Ciertas
cosas se olvidan a propósito. El artista norteamericano Paul Sietsema, por ejemplo,
olvida prendas en los roperos de los museos que visita alrededor del mundo, y
lo hace a propósito. Antes de entrar a ver las exhibiciones, deja algo, una
bufanda, un suéter, un sombrero, en el clóset de las galerías, algo que no
volverá a ver. A cambio, Sietsema recibe una ficha. Una ficha de cierto color,
de cierto tamaño, de cierta forma. Una ficha con un número que ya no le servirá
a nadie más porque él la llevará a su casa y la pondrá dentro de un marco,
junto a las otras. Así, su serie de cuadros compuestos por fichas de roperos
del mundo seguirá aumentando. Así, su ropa olvidada a propósito será parte de
la colección permanente de todos los museos del mundo.
Descubro
a Paul Sietsema y a su colección de fichas de roperos en el Museo de Arte
Contemporáneo de Chicago, a pocas cuadras del lago Michigan. Y me parece
genial. De nuevo, compruebo una ley que la gente, sobre todo los artistas,
suele violar para luego esconderse detrás de semejante crimen: el arte es
cualquier cosa si puedes salirte con la tuya. Sietsema lo hizo, se salió con la
suya, se la robó y ahora le pertenece. Me tiene mirando las fichas de los
roperos del museo Whitney de Nueva York, del Reina Sofía de Madrid, del Louvre
de París, como si fueran piedras preciosas o restos arqueológicos capaces de
explicar el origen y el destino de la humanidad. En este museo, enmarcadas,
esas fichas de ropero significan, y son,
otra cosa. Me hacen pensar que Sietsema quiere estar en todas partes al mismo
tiempo. Quedarse en esas partes. Formar parte de la eternidad prohibida. Me
hace pensar en las razones por las que viajo y es ahí cuando conecto con la
obra, cuando la obra define o enfoca algo de mi personalidad: yo también quiero
estar en todas partes.
Para leer la nota entera haz click aquí.
1 comentario:
soberbia crónica: bien escrita, caitivante
Publicar un comentario