Los niños que viven en Hailsham piensan que están viviendo en Hogwarts, pero su salón de clases tiene un trasfondo mucho más The Wall. Hailsham es una escuela para clones que algún día donarán sus órganos para que los humanos “originales” prolonguen su vida. Es mediados de los setenta y se supone que la humanidad lleva veinte años criando clones para su beneficio. En este mundo, la expectativa de vida es de cien años.
Never Let Me Go, basada en la novela de Kazuo Ishiguro, es la segunda película de Mark Romanek, mejor conocido por sus videos musicales y por One Hour Photo, su primer intento en pantalla grande. Aquella vez, Romanek logró crear un look enfermo y una atmósfera intensa, pero no una verdadera película. Han pasado casi diez años desde entonces y el director ha vuelto para vengarse.
La voz de Kathy (Carey Mulligan, ¿la gran actriz de esta nueva década?) es tan precisa y preciosa como el rostro que la produce. Ella nos cuenta la historia, nos presenta a Ruth (Keira Knightley), a Tommy (Andrew Garfield, que al parecer no sabe equivocarse), y nos introduce en un extraño triángulo amoroso hecho de silencios, cobardía y resignación. Esa voz habla desde el final de la película, entendió lo que pasó y sostiene en su tono una tristeza digna pero incurable.
Esta es una película de horror y ciencia ficción disfrazada bajo el drama de un amor imposible. El horror es mutuo, está en la pantalla y está en nosotros. Nos conmueve saber que estos clones son gente, que podrían ser o de hecho son como nosotros así su vida esté limitada por el motivo de su existencia. El horror empieza cuando les tomamos cariño. Pero lo que realmente nos aterroriza es la posibilidad de interactuar en ese mundo. ¿Nos detendríamos a pensar en un clon que ya donó un riñón y un pulmón si nuestra salud, nuestra vida, dependiese de su hígado? Hacia el final de la película, Kathy lo resume todo en una frase que podría ser su último suspiro. “What I’m not sure about is if our lives have been so different from the lives of the people we save.”
Romanek convocó a la gente adecuada desde la canción de Judy Bridgewater que le dio nombre a la novela y la película: una canción romántica que en estas circunstancias resulta aterradora. El personaje de Charlotte Rampling, la directora de Hailsham, es un verdadero monstruo de lucidez implacable. Adam Kimmel, director de fotografía diverso por naturaleza (Capote y Lars and the Real Girl son buenos ejemplos), está más preocupado por crear retratos con vida propia que por lucirse con acrobacias ópticas. Y aunque el guión de Alex Garland, que ya había demostrado bastante escribiendo Sunshine, deja cabos sueltos, también deja abierta una puerta para que entremos en el. Una vez dentro, nos damos cuenta de que eso que nos pasa, que nos está pasando mientras vemos la película, se llama culpa. Y duele.
Never Let Me Go, basada en la novela de Kazuo Ishiguro, es la segunda película de Mark Romanek, mejor conocido por sus videos musicales y por One Hour Photo, su primer intento en pantalla grande. Aquella vez, Romanek logró crear un look enfermo y una atmósfera intensa, pero no una verdadera película. Han pasado casi diez años desde entonces y el director ha vuelto para vengarse.
La voz de Kathy (Carey Mulligan, ¿la gran actriz de esta nueva década?) es tan precisa y preciosa como el rostro que la produce. Ella nos cuenta la historia, nos presenta a Ruth (Keira Knightley), a Tommy (Andrew Garfield, que al parecer no sabe equivocarse), y nos introduce en un extraño triángulo amoroso hecho de silencios, cobardía y resignación. Esa voz habla desde el final de la película, entendió lo que pasó y sostiene en su tono una tristeza digna pero incurable.
Esta es una película de horror y ciencia ficción disfrazada bajo el drama de un amor imposible. El horror es mutuo, está en la pantalla y está en nosotros. Nos conmueve saber que estos clones son gente, que podrían ser o de hecho son como nosotros así su vida esté limitada por el motivo de su existencia. El horror empieza cuando les tomamos cariño. Pero lo que realmente nos aterroriza es la posibilidad de interactuar en ese mundo. ¿Nos detendríamos a pensar en un clon que ya donó un riñón y un pulmón si nuestra salud, nuestra vida, dependiese de su hígado? Hacia el final de la película, Kathy lo resume todo en una frase que podría ser su último suspiro. “What I’m not sure about is if our lives have been so different from the lives of the people we save.”
Romanek convocó a la gente adecuada desde la canción de Judy Bridgewater que le dio nombre a la novela y la película: una canción romántica que en estas circunstancias resulta aterradora. El personaje de Charlotte Rampling, la directora de Hailsham, es un verdadero monstruo de lucidez implacable. Adam Kimmel, director de fotografía diverso por naturaleza (Capote y Lars and the Real Girl son buenos ejemplos), está más preocupado por crear retratos con vida propia que por lucirse con acrobacias ópticas. Y aunque el guión de Alex Garland, que ya había demostrado bastante escribiendo Sunshine, deja cabos sueltos, también deja abierta una puerta para que entremos en el. Una vez dentro, nos damos cuenta de que eso que nos pasa, que nos está pasando mientras vemos la película, se llama culpa. Y duele.
4 comentarios:
picachu, me llegó la noticia de esta convocatoria. pensé a quien le puede interesar y te me veniste a la mente. maria
http://www.talcualdigital.com/Especiales/Viewer.aspx?id=46851
Peliculón con un largo y sentido proceso digestivo, no la vean un domingo en la noche porque van a entender tanto a Juan Gabriel suplicando que no lo dejen nunca!!!! Aguante cortometraje, btw!!!!
mi dealer personal pirata de la feria me recomendò esta peli, me gustò, la vì junto a stone de John Curran, me gustaron ambas, me dejaron pensando (y preseguido) todo el fomingo.
saludos
te leo
MCR,
gracias x el dato! Gamboa rules.
B,
en efecto, largo y sentido, sigo procesdando.
H,
hola Chile! q sería d nosotros sin los dealers? poco, nada. acá esperamos tb tus recomendaciones
saludes
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