Hay un niño parado al borde
de la terraza, en un edificio alto, con ganas de suicidarse. Su mejor amigo
está en el hospital, grave, y el chico piensa que es culpa suya. Las puntas de
sus zapatos avanzan despacio y pisan el aire. El niño abre los brazos y cierra
los ojos, pero el padre de su amigo alcanza a rescatarlo, lo abraza, siente que
debe decir algo, algo importante, y esto es lo que dice: “A veces se siente
como si hubiera un velo entre tú y la muerte. Pero ese velo desaparece cuando
pierdes a alguien que amabas o alguien que estaba cerca de ti, y se ve
claramente la muerte por un segundo. Más tarde el velo regresa y sigues
viviendo. Entonces las cosas van a estar bien otra vez.”
En
un mundo mejor,
la cinta danesa que entre muchos otros premios ganó el año pasado el Globo de
Oro y el Oscar a mejor película extranjera, es una de esas que te pone en jaque,
que te deja en silencio y a ratos parece que te pasa por encima. Los personajes
principales son los niños –en sus primeros años de adolescencia, para ser
exactos– y sus familias, ambas agrietadas, en un caso por el divorcio de los
padres y en el otro por la muerte de la madre. “Los adultos se ven como niños
cuando están muertos”, dice Christian, que no encuentra otra forma de lidiar
con la ausencia de su madre que vengarse del mundo, de quienes él cree que
están mal, y fabrica una bomba casera que puede hacer explotar un auto y darle
la vuelta. Su amigo Elías es distinto, trata como mejor puede de disimular el
divorcio que transformó su vida, prefiere hacer como si nada hubiese pasado y
se deja golpear porque recibir golpes hace menos daño que darlos, hasta cierto
punto. “… y sigues viviendo”, le dice el papá de Elías a Christian en la
terraza. ¿Es tan fácil? ¿Cómo se hace? Queda claro que ciertas cicatrices
continúan hacia dentro, echan raíces y nos contaminan. Quizás la directora Susanne
Bier y el guionista Anders Thomas Jensen –ambos comparten el crédito de la
historia– no pensaron que estaban haciendo una película sobre el origen de la
violencia (en algo emparentada con El
lazo blanco, de Haneke), sobre prender una mecha larga que con los años,
inevitablemente, cumplirá con la detonación. Ellos pensaron, literalmente, en
que el mundo puede ser mejor si se detiene a tiempo. Nos queda la duda.
La película busca la
redención hacia un final que si no es feliz, por lo menos podría serlo algún
día. “Entonces las cosas van a estar bien otra vez” Christian suelta una
lágrima, levanta la mirada para ver los ojos del padre de su mejor amigo, y le
pregunta, “¿Eso crees?”
(El Diario, 26/08/12)
Disponible en cuevana.tv
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