3.30.2020

Día 14 (mi consultorio)



…in this terrifying world,
all we have are the connections we make.
– BoJack Horseman ­­–

Las llamadas continúan. Los mensajes en el chat de FB continúan. La pregunta es la misma: ¿cómo estás? Y como ya me cansé de responder citando a Gabo y como el cerebro es un músculo y hay que ejercitarlo ahora más que nunca, aplico una nueva variante, no por eso menos (in)cierta: Mira, bro, francamente, con algo (no pido mucho) de sexo, grifa y acceso a una hora diaria en mi bicicleta, yo podría sostener este estilo de vida indefinidamente. (Mi abogada me dice que lo de la bicicleta es imposible: si me dejan rodar a mí tienen que dejar rodar a todos y, ahí sí, cagamos) Y la mejor réplica que he recibido hasta este momento, como no podía ser de otra manera, vino de un manabita: Compa, usted sabe cuánto lo quiero y lo respeto, y sabe que siempre le deseo lo mejor, pero a mí sólo me funciona eso de Happy wife, happy life. Por lo demás, la respuesta suele ser otra pregunta, una pregunta confundida, nerviosa, incapaz de comprender, cabreada… ¡¿En serio?!

TA me dice, No deberías andar escribiendo que estás feliz, tú tienes trabajo, tienes salud, pero al parecer no tienes nada de empatía. (Empatía, pienso, una de las últimas palabras que escribió Kurt Cobain en la carta/canción con la que cerró por siempre su repertorio sin esperar siquiera los aplausos para no arriesgarse a que le pidieran otra-otra-otra, lo último/único que le pidió al mundo antes de inyectarse una dosis letal de heroína y, por si acaso, meterse un tiro en la cabeza) Y me dan ganas de responderle con las palabras del diseñador colombiano Hugo Lombardi, autor de las siempre exclusivas y adelantadas-a-su-tiempo colecciones de Eco Moda (que, bajo la presidencia de la Dra. Beatriz Aurora Pinsón Solano, ya no viste sólo a las guapas sino también a las feas): estoy bombi, de ututuy. Porque, otra vez BoJack, durante muchos años fui miserable porque creía que tenía que serlo, pero ya no más. Y, ya que estamos en la sección de citas a ciegas, Bukowski: Isolation is the gift. Y Pascal: Los problemas de un hombre comienzan cuando no puede quedarse quieto en su habitación, para muestra un botón, ¿no?

Y EP me dice, no es que no quiera salir, es que no puedo salir porque me meten preso (Esto es brillante. Mientras el CV19 gana velocidad y elasticidad y alcance y hasta en las tiendas de barrio la gente guarda distancia y una vez dentro camina como Héctor Lavoe –el único hombre que cuando camina de frente parece que estuviera caminando de lado–, en un país donde el sistema carcelario, se sabe, lleva años sobrepoblado, las autoridades insisten con las amenazas y acentúan que habrá detenciones y que ya hay detenidos que por no respetar el toque de queda o el hoy-no-circula y exponerse a ser contagiados serán confinados a una celda con otros detenidos donde, al parecer, el hacinamiento los hará inmunes. No podrían, pregunto yo, ¿confiscar los carros hasta que se levante la cuarentena o quitarles puntos en la licencia o aplicar multas? Pues no. Y de seguir así, no dudo que apliquen el modelo Putin (pero, ojo, en Rusia se aplica exclusivamente a la gente que acaba de llegar del extranjero y viola la orden de permanecer en su vivienda quince días): si sales de casa, vas preso cinco años, y punto. Y yo le digo, Compa, en Syria, desde mucho antes del Corona, la gente no puede salir porque le cae una bomba encima; y en Venezuela, en cambio, están cansados de salir para no encontrar nada y preferirían no tener que salir sabiendo que quizás no volverán.

Pero entiendo. 
Claro que entiendo.
¿Cómo no voy a entender? 
Esto duele. 

*

Entiendo que estoy en una situación privilegiada. Tengo la fortuna (sí, fortuna) de poder tele-trabajar y con eso mantengo, básicamente, mi rutina normal: me levanto a la misma hora de siempre y hago lo mismo de siempre: una hora de ejercicio, ducha, desayuno; medio día de oficina, almuerzo y recreo (ahora mismo, con los primeros capítulos de Community; y medio día de escritura, lo que en mi caso, como dice Charlie Kaufman, significa huevear en Internet y, con suerte, escribir una hora o dos; snack y un hora de noticias (más que suficiente para actualizar la cifra de contagios y muertes y ponerse a temblar y mirar hacia otro lado), dos horas de lectura y algo de tele (desde esta noche, ZeroZeroZero) y Zzzz. (Por cierto, mucha gente me dice que está durmiendo menos, pero, según lo que he leído eso es perfectamente normal en estas circunstancias, y si de verdad los está perturbando, no duden en llamar a su médico para que les recete algo porque, créanme, el insomnio es el infierno tan temido. La Zopiclona –Zetix / Sedorm– funciona bastante bien y se vende sin receta y es muy divertida cuando se combina con una o dos copas de vino pero, ojo al piojo, tómese con moderación, ¿ya?) Ese sería mi primer consejo: mantener una rutina, cualquiera que ésta sea; cocinar, pintar, tejer, tocar piano, golpear la pared con la frente, pero todo siempre a la misma hora del día. Creen un hábito, manténganlo y rómpanlo de vez en cuando con una teleconferencia vía Zoom ahora que Skype parece un DVD olvidado bajo la pantalla donde se ve todo por streaming. 

