8.26.2014

Un día de trabajo


Al principio, El Poeta está sobrio. Lleva sobrio tres días, poco más, poco menos. Antes estuvo más de una semana perdido, intoxicado, ido: regresaba a su casa sólo de vez en cuando y a dormir, luego se levantaba a la hora que fuera y volvía a escaparse para seguir bebiendo y consumiendo drogas. El Poeta está flaco y se lo ve manoseado. Pero ahora está sobrio y podemos conversar y recorrer los barrios de su infancia mientras lo entrevisto.

Almorzamos lechuza frita, un tipo de pescado que, como el camotillo, se alimenta de camarones, en una cabaña frente al mar. En esta playa, me dice el poeta, cuando éramos adolescentes, asaltábamos a los gringos y a los serranos para conseguir dinero para chupar. Antes no había nada de esto, me dice, y se refiere a una serie de humildes restaurantes construidos uno al lado del otro sobre la arena. El Poeta termina su lechuza y me dice que tiene una reunión de trabajo, que por favor lo espere.

Dos horas después, El Poeta me cita en un lugar. Llego y me doy cuenta de que es una cantina en la que ponen música ranchera a todo volumen, como en los prostíbulos. El Poeta está sentado a una mesa de plástico en un rincón al final del local, frente a una cerveza. Me sirve un vaso, me pide que brinde con él, y ya lo puedo ver: los ojos inyectados, la lengua pesada, los pensamientos convulsionados. Lo convenzo de salir de la cantina e ir a su casa para seguir con la entrevista. Acepta de mala gana, pero un con una condición: primero tenemos que comprar un cartón de vino.

El Poeta vive con su novia en un apartamento antiguo que tiene vista al mar. Llegamos y nos sentamos en el balcón. La Novia le reclama por haber comprado el vino, le recuerda que apenas lleva días sobrio, le ofrece un café que no acepta. El evita mirarla a los ojos y le dice que es sólo un trago para conversar conmigo, para que la entrevista flote. Seguimos. Me sirve un vaso que pongo de mi lado de la mesa y, a propósito, demoro. El Poeta se da cuenta y empieza a beber directo del cartón. Sus respuestas tienen poco o nada que ver con mis preguntas, y en sus ojos hay un demonio encerrado.

Al lado de una gasolinera, en un parque oscuro en el que sólo se ven sombras arrastrándose de un lado a otro, El Poeta espera que le traigan drogas. Me ha prometido que sólo necesita fumar un poco para recuperar la cordura y poder seguir con la entrevista. Temo por mi vida, como un corresponsal de guerra, pero me quedo ahí, junto a dos delincuentes que me dicen tranquilo, usted anda con El Poeta, no le va a pasar nada, y me brindan aguardiente. Cuando llega la droga, El Poeta fuma, primero en cigarrillos armados y luego en pipa. Que te prendan la pipa, dice El Poeta, es símbolo de respeto. Lo convenzo de volver a casa. El Poeta, la mirada perdida, tragándose los labios, acepta moviendo la cabeza de arriba a abajo.         

Volvemos al balcón, prendo la grabadora, retomo las preguntas. La voz del poeta es un murmullo, quizás otro idioma: no habla conmigo ni consigo mismo sino con alguien que no sé quién es ni dónde está. Mientras mueve la boca como repitiendo una plegaria, saca de su bolsillo una fundita de drogas y una cajetilla de cigarrillos. Desarma los cigarrillos con torpeza, rompiéndolos, y mezcla el polvo blanco con las hojas de tabaco. Sigue fumando y sus palabras siguen resbalando dentro de su garganta. Fuma. Fuma. Fuma. Me pregunta si quiero un poco. Le digo que prefiero dormir para seguir con la entrevista temprano en la mañana. Me dice que no hay problema, que fumará la última y luego se irá a descansar y que mañana seguiremos conversando, de largo. No te preocupes, me dice.

Al día siguiente, El Poeta ha desaparecido.          

(SoHo)        

4 comentarios:

Anónimo dijo...

hgJuan Fernando, chequea esto:

http://issuu.com/eldiarioec/docs/el_diario_domingo_31_de_agosto_del_?e=1346035/9131622 (PAG. 11A)

http://elearningtotal.uleam.edu.ec/pluginfile.php/33403/mod_resource/content/1/PROYECTO%20DEL%20CURSO%20-%20JULIO%20VILLACRESES.pdf

Anónimo dijo...

El poeta es Pedro Gil.

Cerdo Ilegal dijo...

Sin duda me causa nostalgia, y me imagino al tal Poeta, ebrio y drogado.

kenia Gil dijo...

Y nunca se sabe de su retorno.