Por fin, después de meses -¿o fueron años?- trabajando en el tercer disco de Los Pescados, después de momentos en los que francamente pensamos que ya no pasaría, después de haber perdido y ganado energía, después del sonido de las puteadas y la furia del silencio, después del ¿qué estamos haciendo?, después de responder un millón de veces sí, el disco nuevo, ya sale, próximamente, estamos en eso, después de tener eso ahí, guardado, como una tarea pendiente o una herida que no cierra y sólo duele a ratos, como para recordarte que sigue madura. Después de todo y sobre todo después y a pesar de nosotros mismos, aquí está Propaganda, primer single de Por la boca muere el Pez. Enjoy.
Más, mucho más, pronto...
ALZALAMANO Y PONTE DE PIE ESTÁN BUSCANDO GENTE DE BIEN
El sólo hecho de que una
película francesa (su título original es Il y a longtemps que je t’aime) comparta cartelera este fin de semana con Hombres de negro 3 y Espejito, espejito, es razón suficiente
para ir a verla. Su nacionalidad no la hace automáticamente buena o mejor que
las demás, pero sí la convierte en una salida de emergencia para los que andan
buscando un lugar dónde vivir en las afueras de Hollywood. Una vida distinta en
un lugar distinto, eso buscamos algunos.
La gran y extrañamente bella
–al verla da la sensación de que se guarda cosas y es en ese misterio, en ese
no decir casi nada, donde está su encanto– actriz británica Kristin Scott
Thomas, inolvidable como la tía Mimi de John Lennon en la perfectamente
olvidable Nowhere Boy, despacha en
esta película uno de sus mejores papeles. Se trata de una mujer que, luego de
quince años en prisión por un crimen que se sospecha desde la mitad y se
confirma al final de la cinta, trata de reintegrarse a la sociedad, a París, de
la mano de su hermana y la familia que ésta trae sobre los hombros. Juliette
Fontaine (Scott Thomas) ha salido de la prisión física, pero aún no sale –o no
se libra– de los recuerdos que la encarcelan. Cada vez que se propone hacer las
cosas más sencillas, comprar algo en la tienda o aceptarle una cerveza a un
desconocido, se encuentra con barrotes mentales, con desvíos emocionales que la
conducen siempre en la misma dirección: el crimen, el lugar, el día, el
instante en que ocurrió el crimen. La frágil Juliette y su cara de estar en
otro sitio, pensando en otra cosa y con ganas de llorar, vuelven sobre todo a la víctima de ese crimen. No puede
funcionar afuera porque algo anda mal adentro, entre su cabeza y sus pies, una
idea que parece estar tallada en las paredes de su cerebro: hice algo terrible,
algo necesario que por necesario no deja de ser terrible, y una persona como yo
no debería andar por ahí como el resto, dándole de comer a las palomas y sentándose
en las bancas de los parques.
En Hace mucho que te quiero el cariño trata de vencer a la culpa y esa
pelea es dura, durísima. Cuando uno –o sea Juliette– deja de sentir que merece el cariño de los
demás es poco lo que puede sentir por ellos o por uno mismo. Es entonces cuando
una persona toma la decisión consciente de quedarse definitivamente sola. Kristin
Scott Thomas logra abstraerse del mundo con ese semblante de pena infinita que,
cuando se descuida y nos regala una sonrisa, enciende la pantalla por completo.
Quisiéramos verla sonreír más menudo. Quisiéramos tantas cosas.
¿Te acuerdas de esa man? Era
la pelada más guapa del colegio. La pelada más guapa del pueblo, por lo menos
de nuestra generación. Yo la conocía. O sea, no era su mejor amigo, pero la
conocía. Fuimos compañeros en un par de clases. Tú no hablabas con ella, ella
hablaba contigo cuando le daba la gana, cuando necesitaba algo. A mí me sacaba
plata y después ni me saludaba. Perra.
No es que haya cambiando
mucho. O sea, si la ves la reconoces de una, sin problema, porque no puede ser
otra man, tiene que ser ella. Pero
hay algo ahí, algo. Si la ves, si la ves bien, parece que no se quita el
maquillaje nunca, ni para dormir, que llega a la casa y se acuesta por las
mismas, con la ropa puesta, y al día siguiente se pinta encima de lo que ya
estaba pintado. Por eso tiene esas ojerotas y esa cara de me jode que me mires
como idiota.
