La actuación de Bong Joon Ho en los Oscars fue conmovedora: quién diría que un tipo que parece tan sencillo, tan tranqui y buena onda y genuino (cuando dijo que iba a beber hasta el día siguiente se ganó mi corazón), y con ese pelo más bien de científico obsesivo-compulsivo, pueda hacer las películas que hace; supongo que un artista no siempre tiene que parecerse a su obra o vivir dentro de ella sino más bien librarse de sus trabas a través de su ejecución o simplemente agrandar el mundo. Tal vez. El caso es que no parecía preparado para tanto y esa fue su mejor ofensiva.
Parasite, la cinta que de alguna manera lo ha globalizado (la vi en un cine quiteño, en día de semana, tarde en la noche, y la sala estaba a reventar) tiene a cuestas un total de 198 premios recogidos alrededor del mundo, fucking 198, y aunque varios de ellos han sido otorgados por gremios tan distantes como la Central Ohio Film Critics Association y los Globes de Cristal de Francia, y aunque esté de moda premiarla (quizás para ganar prestigio como festival), no cabe duda de que hay una especie de acuerdo cósmico. Parasite impresionó a todo el mundo y todo el mundo quiere demostrarlo.
Sin embargo, fue durante los premios de la Academia, incluso más que luego de haber ganado por unanimidad la Palma de Oro en Cannes, cuando Bong Joon Ho tropezó con su punto de quiebre. Dijo cosas tan nobles como hermosas que sólo pueden venir de un corazón limpio que salta dentro de un fanático de Hitchcock. Habló de lo importante que es que Hollywood ya no premie a la mejor película en idioma extranjero sino a la mejor película internacional, lo que de cierta forma nos acerca no sólo como cinéfilos sino como ciudadanos universales. Una periodista, después de la ceremonia, le dijo que había hecho historia, y él respondió: sí, hicimos historia, pero esa no era nuestra intención, sólo queríamos hacer una película (creo que esta respuesta mide la talla de su emisor) Y cuando recibió el Óscar a mejor director nos sacó lágrimas a varios porque dijo que en la universidad, en la carrera de cine, estudiaba las películas de Scorsese (para mí, por si acaso, El Irlandés sigue siendo la mejor película del 2019) y ahora lo tenía en frente y no entendía del todo lo que estaba pasando. Y se movía, nervioso. Y se llevaba las manos a la cara. Y daba vueltas en círculo con pasos cortos. Y tartamudeaba. Y era como verlo despertar de un sueño dentro de otro sueño.
Recuerdo, hace años, haber visto de The Hosty pasarla realmente bien: sufrí un poco, hasta me asusté, creo, pero sobre todo me divertí, me pareció increíblemente entretenida, movida, de esas cintas que no pueden ni quieren quedarse quietas y a las que hay que subirse como a un juego mecánico en un parque temático, agarrado a la barra de seguridad y cerrando los ojos de vez en cuando y gritando para soportar los giros y las pérdidas de gravedad. Ahora, hurgando entre varias entrevistas de Bong Joon Ho, la cuestión me queda un poco más clara: mezcla los géneros de manera inconsciente, porque así es la vida (y lo es), y porque lo que busca, dice, es crear algo único que lo sorprenda sobre todo a él (aquí unas palabras de Paul Auster: uno no escribe los libros que quiere escribir sino los que quiere leer). Parasiteme recordó esa sensación, acaso inclasificable, de estar viendo algo que no le tiene miedo a la bipolaridad narrativa ni a cambiar de registro si ese cambio desemboca en un paisaje cercano y remoto y convulsivo pero nunca antes visto (la escribió en cuatro meses, a toda velocidad, pero la tuvo en la cabeza durante cuatro años). Después de todo, Bong Joon Ho dice tener una colección, entre DVD’s y Blu-ray, de aproximadamente 5.000 títulos, así que, digamos, tiene hartos ingredientes en su alacena y a la hora de rodar es tan meticuloso con sus storyboards como lo era Kurosawa.
Y algo más de ternura para cerrar. En una entrevista dijo que la película que más veces ha visto en su vida es Psycho, de Hitchcock, que la ha visto quizás cincuenta veces; pero luego lo pensó un poco mejor y se corrigió, la película que más veces ha visto en su vida es My Neighbor Totoro, de Miyazaki, porque es la favorita de su hijo, y la han visto juntos más de cien veces. Creo que podemos seguir confiando en él.
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