Tengo ganas de tomarme un trago con Julián Herbert, un mexicano al que le gusta verse como un wey que hace poemas –no los escribe, los hace– pero al que yo veo como un wey que ha escrito una de las mejores novelas autobiográficas que he leído últimamente y con últimamente quiero decir desde que empecé a leer, desde que la vida de los otros alcanzó a conmoverme y empezó a convertirse en un trozo de mi propia vida, algo que sólo me pasa cuando alguien habla con la verdad, cosa que casi nadie hace.
Puede que mucho de
lo que hay en Canción de tumba sea un
invento de Herbert o, mejor dicho, una versión de lo que realmente sucedió
cuando su madre enfermó de leucemia y él se puso a recordar el pasado, los años
en que la señora y sus hijos todos de padres diferentes recorrían los chongos
del imperio azteca para que ella pudiera ser fichera o puta y tener con qué
mandarlos a la escuela y comprar muebles para las casas que siempre terminaban abandonando
porque tramps like us, baby we were born
to run.
Si Herbert le
contaba esta historia a Bruce Springsteen y no a nosotros, El Jefe tendría
material para un disco doble o quizás hasta una ópera rock para camioneros, si
su memoria no fuera suya sería un culebrón insoportablemente latinoamericano del
que seguramente acabarían culpando al imperialismo yanqui, pero no, nada que
ver, Herbert mira la tragedia con cinismo y con sentimiento, con humor y con culpa,
con una pose de hombre rudo que cede palabra a palabra hasta convertirse en
hombre de verdad, de los que pueden fumar crack en el baño del hospital
mientras la mamá agoniza y arrepentirse y llorar y fumar un poco más después.
Pinche Herbert, me
has dejado noqueado, wey, ya había leído tus crónicas en la Gatopardo y ahora
con la historia de tu jefa me dan ganas de llamar a mi vieja a decirle cuánto
la quiero pero me las aguanto y mejor llamo a mi abula que prende una vela cada
vez que me subo a un avión, porque los hombres solemos callar para trabajar
nuestro egoísmo, hacer poemas cuando lo que habría que hacer es ruido, pero tú
has hablado, y porque la verdad nunca falla y porque la sangre nunca miente.
(El Comercio)
1 comentario:
Juan Fernando, me dio mucha ternura y alegría leer la frase en la que te refieres a tu mamá ya que en todos los años que llevo siguiéndote han sido pocas las ocasiones en que he visto que has hablado de tu familia de ese modo, ojalá que tus hermanos hayan leído este articulo. Suerte, sigue escribiendo que tus seguidores te estamos leyendo.
Diana Elisa
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