Algo raro, en serio. Como si
estuviera cabreada todo el tiempo, como si le hubieran prometido cosas que no
le cumplieron y todavía estuviera esperando aunque sabe que nunca le van a
cumplir. No es tristeza. No es que está triste. O sea, sí, de ley está triste
por algo, de ley le pasan cosas, cosas turras, pero la cara la tiene más como
de rabia. Te digo que es famosa pero parece que tampoco tanto. Es famosa aquí
porque aquí no hay famosos entonces es más fácil. Por eso salió en el
periódico, ¿a quién más iban a poner?, ¿a vos? Pero no es una estrella. Capaz
es eso. La man pensaba que iba a ser una estrella. Todos pensábamos que iba a
ser una estrella, no te hagas el loco.
Escribe libros. Libros para
niños, creo, algo así. Increíble. ¿Quién iba a pensar que la man, justo esa
man, iba a terminar de escritora? O sea, está como rica para ser escritora. Uno
se imagina a las escritoras distintas, no sé, no te las imaginas tan ricas. Yo
sé, la espalda, es como espaldona, ¿no nadaba? Igual, yo sí me subo. En este
pueblo todas se casan y tienen hijos y se engordan y se maquillan, como si el
maquillaje les tapara la guata. Ella no. Ella no parece de aquí. Nunca pareció
de aquí y eso era lo bacán, que alguien como ella pudiera salir de un lugar como
este.
Yo me imagino que la man
tiene un apartamento súper cool y
cosas cool y amigos cool. Para eso se fue, ¿no? Si quería
ser normal se hubiera quedado y se habría casado con alguno de nosotros. Bueno,
no con uno de nosotros sino con el suyo, el novio de toda la vida. ¿Lo has
visto?, el man está casado y está metido, le da de comer al niño y todo. No, en
serio, a veces el man se queda en la casa dándole de comer al niño y la esposa sale
con las amigas. Linda. O sea, ese tipo de linda como para esposa, tranquila,
buena, como para casarte con la man. Pero la otra, la otra tiene cara de que le
encanta, contra la pared, eh, eh, con la respectiva nalgada, claro. Parece que
si te agarra te parte en dos. Uff…
La man fue al bautizo. Sí,
al bautizo del hijo de su ex. Loca, loca de remate. Te digo que ahora es la
mejor amiga de ese man al que le sacaron la puta en el colegio, ¿te acuerdas?, le
pegaron porque pensaban que era maricón y al final nada, era un gordito loser, nada más, pobre, creo que se la
rompieron y ya no se le para. No sé, me da igual, no creo, tendría que estar
recontra jodida para meterse con el gordito, pero quién sabe. La cosa es que
fue al bautizo a hacer relajo. Yo no fui, me contaron. La man estaba borracha,
pluta, y se puso a gritar que seguía enamorada de este man, del papá de la
criatura. Te lo juro por la luz santa. Con la esposa del man ahí parada,
escuchando todo, la suegra, hasta los viejos. No, los viejos de ella, los
veteranos estaban ahí escuchándola y la man gritando que había venido a
llevárselo y que ellos tenían que estar juntos y que este pueblo es una mierda
y apesta a pescado pero ella igual había vuelto por él, porque todavía lo ama. Frente
a todo el mundo. Turro. Turrísimo.
La busqué, no tiene facebook.
Eso no sé, no tengo twitter. El gordito debe tener el pin.
Ya se fue. Hace un chance, no
sé, una semana, dos semanas, por ahí. La man estaba mal, loco. A esa man le
pasa algo. Como que la vida le robó lo que ya le había dado. La vida la estafó,
más claro. Yo pensé que tenía la vida arreglada, o sea, ese es el tipo de man a
la que le va bien en la vida, la que se casa con el millonario, la que se hace
modelo, la que sale en películas.
Este miércoles 16 de mayo, a las 18h00 en Mr. Books de Mall El Jardín, se presenta "Pedro Máximo y el círculo de tiza", la primera -y esperada- novela de la gran Marcela Noriega. Una de las escritoras más interesantes de mi generación, a la que le envidio muchas cosas, viene desde su natal (¿o será fatal?) Guayaquil a responder por su libro en un conversatorio que, espero, se prolongue lo suficiente para abarcar la vida entera de un personaje que anda levantando tiza, y polvo, por donde va.
Mientras tanto, les dejo la reseña del poeta Fernando Cazón Vera, publicada en diario Expreso.
Tres personajes del trópico y el designio de la soledad
Una novela singular no solo por su tratamiento temático sino también por la virtuosidad narrativa de la autora, que va definiendo, con un lenguaje poético y a la vez visceral, el destino de sus personajes entre los símbolos implacables del trópico, en esta ciudad que José de la Cuadra calificara como "la capital montubia".