(Y, para los que quieran empezar a escribir (y deberían, está comprobado que tiene efectos terapéuticos –testifico– y además todos estamos pasando por lo mismo pero no todos vamos a contar la misma historia) aquí van mis consejos. 1) No aceptes consejos de nadie. 2) Cuando no sepas qué escribir, escribe la verdad.)

Hablar es clave. Hablar, desahogarse, llorar, hablar con la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad. Hace años, cuando salía con JJ, ella me decía, Por favor, por-fa-vor, salgamos de aquí, quiero ver gente, y yo le decía, ¿Gente?, ¿para qué quieres gente?, tenemos pelis, libros, discos, y podemos pedir Pekín a domicilio. Esa relación, obvio, no llegó muy lejos, pero vaya que JJ tenía razón. La semana pasada tuve dos teleconferencias que pasaron de las tres horas de duración cada una y destrozaron por completo mi rutina: no leí, me levanté tarde al día siguiente y por ende trabajé menos. Y puteé a mis amigos, chuchas-de-su-madre, yo tengo que hacer horas de oficina, pero dormí mejor y desperté un poco más feliz y me di cuenta de que cuando uno establece que está bien es el turno del otro y que ésa es la verdadera razón de ser de la teleconferencia.

*

Mis hijos no han salido de la casa en veinte días / ¿Y si esto se prolonga, no sé, ocho meses más?, ¿cómo voy a camellar? / Lenín dice que no puedo dejar de pagarles el sueldo a mis empleados, pero no estoy produciendo un culo, entonces, ¿cómo hago? / Hoy puse a mis hijas a pintar una pared de la casa porque ya no sabemos qué hacer / Los maestros me llaman y me preguntan, Ingeniero, ¿qué hay?, quieren que los sobe, pero no hay nada, maricón, no hay nada / Estoy esperando que mi jefe me llame a decirme que este mes no me va a poder pagar / Nunca había pasado tanto tiempo con mi familia / Maricón, ¿ves esta botella?, ayer estaba casi llena; aguanta, deja ir a ver la otra / Esta es la venganza del planeta / Qué surreal es todo esto, ¿no?, tener que salir disfrazado de la casa para ir a comprar comida, ¡comida!, y encontrarse con otra gente disfrazada y luego volver y dejar la ropa afuera… ¿crees que debería quemarla? / Está bien, que les metan garrote a esos guayacos hijueputas a ver si así entienden, pssst… y luego dicen que los manabas somos los montubios / ¿Qué van a hacer los políticos si normalmente no hacen nada? / Los que están haciendo billete con esto son los que les venden bolsas para cadáveres al gobierno, ¿sabías que las de niño cuestan menos que las de adulto?, lógico, supongo / Hoy es mi cumpleaños, bro.

¿Cómo responder a eso? Evidentemente no se puede responder a todo, peor cuando se acaba de decir estoy bombi, de ututuy. Pero hay ciertas cosas sobre las que podemos conversar. 

El arte te prepara para la vida. Eso de estar encerrado con la gente que uno más quiere en el mundo, por la que daría la vida, me recuerda a una línea de John Lithgow en El amor es extrañocuando vives con la gente que amas, la conoces mejor de lo que quisieras. Eso de lo surreal me hace pensar que no hemos leído/visto lo suficiente, y no me refiero sólo a la ficción (una película como Contagiode Soderbergh, resulta más útil en este momento que esas cadenas televisivas en las que no paran de repetir lo mismo y lo mismo: el jabón es más importante que el gel, sáquese los zapatos antes de entrar a la casa, al virus lo vamos a vencer juntos, los ecuatorianos somos fuertes), al arte que te prepara para la vida porque, por lo general, fue hecho por gente que no estaba preparada para la vida y tuvo que aprender a las malas y lo que mal se aprende nunca se olvida porque se convierte en un trauma; me refiero a la historia, a nuestra historia como civilización. Estamos llegando a las 30.000 víctimas en todo el mundo, y sí, son muchas más porque hay que contar también a sus parejas y a sus hijos y a sus padres y a sus nietos y a sus sobrinos y a sus amigos y hasta a sus mascotas, pero hasta el día de hoy, por ejemplo, no se sabe a ciencia cierta cuánta gente murió en la Segunda Guerra Mundial: los estudios más optimistas calculan que entre 40 y 45 millones y los más pesimistas elevan la cifra a 100 millones: y esto pasó en 1945, es decir, ayer. Pienso en Noam Chomsky y en eso de que, mal que mal, vivimos en el más civilizado de nuestros siglos y por lo menos ahora lo que nos está cazando es un virus y no otro ser humano con un rifle en la mano y una misión que cumplir. 

