1.16.2020

Lo que fuimos / lo que seremos


Después de ver Marriage Story llamé a una amiga que se divorció hace poco y le pregunté, ¿es así?No estaba especialmente impresionado por lo violento o grosero que puede resultar el proceso de una separación, por las cosas que se sacan en cara, por los resentimientos que toman la forma de verdades ocultas o no dichas; lo que me tenía golpeado era la vida que al parecer esos personajes habían soportado antes de tomar la decisión de alejarse el uno del otro. ¿Es tanto lo que uno puede aguantar sólo con la esperanza ciega e infundada de que algún día las cosas van a mejorar? Y eso que se trata de un matrimonio relativamente corto. 

Es así, me dijo mi amiga, igualito. Y luego me contó cosas que yo no sabía de su relación, cosas que me sorprendieron por la misma razón, porque no me imaginaba que ella pudiera acumular tal cantidad de insatisfacción y frustración antes de finalmente separarse. Supongo que aún hoy en día el divorcio carga con un estigma, que es una especie de último recurso difícil de reconocer, y que la mayoría de la gente (menos las celebridades, al parecer) lo toma realmente como última opción o nunca se atreve y prefiere una vida miserable pero acompañada. (Esto me lo dijo una psicóloga alguna vez: la mayoría de la gente mantiene relaciones infelices únicamente para no estar sola).

La cinta de Noah Baumbach, que no llega a ser Escenas de un matrimonio, de Bergman, pero que de cualquier manera se le acerca en una versión más joven, americana y enmarcada por personajes envueltos en el mundo creativo, no muestra exactamente el pasado, los días o acaso años enteros que llevan a esta pareja a la separación; se concentra en el punto de quiebre y en cómo manejan ambos la situación con un niño todavía pequeño de por medio. Pero deja ver que la grieta empezó a abrirse desde mucho antes, que dejaron de quererse o mejor dicho de amarse hace rato, cuando decidieron seguir juntos sabiendo que ya cada uno había tomado su propio camino, y que corrían el grave riesgo de convertirse en una de esas parejas que están juntas porque no les queda otro remedio. Ella, incluso, se encarga de aclarar lo siguiente: sólo estábamos casados porque teníamos un hijo. 

Hay una escena, clave, en la que ambos discuten en la pequeña casa que él alquila en Los Ángeles y que apenas tiene muebles. Es la única en la que se enfrentan realmente, sin filtros ni la posibilidad de los buenos modales, y aunque nos hacen falta un par más de escenas como esa, en aquel momento se dice bastante. Él dice algo así como Tú escogiste esta vida, y ahora no la quieres, refiriéndose a vivir los dos en Nueva York, dedicados al teatro. Y ella trata de explicarle que, a su lado, desapareció, se perdió, extravió su voz, olvidó quién era o quién quería ser o quién podía llegar a ser, y quizás ahí esté el centro gravitacional de la historia. 

¿Podemos anular a alguien que está a nuestro lado? ¿Podemos dejar de verlo hasta hacerlo desaparecer? ¿Podemos asumir que todo está bien simplemente porque nadie rompe a llorar en la fila del supermercado? Vaya que sí. Basta con asumir que no tiene más necesidades que las nuestras; que no tiene más anhelos que los nuestros; que no tiene más intenciones en la vida que seguirnos o perseguirnos porque somos nosotros los que vamos abriendo camino y el resto queda en una especie de sombra a la que volteamos a mirar cada vez con menos frecuencia, quizás con la confianza de que en algún momento se desvanezca por completo o al menos se quede en silencio. 

Él no pudo verme como algo separado de sí mismo, le dice ella a su abogada (y sí, que le den el Óscar a Laura Dern, sólo por el monólogo sobre cómo la sociedad tolera a un padre ausente ya se lo merece de sobra), y eso no es poco, la desintegración en tiempo real no sólo puede aniquilar la personalidad sino hacernos perder el horizonte o las ganas de avanzar hacia él. 

Si algo queda claro en Marriage Story es que nunca podemos dejar de vernos, de mirarnos, de aceptar la respiración que nos moja los labios porque, mal que mal, no estamos solos. Estar solos sería mucho peor.  

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