Y es que este libro de Marcela Noriega, con antecedentes de periodista de investigación, con el título de 'Pedro Máximo y el círculo de tiza', nos lleva en la suma de capítulos ágiles y no muy extensos, a establecer una suerte de herencia maldita que transmite el protagonista a sus más íntimos familiares, su mujer y su hija, con una soledad que las lleva a vivir entre las antípodas de la violencia real y la búsqueda de la ternura.
Es la historia de un hombre, Pedro Máximo, que va recorriendo su vida, cumpliendo un implacable "fatum", desde sus orígenes trágicos hasta su final virtualmente previsto. Y todo ello dentro del entorno cálido del trópico en donde suceden las más fervientes pasiones, así como los crímenes más aterradores.
Esta es, en suma, la historia de un personaje que no puede escapar, aunque a veces lo intente, de un sino implacable y además imborrable (tal si fuera un estigma) de haber sido vendido, cuando niño, como esclavo por su propia madre.
Esa soledad y ese sino van a ser, también, contagiados a sus seres más cercanos, a dos mujeres que se quedan entrampadas en una forma de vida de la que no pueden evadirse.
Ni la lealtad a toda prueba de la mujer, Elisa, ni la búsqueda de un placer reprimido, en la hija, Piedad, pueden salvarlas de lo que Pedro Máximo les ha legado, ya en vida o ya, como un fantasma implacable, después de su también dolorosa muerte.
En la contraportada del libro se anota que "de este infierno onírico en el que se ahogan los personajes, brota la locura ensoñadora de sus vidas". Para agregar que "la risa de las ardientes mujeres que oímos, los colores infinitos que vemos sin estar descritos, los olores ricos o nauseabundos, que olemos y sentimos, propios de la ciudad más populosa del país, Guayaquil, despliegan el manto que cobija esta historia viva y ensoñadora".
'Pedro Máximo y el círculo de tiza' fue escrita, editada e impresa en España. Luego de ganar una beca en 2011 para ir a una residencia de escritores en Castilla-La Mancha, donde la autora estuvo seis meses.
De esta manera, Marcela Noriega se integra con toda legitimidad al gran patrimonio narrativo nacional que tiene su punto de partida en los "Cinco como un puño" del famoso "Grupo de Guayaquil", que pusieron la pauta fundamental en la historia literaria moderna del Ecuador, al rescatar sin trampas a ese trópico donde el realismo, sin dejar de ser social, no puede renunciar a sus valores mágicos.
Don
Draper, el centro de ese universo con vida propia –la nuestra– llamado Mad Men, ha logrado lo que la mayoría de
seres inventados sólo alcanza a soñar: convertirse en persona. Cuando la gente
habla de este monstruo de la publicidad, se refiere a un tipo de carne y hueso,
alguien que conocen, quieren y por el cual se preocupan. Me pasa. Se abre un
paréntesis en el día, recuerdo todo lo que le está sucediendo y pienso: Dios
mío, que no le pase nada malo.
“Cuando un hombre entra a una habitación,
trae puesta toda su vida”, dijo en la cuarta temporada. Lo dijo en off pero se sintió en on, como una sentencia, como si nos
dijera que nunca vamos a poder olvidar lo que queremos olvidar ni, mucho menos,
perdonar lo que queremos perdonar. Podemos hacer como si ciertas cosas, las
peores, nunca pasaron, podemos incluso creérnoslo, pero nada se desvanece por
completo, a lo mucho se oculta y toma fuerzas para salir en los momentos menos
apropiados. Y es peor.
Don
lo sabe, ha tenido que inventarse una vida para huir de otra y partir desde
cero. Puede que no sepa, del todo, quien es, pero sabe de memoria quien tiene que ser, ¿hasta cuándo podrá
soportarlo? En Mad Men circula una
sensación de alarma constante, de que todo se va a venir abajo pronto y los
cuarenta pisos de un edificio en Manhattan nos van a caer encima. Llegó la
quinta temporada, los sesentas, batallas callejeras por los derechos civiles, las
profecías del LSD. El mundo está cambiando y nuestra gente no está lista para
eso.
En
este siglo hay una serie de televisión para cada uno y, sabiendo todos que The Wire es La Meca, Mad Men va directo a convertirse en un
templo. Somos fieles a Draper: tiene grietas y se quiebra cada vez más a menudo,
quiere jugar limpio pero el juego nació sucio. Si este publicista del pasado,
que se toman el primer trago a las nueve y cuarto de la mañana, puede
enseñarnos tanto sobre el presente, sobre la propaganda BTLen la que nos hemos
convertido, acabémonos la botella. Que sea motivo.