(Insisto, el arte te prepara para la vida y por eso no es coincidencia que al día de hoy hayan 1.966 casos confirmados en nuestro país y 2,162 firmas exigiendo el despido inmediato de Melvin Hoyos, Director de Cultura del Municipio de Guayaquil. El primer rubro subirá pero en algún momento tocará su techo y comenzará a bajar. El segundo rubro, si es que algo de sentido común nos queda, subirá y romperá cualquier techo que le quieran poner encima.)    

Me dicen que el CV19 no es otra cosa que la respuesta de la naturaleza y recuerdo esa frase de Kill Billesa mujer merece su venganza, y nosotros merecemos morir. Pero también pienso, no sé, en mi hermana, que lleva fundas de tela al supermercado y en que para mis sobrinas esa no será la opción eco-friendly ni cool ni trendy sino lo normal y nada más ni menos que lo normal. Veo a una reportera de Ecuavisa (guantes, mascarilla, gorro-tipo/color-quirófano, el micrófono forrado con ese papel transparente con que se protegen los alimentos antes de ser refrigerados) acercarse a un hombre en la calle (camiseta, pantaloneta, zapatillas, los dientes incisivos corroídos como arenosas ruinas arqueológicas) y preguntarle, casi reclamarle, Pero, señor, ¿por qué no se queda en su casa? Y el hombre, baba saliendo disparada de su boca, granadas sin espoleta saliendo de su boca, responde moviendo los brazos como alas, Y a mí de qué me sirve quedarme en la casa si mis hijos no tienen qué comer, dígame, ¿de qué me sirve?, ¿ah? Y pienso en la primera línea de El gran Gatsbyen mi primera infancia, durante mis años más vulnerables, mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha parado de dar vueltas en mi cabeza, “Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien –me dijo– sólo recuerda que no toda la gente en este mundo ha tenido las ventajas que tú has tenido” Así que no, compas, no está bien entrarle a garrote a la gente en los suburbios de Guayaquil: si tenemos que abrirle la cabeza a alguien para poder colocar una idea dentro de ella es porque nosotros tampoco entendemos esa idea. Y no, no me importa que los golpeen sólo después de la tercera advertencia, ni que haya que arriarlos como bestias: LA VIOLENCIA NO ES LA RESPUESTA. La aceptaría aplicada a esa gente que se reúne a jugar golf o que, en Twitter, se queja porque vive en urbanizaciones pri-va-das e independentistas que al parecer tienen su propio huso horario y su propia constitución (loco, mi ahijado, que vive en Manta y dentro de una urbanización, no puede salir a dar vueltas en bici frente a su casa, ¿así o más claro?: y la aceptaría porque esa gente no tiene excusa, es gente educada, que vive cómodamente, que puede, se supone, entender y manejar la situación. A los demás, no sé, podrían emplearlos a cambio de comida y con todas las garantías del caso (la idea la leí en el muro de FB de Giovanni Burneo Lupino, con quien no siempre estoy de acuerdo) o replicar uno de los tantos aciertos que Bukele está aplicando en El Salvador (y no tiene ni cuarenta años, ¡tiene mi edad! ...soy un perdedor… Bukele es el hijo que La Doctora se merece): contratar el servicio de restaurantes que por el momento no pueden atender al público y comprarles comida de calidad para repartirla en sectores marginales. 

Si esto fuera una película, y vaya que lo parece, cada día más, Bukele sería el héroe porque está actuando como actúan los héroes en las películas, siguiendo el onceavo mandamiento que Dios olvidó tallar en las dos tablas de piedra que le entregó a Moisés en el Monte Sinaí; pero que Dostoyevski escribió en las dos torres de papel en las que viene repartida Los hermanos Karamázovla vida sólo tiene sentido cuando se la entregamos a los demás.

*

Hay que cantar Ilegales porque estos son tiempos nuevos / tiempos salvajes, tiempos de crisis y los tiempos de crisis son siempre tiempos de campaña electoral. 

