1.23.2020

Fun is the Gun (Antología poética de Moondog)


Desde hace unos días tengo un nuevo sueño, un sueño que me abraza y que a veces no me deja dormir y otras veces me ayuda a dormir mejor que cualquier pastilla porque me tumba de la felicidad. Sueño que estoy en The Beach Bum, la última película de Harmony Korine (que sí, es un genio o al menos una especie de genio, dueño de un mundo propio y una estética y una moral incontenibles) y que me muevo con libertad por el mundo, haciendo lo que me place a toda hora, bailando sin otra dirección que el placer. Flotando en un remolino, lejos del suelo, rodeado de palabras.

Esta es la historia de Moondog (un Matthew McConaughey que, por este papel, merece, de largo y con sobra de méritos, todos los premios que ahora anda recogiendo injustamente Joaquin Phoenix), desde ahora en adelante mi poeta favorito o al que citaré cuando, con la razón extraviada sin ninguna causa en particular, vuelva a ver el mar y me ponga de pie sobre el horizonte. Moondog entiende mejor que nosotros el significado de la respiración, de las vibraciones entre las costillas, y las acomoda a su propio ritmo con largas pitadas de marihuana y largos, larguísimos tragos de cerveza Pabst Blue Ribbon: no se puede ser más elegante.  

Moondog hace poco, pero lo tiene todo: carga con una vida sencilla y ha descubierto El Secreto. Se pasea por los Cayos de la Florida con una lata en una mano y un chafo en la otra y, a menudo, combina ambas cosas con mujeres que acaba de conocer y que son de muchas maneras absorbidas por él. Se mete en problemas, pero como cualquier hombre sabio, sabe que pasarán y serán olvidados porque eso es lo que se merecen. Es brillante y lo sabe, pertenece a otra dimensión y lo sabe. Mucha gente dice que es un genio, pero Moondog no quiere un despacho en Harvard o una medalla en Estocolmo, lo que quiere es detenerse donde le de la gana, en un estacionamiento, en la mitad de la playa, debajo de un puente, y seguir atacando con dos dedos su máquina de escribir (cuando lo hace, sus ojos parecen ver el paraíso), pariendo esas palabras que nosotros sólo podemos adivinar pero quisiéramos tener tatuadas en el pecho.  

Los logros que Harmony Korine ha conseguido en The Beach Bum deben considerarse desde varios estados de conciencia: la complicidad entre McConaughey y Snoop Dog (proveedor de la hierba para el rodaje) transgrede la hermandad; los personajes secundarios como Isla Fisher, Martin Lawrence, Zac Efron o Jonah Hill (y un gran cameo de Jimmy Buffett), aunque aparezcan brevemente como las locaciones de un roadtripen ácido con herencia de la generación Beat, resultan imprescindibles; los momentos, varios, en que el humor alcanza el valor de la comedia del absurdo (los hermanos Marx en drogas y hasta olor a Kubrick) corren hombro a hombro con descansos de lucidez en los que se nos es permitido contemplar la belleza del mundo (creo que he vuelto a descubrir el valor de los colores). Y el montaje. ¡Por Dios! ¿Cómo lo hizo? Uno no sabe si filmó al azar, improvisando, jugando, apostando, y luego fue editando la cinta persiguiendo el instinto o si cada corte, cada salto, está calculado. El caso es que funciona, que la película, como corresponde, se ocupa de su propia realidad y se inserta en ella como si fuera –y lo es– la única realidad posible. Quizás el truco sea filmar lo que uno lleva adentro, tal cual, todo revuelto.

Un humorista de cuyo nombre no puedo acordarme decía que un poema es todo aquello que queda por fuera cuando se trata de definir un poema. Moondog es todo aquello, y más. De todo lo que hace, de esa danza perpetuamente intoxicada pero perfectamente lógica que practica sin parar, son los momentos de calma los que más me impresionan. A veces la cámara lo capta sentado en una barra (compartiendo un trago con su gato albino), acostado en la calle o a la deriva en su pequeña lancha, y lo que transmiten su cuerpo inmóvil y una mirada que no podemos ver porque sonríe detrás de lentes oscuros, es la paz absoluta, el balance con el universo, una especie de acuerdo con el destino en el que Moondog se compromete a desvanecer el orden de las cosas. 

*

Estas son unas palabras que le dio a la prensa en una entrevista reciente: 

I mean, look, I could tell you that I’ve been trying to uncover the abyss beneath my illusory connection with the world. I could tell you that it’s all written in the stars. I could tell you that I’m a reverse paranoiac. I am quite certain that the world is conspiring to make me happy. All three of which are true, but it’s really a little simpler than that. I like to have fun, man. Fun is the fucking gun, man. That’s why I like boats. I like water. I like sunshine. I like beautiful women, a lot. And I get all these things going, man, and they’re all turning me on. And my wires are connecting upstairs, and I start to hear music in my head. You know, and the world is reverberating back and forth, and I hit the frequency, and I start to dance to it. And my fingers get moving, my head gets soupy, I’m spinning all over the fucking place, and the fucking words come out. It is like it’s a fucking gift.

Y este uno de sus más aclamados y románticos poemas: 

I go to bed in Havana 
thinking about you 
pissing a few moments ago
I looked down at my penis with affection 
knowing it has been inside you 
twice today 
makes me feel beautiful.

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