda la noche y estamos algo mareados. A pocos meses del estreno de su tercer largometraje en el Ecuador, Sebastián Cordero está nervioso. Rabia, producida íntegramente en España, ha sido un éxito rotundo en festivales pero aún no logra captar al gran público. El chico, qué duda cabe, todavía quiere ser Papa. Cabrón.
(Mundo Diners, octubre de 2010)

10.11.2010

Enseñanza de vida (o aprender a la fuerza)


Hay cosas que se aprenden en la escuela, cosas que se aprenden en la calle y cosas que nunca se aprenden. “Enseñanza…” es una película sobre aprender lo que se pueda mientras dure, aunque en el proceso toque limpiarse las lágrimas de la cara y seguir como si nada sabiendo que sí, que todo. Estamos en Londres, es 1961. Ella tiene dieciséis años, la vida por delante, todo para ganar. Pero está enamorada y eso siempre complica las cosas. Mucho más para ella, que está enamorada de sí misma y aún no sabe quién es.

Ella es Jenny (la mejor Carey Mulligan hasta la fecha, encantadora, irresistible) y está saliendo con David (Peter Sarsgaard, el clásico actor subestimado que aún no obtiene ni el reconocimiento ni el protagónico que merece), un tipo mucho mayor. En realidad, está saliendo con la vida de David, saliendo del salón de clases y entrando en un mundo de jóvenes adultos y adinerados que la pasan bomba: fiestas, conciertos de jazz, un fin de semana en París. Jenny está viviendo algo que no le corresponde, que la supera, algo que también podría ser el amor porque el amor es muchas cosas, pero sobre todo está viviendo y eso es lo que importa. Su mérito está en intentar, en arriesgarse como se arriesga esta película, en cruzar la línea para conocer sus propios límites y tener que volver con la cabeza entre los hombros, cargando con sus errores pero sin el menor remordimiento. Ciertas cosas, ciertas verdades, sólo pueden aprenderse a la fuerza. “Enseñanza…” podría ser una comedia romántica o un culebrón dramático, pero se salva por venir de donde viene, por tener lo mejor del cine inglés, el tono: discreto, ingenioso, gracioso cuando puede y serio cuando debe.

Desde hace años que los fans del escritor Nick Hornby esperábamos, más que esta película, esta oportunidad. Quienes lo vemos no como un héroe ni un genio sino como un aliado y un cómplice, sentimos que ésta es su película aunque no sea nada más, ni nada menos, que su guión. La historia ha dado un giro justo y necesario. Luego de que varias de sus novelas han sido llevadas a las salas de proyección (las memorables, sin duda, son “Alta fidelidad” y “Un gran chico”), Hornby tiene la oportunidad de escribir cine basándose en el libro de memorias de la periodista británica Lynn Barber. Y lo mejor es que el Hornby guionista es hermano o primo hermano del Hornby novelista: cuida a sus personajes, los quiere, vuelve a demostrar que un cuento, en cualquier formato, no necesita protagonistas increíbles, que basta con ser gente.

(El Diario, 10 de octubre 2010)



10.09.2010

Deep Brauer


Simón Brauer vuelve a mirarnos como nadie nos había mirado: en 3D. Se supone que todos los seres humanos vemos en tres dimensiones, se supone, pero ver es una cosa muy distinta a percibir y es en la percepción de las cosas donde está la clave. El pasado 7 de octubre Brauer presentó en sociedad el libro Quito Profundo, su versión fotográfica del centro histórico de la ciudad, en formato 3D Stereo. A falta de mejores palabras, sólo me queda decir que las fotos son (están) increíbles en todo el sentido y la extensión de la palabra. Increíbles por sorprendentes. Increíbles porque es difícil creer, asumir, que existen. Además, increíbles porque no se sabe si lo que está en el cuadro está viniendo hacia nosotros o si somos nosotros los que estamos entrando en cuadro. Eso tal vez lo sabe Brauer, tal vez.

El lanzamiento fue en la Casa de la Fundación Municipal Teatro Nacional Sucre (con ese nombre no dan ganas de ir, lo sé, pero los nombres, como las apariencias, engañan), el lugar estaba copado y tocó hacer fila para poder ver de la exposición. Fue como estar en un parque de diversiones, ver la cara de la gente que salía mientras uno entraba, verlos y estar a punto de saber qué les había pasado, atravesar la misma experiencia, la misma sensación, salir y ver las caras de los que aún no entraban y darles esa mirada, esa señal, ese ya van ver telepático. Y claro, las ganas de volver a subir.