Otto, me parece, lo estaba haciendo bien: cuando dijo, sin que le temblara la voz, que tal como van las cosas el Ecuador puede llegar a los 18.000 casos antes de que la curva empiece a bajar, me transmitió entereza y sentido del deber. Pero ahora que, mientras los médicos de todo el país piden recursos y en Guayaquil las casas se van llenando de cadáveres porque no hay autoridad que los quiera levantar por miedo a contagiarse (y los que viven y comen y duermen con esos cadáveres qué, ¿no deberían tener miedo?, ¿no tienen derecho a tener miedo?, ¿no se pueden dar el lujo de tener miedo?) está reuniendo fondos para construir una fosa común y encima –literalmente, encima– un mausoleo para honrar a los abatidos (que no va a costar los $200 que mi tocayo el ministro anda ofreciendo a los artistas que puedan demostrar que han perdido contratos en estos días. JuanFer, tú, que has llenado el Coliseo Rumiñahui, y mis respetos, me saco el sombrero, bien por ti; pero que también has tocado en bares y hasta tuviste un bar, dime, ¿ves abierto algún lugar en el que se pueda tocar?) se me cayó como la estatua de Saddam Hussein en la Plaza Firdos de Bagdad. 1) Está comprobado que el protocolo correcto es incinerar los cuerpos (sondas incluidas) porque el virus es nuevo y no sabemos si un cadáver puede o no ser todavía un transmisor: las imágenes de las caravanas de convoyes militares italianos llevando cuerpos a una hoguera son devastadoras, pero comprensibles 2) ¿Cuánto van a costar esa fosa común y ese mausoleo?, ¿no se te ocurre otro tipo de inversión?, digamos, por ejemplo, ¿la adecuación de un hospital o la importación de más pruebas? #digonomas. (Flash informativo, en Televistazo, que acabo de ver, dijeron que según las autoridades los cuerpos no serán depositados en una fosa común, pero no dieron más detalles: al parecer alguien se dio cuenta de que estaban haciendo una/otra cagadota) 

Y Lasso. Puta que los asesores de ese man se ganan la plata –que no debe ser poca– a vaca. Recién la semana pasada salió a decir que todos tenemos que arrimar el hombro (y qué hemos estado haciendo hasta ahora quedándonos en casa y –muchos– dejando de trabajar y aún así cumpliendo con pagar sueldos a quienes dependen de nosotros, ¿jugando al escondido?) y que los que más tienen deben darle a los que menos tienen y que al que madruga Dios lo ayuda. Perdió una oportunidad de oro. Si el Banco de Guayaquil, sin esperar la iniciativa de otros bancos o la orden de la Superintendencia, hubiera sido el primero en proponer (ojo, digo proponer, ni siquiera aplicar) prórrogas a sus prestamistas, a sus cuenta-ahorristas, a sus tarjeta-habientes, a sus hipotecados y embargados y co-dependientes (porque la relación que uno tiene con un banco es, muchas veces, de co-dependencia cuasi marital) ya podría estarse acomodando la banda presidencial, pero no, se demoró y el tiempo pasado-que-sigue-pasando se lo comió vivo, lo convirtió en cualquiera, en otra voz indistinguible entre el caos, en nadie, en nada. Hubiese sido un GRAN gesto, aunque se tratara sólo de otra estrategia de campaña. Lasso, que se batió hombro a hombro con Correa, olvidó lo más importante de una competencia: aprender las virtudes del enemigo, mucho más valiosas que sus puntos débiles. Porque Correa, cada día queda más claro, no fue un buen presidente. Por lo menos a mí me rompió el corazón: voté por él en el 2007 pensando que no era como los demás, que era distinto; me enamoró con esos ojos de gato con los que me miraba y con esas cosas lindas que decía (suena Música para planchar Mix) y resultó peor que todos juntos. Pero, todo hay que decirlo, siempre fue un GRAN candidato. Correa hubiese sido capaz de inyectarse él mismo una dosis no-letal de CV19 sólo para ganar una elección.     

Y mientras tanto, en el Salón de la Justicia Virtual, Mae Montaño sugirió (su-gi-rió) que cada asambleísta de la república donara dos (2) días de sueldo a los que no tienen sueldo. A ver, hagamos números, y en esto van a tener que ayudarme porque soy MUY malo para las matemáticas. Tengo entendido que cada asambleísta, fuera de viáticos y hospedaje (en el caso de los que vienen de provincia, como Montaño), recibe una remuneración mensual de aproximadamente $4,759. Esto, dividido para cuatro semanas (es decir, veinte días laborables incluyendo feriados) da un gran total de $237,95 por día, lo que quiere decir que ella, más desprendida que Gandhi, sugería (su-ge-ría) que cada uno de sus honorables colegas donara $475,90 a los (en plural, imposible saber entre cuántos afortunados ecuatorianos se repartiría el cuantioso monto) que no reciben siquiera el sueldo básico, $400, resignándose a vivir con apenas $4.283,10 ¿Soy sólo yo o a la que hay que erigirle un mausoleo es a ella? Afortunadamente, porque, se sabe, Dios es ecuatoriano, los jefes de bancada se pusieron once y razonaron, supongo, de una manera no muy distinta a esta: a ver, muchachos, hay que pensar en la reelección, ¿les parece si donamos el 15% del sueldo? / ¡¿el 15%?! / ya, bro, no nos hagamos los cojudos, aquí nadie vive del sueldo, ¿o me vas a decir que a ti te alcanzan esas cuatro luquitas? Y ahora, según las últimas noticias, cada asambleísta donará $713,85. El único cojudo es Yunda, que desde el principio ordenó pasar la totalidad de su sueldo al Patronato de la ciudad de Quito. 

