La vida de Howard Ratner, judío y dueño de una tienda de joyas en el diamond district de Manhattan, podría acabar en cualquier momento, y no de una manera muy placentera ni pacífica, sin la oportunidad de entrar gentilmente en esa buena y eterna noche. De hecho, Howie, como le dicen sus amigos y algunos de los que fueron sus amigos y ahora lo buscan para matarlo o al menos causarle dolor y verlo sangrar, le hace justicia al poema de Dylan Thomas: se resiste a la oscuridad ardiendo en rabia y en delirio.
En Uncut Gems, dirigida por los hermanos Safdie (que se las traen, qué ganas de ver sus películas anteriores), la vida de Howie se resume a unos pocos pero muy intensos días, en los que queda claro que su misma supervivencia es un triunfo del azar con fecha de caducidad. Es adicto al juego, a las apuestas, y como a todo adicto que se precie, ganar no es precisamente lo que aumenta su temperatura, sino correr la incertidumbre, arriesgar el pellejo, saber que de un momento a otro puede quedarse en la calle o convertirse en millonario: el motor de su vida es un trance tóxico pero inevitable.
Le debe dinero a medio mundo, incluso a uno de sus primos, el que más lo persigue y con quien debe compartir reuniones familiares; tiene una amante que lo mismo le sirve de consuelo y le tapa las arterias de los celos; su esposa lo odia (aunque no da señales de querer divorciarse) y para sus hijos es más un personaje que una persona; tapa una mentira con otra y con cada nueva mentira aparece un nuevo problema que a su vez requiere de una nueva mentira y cuando te das cuenta ya es demasiado tarde para decir la verdad, cualquier verdad, y todo se va volviendo un poco peor, y peor, y peor ¿Se entiende? Sí, claro que se entiende, todos lo hemos hecho, pero ninguno, o pocos, como Howie, que en medio de todos sus movimientos subterráneos y moralmente cuestionables mantiene una ilusión ingenua e hiperactiva, que lo mantiene saltando de piedra en piedra para cruzar un río caudaloso en el que cada vez quedan menos piedras.
Howie es uno de esos personajes que, siendo técnicamente despreciable, resulta entrañable y hasta enternecedor. Es imposible no ponerse de su lado y querer que las cosas le salgan después de haberlo visto correr por toda la ciudad gritándole a su teléfono, defenderse a golpes de la gente que lo persigue para que pague sus deudas, ser humillado por su propia culpa, armar esquemas que sólo podrían funcionar en su cabeza (esto es clave, la gente está cansada de sus mentiras, no tiene credibilidad, ni crédito) y derrumbarse y llorar y reconocer que sólo está haciendo cagadas. Y sí, mucho de esto tiene que ver con la lúcida decisión de poner a Adam Sandler al centro de la cinta, porque debajo de todo ese griterío y el escándalo callejero y los episodios de manía que le provoca el juego, debajo de esa cabeza que a veces se pierde y se separa del cuerpo y se va demasiado lejos para su propio bien, se reconoce a un hombre que sólo quiere una vida mejor que la tiene aunque los únicos métodos que conoce para conseguirla no sean, necesariamente, los más decentes.
Uncut Gems parte con una escena tipo Indiana Jones en la que unos mineros del norte de Etiopia, trabajando, claro, en condiciones infrahumanas, encuentran una piedra que contiene en su cuerpo varias joyas que revelan los colores del cosmos. Esa piedra es la última esperanza de Howie, la gran jugada que lo librará de todas las deudas y le permitirá arrancar desde cero y con un expediente más o menos limpio, pero él, obvio, no se conforma con el dinero que puede obtener de ella en una subasta sino que se la vende a una estrella de la NBA quien, a su vez, piensa que la piedra le da poderes que lo ponen por encima de sus rivales: y el jugador gana los partidos cuando la tiene en su poder, y Howie apuesta todo lo que tiene por él. Sí, hay una capa de mística, como en un libro de Tolkien o una canción de Led Zeppelin; y de simbolismo, porque esa piedra con joyas incrustadas se convierte en la visión del futuro, en la promesa de la libertad, en la certeza de no volver a tener una pistola entre las cejas.
Uncut Gems, de aire setentero (uno de los productores es Scorsese), editada a la velocidad con la que los pensamientos se cruzan en nuestro cerebro y resuelta a no detenerse hasta que no queda más remedio, se levanta como la traducción del caos. No para, no afloja, no suelta, es una apuesta en la que están en juego todas las fichas. El todo por el todo.
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Pd: Una noche antes de que se entregaran los premios de la Academia, Adam Sandler ganó como mejor actor en los Independent Spirit Awards. Su discurso de aceptación es otra joya. Enjoy.
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