Sí, es verdad, el mexicano Alfonso Cuarón
y su película Gravedad han llegado
donde ningún otro cineasta que se propusiera filmar el espacio exterior había
llegado antes. Sí, Cuarón ha filmado como los dioses algo que sólo ellos, los
dioses, podrían haber presenciado en tiempo real. Y también es verdad que las
fronteras visuales, los límites entre lo posible y lo imposible, han vuelto a
romperse, como pasa cada cierto tiempo en la historia del cine porque esa es
precisamente la única manera de conservar el arte con vida: haciendo lo que todos
creíamos que no se podía hacer.
Gravedad
quizás sea el evento
cinematográfico del año, pero eso no sólo tiene que ver con el cine: éste es el
momento para que te guste, en el que defenderla y dejarse colonizar por su
influencia puede hacerte sonar inteligente y hasta hacerte parecer una persona que entiende cosas que el resto no.
La película tiene su propia leyenda, Cuarón y su hijo Jonás, que colaboró con
él en el guión y, dicen, fue el verdadero origen del proyecto, pasaron siete
años tratando de levantar una película que parecía, de nuevo, imposible, y que
en algún momento se perdió en un hoyo negro y mudo pues su presupuesto aumentó
tanto que la Warner Bros. pensó en cancelarla. Estas son, por lo pronto,
especulaciones que alimentan el mito, pero funcionan de maravilla. Hay gente
que ve Gravedad y llora de la
emoción. Gente que se deja llevar por el asombro y se desdobla en órbita, como cuando
eran niños y la realidad sucedía sólo dentro de la pantalla. Gente que encuentra
en ese viaje –que sí, es impresionante– una metáfora sobre nuestra adicción a
la tecnología y el regreso a los instintos primitivos que tarde o temprano nos
veremos obligados a practicar. Y también, aunque somos pocos o muy pocos o casi
nadie, estamos los que no pudimos superar la falta de dimensión en los
personajes. Desde el principio, desde que George Clooney dispara bromas tontas
a quemarropa y hasta el final, hasta que Sandra Bullock se juega la vida usando
mantras de autoayuda, queda claro que la cinta sacrifica a sus personajes por
lo que considera un bien mayor: ir más lejos y más rápido.
Gravedad,
evidentemente, no es una
película que se hizo para ser contada con palabras. Si alguna vez la imagen fue
tan importante como cuando el cine era mudo y todavía no se llamaba cine, es
ahora. Ver la tierra como se ve aquí, no gracias a la ciencia sino gracias al
cine, conmueve y trastorna. Pero aunque la arrogancia del hombre sea el canal
más directo a su perdición, el mundo no sería nada sin su gente: un planeta muerto como tantos otros.
(El Diario)
1 comentario:
Muy buenoooooo!!!!!!
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