¿Y Nebot?, ¿Alguien sabe algo de Nebot? ¿Estará pensando que así como se pudo cercar los parques de Guayaquil se pueden también cercar con altas barras de acero terminadas en puntas de lanza los barrios donde la gente no obedece el toque de queda? O estará pensando que eso de que se regresen al páramo fue una profecía que le dictó directamente a él el Espíritu Santo porque, ¿qué sería de nosotros sin los indios de la sierra central que ahora mismo siembran y cosechan los alimentos que nosotros, aglomerados y expuestos al contagio, sufrimos por conseguir? (Flash informativo. El abogado dio la cara hoy y dijo lo obvio: que se importen pruebas y medicinas sin aranceles y sin trabas, que el Ecuador necesita dinero, liquidez... o sea, que al que madruga Dios lo ayuda)  

*

Y algo sobre la soledad y el aislamiento, por lo pronto, a manera de adelanto o prólogo de la novela que nunca será. A finales del 2017 pasé ocho semanas en rehab (56 días en los que, en la Asamblea Nacional, un centro de intoxicación masiva donde la sustancia que más se consume es el tiempo, habría ganado $13.325,20). Gracias a las comparaciones que he podido hacer hablando con otros soldados caídos, sé que estuve en un pequeño paraíso: nadie me maltrató, nadie me insultó, nadie me rompió un palo de escoba en la espalda o en la cabeza, nadie me encadenó a la pata de una cama, nadie me hizo trapear pisos, nadie me obligó a destapar su baño a cambio de un tabaco, nadie me hizo sentir como basura; es más, el consejo más “duro” que recibí fue el siguiente: si quiere morirse, muérase, pero deje de joder, váyase a las montañas de Kazakhstan, allá, lejos, donde nadie lo vea, y haga lo que le de la gana. Pero no fue fácil. Los primeros días uno sólo piensa en salir y esa idea es una piedra invisible y por lo tanto imposible de arrastrar. Y uno cuenta las horas, los minutos, los segundos, y claro, las manecillas del reloj avanzan en reversa porque, se sabe, el tiempo es subjetivo y desobediente. Entonces: no gasten energía pensando cuántos días faltan para el final de la cuarentena, porque cuando uno hace eso el horizonte se aleja con cada paso que damos hacia el frente; créanme, yo he corrido hacia él con todas mis fuerzas y lo he visto alejarse hasta desaparecer por completo y en esa carrera he desaparecido yo también. Los primeros días, decía, fueron años, siglos, milenios. No tenía acceso a Internet ni televisión ni teléfono ni computadora y había llevado una maleta llena de libros que tampoco me era permitido leer porque las lecturas eran asignadas. Dentro del pensum había sólo una novela, un memoir, mejor dicho, Las cenizas de Ángela, de Frank McCourt ­–que dicho sea de paso tuvo una infancia muy parecida a la de Klaus Kinski­­–, GRAN libro, en rehab y en cualquier otra circunstancia, una cuarentena, por ejemplo; de ahí, lo más cercano a la literatura era un cuento-largo “para niños”, El caballero de la armadura oxidada, de Robert Fischer, que me enseñó la lección más importante de todas: los problemas se hacen más pequeños cuando nos acercamos a ellos) Estaba solo, cuerpo a cuerpo y mente a demente. Y al principio sólo podía tranquilizarme ejerciendo mi oficio, es decir, entrevistando gente (más de eso la próxima semana) con preguntas que parecían salidas o mejor dicho encerradas en la Penitenciaria del Litoral, Y tú, ¿por qué estás aquí? Así llenaba las largas horas entre terapia y terapia y me iba dando cuenta de que sí, todos éramos adictos a algo (recuerdo la noche en que les conté a mis compañeros que lo mío eran las pepas y el trago y empezamos a comparar cocteles y alguien dijo Quetiapinas con vodka y otro dijo Uy, mijo, eso es sabroso y entendí que estaba en el lugar correcto) pero nuestro verdadero problema, el gran problema al que teníamos que acercarnos hasta desintegrarlo era otro: habíamos perdido la capacidad de ver la belleza del mundo. Y para eso hay que parar, detenerse, guardar silencio, mirar, mirarse, despertar, y una cuarentena es perfecta para eso. Sólo tenemos el ahora. Y ya sé que esto suena, de nuevo, otra vez, a el que madruga Dios lo ayuda (gracias, señor Lasso y Abogado Nebot por su sabiduría de vanguardia) pero tú y yo sabemos que es verdad. Y lo dijo Buda y lo escribió Ram Dass mientras estudiaba/consumía drogas psicodélicas y lo cantaron George Harrison y los hermanos Gallagher de Oasis: Be Here Now. Ese es el gran secreto que, como dicen en Los Simpsonlos peces gordos de Wall Street no quieren que sepas. Entonces: una vez hecha la rutina, observa la rutina. Literalmente: mira tu mano cortando el queso del desayuno; siente cómo el pan se disuelve entre las muelas; escúchate escuchando las palabras que le dices a tu chica o a tu hijo o a tu madre; siente cada gota de agua cayendo de la ducha recorriendo tu cuerpo entero, desde la frente hasta la planta del pie; recuerda a Brad Pitt y Edward Norton en Fight Club, durante la escena de la quemadura química: no huyas de este momento, no huyas del dolor, este es el momento más importante de tu vida, date cuenta de lo que está pasando porque te está pasando a ti. 

