Para Fabiola Pazmiño y Daniel Llanos
Mi primo David tenía el mejor cuarto del mundo.
Tenía un televisor, un VHS, un equipo de música. Tenía un Nintendo, un futbolín,
un aro de básquet. David era hijo único y lo tenía todo.
El cuarto de David tenía posters en todas en
las paredes. Posters de Mötley Crüe, de Poison, de Guns N’ Roses, de Skid Row. El
papá de David era piloto, viajaba hartísimo a Estados Unidos y cada vez que regresaba
le traía revistas Circus y David me llamaba para que lo ayudara a sacar los
posters de las revistas para pegarlos en las paredes. Y me regalaba un par para
mi cuarto. David tenía tres años más que yo. David era lo máximo.
Un día pasó algo. Ese día estuve andando en
bicicleta toda la tarde con los panas de la ciudadela. Cuando llegué a la casa,
como a las seis o a las seis y media, vi a David sentado al lado de la puerta,
andaba con su discman y sus audífonos. El man estaba como en otro mundo. Dejé
mi bicicleta en el suelo y me le acerqué. David no me miraba. David miraba para
el frente, como si yo no estuviera ahí. Le pregunté qué te pasa y me pasó los
audífonos.
Ese día el papá de David había llegado de viaje
y le había traído el Nevermind de Nirvana. En el pueblo no había cable, pero
nosotros ya habíamos visto el video de Smells Like Teen Spirit en la televisión.
Cuando éramos pelados, a las doce de la noche, después del himno nacional,
Ecuavisa se convertía en MTV y nosotros nos pasábamos la noche despiertos
grabando videos en el VHS de David. Tomábamos Coca Cola y veíamos videos hasta
el amanecer. No importaba si había clases al otro día. El que se quedaba
dormido perdía.
Nada fue igual después de Nevermind. Una tarde
David me pidió que fuera a su casa a sacar todos los posters de las paredes. No
entendía muy bien qué le pasaba, pero lo acolité de todas maneras. Sacamos los
posters y los guardamos en una caja. David tenía otros posters, todos de Kurt
Cobain y Nirvana, y forramos el cuarto con esos. Mi primo me regaló los posters
viejos, pero yo ya no los quería. Yo también quería posters de Nirvana.
En Portoviejo hace calor, pero nos poníamos
camisas manga larga de franela, a cuadros, como en Seattle. En Portoviejo hace
calor, pero usábamos pantalón largo, jeans con huecos en las rodillas. En
Portoviejo hace calor, pero pasábamos todo el día encerrados en el cuarto de
David escuchando Nirvana. David hacía como que tocaba la guitarra con una
raqueta de tenis y yo hacía como que tocaba la batería con unos tarros de
galletas. Todo el día. Todos los días.
Yo no me di cuenta porque era pelado, pero de
ley que mi primo como que se traumó. Los panas del man salían a dar vueltas en
la avenida, en carro, con peladas, pero David siempre estaba encerrado en
caleta, escuchando música. Tenía un cuaderno donde había escrito todas las
letras de Nirvana, en inglés y en español. Un día me invitó a dormir y me hizo
leerlas todas y escuchar todas las canciones como mil veces y después quería
conversar pero yo le dije estás loco, primo, y me quedé ruco. Nunca más me
invitó a dormir.
El 8 de abril de 1994, diez días antes de que
yo cumpliera 13 años, pasó otra cosa. Era viernes y estábamos de vacaciones. Ese
día me levanté temprano para grabar videos, en mi casa ya había cable pero mi
viejo no me dejaba tener televisión en el cuarto entonces tenía que ir a la
sala. Vi la noticia apenas prendí el televisor, que siempre estaba en MTV. Habían
encontrado a Kurt Cobain muerto en su caleta, se había volado la cabeza con una
escopeta. Llamé a la casa de David pero nadie contestó.
Lo encontraron en la cocina, tirado al lado del
fregadero. Se había tomado un frasco entero de pinoklin y no sé qué otra
huevada. Ese día lo llevaron al hospital y le pusieron un suero. Cuando entré a
verlo, parecía que estaba durmiendo. El man estaba pálido, pero yo creía que se
iba a despertar. El man estaba sonriendo, lo juro. El man estaba sonriendo y yo
creía que se iba a despertar. Pero nada. De ahí mis tíos se lo llevaron en un
avión ambulancia a un hospital en Miami. Pero nada. Mi primo nunca se despertó.
Era tres años mayor que yo, todavía no había cumplido los 16. Ese día me robé
su discman y algunos de sus discos sin que mis tíos se dieran cuenta.
Lo enterraron en el cementerio que está al lado
del colegio Rey de Reyes, eso siempre me ha parecido medio como la gaver porque
a David lo botaron de ese colegio en tercer curso. Yo lo visito todos los años,
de tarde, cuando sé que mis tíos ya se fueron. Llevo el discman y me pongo a
escuchar Nirvana frente a su tumba. David todavía no se despierta, pero yo
igual le hablo aunque el man no me diga nada. David es lo máximo. Pasamos
bacán. ¿Sí o no, primo?
(Revista Ex-Libris, de Libri Mundi)
1 comentario:
Inquietante y emotivo a la vez!!!!
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