Ok, tal vez esté a punto de meterme en problemas, aunque la verdad no creo que sea para tanto. En todo caso, quiero empezar diciendo que tengo varios amigos, amigos queridos además, que adoran a Juan Carlos Onetti con toda el alma y piensan en su obra como en la vida misma. Los mismos amigos que me han recomendado leerlo y que, unos más unos menos, se han sorprendido y quizás también decepcionado cuando les he dicho que no me pega mucho, que no engancho, que no me encanta. A todos ellos, desde la república del cariño, unas disculpas anticipadas porque sé que así como viven cerca de Onetti, se mantienen lejos de Mario Vargas Llosa y no les parece nada apropiado que sea justo él, un escritor más bien correcto y bien portado, quien haya publicado un libro que se vende y se lee y se entiende sobre Onetti, que era un agente del caos.
Hace años compré los Cuentos Completos de Onetti que aparecieron en Alfaguara. Fui directo a Tan triste como ella esperando ver la luz, me habían hablado tanto de ese cuento que recuerdo haber escogido un momento y haber cerrado cualquier puerta hacia el mundo exterior. Lo leí, creo que dos veces, tal vez tres. Lo leí tratando de entenderlo, de disfrutarlo y, también, no lo niego, queriendo ser parte de algo metaliterario, una especie de club o hermandad a la que pertenecen personas que respeto y admiro. No lo logré. Es más, fue tal la distancia con el cuento que quizás, no lo recuerdo exactamente, no volví a las páginas de ese libro después de años. Por mucho tiempo, preferí al Onetti personaje que al Onetti escritor. Es decir, al Onetti que bebía todos los días, fumaba sin parar, perdía el hilo de la conversación en las entrevistas, despreciaba a la raza humana pero gozaba con las mujeres y con los libros, el que a veces escribía sin parar y otras pasaba meses enteros sin dibujar una sola letra, el que un día se encerró en un octavo piso madrileño del que prácticamente no volvió a salir. Ese Onetti, absolutamente digno de una historia de Onetti, me cae bastante bien. Al otro, al autor, al genio, me he acercado desde hace poco a través de El viaje a la ficción, el ensayo de Vargas Llosa. Esto me alegra inmensamente por mí, claro, pero también porque seguro hay otros, muchos otros, que entrarán a Onetti vía Vargas Llosa y así iremos sumando porque, por lo menos en este caso, todos jalamos para el mismo lado y ese lado es Santa María, el país que fundó, pobló y destruyó Juan Carlos Onetti.
El viaje a la ficción funciona porque reconoce (celebra y alaba) a un escritor que sí, estuvo a la vanguardia de la literatura latinoamericana, pero también, precisamente por ser carne de cañón, combinó varios elementos que no debía y voló su laboratorio en mil pedazos, como corresponde. Vargas Llosa no se parece a Onetti ni como escritor ni mucho menos como personaje, y esa distancia sirve de mucho. El peruano es fan, pero no fanático, y aunque carga de lógica cosas que ni la persiguen ni la necesitan, abre el camino, prende luces y señala sitios donde sería prudente mirar. A su manera, Vargas Llosa es el guía de turismo que te sube en un bus y te lleva de city tour por Santa María. Como todos sabemos, un city tour es un saludo a la bandera y no un viaje ni una experiencia, pero de que sirven, sirven, sobre todo cuando te dan ganas de regresar a los lugares visitados, regresar para quedarte un buen tiempo. Así me siento, con ganas de volver, volver a Onetti y alquilar una habitación en Santa María con vista a la Plaza y ver espectáculos en el cine Apolo. Estoy contento, me gusta esto, he leído Jacob y el otro como diez veces y siento el impulso de adaptar Esbjerg, en la costa a algún tipo de formato audiovisual. Tengo un nuevo amigo. Esa es.
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Su peripecia juvenil estuvo mucho más cerca de la de esos autores norteamericanos, que descubriría muy joven y los que leería con tanta pasión y provecho, de formación nada intelectual y que aprendieron el oficio de escribidores a la vez que se ganaban la vida con trabajos rudos y manuales, como él.