La exposición estará abierta hasta el 24 de octubre.

CASA DE LA FUNDACIÓN MUNICIPAL TEATRO SUCRE
MANABÍ Y GUAYAQUIL (PLAZA DEL TEATRO)
DE 1OH00 A 16H30
DE MARTES A DOMINGO


10.07.2010

Vargas Llosa, el Nobel


Mucho muy emocionado. Soy fan de Vargas Llosa desde que leí Los Cachorros por primera vez. Lo vi una vez en Buenos Aires, en el Bar Sur del barrio San Telmo, escuchando tangos con su familia. No pude decirle mucho, capaz no le dije nada, pero cual groopie le pedí un autógrafo que guardo con el mismo cariño con que guardo sus libros. A la final, el Nobel no es tan distinto a cualquier otro premio: vale cuando ganan los que uno quiere que ganen.



10.05.2010

25 years later...


Hace 25 años, la novela Less Than Zero convirtió a Bret Easton Ellis, más que en un escritor, en un estilo literario e incluso en un estilo de vida. Hace unos pocos meses, apareció Imperial Bedrooms, la secuela que nadie esperaba y que ha vuelto a poner al autor en el centro de una escena muy parecida a las que suceden en sus libros.

Si no les gustó la primera, ni si quiera se molesten en hojear la segunda. Clay is back y lo peor, lo mejor, es que nunca cambió o jamás se propuso cambiar. El mismo vacío, la misma desesperación, esa misma sensación de que pase lo que pase al final no pasará mucho, no pasará nada. Curioso, conozco gente que ha tratado de leer Easton Ellis y no ha podido porque, dicen, es imposible de querer. La verdad no sé, no creo, que lo que busquen sus libros sea exactamente cariño. Recuerdo leer Less Than Zero y sentir que todo eso era simplemente too much, muy heavy, muy superficial, muy denso, muy cercano, como una Ciudad de Dios al revés, al punto de sentir en las tripas cómo lo que estaba leyendo me atropellaba, me pasaba por encima. No puedo decir que quise a Clay entonces o que lo quiero ahora, pero sí que me interesa, capto su soledad, ese abandono lujoso y decadente que llena su vida de sustitutos, de placebos, y la decora con fake plastic trees y con emociones que parecen the real thing pero se desinflan de un momento a otro. Clay vive anestesiado, pero vive. A su manera, de lejos y apostando justo lo necesario para no perder, hasta lo intenta.

Un cuarto de siglo después, Clay es guionista en Hollywood y está trabajando en una película llamada The Listeners (algo así como: los que escuchan). Aunque su novela más autobiográfica sea Lunar Park, en la que autor y personaje llevan exactamente el mismo nombre a cuestas, en Imperial Bedrooms vuelve ese alter ego que tanto tiene en común con el escritor. Bret Easton Ellis adaptó al cine su libro de cuentos The Informers (Los informantes) y la experiencia no fue nada agradable: la película necesitaba una estructura extensa y coral tipo Robert Allman o Paul Thomas Anderson que, en teoría, estaba en el guión original, pero como la industria está llena de intermediaros, terminó siendo una cinta comprimida en la que apenas y entraron algunos personajes de los cuentos abriéndose espacio a codazos. Viéndolo por ese lado, capaz esto es Bret Easton Ellis, la venganza. El Hollywood de Imperial Bedrooms no está muy lejos del infierno, todos se usan, todos se abusan y todos son gente que no son tratando, a toda costa, de transformar eso que no son en aquello que quieren ser: una gran mentira es mejor que una triste verdad. Esta vez, a la voz dañada de Clay se le suma una historia casi policial tipo L.A. Confidential que algo tiene de Raymond Chandler y mucho de thriller onda film noir.

Casi todos los personajes de Less Than Zero están de vuelta: Blair, Rip y el detonante Julian, que vuelve a causar el tipo de explosión que salpica a todos los que están cerca. Quizás el truco sea cambiar como cambia la vida, asumir un nuevo papel cada tanto y ajustarse a las circunstancias, cambiar de diálogo, no de discurso. Esta gente no lo ha hecho, son los mismos adolescentes de hace 25 años tratando de evadir el sufrimiento a través del placer, mirando hacia otro lado, donde está Palm Springs.