Y ya: éste no es el lugar ni el momento para seguir hablando de esto.

(Pd: Cuando le dije que estaba pasando por ese círculo maldito que es la muerte en vida: soy miserable porque no escribo y no escribo porque soy miserable. Una psiquiatra me dijo que si no lograba escribir sobre esto todavía tampoco sufriera por ello, que algún día, cuando por fin entendiera qué me pasó y, sobre todo, por qué me pasó, podría hacerlo y le ayudaría a mucha gente o a poca gente o quizás a una sola persona y eso haría que todo valiera la pena. Así que, si alguien se sintió ayudado/apoyado/acompañado por esto, hágame el favor de comunicárselo a mi tocayo el ministro y que me cruce esos $200 por mi labor humanitaria)   

*

El viernes pasado recibí una llamada de La Doctora cerca del medio día, sospechosamente temprano. Me dijo, Hola, Juancito (sólo me dice así cuando quiere algo; cuando está cabreada me dice Fernando), quiero que hagas algo por mí, un favor, por mí, ¿bueno?, ¿me lo puedes prometer? Pensé que algo malo había pasado con mi abuela, y me asusté. A las doce, me dijo, el Papa nos va a dar una bendición, la van a pasar por Teleamazonas y quiero que la veas. Me cogió en curva, estaba, literalmente, apagando un incendio forestal en mi trabajo, a distancia, y exploté. ¡¿Qué?!, ¿sabes cuántos miles de millones de euros hay en el Banco del Vaticano y lo único que se les ocurre es darnos una bendición? ¿Por qué no mandan un millón de euros al Ecuador, o cuatrocientas pizzas, como los Clinton? Y La Doctora sólo me dijo, tienes razón, pero no te burles de mí, hablamos después. Y seguí trabajando sintiéndome como la gaver por haber sido tan grosero con la culpable de mis días. 

Y sólo unos minutos más tarde llegó la verdadera bendición.   

En palabras de Fresán: gracias a Dylan que vacuna al Covid-19 con JFK. (Y, de mi parte, las palabras que JFK le dirigió a la misión espacial de la NASA y que nos servirían de mucho ahora mismo: lo lograremos, y lo haremos no porque sea fácil sino justamente porque es difícil) Mientras Juanes y Alejandro Sanz y compañía nos bombardean al unísono y en paralelo y en pandilla con una serie de canciones genéricas e instantáneas y oportunistas que son todas la misma canción diciendo lo mismo con los mismos cuatro acordes, eso de cuando nos volvamos a abrazar, el Noble y Nobel Bob, a sus primeros 78 años, lanza una de las mejores canciones de su carrera: lo que quiere decir, en español y en inglés y en esperanto y en cualquier otro idioma, una de las mejores canciones jamás escritas. Porque Bob sabe que el arte no tiene que ser necesariamente un reflejo de su tiempo sino portarse a la altura de ese tiempo y contenerlo aunque hable del pasado que será siempre no el futuro sino el infinito.

Una canción que no habla del CV19, que no fue hecha por encargo ni fue compuesta hace cinco minutos. Una canción que tiene como eje temático el asesinato de Kennedy en 1963, que habla de un hecho que cambió al mundo y de como ciertas cosas, ciertos acontecimientos inesperados, ciertas muertes, cambian la rotación del planeta y nos obligan a cambiar también a nosotros porque el mundo que conocíamos ya no existe más y nosotros tampoco seremos, nunca, lo que fuimos. La canción perfecta para atravesar una pandemia que nos convertirá en otros e irnos prepararnos para la resaca porque, se sabe, cuando todo esto termine, a hard rain’s gonna fall.  

