Escribir para salir de la cama, para
tener una razón para empezar el día, para abrir los ojos y atreverse a mirar lo
que hay delante y también lo que se derramó sobre la almohada la noche anterior,
para cambiar todo lo que puedo y quiero cambiar, para reconocer que hay cosas
que no puedo cambiar pero sí puedo escribir y, al escribirlas, aceptarlas,
mirarlas, verlas, para mirarme al espejo y poderme ver a los ojos sin tener que
bajar la mirada tras unos pocos segundos, para seguir siendo lo que soy.
Escribir sobre los demás para entender a
los demás y entenderme a mí mismo, escribir sobre otros sin proteger a los
inocentes porque nunca hay inocentes qué proteger, escribir para echar luz
sobre la oscuridad y alcanzar a ver lo que antes no podía, para tocar el miedo,
para sostener al miedo del cuello y arrastrarlo por el piso, para limpiar el
piso con el miedo, para empezar a correr cuando los otros recién empiezan a
caminar aunque no tenga dónde ir o no sepa dónde ir o sólo pueda llegar donde
voy si sigo escribiendo.
Escribir para olvidar, para olvidar lo
que nunca podré olvidar, para recordar, otra vez, que hay cosas que jamás podré
olvidar pero que puedo soltar si las escribo de una buena vez y por fin, para alejarme
de esas cosas y tomar distancia, para acercarme a esas cosas y tomar acción,
para poder estar en la presencia de esas cosas sin que esas cosas me tomen
prisionero, para ser esas cosas que
llevo dentro y que a veces, cuando escribo, salen y brillan como si fueran la
luz que sudan los poros cuando escriben.
Escribir para alargar un brazo que tiene
la mano abierta, para que alguien me rescate después de haber tocado el fondo
con todo mi cuerpo, para rescatar a alguien que está hundido en la superficie,
para conectar, para tocar lo que no se puede tocar porque no existe o que sólo
se puede tocar porque no existe, para que las cosas en las que creo existan en
el mundo y caminen libres y sueltas por ahí, para ir soltando el peso nuestro
de cada día, para que esto tenga sentido, para que todo lo que me rodea pierda
el sentido.
Escribir para ver el fuego en tus ojos,
la luna en tu frente, el mundo entero girando sobre la punta de tu nariz, la
tormenta atrapada entre tus costillas, la convulsión de tu corazón latiendo,
para ir desmembrando tu cuerpo y regar los pedazos a un lado del camino para
que de esos pedazos salgan otros pedazos y de esos otros pedazos otros pedazos
más y en el camino crezcan los pedazos de tu cuerpo como árboles gigantes y nos
cubran de sombra, para poder mirarte sin tener que hablar y contarte lo que veo
cuando te escribo.
Escribir para terminar, para cerrar las
viejas heridas y dejar espacio a las nuevas heridas, a las heridas por venir,
para marcar mi espacio en la eternidad, para contar lo que no se debe contar,
para pedir perdón, para que me perdonen, para hacer justicia y hacer daño y
hacer lo que haya que hacer, para caminar sobre las ruinas de este mundo, para vivir
en mi mundo y verlo crecer, para que todo lo que nos pasa pueda quedar atrás
aunque nada nunca quede atrás. Escribir para seguir escribiendo.