9.10.2012

La doppia ora


Al final todo tendrá sentido y habrá valido la pena, no se desesperen. Cuando lleguen los últimos minutos y los cabos se aten como por arte de magia, cuando las alucinaciones y los engaños y las pesadillas ocupen su lugar en el rompecabezas, verán que se trata de una historia de amor. Un amor enfermo, sí, dañado incluso, pero apasionado y demente como pocos. La clase de amor que salpica a quienes lo rodean y dispara balas perdidas que tarde o temprano terminan en la cabeza de alguien.

La doble realidad comienza en la habitación desarreglada de un hotel en Turín, Italia. Hay una chica viendo la televisión pero distraída en otra cosa, y una camarera, Sonia (la actriz rusa Ksenia Rappoport), que limpia el baño con una esponja. La chica se suicida sin explicación alguna y esa es la primera señal de que la vida de Sonia, que parece tener la cabeza siempre en otro lado, no es para nada normal. La volvemos a ver sentada a una estrecha mesa durante una sesión de speed dating, un ritual posmoderno de citas exprés que se propone juntar almas gemelas en cinco minutos o menos. Allí, Sonia conoce a un ex policía, Guido, que carga en la mirada la ausencia de su esposa, muerta hace tres años. Esto es clave. Guido tiene adentro un dolor, un hueco, que no lo deja maniobrar con soltura y lo empuja hacia los polos de la soledad: puede tener sexo del que lo satisface por unos minutos o meterse de cabeza en una relación que, desde el principio, se siente extraña. Y lo es. Luego de un asalto en el que Sonia resulta herida, la película toma un camino distinto, raro, decide contarse a través de una serie de espejismos que revelan el inconsciente de su personaje principal, acostada en la cama de un hospital, en coma. Así se revela, de manera mezquina, sin darnos muchas luces, el gran plan: un robo millonario en el que Guido está siendo manipulado por Sonia y su verdadero novio. Esto lo sé ahora, después de casi una hora frente a la pantalla preguntándome, ¿qué es lo que está pasando aquí?   

En el año 2009, La doble realidad ganó tres premios en el festival de Venecia: mejor actor para Filipo Timi (Guido), mejor actriz para Rappoport y mejor película, dentro de la sección de nuevo cine italiano, para el director Giuseppe Capotondi. Los tres premios, creo, son al riesgo. La historia se descuadra y a ratos hasta se paraliza a propósito, nos pide paciencia, que le sigamos el juego, que pongamos de nuestra parte, y corre el riesgo de perdernos. Solo al final del camino, mirando hacia atrás, nos damos cuenta de que siempre fuimos hacia delante.

(El Diario, 09/09/12)      
 

 Disponible en Cuevana.

9.03.2012

El Nobel para Bob


Dentro de un mes, cuando la Academia Sueca decida a quien otorgar el Premio Nobel de literatura, Bob Dylan estará en su casa preparando maletas para viajar a Winnipeg, al sur de Canadá, donde tocará la noche del 5 de octubre en el MTS Centre, hogar de un equipo de hockey llamado los Jets.

Su persona de confianza, que podría ser Cat Power o Charlotte Gainsbourg o quizás sean las dos, le dirá que un tipo de acento raro pide desesperado hablar por teléfono con él, que ésta es la tercera vez que llama, que parece importante. El viejo Bob, que ya pasó los setenta y sabe distinguir las prioridades en la vida, dirá que no tiene tiempo para atender a extraños, que está ocupado, y seguirá mirando sus sombreros dispuestos en filas sobre la cama, sin saber cuál llevarse de tour. ¿El azul? ¿el negro? ¿el gris?

Mientras tanto, en Estocolmo, el encargado de comunicar la noticia a los ganadores no sabrá cómo decirle a sus superiores que el señor Zimmerman, como le dicen a Bob los académicos, no parece tener la menor intención de atender el teléfono. El pobre sueco llamará a su mujer y le preguntará qué hacer. Ella, que dejó de usar suecos a los quince años después de un accidente ocurrido durante una coreografía colegial, y que algo tuvo que ver con la decisión de premiar al músico de Minnesota, le dirá que, primero, se calme, segundo, vuelva a insistir y, tercero, no olvide comprar la albahaca para el pesto.  

Bob se parará frente al espejo con un nuevísimo sombrero de piel de leopardo sobre la cabeza, y pondrá esa sonrisa que apenas y le acomoda el comienzo de la mejilla. El teléfono volverá a sonar y esta vez un Dylan tranquilo y en paz consigo mismo tomará la llamada en la cocina. El sueco, que a siete horas de distancia en el futuro se estará peinando el pelo que despeinó en la espera, le dirá con tono solemne que ganó el Premio Nobel de literatura. Bob cerrará sus ojos azules por nada más que un segundo antes de decir: solía importarme, pero las cosas han cambiado. Colgará el teléfono, dará un salto y juntará los pies en el aire como Chaplin. Será feliz, pero nunca se lo dirá a nadie.

(El Comercio, 02/09/12)  



Y de yapa, el nuevo video de Bob, Duquesne Whistle, de su álbum Tempest, modelo 2012.