…the city it seemed as if you were looking at a vast and abandoned world laid out in anonymous grids and quadrants, a view that confirmed you were much more alone than you thought you were, a view that inspired the flickering thoughts of suicide.

“Rain,” I say. “That’s not your real name”
“Does it matter?”
“Well, it makes me wonder what else isn’t real”
“That’s because you’re a writer,” she says. “That’s because you make things up for a living.”
“And?”
“And”, she shrugs, “I’ve noticed that writers tend to worry about things like that”

The surface Rain presents is really all she’s about, and since so many girls look like Rain another part of the appeal is watching her try to figure out why I’ve become so interested in her and not someone else.

What keeps me interested, and it always does, is how can she be a bad actress on film but a good one in reality?

I can suddenly see my reflection in a mirror in the corner of the bedroom: an old-looking teenager.

…and the world becomes a science-fiction movie because none of it really has anything to do with me. It’s a world where getting stoned is the only option.

I text Rain: If I don’t hear from you I’m going to make them give the part to someone else. In a matter of minutes I get a text from her: Hey Crazy, I’m back! Let’s hang. Xo.

“Just really beautiful girls, really beautiful boys, kids who came out here to make it and needed cash and wanted to make sure that if they ever became Brad Pitt there’s no hard evidence that they were involved in anything like this.”

She immediately moves into me and says she’s sorry and the she’s guiding me toward the bedroom and this is the way I always wanted the scene to play out and then it does and it has to because it doesn’t really work for me unless it happens like this.

“I want to be with you,” I’m saying.
“That was never going to be part of it” I ask. I press two fingers on both sides of her mouth and force her lips into a smile.
“Because you’re just the writer”

The fades, the dissolves, the rewritten scenes, all the things you wipe away, I now want to explain these things to her but I know I never will, the most important one being: I never liked anyone and I’m afraid of people.

Ojo: la novela ha sido traducida por Mondadori con el título Suites Imperiales.



10.01.2010

¿Qué pasó?


Como era de esperarse, el concierto del Cuarteto de Nos en Kill City se cancela debido a los incidentes del jueves 30 de septiembre de 2010, de ahora en adelante, más que un día, una fecha. Esto fue ayer y yo me sigo preguntando, ¿qué pasó? Si Correa nunca tuvo intenciones de negociar con los policías, ¿por qué fue a buscarlos?, ¿sólo para provocar?, ¿solo para ser, otra vez, el más macho?, ¿por qué no recibió a esas tres amables delegaciones en Carondelet?, ¿por qué, si rechazaba la medida de hecho, la detonó con su presencia?, ¿por qué llama a esto “golpe de estado” si la tropa no tenía respaldo popular y las Fuerzas Armadas siempre estuvieron del lado de la democracia?, ¿por qué repetía a cada rato que estaba dispuesto a morir por la patria?, o sea, ¿en serio?, ¿es la persona más importante del Ecuador y es tan irresponsable que a la menor provocación se ofrece como carne de cañón en plan Abdón Calderón? ¿Por qué cantó victoria mientras gente inocente seguía atrapada y en peligro? ¿Por qué la gente de País se pasó toda la jornada incitando enfrentamientos callejeros entre uniformados y civiles?, ¿pensaban entrar al hospital del ejército a la fuerza?, ¿qué quisieron decir con eso de “vamos a rescatar al Presidente”? ¿Con qué ojos vemos a los policías que vuelven a las calles de a poco, con el tolete entre las piernas? Y, claro, algo sumamente grave, ¿por qué el famoso estado de excepción solo se aplicó a los medios de comunicación, obligados a fundirse en una cadena nacional ininterrumpida manejada por el canal del estado?, y ya en ese caso, ¿por qué no invitaron a ningún opositor?,

Correa tiene razón en algo, si el pueblo ya no lo quiere que se lo demuestre en las urnas, echar presidentes a palo es una cosa demasiado siglo XX que nos avergüenza a todos. Sin embargo, siento que él tiene la mayor parte de culpa en todo esto, que él podría haber evitado la pérdida de vidas humanas si hubiese sido un poco menos Correa de lo que suele ser: no tenía que bajar la cabeza, ni ceder, ni dar un paso atrás. Si todo esto se trataba nada más que de un mal entendido, ¿hacía falta el fuego cruzado?