12.23.2010

Bajo tierra


Hay libros que te encuentran. Este libro me encontró. Aunque después de leerlo siento que tal vez sí, lo estaba buscando. Mal que mal, uno siempre está buscando. De eso se trata. Buscar. Encontrar. Seguir buscando. El título me compró de entrada: Lowboy. Bien. Habla de algo, de alguien, quizás uno de los nuestros. Lowboy. Un tipo que está down, o algo así. Lo saqué del estante en la librería y me quedé colgado en la portada. La portada es increíble, una obra de arte minimal. Parece más un disco que un libro. Más una película que un libro. Me dan ganas de que sea un afiche para tenerlo en el cuarto, bien iluminado.

Un lowboy, literalmente hablando, vendría a ser una cómoda, un mueble de corta altura con un par de cajones en los que no se puede guardar mucho. Pero Lowboy no es un mueble, es Will Heller, tiene dieciséis años y está en problemas. Según los doctores, es paranoico y esquizofrénico. De hecho, vive en una clínica. Mejor dicho, vivía encerrado en una clínica. Escapó y ahora está en el subway de Nueva York, saltando de tren en tren, de estación en estación. Está seguro de que el calentamiento global acabará con el mundo en cuestión de horas a menos que él, Will Heller, haga algo al respecto. Otra cosa: no está tomando sus medicinas y eso distorsiona o capaz le aclara el panorama.

Lowboy es una novela rara (que no es lo mismo que freak), una novela rara para bien. Tiene la estructura y la velocidad de un thriller, pero no lo es. Tiene una familia disfuncional en un mundo disfuncional, pero no es ese tipo de novela ni, mucho menos, una novela disfuncional. Tiene una historia que podría ser de amor pero más bien es de psicosis adolescente o de urgencia sexual. A ratos, incluso, parecería un retrato-carta-de-amor a Nueva York y no un libro con trama y personajes. Lowboy es el tipo de novela que primero te quita y luego te da. Empiezas a leer sin saber muy bien lo que estás leyendo, un poco a tientas, como siguiendo un camino de migas de pan en medio del bosque. Sin entender demasiado pero entendiendo lo suficiente como para seguir en el tren sin que importe el destino final. Y cuando llegas, ¡PUM!, aplastado contra la pared. Y no sabes cómo llegaste hasta ahí. Y no sabes si podrás volver a casa.


Por un lado está Will, su mundo subterráneo de trenes que van a toda velocidad, pero no tan rápido como sus pensamientos, que están en otro lado, lejos. Can you help me occupy my brain? Will y su vida en la clínica. Will y su pasado y la posibilidad siempre tambaleante de un futuro. Will y Emily, que vendría a ser (no a hacer) el amor o lo que él cree que es el amor o simplemente lo más cercano que tiene al amor. Por otro lado están Violet, la madre de Will, y el detective Ali Lateef, tratando de encontrar a un Lowboy perdido en trenes. Violet sufre el peor mal de todos: está un poco rota, dañada, y ni el cuerpo ni el corazón le alcanzan para cuidar a su hijo, ¿hay algo peor que eso? Y no voy a decir más porque, como dice la canción, “este viaje es mejor hacerlo solo”.

Lowboy está ahí con lo mejor de la ficción sobre adolescentes que adolecen. Desde los chicos aventureros de Mark Twain hasta los seres marginales y solitarios de S.E. Hinton, pasando, claro, por Salinger, Vargas Llosa y hasta diría que por Truffaut y Wes Anderson y si ya estamos en esas porque no decir que Lowboy pasa también por el mejor Smashing Pumpkins y el Wilco más íntimo. John Wray, el autor, es un chico de lista Granta que recibe elogios de la crítica pero aún no conecta con el público. Lowboy es un poco así, Will Heller no puede conectar con cualquiera, a veces ni siquiera con la gente que intenta conectar con él. Y en su soledad, en esa soledad, hay espacio para todos.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pregunto, cuál es la semejanza entre Alonso Quijano y Will Heller?

Sí, siempre estamos buscando.....buscando qué?

Franco

Juan Fernando Andrade dijo...

F,

en los tiempos q corren, Alonso Quijano estaría encerrado/internado donde estuvo Will Heller.

q' buscamos? esa respuesta es personal e intransferible.

saludes