Murder Most Foul (17 minutos / 1.376 palabras), es la obra de Dios. Se lo pueden preguntar a Males, mi sobrina de seis años. Una vez estaba viendo el video de We Are The World (me pregunto si con esa canción Michael Jackson quería salvar del hambre a los niños de África o quería salvar a todos los niños del mundo de sí mismo y, también, qué le diré a mi sobrina cuando se entere de que a Michael Jackson le gustaban los niños), y con su dedito ya largo de mujercita señalaba la pantalla del televisor y me iba preguntado, ¿Quién es ese?, ¿y ese?, ¿y ella?, ¿y la otra? Y yo (la cultura pop te paga con momentos pop) le iba diciendo, Lionel Ritchie, Stevie Wonder, Tina Turner, Diana Ross, Willie Nelson, Cyndi Lauper, Bruce El Jefe Springsteen¿El jefe de quién?, me preguntó. De muchos, respondí. Y llegó ese momento en el que un extraviado y todo indica que comprometido y arrepentido Dylan canta y, claro, durante esos segundos el tema se vuelve una canción de Dylan y yo le dije ese, míralo bien, ese es Dios. Y Males volteó para mirarme y, con los ojos bien abiertos y esa bóveda para el asombro y esa voz que sólo se tienen a los seis años, me preguntó emocionada, ¡¿ese es Dios?! Y yo, más seguro que nunca, asentí con la cabeza y en silencio. Días o semanas más tarde, después de una tarde en la piscina, ella cubierta por un poncho/toalla con capucha, le pidió el teléfono a su papá y buscó el mismo video para mostrárselo a su hermana, mi sobrina Guga, de cuatro años. Y con ese mismo dedito ya largo de mujercita iba diciendo ese es y esa es y claro, sólo se acordaba de Michael Jackson y Cindy Lauper. Pero cuando llegó el momento, ese momento, el momento de la verdad, se me hizo el milagro. Males pegó la punta de su dedito ya largo de mujercita a la pantalla del teléfono y le dijo a Guga: y ese es Dios.

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          It was a dark day in Dallas, November '63
                   A day that will live on in infamy
               President Kennedy was a-ridin' high
                 Good day to be livin' and a good day to die
Being led to the slaughter like a sacrificial lamb

He said, "Wait a minute, boys, you know who I am?"

"Of course we do, we know who you are!"
Then they blew off his head while he was still in the car
Shot down like a dog in broad daylight
Was a matter of timing and the timing was right
You got unpaid debts, we've come to collect
We're gonna kill you with hatred, without any respect
We'll mock you and shock you and we'll put it in your face
We've already got someone here to take your place
The day they blew out the brains of the king
Thousands were watching, no one saw a thing
It happened so quickly, so quick, by surprise
Right there in front of everyone's eyes
Greatest magic trick ever under the sun
Perfectly executed, skillfully done
Wolfman, oh Wolfman, oh Wolfman, howl
Rub-a-dub-dub, it's a murder most foul



Hush, little children, you'll understand

The Beatles are comin', they're gonna hold your hand

Slide down the banister, go get your coat
Ferry 'cross the Mersey and go for the throat
There's three bums comin' all dressed in rags
Pick up the pieces and lower the flags
I'm goin' to Woodstock, it's the Aquarian Age
Then I'll go over to Altamont and sit near the stage
Put your head out the window, let the good times roll
There's a party going on behind the Grassy Knoll
Stack up the bricks, pour the cement
Don't say Dallas don't love you, Mr. President
Put your foot in the tank and then step on the gas
Try to make it to the triple underpass
Blackface singer, whiteface clown
Better not show your faces after the sun goes down
Up in the red light district, they've got cop on the beat
Living in a nightmare on Elm Street
When you're down on Deep Ellum, put your money in your shoe
Don't ask what your country can do for you
Cash on the barrelhead, money to burn
Dealey Plaza, make a left-hand turn
I'm going down to the crossroads, gonna flag a ride
The place where faith, hope, and charity died
Shoot him while he runs, boy, shoot him while you can
See if you can shoot the invisible man
Goodbye, Charlie! Goodbye, Uncle Sam
Frankly, Miss Scarlett, I don't give a damn
What is the truth, and where did it go?
Ask Oswald and Ruby, they oughta know
"Shut your mouth," said a wise old owl
Business is business, and it's a murder most foul