“Cuando un escritor es algo más que un aficionado, cuando pide a la literatura algo más que los elogios de honrados ciudadanos que son sus amigos, o de burgueses con mentalidad burguesa con lo son del Arte, así con mayúsculas, podrá verse obligado por la vida a hacer cualquier clase de cosa, pero seguirá escribiendo. No porque tenga un deber a cumplir consigo mismo, ni una urgente defensa cultural que hacer, ni un premio ministerial para cobrar. Escribirá porque sí, porque no tendrá más remedio que hacerlo, porque es su vicio, su pasión y su desgracia”.
Sin la influencia de Faulkner no hubiera habido novela moderna en América Latina. Los mejores escritores lo leyeron y, como Carlos Fuentes y Juan Rulfo, Cortázar y Carpentier, Sábato y Roa Bastos, García Márquez y Onetti, supieron sacar partido de sus enseñanzas, así como el propio Faulkner aprovechó la maestría técnica de James Joyce y las sutilezas de Henry James entre otros para construir su espléndida saga narrativa.
El estilo de Onetti es menos vitriólico que el de Céline pero tan irrespetuoso como el de éste con los valores establecidos y las buenas maneras, un estilo que, nacido en la placenta nutricia de la lengua hablada, ha experimentado sin embargo una sutil reelaboración literaria, que, a la vez que le confiere la apariencia de frescura y espontaneidad del lenguaje oral y callejero, constituye una creación estética muy eficaz para expresar una visión personal y siniestra del hombre y de la vida. Esta visión coincide con la de Céline en ciertas convicciones esenciales: que no hay esperanza, que los seres humanos son una horda repulsiva de resentidos, mezquinos, mediocres y malvados y que sólo destacan y sobreviven entre ellos los peores. Y, al mismo tiempo, tanto Céline como Onetti fueron capaces – es el gran misterio del arte y de la literatura -, con semejantes materiales deleznables, de construir una obra literaria cuyo vigor, belleza y coherencia a ambos redimía y salvaba de la desesperación.
8 comentarios:
amo la deseperacion, coherentemente ilustrada like blue velvet..
ilustrada edicion aceptada
Me ha gustado mucho este post, estuve en una charla que Vargas Llosa dió sobre Onetti acá en Madrid, es muy simpático porque un día descubrí que vivo en la esquina de la que fuera su casa, esa casa donde Onetti se encerró, y también tengo yo esos amigos que siempre me lo han recomendado, cada día deseo leerle pero no lo consigo y me lo recuerda la tarja en la puerta de su edificio.
http://lachinafueradelacaja.blogspot.com/search?q=Onetti
es la aproximación mas burda q he leido sobre oneti.. felicidades
Mono,
she wore blue... velvet.
China,
gracias x tus palabras. me gusta tu blog. y q curioso todo lo q t pasa con JCO, al parecer no puedes escapar. entra ya.
a,
1. escribe bien: OneTTi.
2. q pena q no t haya gustado, me muero d la pena, no he podido ni dormir ni comer... me la paso llorando, creo q nunca más voy a escribir... mejor me voy a matar... siempre a la orden.
saludos a todos.
Onetti decía que su literatura es una literatura sobre la bondad y que el que no lo quiera ver es un burro.
Besos.
Soy sho marmota, no sé porqué ya no puedo escribir desde Elebé. Pero besos lo mismo. Así que ahora nos toca leer Faulkner. Se jodió. Yo vivo como a 5 horas de su casa. En las riberas del Mississippi. Creo que ya no tengo adonde correr. Te cuento. Cuando lo lea, claro. Por lo pronto sigo agarrado del huevo de Fresán. Y qué huevo ñañito, qué huevo.
Hay que leer a Onetti vía Angel Rama de ser posible, aunque Vargas Llosa arroja buena luz para entender el contexto, los 60s, 70s de LA, que para nuestra generación suelen ser muy lejanos y se reducen a la Revolución chicoh. Te recomiendo El Astillero, qué lujo y qué farsa infame a la vez.
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