La fiebre de un
sábado azul termina cuando los policías entran al bar y dicen: bueno señores,
se acabó la fiesta. Es un sábado, son las dos de la mañana, y la gente reclama.
Es feriado, dice la gente. Es feriado en Quito, dice un policía, no aquí.
De regreso al hotel,
las calles de Baños de Agua Santa parecen, en efecto, santas. Están vacías,
oscuras, silenciosas. Las sombras de los turistas se vacían sobre las veredas y
se doblan y desaparecen al final de cada esquina. Son las dos de la mañana y en
este pueblo al que recordaba como Las Vegas para ecologistas ya no quedan
rastros de la capacidad de destrucción que en su día lo hizo famoso. Me topo
con un grupo de chicos menores que yo, ¿qué onda?, les pregunto, ¿dónde
seguimos? Y me brindan un trago pero quizás me tienen miedo o no quieren
invitarme a su fiesta o de verdad ya no hay más fiesta. Vuelvo al hotel. Mis
amigos me dan la última cerveza que les queda y dicen ya está, fue suficiente,
igual estuvo bueno, mejor así: mañana nos levantamos temprano, desayunamos rico
y nos vamos. Fuck that.
Entro a mi cuarto
con una cerveza en la mano. Me siento en la cama. Esto no está bien. Si me
acuesto ahora me espera una larga de noche de pensamientos que no quiero tener
porque sólo hay una cosa en la que puedo pensar y es lo último en lo que quiero
pensar esta noche. Salgo, cerveza en mano, a la vereda. Encuentro a dos tipos que han perdido el
juicio y que como yo se niegan a dejar que la noche muera en la puerta de Le
PetitAuberge. Uno de ellos busca un número en su celular. Y llama. Podemos ir
donde la Kimberly, me dice, ella atiende hasta tarde. Vamos, le digo. Pero no
contesta, ¿vamos?, ¿qué chuchas? Caminamos por calles muertas, pasamos junto a
la iglesia, donde los vagabundos se persignan, se orinan y se duermen, en ese
orden. Al final de una avenida, nos metemos por un callejón de tierra y casas a
medio hacer. La última de esas casas tiene los muebles de la sala en el patio,
una pequeña mesa de centro, una grabadora, discos apilados. Es la casa de la
Kimberly, una mujer pequeña, morena, demasiado maquillada y demasiado apretada
la blusa y demasiado corta la falda. Lo mejor de la Kimberly es su sonrisa, que
tiene manchas de lápiz labial en los dientes amarillentos pero dentro de todo
se siente genuina y no sólo una obligación laboral. La Kimberly me dice
corazón. ¿Quieres una cerveza, corazón? ¿Qué quieres escuchar, corazón? Quiero
cerveza, corazón, para mí y para mis amigos. Y quiero escuchar José José,
¿tienes al príncipe en tu casa, corazón?
Nunca he estado con
una puta. En mi pueblo la gente perdía la virginidad con las putas a los trece
años, días después o días antes de entrar al colegio jesuita. Yo no. Una vez me
invitaron y a medio camino me dio un ataque de pánico, me puse a temblar, creo
que lloré, y dije que el dinero que tenía era para comprar una camiseta, que
para eso me lo había dado mi mamá. Estar con una puta es algo que ya no me pasó
y francamente tampoco es que me haga falta. Pero esta noche, en el último
rincón abierto de Baños, escuchando como los mares de las playas se van, me
siento cómodo entre ellas. La Kimberly me presenta a la Maya, una mujer mayor
que no podría ser mi madre, pero casi, que huele a incienso, tiene un lunar
demasiado grande junto a los labios y habla con un acento colombiano que no le
pertenece pero, digamos, ¿quién soy yo para desenmascararla? La Maya es fea.
Bastante fea. Pero me cuenta historias, me permite reposar la cabeza en sus
piernas, me acaricia el pelo y aunque no sabe qué me pasa me dice tranquilo, va
a pasar, todo pasa.
(SoHo)
3 comentarios:
Buenos días. Mi nombre es Belén y debo mantener un blog durante este curso para clases. Uno de los objetivos es que blogs interesantes me linkeen y yo a ellos. Quizás mi blog no sea gran cosa y no merezca la pena pero considere esta propuesta por favor, muchas gracias. Y si no le causa mucha molestia deje un comentario en alguna entrada de mi blog. Un cordial saludo. www.culturasporelmundo.blogspot.com.es
He leído algunos de tus escritos... me he reido un rato. Me da gusto que sigues haciendo lo que te gusta. Saludos desde la tierra de los chupamangos. Andrea Limongi Santos
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