Tommy, can you hear me? I'm the Acid Queen

I'm riding in a long, black Lincoln limousine

Ridin' in the back seat next to my wife
Headed straight on in to the afterlife
I'm leaning to the left, I got my head in her lap
Hold on, I've been led into some kind of a trap
Where we ask no quarter, and no quarter do we give
We're right down the street, from the street where you live
They mutilated his body and they took out his brain
What more could they do? They piled on the pain
But his soul was not there where it was supposed to be at
For the last fifty years they've been searchin' for that
Freedom, oh freedom, freedom over me
I hate to tell you, mister, but only dead men are free
Send me some lovin', then tell me no lie
Throw the gun in the gutter and walk on by
Wake up, little Susie, let's go for a drive
Cross the Trinity River, let's keep hope alive
Turn the radio on, don't touch the dials
Parkland Hospital, only six more miles
You got me dizzy, Miss Lizzy, you filled me with lead
That magic bullet of yours has gone to my head
I'm just a patsy like Patsy Cline
Never shot anyone from in front or behind
I've blood in my eye, got blood in my ear
I'm never gonna make it to the new frontier
Zapruder's film I seen night before
Seen it thirty-three times, maybe more
It's vile and deceitful, it's cruel and it's mean
Ugliest thing that you ever have seen
They killed him once and they killed him twice
Killed him like a human sacrifice
The day that they killed him, someone said to me, "Son The age of the Antichrist has just only begun"
Air Force One comin' in through the gate
Johnson sworn in at 2:38
Let me know when you decide to throw in the towel
It is what it is, and it's murder most foul



What's new, pussycat? What'd I say?

I said the soul of a nation been torn away

And it's beginning to go into a slow decay
And that it's thirty-six hours past Judgment Day
Wolfman Jack, he's speaking in tongues
He's going on and on at the top of his lungs
Play me a song, Mr. Wolfman Jack
Play it for me in my long Cadillac
Play me that "Only the Good Die Young"
Take me to the place Tom Dooley was hung
Play "St. James Infirmary" and the Court of King James
If you want to remember, you better write down the names
Play Etta James, too, play "I'd Rather Go Blind"
Play it for the man with the telepathic mind
Play John Lee Hooker, play "Scratch My Back"
Play it for that strip club owner named Jack
Guitar Slim going down slow
Play it for me and for Marilyn Monroe



Play "Please Don't Let Me Be Misunderstood"

Play it for the First Lady, she ain't feeling any good

Play Don Henley, play Glenn Frey
Take it to the limit and let it go by
Play it for Carl Wilson, too
Looking far, far away down Gower Avenue
Play "Tragedy", play "Twilight Time"
Take me back to Tulsa to the scene of the crime
Play another one and "Another One Bites the Dust"
Play "The Old Rugged Cross" and "In God We Trust"
Ride the pink horse down that long, lonesome road
Stand there and wait for his head to explode
Play "Mystery Train" for Mr. Mystery
The man who fell down dead like a rootless tree
Play it for the reverend, play it for the pastor
Play it for the dog that got no master
Play Oscar Peterson, play Stan Getz
Play "Blue Sky," play Dickey Betts
Play Art Pepper, Thelonious Monk
Charlie Parker and all that junk
All that junk and "All That Jazz"
Play something for the Birdman of Alcatraz
Play Buster Keaton, play Harold Lloyd
Play Bugsy Siegel, play Pretty Boy Floyd
Play the numbers, play the odds
Play "Cry Me a River" for the Lord of the gods
Play Number nine, play Number six
Play it for Lindsey and Stevie Nicks
Play Nat King Cole, play "Nature Boy"
Play "Down in the Boondocks" for Terry Malloy
Play "It Happened One Night" and "One Night of Sin"
There's twelve million souls that are listening in
Play "Merchant of Venice", play "Merchants of Death"
Play "Stella by Starlight" for Lady Macbeth
Don't worry, Mr. President, help's on the way
Your brothers are comin', there'll be hell to pay
Brothers? What brothers? What's this about hell?
Tell them, "We're waiting, keep coming," we'll get them as well
Love Field is where his plane touched down
But it never did get back up off the ground
Was a hard act to follow, second to none
They killed him on the altar of the rising sun
Play "Misty" for me and "That Old Devil Moon"
Play "Anything Goes" and "Memphis in June"
Play "Lonely at the Top" and "Lonely Are the Brave"
Play it for Houdini spinning around in his grave
Play Jelly Roll Morton, play "Lucille"
Play "Deep in a Dream", and play "Driving Wheel"
Play "Moonlight Sonata" in F-sharp
And "A Key to the Highway" for the king on the harp
Play "Marching Through Georgia" and "Dumbarton's Drums"
Play darkness and death will come when it comes
Play "Love Me or Leave Me" by the great Bud Powell
Play "The Blood-Stained Banner",
play "Murder Most Foul"